LAS MUJERES QUE NO AMABAN A LOS HOMBRES. UN CUENTO MACHISTA.

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LAS MUJERES QUE NO AMABAN

A LOS HOMBRES.

UN CUENTO MACHISTA.

 

En el  viento de verano hay una cierta melodía
que me lleva de vuelta a un lugar que conozco. A la playa

(Chris Rea. On the Beach.)

Por pura salud mental, he reducido drásticamente la ingesta de noticias desde hace algunos años. Como un par de dos van ya, vamos. Los mismos que coinciden con el glorioso alzamiento nacional del Sr. Rajoy Brey y adláteres. Así que, de esa manera, sólo leo El Economista y el diario de mi ciudad -a través de Internet- para evitar el conjunto total de artillería anímica que contienen los de la letra impresa. Cuando llego a casa, el horario, afortunadamente, me impide los telediarios. Y así, de ese modo, con la ignorancia opcional y voluntaria, voy salvando mi ánimo de tanta perversidad noticiera y noticiosa que está acabando con la esperanza y el optimismo en este país. En este trapo inacabable de país.

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Esta circunstancia -la de esconder la cabeza resignadamente- me procura momentos de tranquilidad que antes no tenía. Pongo somero ejemplo: En los recorridos (20 minutos cada trayecto) que realizo para ir y volver a mi trabajo (ya sabéis ese lujo inusual, que si es remunerado, ya es la hostia) sigo… en ese tiempo de coche, ya no oigo ni la radio. Paqué! Ahora me distraigo dándole al magín; de ahí esa abundancia y profusión de entradas que escribo en este blog que me procuran esos momentos de soledad.  Las pergeño y esbozo mentalmente en el coche. Las escribo por la tarde. Las guardo en el borrador por la noche. Y las publico -casi siempre- por la mañana tempranico. Por eso de que por las mañanas hay funcionarios trabajando y  -por consiguiente- más lectores de mi blog.

 A lo que vamos; esta mañana estando parado en un semáforo, y al volver la cabeza hacia mi derecha, he contemplado a una monísima señorita (era guapa de verdad) atizándose unos brochazos de colorete (no se como se llama ahora) por la frente y los carrillos (cómo Don Agustín) a toda velocidad. La brocha – se me perdone la forma de señalar- era tal que así: Una cuarta!!! Y el florón de pelos (de la brocha) era tan grande como el que usan los pintores y blanqueadores para perfilar las esquinas de las paredes.

 Una barbaridad de mamotreto. Pintábase los labios a continuación.

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Es distraído contar cuantas lo hacen (y observar las caras que ponen frente al espejo retrovisor; todas estiran el labio de arriba poniendo cara de culopollo) es distraído contar decía, cuantas mujeres aprovechan las paradas semafóricas para maquillarse. Dirán ellas  -y con razón- que los machos aprovechamos ese momento para andar “Tras el Perdigón Verde” y no hablo de la peli del Douglas, DeVito y la Turner, sino de prospecciones nasales más allá de lo razonablemente permitido y saludable.

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Bueno… Observará el paciente lector, que aún no he hecho referencia alguna al titulo de este post: “Las Mujeres que no Amaban a los Hombres” (y el posterior cuento machista) y a ello voy. No veas la que me van a dar, Maremía!!!

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Decía Noel Clarasó: «El hombre que a los 20 años no cree en la mujer no tiene corazón, y el que sigue creyendo en ella a los 40 ha perdido la razón.» Nusénusénusé… Verás tú que va a ser verdad.

 Este que suscribe, por razonamiento y por convicción, ha sido siempre partidario de considerar a la mujer igual al hombre. Lo contrario, hubiese sido no sólo una injusticia y una imbecilidad, sino una barbaridad imprudente. Esa forma de pensar, me ha propiciado una relación estupenda con todas mis amigas y en especial, con mi mujer.

 Pero mira tú por donde, ahora, en estos extraños tiempos de buen rollito y píqueme Ud. de aquí, se ha extendido la injusta costumbre entre las féminas de, en una especie de discriminación femenina y procaz contubernio -machismo feminista le llaman algunos- organizar reuniones “Sólo para chicas” aunque esas chicas peinen canas bajo el tinte Nº  5 de “L’Ogueal, Paguís” y merodeen por los 50 para arriba.

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Así que, de vez en cuando, las mujeres se reúnen en aquelarres monogenéricos y -dejándonos a los hombres más colgaos que una percha y dándonos con las puerta en las narices- se van de jopeo con las congéneras para disfrutar de conciábulo cervecero y bacanal gastronómica. Además, tienen la desverguenza de ponerles nombre a las logias: “Anacondas” se llama la de mi prójima. Y eso, señores es una injusticia de las gordas y una falta de respeto a Jacks, el Hombre. Quisimos los machos de la manada formar una propia para llamarla “Pitones” pero no fructificó.  En finss… Siempre nos quedarán los chupitos y er jurgo!

 Para procurarme venganza cruel hacia todas ellas -a las que tanto quiero y tanto admiro; les pido perdón de antemano- les voy a contar aquí y ahora, a todos Uds. queridos hombres del mundo mundial, mi teoría de la Isla Desierta; Para demostrar la supremacía (muy discutible, para que negarlo) del hombre sobre la mujer cuando la carencia de adminículos se presenta inesperadamente:

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The Desert Island Theory.

                                         
«Chiribiribí Porompompon, Chiribiribí Porompompon,
Chiribiribí Porompompon, Chiribiribí Porompompon»
 
(María Isabel. Los Payos)

 Situémosnos:

 Crucero por el Caribe en la nave Pobresimón, de la Compañía Naviera MSC Cruisers & Co. Tres matrimonios de amigos heteros y uno de lesbianas.

Por eso de que la trama lo exige, esta historia, deberá de contener -para que sea exitosa- ración de catástrofe: Una enorme ola de origen vasco -producida por un terremoto- llamada “Tsunzunegui” choca contra el costado del crucero «Pobresimón» provocando su vuelque inmediato; quedando esta semisumergida boca abajo. La Aventura del Pobresimón.

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Milagrosamente -porque si no, no habría película- los cuatro matrimonios se salvan «in extremis» agarrados desesperadamente a la puerta del lavabo de señoras de tripulación y -extenuados y al borde de la hipotermia- llegan a la playa de una isla desierta, que momentáneamente, les salva la vida. Empieza la historia.

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El principio -después del bajón producido por la catástrofe del Pobresimón– se dedica al adecuamiento, la organización y al acondicionamiento de la vivienda y el “modus comendi” en la dichosa isla. Todo transcurre de manera más o menos ideal, pues todos han leído en su juventud Robinson Crusoe y, además, disponen de agua fresca. Ya sabéis, hay un precioso lago azul para bañarse en bolas. También disfrutan de cocos, carne de albatros, miles de lapas, y algún pescado despistado que logran capturar. Llegan incluso  a tener pleno dominio de la sopa de tortuga. Así que -debido a esa obligada forma de vida- todos se van poniendo cachas y morenos; mas delgados a consecuencia de la dieta y a la ausencia de grasas, mas turgentes los cuerpos debido al ejercicio… y más relajados por el continuo disfrute de días interminables de sol y playa y las excursiones al Lago Azul. Pobresimón Beach Club.

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Peeero hete aquí, que con el transcurrir de los meses,  empieza a torcerse la cosa y se van estableciendo una serie de marcadas diferencias que distinguen a hombre, mujeres y viceversa.

 Los hombres, ya te digo, debido al ejercicio, la obligada dieta y el paso de los días, lucen cuerpos ebúrneos y apolíneos. Largas melenas les caen por los hombros y una amplia y blanca sonrisa (eso en el caso de que tengan pelo y dientes, claro está) les precede. Se les pone la voz bronca y solo cubren sus partes pudibundas con medio coco seco atado con lianilla.

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De las uñas de los pies no hablo, porque tanto hombres y mujeres sufren el inclemente paso del tiempo. El llamado efecto “Faca” ya que ambos grupos usan la uña del dedo gordo del pie para mejor abrir los almejones.

  Pero… Y las mujeres? ein? Y las mujeres? Otra vez eín? Digo más: y las dos lesbianas? Eiiin?

 El paso de los días les causa -pobreticas mías- estragos irreparables. Ante la ausencia de su preciado neceser, las preciosas melenas que ya antes lucían, se han transformado en unas pelambreras deshilachadas y  estropajosas de color blanco roto indefinido debido al pronto abandono del tinte Nº  5 de “ L’Ogueal, Paguís”.

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Debajo de los brazos, en los sobacos (ya pasó el tiempo de las axilas que exhibían repeladitas en el crucero) les salen dos rizados, negros e indomables peluconesque invitan a las aves del paraíso a anidar;  y aquella pelusilla tan graciosa que tenían debajo de la naricilla: Mostachos de Guardias Civiles, juguetes del viento son. Y para, por fin, ya terminar y no ser demasiado cruel, esas piernas de tacto delicado otrora suaves como el algodón, pinchan tal si fuesen alfombras de uñas de gato sin domesticar. Cállome lo que les asoma por las ingles.

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 Así que un consejo a las féminas: Si vais a disfrutar de un crucero por el Caribe, llevad neceser de repuesto y  haceros la depilación láser definitiva. Que el algodón casi nunca engaña. Y la ola gigante, la “Tsunzunegui” ,  tampoco.

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Otro dia hablaremos de la depilacion láser definitiva. Que esa es otra.

…///…

Una respuesta

  1. Genial, como es tu costumbre, querido Álvaro.
    Ademas, por si no lo conoces, ahí va otro dicho, en este caso desconozco el autor: «El hombre que a los 20 años no es guapo, a los 30 no es fuerte, a los 40 no es rico y a los 50 no es sabio, ya no será nunca, ni bello, ni fuerte, ni rico, ni sabio»

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