VIAJE A CUBA 2023. PRIMERA PARTE : LA HABANA.

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Pues heme aquí, ya de vuelta, en la zona de confort que componen mi casa, mi ciudad, mi país.

De regreso de un viaje a Cuba que -con ciertas reticencias por mi parte-he realizado durante once  días (finales de Septiembre – principios de Octubre) que , a la postre, ha resultado ser un viaje ensoñador, lleno de aventuras y liberador de todas esas ideas equivocadas que yo tenía sobre La Habana; una ciudad que tantas veces me había sido recomendada por viejos amigos que ya la habían visitado anteriormente y que ,con sus dimes y diretes, insistían en que yo –impenitente viajero que he sido y que ahora, casi más que nunca, sigo siendo- dudaba si Cuba me iba a gustar siendo yo un trotamundos muy tirando a lo “urbanita”.

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Cierto es. Siempre me ha gustado visitar ciudades con un amplio repertorio de edificios artísticos e históricos. Prepararme itinerarios arquitectónicos donde se incluían iglesias, mercados, edificios representativos de dichos lugares, restaurantes ( a ser posible tirando a económicos que suele ser los habituados por los ciudadanos no turistas y sí, incluso cementerios, que haberlos los hay y bellísimos.

Nos enrolamos mi Santa y yo en un viaje programado por nuestros hermanos Maxi y Pepa y, aunque yo tenía mis dudas sobre el destino –ellos ya habían estado hacía más de treinta años-  nos embarcamos, decía, en un viaje que incluía un viaje en tren de alta velocidad hacia Madrid, un vuelo de nueve horas en avión –que yo debido a mi notable tamaño le temía más que  a una vara verde- y, sobretodo, a sentirme defraudado a que se cumplieran mis reservas y recelos por lo que me pudiera encontrar. Craso error.

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Así que cada  uno de nosotros se puso a una tarea organizativa y ¡voto a bríos! Que conseguimos estructurar un viaje perfecto.

El periplo comenzó en tren, rápido y cómodo hasta Atocha en Madrid. El vuelo  desde allí, en un magnífico avión Airbus 350 de la compañía World2fly nuevo, amplio y con unas pantallas individuales en cada espalda de los asientos que te proporcionaban un menú que iba desde películas, series, cámara exteriores desde las que podías observar el despegue, vuelo y aterrizaje, y una serie de complementos que ayudaron muchísimo para distraernos durante esas temidas 9 horas de trayecto. (la comida, horrorosa; pero ¿qué más se puede pedir por un importe que no llegaba a los 500 euros por persona ida y vuelta?)

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La ciudad de La Habana nos recibió con un bofetón térmico que échese usted a sudar. Yo, ya iba preparado, y tampoco me asusté. La aduana resultó rápida y amable a pesar del cargamento que llevábamos de medicamentos, ropa y regalitos para la población. Nada más salir al exterior del aeropuerto para que nos recogiera un taxi ,nos cayó una tromba de agua que tal como vino se fue en apenas 20 minutos. Téngase en cuenta que estábamos en plena época de huracanes. El taxi, ya estaba concertado con nuestra anfitriona de Airbnb, Mirely ; un ángel protector con una resolutividad innegable, que no sólo nos consiguió dicho taxi, sino un cómodo apartamento en plena Habana Vieja que era una maravilla en cuanto a instalaciones y situación, y también nos ayudó con las comunicaciones e Internet, con el cambio de moneda, con recomendaciones en cuanto a restaurantes, lugares donde encontrar guayaberas a buen precio (16 euros al cambio) y nos informó de la especial idiosincrasia del pueblo cubano y cómo asimilar las costumbres.

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Cuatro Noches nos tiramos en dicha casa. Cuatro noches con sus días disfrutando de una ciudad acogedora. Con sus dimes, ya os digo, y sus diretes. Una ciudad inolvidable.

Veréis, La Habana  -sobre todo la parte vieja que es donde vivíamos nosotros,  porque es donde debíamos vivir- tiene una dualidad indiscutible: Cómo vive  la población y cómo la disfrutan los visitantes. Dos mundos distintos pero complementarios.

Resulta muy chocante para el turista, que una buena parte de sus edificaciones estén al borde del derrumbe pero habitadas. Por poner un ejemplo, dos casas adyacentes donde vivía Mirely se cayeron durante nuestra estancia y causó algunos fallecidos. Los turistas, y sigo, no se explican la alegría sempiterna de los  habitantes de esas casas, de la ciudad entera; la amabilidad hacia el forastero es indiscutible aunque la pretensión de buscarse la vida con ellos sea evidente y casi todo tenga una finalidad económica, pero… ¿cómo no se puede ser generoso cuando hay tanta escasez de todo? Cómo no proporcionar unas botellas de leche o pañales a mujeres que te los piden por la calle si los precios para un europeo resultan ridículos?  Cómo no ejercitar la empatía con una población que viven en unas calles donde la música es sempiterna, donde a las muchachas guapas que te atienden durante los desayunos, cuando se les comenta su belleza, te dan las gracias con una sonrisa franca y generosa. Cómo no regalar medicamentos y bolígrafos (yo llevé 50 BIC Azul Cristal y la cara de felicidad de todo el mundo al recibirlos era conmovedora)

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Téngase muy en cuenta que el Estado (los bancos y las casas de cambio CADECA) te dan 120 pesos cubanos (CUP) y en la calle te los pagan a 230 CUP). Comer espléndidamente en los sitios más caros –imposibles para los habaneros- nos costaba 80 dólares. Unos 18 euros por cabeza. En otros mucho, también muy dignos y típicos, la cantidad a pagar se tornaba irrisoria.

Tomar unas piñas coladas en el Hotel Telégrafo –un precioso hotel en una de las zonas más exclusivas de La Habana, una caipiriña en la terraza del Iberostar Parque Central, con unas vistas impresionantes y ensoñadoras del Capitolio y sus alrededores. Los clásicos Daikiris del Floridita o los impresionantes mojitos de La Bodeguita de el Medio… Cada uno de estos combinados que tomamos, eran cobrados a unos precios tan asequibles que resultaba imposible tomarse sólo uno y de ahí, nuestra alegría y contento.

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Para terminar con La Habana, el tercer día (después nos quedaba un cuarto)  alquilamos por 12 horas un Almendrón. Un coche clásico americano –en nuestro caso un Buick del 54- que, siguiendo nuestras indicaciones y las propias sugerencias del chófer Alex, nos proporcionó un día inolvidable. Nos llevó a la Playa del Este y durante dos horas, disfrutamos de una playa idílica, tumbonas, una nevera llena de Cerveza Cristal cubana helada y de algún que otro coco con su pajita mientras tomábamos el sol y nos bañábamos en un mar de color esmeralda rodeados de palmerales y vegetación. Una sensación fantástica.

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12 horas, dieron mucho de sí y Alex nos llevó a comer –por sugerencia  nuestra, al precioso Hotel Nacional que a la postre, no mereció la pena su restaurante (las carencias en la isla son evidentes y permanentes) y también nos proporcionó unos recorrido por antiguas fortalezas y fuertes españoles. Miradores de la ciudad, preciosos parques y avenidas y , cómo no! A ver  atardecer en el Malecón y terminar en  la imponente Plaza de la Libertad ante la atenta mirada del Ché Guevara y de don  Camilo Cienfuegos que tenía un cierto parecido con San José de Arimatea.

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Alquilamos al día siguiente un coche que habíamos apalabrado desde España y ahí empezó la verdadera aventura del viaje. La imprevisible. La sorprendente, la inesperada aventura que nos proporcionó el conducir por carreteras demoníacas por sus malas condiciones sin señalización alguna ni tampoco iluminación; pero de una belleza deslumbrante por la vegetación sempiterna que nos flanqueaba durante todos los trayectos. La estafa que sufrimos –nunca falta una en Cuba-  las playas maravillosas, el todo incluido, la belleza de pueblos patrimonios de la humanidad. La cordialidad, el afecto, la sociabilidad del pueblo cubano. Nuestros próximos destinos eran: Cayo Coco, Trinidad y Cienfuegos. Cogemos el coche y nos lanzamos!!!!

Continuará…

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Una respuesta

  1. Pues todo parece fantástico y ya me dejas con la miel en los labios… esperando la segunda 💃🏻 😄😎

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