«Hablad de castellanos y de portugueses, porque españoles somos todos»
Luís de Camões
El Castillo de Gibralfaro de la ciudad de Málaga está encallado, por imposición humana, en un océano de pinos y eucaliptos en la cima del monte del mismo nombre. Su bosque, salpicado de algún almez furtivo y algún que otro algarrobo solapado entre el verde, proporciona un perfume especial a toda la ciudad, que se le ofrece a sus pies y se deja dominar, complacida, por ese servicio de vigilancia y guardia permanente que –desde hace setecientos años– le viene prestando.
El Castillo de Gibralfaro, unido legalmente a su parienta La Alcazaba –un par de siglos mayor que él y a un mucho más mayor Teatro Romano– conforman uno de los conjuntos monumentales artísticos más interesantes y bellos de nuestro país. Un ménage à trois propiciado y consentido por edificaciones centenarias en el que cada una de ellas, saca partido y complementa a las otras, en una explosión de belleza y armonía no exenta de la voluptuosidad y concupiscencia que a los tríos bien avenidos se les supone.
Una composición pétrea que se entrega, con esplendor y generosidad, al nuevo visitante, al reincidente y al autóctono. Sus vistas desde lo alto, brindan el más bello y personal paisaje; y desde abajo, sirve como la más eficaz y perdurable carta de presentación de Málaga en la vista y en la memoria del que la contempla.
En ese idílico enclave, y a eso venía esta presentación que acabáis de leer, en el Patio de Armas de dicho recinto, tuvo lugar días pasados la ya tradicional conmemoración del Día de Portugal, de Camões y de las Comunidades Portuguesas. Con la organización de varios actos propiciados por el Consulado, con ocasión de la VI Semana de Portugal en el Sur de España, tuve ocasión –gracias a la enorme generosidad y amistad que me brinda y une al Cónsul Honorario en Málaga Rafael Pérez Peña– de asistir como invitado a un acto en el que –tal y como es habitual– la elegancia y el buen gusto imperaron en un ambiente tan sereno y distendido como pedagógico e instructivo.
Las amenas alocuciones del Secretario de Estado de Portugal Eurico Brilhante Días, el Cónsul General en Andalucía Joao Queirós y del mismo Rafael Pérez-Peña, dieron paso a unas delicadas actuaciones musicales con un emocionante espectáculo de Fado y Flamenco interpretado por el renombrado guitarrista portugués Pedro Jóia acompañado por Diana Vilarinho y José Manuel Neto y con la intervención de dos artistas invitados españoles (Alejandro Hurtado y Bernardo Miranda) que nos prepararon el cuerpo para el ágape.
Todos los invitados nos desplazamos hasta un lugar privilegiado del Castillo donde se sirvió el festín. Desde esos adarves, la visión nocturna de una Málaga iluminada, puso el broche final a una velada donde, insisto, el buen gusto, la cortesía y la distinción fueron los principales invitados a este acto. Tal y como manda la tradición. Tal y como fija la pertinaz costumbre hospitalaria del país vecino.
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