VIAJAR EN PAPEL

 

No tengo la menor duda de que los lectores –en su niñez y adolescencia– de las aventuras de Tintín, son hoy avezados y habituales lectores de libros.  Agradecidos debemos de estar por haber adquirido –con esas lecturas– el hábito de la observación de las reglas gramaticales y ortográficas; el ser admiradores de dibujos basados minuciosamente en la realidad. Aprendedores de nuevas palabras y, sobretodo, dotados de una impaciente y dolorosa  capacidad de espera para poder adquirir y leer, una vez tras otra, cada nueva aventura del periodista que, tan sólo una vez por cierto, se le vio escribiendo un artículo periodístico. Y si digo Tintín, también meto en el mismo saco al galo Astérix. a Hergé, a Uderzo y a Goscinny.

 

Ambos nos han proporcionado gracias a sus viajes, no pocos conocimientos acerca de lugares remotos que, en nuestra mocedad, se nos antojaban imposibles de visitar. Pero ya se sabe que los aviones, los trenes, los autos y los barcos de papel, tienen la capacidad inagotable y eterna de poder trasladarnos allá donde el autor desee y nosotros, voluntaria y gustosamente, nos dejemos llevar.

Yo con Astérix y sus compañeros he ido repetidas veces a Córcega y a Helvecia. He dado la vuelta a la Galia y he admirado la naricilla de Cleopatra en Egipto. He visitado Londres y Escocia. Bélgica y la India. Incluso América después de una Larga Travesía. Italia, Alemania, Noruega. He ido a Jordania y a Palestina…  A multitud de lugares en multitud de aventuras.

Con Tintín, gracias a más modernos medios de locomoción, he estado en lugares muchísimos más lejanos que los galos. Por poner un lugar inexcusable, con Tintín he podido visitar La Luna mucho antes y mil veces más que cualquier astronauta de la NASA. Ese afán aventurero y esa curiosidad adquirida a base de esas lecturas, me han llevado a ser en mi edad adulta un aficionado incondicional a eso de meterme en un avión y conocer destinos que, afortunadamente, la vida, ha puesto a mi alcance.

Miren ustedes a continuación, un mapa donde figuran los países visitados por Tintín (en azul) por Astérix ( en amarillo) y por ambos dos (rayado).

Pero miren ustedes también –lo que hace la vanidad y la petulancia de quien esto escribe– que incluso pongo otro mapa con los lugares que yo he visitado. Muchos me quedan aún. Espero.

En cuanto a Tintín – y basándome en datos publicados en el Diario Ara por Eduard Forroll– he elaborado una tabla donde figuran todos los álbumes publicados por Hergé, los países visitados en cada uno de ellos y ¡una gran curiosidad! los kilómetros recorridos en dichos periplos.

Para terminar –podéis comprobar que igualmente a mi me encanta también viajar por la Red– una serie de portadas de aventuras apócrifas  de Tintín.¡Qué me hubiese encantado que Hergé hubiese vivido cien años mas al menos, para que las hubiese podido desarrollar!

Disfrutadlas.  Merecen la pena aunque sólo sea por imaginarse que podría haber sucedido en cada una de esas aventura imaginarias.

 

 

 

 

LA SONRISA DEL GATO ALBERT

«Larga vida en la vida de los demás»

Paco Bernal

La sonrisa del Gato de Cheshire flotaba en el ambiente de la sala de butacas del Echegaray en estos días de buen teatro en la ciudad de Málaga. La sonrisa del Gato de Cheshire. Una sonrisa  eterna, amplia, resplandeciente, que, miren ustedes qué cosas! no se vería engastada en el rostro de su verdadero dueño hasta el minuto final de la representación. En la figura del autor del texto. La sonrisa del Gato de Cheshire. La sonrisa del Gato Albert.

Mi querida Mori, es una obra escrita hace ya muchos años por el citado Albert y representada de nuevo como homenaje –o eso al menos me pareció a mí– al amigo, al poeta, al escritor, director y, resumámoslo, al prolijo creador y artista que fue Nacho Albert Bordallo.

Cómo no podía ser de otra manera, fueron sus más mejores los que se ocuparon de encoger el corazón a los espectadores (aún hoy lo siguen haciendo) que –sin poder apartar su pensamiento del fugitivo involuntario– disfrutamos durante algo más de una hora del intenso y profundo lenguaje del autor. Un lenguaje culto e ilustrado, no fácil de memorizar para los actores, y tremendamente efectivo para eso del transmitir emociones y del provocar el pensamiento y la reflexión.

Acabo de terminar Seda de Alessandro Baricco. Y no he podido evitar establecer una comparación entre ambos textos por cuanto hay de roles comunes. En los protagonistas principales: Mr. Diamond con Hervé Joncour .  La ubicación local de la historia: Japón. El paisaje belicoso que rodea dicha historia. El amor intensísimo que ambos sienten por sus parejas. La pasión irremisible e inevitable que les asalta hacia una tercera persona.

La representación de Mi querida Mori, es una exhibición de buen gusto. De buen gusto por lo literario. De magnifica interpretación y dirección. De una música tan sugerente como apropiada. De una escenografía, atrezzo y vestuario pertinentes y adecuados. Un placer para los sentidos que –gracias a esta conjunción de capacidades– nos lleva a los espectadores a desear un rato más de función para disfrutar, a pesar de ser una obra intensa y pesarosa (todas las historias de amores fallidos o rotos lo son), por el enorme potencial interpretativo desarrollado por los dos únicos actores que se suben a las tablas y que nos encogen el corazón con sus personajes espléndidamente dibujados: Luis Centeno y Sofía Barco. Magníficos ambos.

Al final, miren ustedes cómo son las cosas, en el último minuto, el Gato de Cheshire, el Gato Albert, va y se hace visible. Y una sonrisa hermosa, franca, cordial y generosa se hace carne en la figura del llorado amigo que observa –algo avergonzado y azorado–  a todo el mundo en pie aplaudiéndole emocionadamente.

Antes del ágape, que lo hubo, los asistentes tuvimos la oportunidad de salir al exterior: Unos para fumar. Otros para charlar. Todos para reír. Para reír, sí. Porque no teníamos otra forma de echar fuera la enorme aflicción que habíamos experimentado y el rencor que sentíamos hacia las muertes injustas, irrazonables e inaceptables.

Larga vida en los demás que decía el atribulado director. Imperecedera vida añado yo, en el recuerdo de sus amigos. Que al fin y al cabo, viene a ser lo mismo.