TENGO QUE RECONOCERLO.
(Para la Oíaporculo)
La Oíaporculo me lo advirtió: No vayas a llegar ahora a tu casa y te pongas a despotricar de mi!!! Musho cuidiao, que te conozco, bacalao!!
No!! No lo voy a hacer, pero tengo que reconocer que tengo una cierta dependencia coleguera. Y no lo puedo evitar. Que le vamos a hacer.
Tengo que reconocer -si que es verdad, vuelvo a reconocerlo- que no tengo fin en las estas noches mágicas de brumas de 40º y queso al romero, patédefuá, y tristeza en forma de patatas chips y pizza requemada.
Ellos me lo dicen… No tienes fin, shiquillo!
Sé, tengo que reconocerlo, que no lo tengo; porque soy incapaz de finalizar cualquiera de esas fantásticas veladas con la rapidez que exigen los buenos modales y que aconseja la prudencia. Pero es que me puede -y duele- la posibilidad de la ida sin retorno y de la ausencia hasta más ver, de la compañía elegida y deseada. Vuelvo a reconocerlo: No tengo fin! Queselevasé.
Así que, sépanlo Uds. que cuando me siento arropado por el verbo cálido y afectuoso de mis amigos, por la compañía acogedora y sincera… No tengo fin. Lo sé: No tengo fin. No tengo fin. Cojones!! tengo que repetirlo?
Pero también , mis amigos, han de reconocer que si reniego del final de la fiesta, de la indeseada conclusión del evento, no es mi culpa sino suya; muy suya. Porque me tratan de una manera tan cercana, que me resisto a romper el mágico tránsito que va desde esa pizza requemada primera, hasta el previsible final que llega con el chupito postrero de ron. Ese último que no solo embriaga –momentáneamente- el cuerpo; sino que también, perfuma de aroma el alma para unos cuantos días.
Así que, cuando llega el terrible momento de la despedida -razonable, necesaria y obligada, si que es verdad, tengo que reconocerlo- hacia el domicilio propio, uno se resiste. No lo llega a entender demasiado bien, también es verdad, porque no quiere dejar de aprovechar la oportunidad de compartir y disfrutar el acto de fe que la amistad procura.
Entonces, cuando llega ese momento , uno – que estima sobremanera a los que habitualmente le rodean- reniega del Dios que se le supone, y se siente incapaz de levantar sus reales para abandonar la sala de los momento confortables. Y se apoltrona.
Y sólo se deja llevar, tengo que reconocerlo, cuando la voz razonable y autorizada de la que, por imperativos legales y antibióticos, y abrumada por el desazón que proporciona la cerveza 0,0º, impone la retirada a la voz de Chiiisss y cabezazo. ¡¡Ámonos!!
Es en ese momento, cuando uno -haciendo abstracción de la razón, el deseo, y del infinito momento de recreo que está disfrutando- debe de hacer de tripas corazón, mandarlos a todos a que les den (con todo el cariño que se dispone) y abandonar esa casa de placer que no es sino el lugar puntual donde los queridos amigos nos hemos reunidos para contemplar como el Barça vapulea cruel y merecidamente al pobretico Athletic de Bilbao que se queda sin gabarrra.
Mi mayor tesoro -al margen de la que más quiero- lo representan mis amigos. Y a ellos, van dedicadas estas palabras (exageradas aposta, tengo que reconocerlo) porque son ellos lo que hacen más contenta, si cabe, mi existencia.
Tres leches mi importa a mí el futbol. Lo que sí me importa -y me encanta- es la feliz y afectuosa compañía.
Estas letras están dedicadas a mi querida amiga la “Oíaporculo” para que se quede tranquila; porque no la voy a trasquilar esta noche como ella se temía.
Ni al Espárrago Cumpián, que aún lo quiero a pesar de que -como San Pedro- me negó tres veces antes de que cantase el gallo… Y a Girilín, por la paciencia ilimitada que detenta a pesar de estar libre de la esclavitud de los taninos. A Santa…Por ser mi guardiana entre el centeno.
Para ellos esta canción, porque no creo ni siquiera en los Beatles, sólo creo en mi! Tengo que reconocerlo.
Hala!
Málaga, madrugada del 26 de Mayo de 2012. ( Mañana, me arrepentiré de haber escrito esto. Seguro, pero ya está hecho!)
Filed under: MISCELANEA | Tagged: Alvaro Souviron, ASUN ASEN, oÍAPORCULO |
Está muy bien, no te preocupes. Feliz resaca
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No te arrepientas, disfruta los momentos que no se repiten, ya sabes que como la oiaporculo no hay dos.
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Decía Quevedo creo , que había que ser el ultimo en salir de las fiestas para que nadie pueda hablar mal de uno ,a muerte y hasta el final
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