CALZONCILLOS. –Mediococos Versus Boxers–

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CALZONCILLOS.

–Mediococos Versus Boxers–

“Se considera correcto hoy día el llevar barba? Vuelven las hombreras y las camisas de pico de pato? Y las afectadas y amaneradas mariconeras? Son los zapatos de rejilla ideales para el verano…Ítem más… volverá a ponerse de moda ese horror de la uña larga en el meñique de los varones?…”

Muchas preguntas pero pocas respuestas veraces y acertadas. Porque las modas son cómo son: cambiantes y tornadizas. Y tengan muchísimo cuidado, porque estas, las peores sobretodo, desalentadoramente siempre suelen volver.

Llevo mucho tiempo considerando el incluir en este, mi bienamado blog, un apartado dedicado íntegra y exclusivamente a la moda masculina en todas sus variantes y modalidades. Desde la vestimenta precisa y adecuada para cada momento a los complementos ideales para ellos. Desde la perfecta combinación de los colores, hasta la también perfecta elección de la corbata idónea.

También quisiera apuntar algo sobre las apropiadas maneras –moderadas, discretas y circunspectas– que deberán de ser observadas por el macho varonil en diversos eventos y/o en determinadas situaciones sociales. En entrevistas de trabajo; en parties, en vernissages artísticas, en reuniones lúdicas o en giras campestres. Aunque estas segundas, las parties, puedo asegurarles que nunca fueron buenas. Huyan de ellas! Las segundas parties, ya te digo, nunca fueron buenas.

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Este nuevo apartado, no será otro que el fiel reflejo de mis propios principios y conocimientos respecto a la novedad y el estilo en la moda última de estos años precedentes y lo que se intuye que ha de venir; algo, que no me costará demasiado trabajo transmitirlo debido a mi ancestral y atávica predilección por la elegancia, la finura y distinción en aras del asesorar y sugerir; del llevar por el buen camino de la gracia y del personal donaire, al macho desorientado y confuso en este proceloso mar de lo actual y de la nada fácil efectividad en el arte del correcto vestir.
Para compensar este agravio comparativo que sufre el genero masculino en cuanto a la enorme proliferación de “It Girls” –que exhortan e indican las tendencias a las mujeres de este país– yo, quiero ser considerado, desde ahora, un «It boy», Y quiero estrenar este nuevo espacio refiriéndome a una prenda imprescindible en el armario ropero de todo hombre que observe reconocida decencia y manifiesto recato: Los Calzoncillos. Los limpios e impolutos (en casos) Calzoncillos.

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Ahí va:
Los calzoncillos –también llamados «Gayumbos» por el segmento más ordinario de la población masculina– siempre han sido unas prendas que, injustamente, no han gozado de todas las evoluciones y consideraciones de la elegancia al estar –salvo determinados momentos– a resguardo de la vista de los demás. Ocultos en el oscuro rincón de los fondillos y la bragadura. Durante años, fueron también nombrados peyorativamente con la denominación común de “Calzoncillos Blancos” Y pare Ud. ahí de contar.

Hoy sin embargo –en este mundo de antiguos lechuguinos y petimetres; de gorditos entraditos en carnes y de bajitos de cuerpos pícnicos– los actuales vigoréxicos forjados a yunque y martillo gimnásticos, han propiciado un nuevo resurgir en la moda íntima para aquellos que lucimos colgajo en la entrepierna.
Podemos clasificar los calzoncillos –de una forma muy generalizada– en dos categorías bien diferenciadas: Los Slips “mediococos” y los Boxers.

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Veamos pues:

Los slips “mediococos” llamados así por el efecto «mediococo» que producen en el paquete, tienen tantos detractores como partidarios. La principal finalidad que tiene este modelo (en realidad, ambos tipos) es la de recoger los testículos en apretada formación para que no actúen a modo de badajo campanero contra los contramuslos y causen molestias, llagas y roces al andar. En este caso, los slips “mediococos” son indiscutiblemente eficaces, pues proporcionan comodidad a la vez que seguridad; confortabilidad y justa presión, ya que recogen en una sola tacada tanto los dos adminículos pendulones (los huevos) como el colgajo de en medio comúnmente llamado cipote; reuniendo los tres hermanos en una cálida y perfecta comunión tal si fuesen Michael Jackson, Stevie Wonder y Paul McCartney en Ebony & Ivory. (Dos morenos con los pelos rizados y uno más pálido con las carnes caídas).

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La principal desventaja que tiene esta prenda, el slip “mediococo”, es el aspecto ridículo y de futbolista de tercera regional que proporciona al usuario, si llegado el caso, ha de mostrarse de forma manifiestamente pública en el vestuario –pongamos de ejemplo– del Club de Campo de Sotogrande; o lo que es peor, en la intimidad de la alcoba. La combinación de slips “mediococos” y calcetines blancos, puede llegar a considerarse arma letal para las relaciones eróticas. Nada produce más desencanto y desenamoramiento; más decepción carnal y aflicción lasciva, que esa horrenda visión. La contemplación en directo de un maromo vistiendo “mediococos” y calzando “andalias” con calcetines blancos siempre resultara desgarradora e irreparable para el ánimo libidinoso.

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Los boxers sin embargo son otra cosa. Son amplios y holgados. Elegantes si cabe. Tan espaciosos y desenvueltos, que permiten el balanceo inocente de los pompones a diestro y siniestro. Bailemos el Bimbó!

Anchos y dilatados se sienten estos –los cataplines y el de enmedio–; sueltos, libres de opresión alguna, campan por sus respetos en ese fresco paraíso de algodón. Tal es popularidad de esta prenda entre los hombres de bien, que el dúo americano de música folk, Simon & Garfunkel, le dedicaron un precioso tema con su nombre y que ha llegado a ser uno de los más populares de la historia de la música. Lairolái… Tkssss!!!

Los Boxers no impiden –tal y cómo lo hacen los slips “mediococos”– el balanceo de los colgajos, ya lo hemos apuntado antes; por lo que si realizasen movimientos bruscos o demasiados sicalípticos, se corre el riesgo de tener un dolor considerable de cojones llamado orquitis. Conocido era Roy Bean, aquel juez del oeste americano –en la película protagonizada por Paul Newman, llamada El Juez de la Orquitis– por el insufrible dolor de cojones que padecía el provecto magistrado.

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También son los Boxers menos propensos –por el desapego de la tela con la carne– a sufrir el traidor, torticero y alevoso delator llamado Palomino. Una ofensiva, silente y ominosa mácula marrón que es mucho más proclive en el mundo de lo ajustado que en el de lo suelto.
En fin, espero que esta entrega, haya tenido aceptación entre el numeroso publico que me sigue en este blog; y que dicha aceptación, me anime a seguir aconsejando a los demás apoyándome en mi propia experiencia. De la moda, digo. No de los Palominos.
En la próxima entrega un vídeo llamado “Entre mejillones” en el que enseñaremos la técnica del cómo cortarse las uñas de los pies debidamente para evitar– en el lecho marital– lanzadas y puyazos involuntarios a la parienta, en las piernas, mientras dormimos.

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«MIERDASET»

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«MIERDASET»

 

Algunas veces (muy pocas la verdad), inserto aquí textos de otros autores. No me gusta hacerlo, porque lo que realmente a mi me mola es escribir –y correr con las consecuencias- de los textos que publico.

Porque tambien a veces,  leo cosas que retratan a la perfección lo que yo pienso de determinado tema; y entonces me digo… Porque no lo pongo (corto y pego) y me ahorro el trabajo? Y eso hago ahora. Ahorrarme el trabajo. Puesto que el periodista Jose L. Malo, acaba de describir clara y diafanamente lo que yo pienso de la Empresa televisiva Mediaset en general, del programa Adán y Eva en particular.

Este es el texto, léanlo y “disfrútenlo” no tiene desperdicio:

Tinta con limón

‘Hadán y Eba’

José L. Malo

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OPROBIO: listón que España puede colocar más alto a diario; como los garbanzos o las habas en un revuelto, todo el mundo asegura que sobran entre los kikos y las pipas, pero nunca faltan en la mesa.

Mediaset (no escribo Mierdaset, que si no el jefe me regaña) estrenó Adán y Eva, el rizo rizado de Mujeres, Hombres y Viceversa. Si este formato auspicia relaciones artificiales con tipos y tipas semianalfabetos y vigoréxicos que venden su cuerpo y su dignidad para que la televisión les empuje hacia una fama costrosa y efímera, el afán de superación y las exigencias de los altos ejecutivos para exprimir ese tipo de reálitis les ha llevado a este nuevo formato. En él, se trata de fingir la misma mentira de relación, aunque esta vez pillando cacho en directo y, lo más importante, en pelota picada. Según sus creadores, porque la desnudez física es una semblanza del desquite de todo lo superfluo para llegar al tuétano del ser humano.

El problema es que ese interior no da más que para perlas como «el título del programa lo han sacado del primer fascículo de la Biblia», «¿Qué es la Alambrada? ¿Está hecha de alambre? ¿Está en Córdoba?» o «¿qué significa polivalente». No se rían de ellos sino de la podredumbre de los guionistas y responsables de castings, que se dedican a expurgar entre las cloacas de los colegios para encontrar a estos personajes; lo triste es que sólo les haya dado para preparar unos diálogos que hacen buenos a los de las películas porno. Al menos, en estas cintas los guiones son una excusa para desnudar a los actores; en este programa los culos son sólo óbice para seguir vendiendo el mismo formato vacío de la televisión privada. Bueno, un mérito sí que les concedo: que aún encuentren personajes de tanta pobreza cultural y emocional después de chorrocientas ediciones de Gran Hermano y otras decenas de programas de telebasura que tanto caracterizan a Mediaset.

Nos podemos reír de sus patadas al diccionario o lanzar improperios por lo poco preparados que están. Pero que quede claro una cosa: los que realmente dan vergüenza no son los ineptos concursantes que se ponen en pelotas delante de las cámaras, los tristes son los 2.816.000 espectadores que los vieron al otro lado de la pantalla.

 

Pues eso señores… Pues eso ha escrito el periodista!

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CASAS DE ANTAÑO

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CASAS DE ANTAÑO.

No se crean Uds. que no contemplo, en unos años, el mudarme a vivir al centro histórico de Málaga. Ahora no, porque aún sigo disfrutando de esa tranquilidad que me procura el vivir en la falda de una montaña; y el despertarse uno con los trinos de los pájaros es una gozada muy de agradecer aunque eso te obligue a estar viviendo en las alturas.

También considero volver, una vez que entre en esa edad provecta de la jubilación (ya no me queda tanto; algo más de un lustro)  a ese centro histórico donde me crié para disfrutar de una apacibilidad bien merecida. A esas alturas, supongo, tratarán de obligarme a abandonar los vicios que afortunadamente aún mantengo y que me proporcionan esta vida de diversión los fines de semanas y fiestas de guardar.

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Cuando ya maneje achaques, supongo otra vez, seré conminado por esos déspotas autócratas de bata blanca, que en aras de tu salud, intentarán quitarte la alegría. Y de fumar. Y de beber. Y de comer. Y de que te coman… de todo. Seré obligado –continúo- a llevar una vida plana (no he dicho plena) de frugalidad, moderación y templanza. Tal si fuese un anacoreta, o un puto fraile solitario.

Aún así y todo. Aún con esa perspectiva de restricciones hedonistas, aún así, tengo ánimos y ganas para querer mudarme al centro y vivir una ciudad (que cada día está más bonita) paseando y tratando por todos los medios –escondido en sus rincones- de engañar a los absolutistas batiblancos que tanto se preocuparán por mi salud de hierro mohoso.

Pero no deberá de ser, si me voy, una casa cualquiera. No. Deberá de ser antigua, con un punto decadente. Una casa cómo las de antes. Con balcones a la calle. Y si desde ellos, puedo ver las procesiones, ya sería el súmmum de los «súmmumes».

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Echo de menos aquellas casas de antaño. Casas, aquellas de las de antes; parcelas íntimas de convivencia. Territorios unifamiliares gobernados siempre por una madre directora general.

Añoro las casas de mi niñez. Y las echo de menos físicamente, porque ya hoy no veo por ningún lado (sólo en Casa Cumpián) aquellas enormes puertas proporcionales a los altísimos techos. Evoco suelos geométricos multicolores que ya no están -porque el mercado no lo permite- y las distribuciones lógicas de los espacios. Ya no hay salones «para las visitas» ni habitaciones enormes donde fácilmente dormíamos varios hermanos. Ni despensas llenas de baldas, ni altillos fascinantes donde las mantas y cobertores ocultaban tesoros imposibles. Ni cuartos trasteros para jugar a las tinieblas de la noche. Tampoco hay ya «ojopatios» llenos de aspidistras y de helechos. Frescores de botijo y moho en los tiestos. Ya no se llaman a los niños desde los cierros porque vivimos encapsulados en un ilusorio mundo de comodidades donde la electrónica, es muy culpable de esta circunstancia.

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Mundo moderno lleno de materiales fríos y transparentes. De remedos de materiales naturales. El metacrilato fue el principio del fin de la calidez y de lo acogedor de los hogares. La máquinas de frío han sustituido a las corrientes de aire proporcionadas por las ventanas abiertas, también han acabado con el baile monótono y aburrido de los ventiladores de mesa. El olor a alhucema de los braseros y el calor blanco de las catalíticas Buta Therm’x han perecido por el sofoco sin alma de las bombas de calor.

Casas y hogares; ambiente familiares aquellos que perduran en nuestra memoria, de una manera afectuosa y añorada, y que hoy solemos bastardear con el mecanismo de la «fusión» poniendo algún mueble heredado que nos exculpa de los remordimientos.

No se crean Uds. que no contemplo en unos años el mudarme a vivir al centro histórico de Málaga. Ahora no, pero cuando llegue el momento… Ya lo verán Uds. Ya lo verán Uds. cómo sí!

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MÁLAGA. CUADERNO DE VIAJE – SKETCHBOOK

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MÁLAGA.

CUADERNO DE VIAJE – SKETCHBOOK

 

“Nuestro destino nunca es un lugar,
sino una nueva forma de ver las cosas”
(Henry Miller)

Hay personas que, en los tres primeros minutos de conversación, ya saben que sintonizarán adecuadamente entre ellos y que están llamados a llevarse bien. Y que, sin esos compromisos y responsabilidades que conllevan los contratos vitales de las amistades más antiguas, tienen como destino marcado –desde ese mismo momento– el sentimiento del mutuo respeto y la consideración. Cuando eso pasa, y a mí me pasa, (la química funciona con enorme rapidez) me doy cuenta de que tener, en la nómina de mis amigos artistas, al arquitecto Luis Ruiz Padrón es un enorme y absoluto privilegio. Un auténtico placer y satisfacción.

Luis es un Urban Sketcher de enorme prestigio en ese fantástico universo presencial del trazo callejero. Luis Ruiz Padrón –lo diré de una forma afectada pero sin arrechucho– es una persona adorable. Tremendamente educada, ilustrada y generosa. Correcaminos impenitente, va llenado sus cuadernos de impagables apuntes de la ciudad (Málaga) que tanto ama y que tanto –por sus falacias arquitectónicas y su indignidad para con la conservación– le apena. Ahora, mi amigo, presenta un libro con sus dibujos. Un lujo para todos. Un absoluto lujo para todos.

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Me podría haber limitado a darle al botón ese que te aleja de molestias que se llama “Compartir”; pero yo quiero –porque así lo creo conveniente, y además me encanta– que la estupenda noticia de la publicación de ese libro: “Málaga. Cuaderno de Viaje – Sketchbook” tenga presencia y estancia participativa con otras entradas de mi amigo, aquí en su Blog de Father Gorgonzola.

“Que así se escriba. Que así se cumpla” que decía el Faraón. O algo así.

Estas, que ahora vienen, son las palabras de la presentación de este libro. Espero que la presentación física sea en esa ciudadela de la elegancia, ese ágora de los aventureros viajeros que es la Librería Mapas y Compañía; para poder tener mi ejemplar debidamente firmado por el autor; para poder volver, otra vez, a visitar el Reino de Ottokar. Para poder beberme después con el Capitán Haddock –ya sabéis que siempre lo hago– un buen trago de Whisky Loch Lomond a la sombra de La Alcazaba y del Castillo de Gibralfaro; mientras Luis, oh disfrute! nos considera actores secundarios en uno de sus dibujos.

Sería un verdadero placer.

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Cómo os decía, estas son las palabras de presentación. Me felicito; porque va a ser uno de los libros más queridos y releídos de mi biblioteca. No les quepa a Uds. la menor duda. Ni la mas mínima y exigua duda.

Presentamos nuestro próximo libro, Málaga Cuaderno de Viaje – Sketchbook.
El libro presenta un recorrido por Málaga capital a través de los apuntes de Luis Ruiz Padrón, arquitecto malagueño de talento inigualable.
El libro es una reproducción fidedigna de sus cuadernos, respetando tanto el formato como el tipo de papel.

«Si hay algo que defina a la ciudad de Málaga es la vitalidad, una vida que se respira en el trasiego de turistas en el puerto, en los clientes de los puestos del mercado, en las abarrotadas terrazas o en las desordenadas fachadas de sus edificios. Este libro presenta una selección de los cuadernos de viaje de Luis Ruiz Padrón, arquitecto malagueño perteneciente al colectivo internacional Urban Sketchers.
Su trabajo capta fielmente la ciudad mediante apuntes del natural. En ellos descubrimos no solamente lugares sino también instantes; en definitiva, una crónica dibujada de una Málaga viva, en muchas ocasiones de rara belleza y en otras, rematadamente imperfecta»

Autor: Luis Ruiz Padrón
Prólogo: Alfonso Vázquez
Editorial: Loving books

Edición biligüe castellano–inglés

80 páginas 13,8×21,5 cm.

Primera edición: noviembre de 2014
ISBN: 978–84–940672–3–5
DL: MA–1709–2014

#UrbanSketcher #Málaga

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«MOON RIVER»

“MOON RIVER”

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Por suerte el patito feo no soy yo, el destino quiso que fuera otro. Yo solamente soy el más torpe. Pero eso lo supe mucho tiempo después cuando la vida me enseñó sus trampas y aprendí que navegar contra corriente es difícil.

Detesto estar en este fangal rodeado de todas las especies de insectos molestos; demasiado ocupado en esconderme y encontrar la manera de evitar caer en la celada que me han tendido mis enemigos. La maraña de hojarasca que flota a mi alrededor apesta y no consigo nadar con la destreza necesaria para avanzar. No lo conseguiré…

Están cada vez mas cerca; el pie del que los dirige pisa de modo cierto y contundente; lo puedo oír con nitidez…

La oscuridad está solo rota por algunos sonidos; se percibe en la orilla el cadencioso croar de las ranas que sigue el compás de los latidos que golpean mis sienes…

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Tomo aliento en una roca azul que se me antoja protectora y sobre la que lunea un reflejo gris. Es cierto que hubo un tiempo en que fui más feliz y menos cobarde; aunque no lo recuerdo bien porque mi candidez era vivir en la absurda rutina de mi propia ignorancia. Ahora dudo de todas aquellas dichas y esperanzas en mi futuro, creo que eran solo el espejismo de proyectos que nunca llegarían a ser realidad; y la realidad está muy presente cuando le toca a cada uno de nosotros vivir un trance como este…

No se puede tener más reflexión, que la que te permite la huida, que es la prioridad.

El arma era una escopeta Beretta, modelo Xtrema2, y su capacidad de disparo 12 cartuchos en 1,73 segundos… Acertó a la primera y cinco plomos lacerantes entraron en mi cuerpo buscando insistentemente mis vísceras.

Ahora tarareo “Moon River”, aquella melodía de “Desayuno con Diamantes”; me preparo para el vuelo final de mi vida y os dedico, antes de partir al “Pataíso” mis últimas palabras, las únicas que siempre he pronunciado:”Cuá–Cuá”!

Mañana me colocarán en un féretro de porcelana serigrafiada y me adornaran con una naranja macerada con “Cointreau”… Sin epitafio. Mi esquela–menú del restaurante será:

“Pato a la Naranja”

¡Que os aproveche!

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Un Prólogo a Destiempo

Observarán Uds. que este post es distinto a todos los demás. Pues éste prólogo, no hace honor ni a su nombre ni a su cometido, a su intrínseca particularidad; porque en vez de anunciar lo que ha de llegar, va e –inusualmente– se desplaza hasta el final del escrito comentando lo que ya se ha leído. Tiene una explicación lógica: Lo que se acaba de leer merece una relectura por eso del ponerse en la piel (en el pellejo en este caso) del protagonista del relato; y así, poder discurrir mejor el quejumbroso y pesaroso alcance de esta narración. Eso mismo recomendé (a la relectura me refiero) en otro relato –aquel si que era mío– que también subí a este cuaderno de bitácora y que se llamaba “Una noche inquieta”. Sigo…

La atribulada historia que acabáis de leer ahora, la ha escrito un muy apreciado amigo: Juan Antonio O’Donnell.

Y sobre él, apunto esto:

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“Juan Antonio O‘Donnell podría parecer un atildado chef francés
o quizá jefe de pista de un circo clásico, pero es un madero en toda regla”
(Teodoro León Gross)

Conozco a Juan Antonio desde que el uso de razón y la coherencia luchaban denodadamente por hacerse inquilinos fijos en mi carácter. Yo era un rapaz –por aquella época– tímido y apocado; con esa pusilanimidad que sólo la adolescencia, con muy mala leche, te regala. Juan Antonio –con ese mostachón de Mosquetero de la Reina o de duelista de OK Corral– ya pululaba por mis alrededores con sus amigos coetáneos que eran mis hermanos mayores. Yo, ya lo he dicho antes, era un zascandil mozalbete que pensaba en cosas muy distintas de las que pensaban los que me llevaban, y separaban, un trecho (muy corto) de años.

Transcurrido el tiempo –cuando la edad adulta nos pone a todos en su sitio y desaparece física e intelectualmente la distancia que marcan los años cumplidos– Juan Antonio ya me mira y considera, como un mayor crecido, y maduro; y así, de esa manera, va y me honra y me brinda –con amplia generosidad– su amistad y confianza para siempre.

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Yo, sin embargo –ya se sabe que a los que padecemos retazos del Síndrome de Peter Pan, no les pasa el tiempo por encima a la misma velocidad que al resto de los mortales– sigo mirándolo y tratándolo con un soplo de admiración y de enorme respeto; todo ello tamizado por el cariño que desde siempre, las familias O’Donnell y Souvirón (estamos emparentados) nos hemos dispensado.

Por eso, cuando me lo encuentro –pongamos de ejemplo el último caso– en Casa Mira con un cucurucho de turrón por testigo. Y le atraco sorpresivamente, y le echo el brazo por encima, y beso a su mujer, y charlo animadamente con él, y nos vamos al Lounge del Chinitas (para ver cómo se maquilla de luz la Torre de la Catedral), cuando todo eso pasa… cuando todo eso pasa, no sé si él lo notará, pero todo eso lo hago con un orgullo indisimulado del que se sabe distinguido por la consideración de un amigo noble y honesto, deferente y honrado.

Con Juan Antonio, también suelo encontrarme cada año en las recepciones consulares de la “Fiesta de los Fuegos Artificiales” de principios de la Feria de Agosto, y cada vez que nos vemos, hacemos nuestra la leyenda de Fray Luis de León con un remedo del “Decíamos Ayer” y seguimos charlando.

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El privilegio de tener de tu parte a un Inspector Jefe del Cuerpo Nacional de Policía, a un Jefe de Prensa y Protocolo, a un reputado tertuliano televisivo y a un notable y distinguido malagueño, todo en uno, no es nada comparado con el apego, la amistad y la camaradería que, espléndida y generosamente, me dispensa cada vez que nos vemos; y que yo, le agradezco de una manera afectuosa y entrañable. Apreciada y satisfecha.

Relean “Moon River” lo leerán con otros ojos. Con otras alas. Empapados y embriagados resignadamente de “Cointreau”. Esperemos que la saga continúe, porque aquí siempre tendrá, en la mesa de mi blog, un sitio reservado. Con el permiso, esta última frase, de nuestro común Jose María Alonso.

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Nota: Excepto la fotografía, las imágenes restantes que ilustran esta entrada han sido realizadas por Robert Steiner

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DE JUAN MANUEL VILLALBA Y TODO LO CONTRARIO

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DE JUAN MANUEL VILLABA,

Y TODO LO CONTRARIO

Otra entrega –la segunda– de la serie de poetas elegidos y destacados por mi amigo el insigne dramaturgo y poeta Francisco Fortuny. Otra gentileza de mi amigo que, sirviéndose de la artimaña de la amistad, consigue arrancar a Juan Manuel Villalba unos poemas (uno de ellos inédito) para engrandecer la dotación poética de este blog.

Vuelvo a repetir y a considerar la enorme satisfacción que siento al poder hospedar a tan grandes poetas en este humilde sitio gracias a la influencia y a las buenas artes de mi amigo Curro.

Hoy tengo el placer de presentaros –primero la semblanza– una muestra del trabajo de Juan Manuel Villalba. Disfrutadla!!

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SEMBLANZA

Variaciones sobre un título de J. M. Villalba

Voy a hablar a favor de Todo lo contrario.

Todo lo contrario es un libro de poemas. Pero también es todo lo contrario: es un libro de prosa, porque es un libro tremendamente, trágicamente prosaico, como lo es la misma prosa de la vida.

Se piensa demasiado a menudo que la prosa de la vida es tema indigno de la poesía, que es, según cree el vulgo, todo lo contrario. Pero yo les aseguro que la verdad es todo lo contrario de eso.

Todo lo contrario, todo lo que nos es contrario en la vida, es, querámoslo o no, la sustancia primera de que se nutre la poesía. Porque la poesía es el non pus ultra de la inteligencia, y una inteligencia que no se para a contemplar la prosa de la vida no es inteligencia: es todo lo contrario.

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Pero todo esto no quiere decir que la poesía no sea posible en este mundo: más bien sucede todo lo contrario: este mundo no sería posible sin poesía, porque la poesía, en el sentido más ancho de la palabra, es la condición previa e imprescindible de todo proceso creativo: el sine qua non de toda creatividad.

Y el Universo es creativo: el Universo, del que formamos parte y a cuyas leyes estamos sometidos, evoluciona, es temporalmente creativo; ergo la poesía, condición previa y sine qua non de toda creatividad, es condición previa y sine qua non de este universo, la posibilidad de su existencia y de su continua trasformación evolutiva.

Pero a menudo se piensa que creatividad es algo necesariamente positivo, feliz, gozoso. Y no: suele ser más bien todo lo contrario. Toda imperfección implica algún grado de sufrimiento, y la única perfección posible está en la esterilidad simétrica de la Nada. La creación rompe esa simetría, destruye esa nada, y ninguna destrucción es gozosa; es todo lo contrario. Lo cual nos sirve para explicar por qué la vida, la conciencia, en cuanto nacidas (“delito mayor”), creadas a base del cadáver de la nada y sus secuaces, es todo lo contrario de la felicidad. La vida es sufrimiento, y el libro de Juan Manuel Villalba, Todo lo contrario, es sufrido y solidario testimonio creativo de lo mismo.

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Pero Todo lo contrario, pese a todo, no es un libro desesperado o desesperanzado: es todo lo contrario. Es un libro que se enfrenta valientemente con el tormento de vivir y lo convierte en materia de una creatividad que da lugar al nacimiento de un vástago del Universo creativo: la obra de arte: un libro que convierte el dolor en belleza, como hiciera Orfeo y como hace todo verdadero poeta: visto el dolor, la angustia de vivir, los personajes que lo representan se yerguen dentro de los poemas, y esos personajes son reflejo del autor sin ser el autor, son sus ficciones, símbolos plásticos de pinturas poéticas hechas a base de palabras en vez de pigmentos.

Y esa pintura verbal es bella. Pero no es que sea bella porque representan cosas bonitas; no: más bien es todo lo contrario: el tema de los cuadros puede ser feo, pero el cuadro es hermoso, porque los colores están dados con la maestría del maestro del pincel verbal: cada adjetivo, cada acento caen en su sitio de una manera tan perfecta que la nitidez absoluta de la imagen es inevitable. Los poemas son bellos porque son tremendamente significativos, y la significación es la tarea más alta y profunda de la inteligencia.

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Se produce así, entre realidad e imagen verbal, una simetría especular tal, que la simetría que se perdió o se pierde con el acto mismo de la creación de la materia, la vida y la conciencia queda restituida por la creatividad artística, dándole a la fealdad de la materia prosaica y cotidiana, sede del sufrimiento, su única posible razón de ser: la de convertirse en todo lo contrario de sí: materia de belleza artística, fuente de significación.

Esa ha sido desde siempre la labor del poeta, aunque hoy día haya poetas que se empeñen en todo lo contrario.

Gracias a los cielos, o a las leyes dinámicas del Universo que permiten la creación de poetas auténticos, hoy y aquí podemos disfrutar del poeta de Todo lo contrario.

 

Los poemas:

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FURTIVOS

El miedo aleja a los furtivos
de los tibios senderos de los bosques,
los dota de una sombra pesada y delatora,
pone nombre a sus rostros apagados.
Persigo a los furtivos. Es mi oficio.
Conozco sus caminos y artimañas,
conozco a sus esposas, a sus hijos,
con muchos celebré la Navidad.
El amo me encomienda que persiga
y expulse de su tierra a los furtivos,
que dispare sin miedo contra ellos:
no hay piedad ante tantos criminales
que profanan la tierra de sus muertos.
Trabajo y obedezco. Disparo sin descanso
contra las sombras altas de los árboles,
apunto hacia las nubes que traspasan
la noble propiedad de mi señor;
detono por los valles la escopeta,
levanto polvaredas de gorriones
en los claros minúsculos del bosque.
El amo me interroga cada noche,
camina por su hacienda en mi mirada.
Me recuerda que espera resultados
y me exige valor y diligencia.
El amo ya no caza, está muy viejo,
se pudre día a día en su sillón.
Me humilla y me amenaza con el hambre.
Yo tengo la escopeta entre las manos.

(De “Todo lo contrario”)

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LIMBO

El mar tan agitado como el sueño
de un marino en mitad de travesía,
lugares conocidos, otros sitios,
la impresión que producen al llegar:
aquí estuve yo en el futuro
de una vida que no me corresponde.
Veo pelear dos gallos bajo el aire
negro del cobertizo, lanzo rupias
o escudos portugueses, cualquier cosa
que anime la pelea. Miro a un hombre
con aspecto probable de ocultar
enormes tatuajes en el cuerpo,
historias que el pasado ha detenido
en el mapa imborrable de la piel.
Y atardece durante muchas horas,
los lagartos se esconden en palmeras
y huyen del crepúsculo agotado.
Yo soy de este lugar y estoy mintiendo;
entro en sitios con nombres de ciudades
que creo conocer. Pero fue antes,
mucho antes de morir al otro extremo
del mundo: aún estaba vivo, solo.
Yo tenía razón, no estaba loco
ni bebido en la sombra de mi cuarto.
Yo tenía razón, el mar no existe
aunque los perros ladren en la playa.

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SIN LUNA 

(Inédito)

Aléjate, descansa de la luna
que más tarde será viento brillante
castigando a los árboles sin tregua.
Los cubre con su plata envejecida.
Aléjate de su luz lenta, cruda,
que pretende mentirte silbando en tus oídos
igual que un niño enfermo y contagioso.
La luna trae puñales disueltos en el aire
que quieren engañarte con sus cuentos.
No hagas caso. La luna te seduce,
te quiere como un alma en su bolsillo,
hipnótica y confusa, te quiere para sí.
La luna es la antesala del desastre,
la alfombra de las ráfagas de viento,
del cielo y sus maldades, mandando un canto frío
que rapte tu descanso y mine tu confianza.
Yo así lo aprendí, aléjate y no mires atrás.
La luna es un invento de alguien que escribió.
O nada o luna, elige con premura,
no mires hacia arriba, no caigas en su pozo
igual que yo lo hice, no puedes permitirte
beber de su crueldad. No mereces permitirte
estar tirando versos media vida
igual que yo lo hice cayendo en su locura.
Si acaso, de reojo, salúdala con tiento,
respira y disimula. La luna es el comienzo
de mil noches de tinta malgastada,
de miles de problemas sin respuestas,
de versos y delirios confundidos
por no escapar a tiempo de su ojo nuclear.
La luna ha envenenado este poema,
yo quiero protegerte, salvarte para siempre.
Déjame a mí la luna, libérate sin miedo.
Mi caso está perdido. Tú aún estás a tiempo
cargando entre mis hombros su blanca tempestad.

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JUAN MANUEL VILLALBA

Juan Manuel Villalba

Madrid/Málaga, 1964. Ha publicado los libros de poesía “Húmeda Húmeda Alcoba”, Dip. de Málaga 1984; “Fondo”, Pre-Textos 1992; “Todo lo contrario” Pre-Textos 1997; “Indignación” Pre-Textos 2002, y el libro de relatos “Un Mundo Secreto” Pre-Textos 2001. Incluido en las antologías “Poesia Espanhola de Agora” Relógio D’Água” 1997; “Feroces” DVD 1998; “La Generación del 99” Edit. Nobel 1999. Ha colaborado con asiduidad en las secciones de opinión de varios diarios y en revistas especializadas.

Nota: Todas las imágenes que ilustran esta entrada son obras de la artista Colette Calascione

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EL INSULTADOR

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EL INSULTADOR

Este mundo virtual, inventado y aparente de Internet –y sus submundos de las redes sociales y demás– goza de una extraordinaria popularidad. Raro es aquel que, situado en el espectro de entre los pocos años de edad y los casi muchos, no se siente habitante y colaborador de este universo intangible de información, de servicios, y también de sentimientos, sensaciones y sensibilidades.

Un mundo virtual, inventado y aparente por donde pululan –remedando y parodiando el real– gente de todo tipo. De diversa índole y calaña. Gente que tiene verdadera vocación de servicio y con la generosidad implementada en su perfil. Personas que –al margen de los negocios– gozan ayudando a desconocidos con trabajos –a veces muy arduos y laboriosos– sin ningún ánimo recaudatorio. También están los delincuentes y mal nacidos a los que no voy a regalar ni una sola palabra. Pero después, para nuestra desgracia, también están los insultadores. Los insultadores que se creen tocados por la mano de Dios. Los que se creen con la posesión de la verdad absoluta. Los que –amparados por sus buenas o malas experiencias– se sitúan seis dedos por encima de las cabezas de los demás, ignorando que esos seis dedos, no son, ni siquiera, una buena polla. Estos insultadores –profesionales que son del vituperio– acostumbrados a la descalificación dura, al insulto gratuito y a la ofensa más inmerecida y arbitraria, se dedican, a veces, a injuriar a personas que son un ejemplo de caballerosidad, de nobleza y de señorío.

Eso pasó ayer. Un insultador sacó su lengua envenenada –no debe de estar acostumbrada ni a besar ni a la conversación amigable y pausada– para ofender a un amigo mío. Vaya por delante que a mi amigo no le hace falta ningún valedor, pero a mí, me dolió tanto como si yo hubiese sido el receptor de esos insultos. Un insultador, que desde su innoble y autoproclamado trono, se atrevió a pontificar y a dogmatizar –pensando, supongo, en causar admiración entre su camarilla– sin conocer ni la trayectoria, ni la conducta intachable, ni el habitual comportamiento desinteresado del insultado.

Mi amigo, ya lo ha borrado de su directorio. Ha hecho bien. No merece la pena dedicarle ni un minuto más de su tiempo. Si acaso, su tiempo, para mí; y para la multitud de seguidores que lo queremos.

He dicho.

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TÓS CHEFS.

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TÓS CHEFS.

Se me quejaba injustamente hace unos días, un conocido que se gana la vida entre fogones, de la cada vez más notable estulticia de los clientes que acuden a su local para hacerse ellos mismos el favor de comer las maravillosas obras maestras culinarias que él creaba en su cocina. Se lamentaba airado el muy tontopolla –entre continuos aspavientos y protestas– acerca de los falsos conocimientos gastronómicos adquiridos por su estimada clientela gracias a los programas de cocina que tanto proliferan hoy en día en los canales de televisión. Y que esa circunstancia los hacía insufribles e insoportables.

Que sabrán ellos!!!! Volvía a protestar desde ese sitial que nadie le había dado. Todo el mundo opina!!! Tós Chefs!!

Pensarán Uds. –y con una cierta razón– que soy reticente con algunos temas sobre los que escribo en este blog. Lo admito. Uno de ellos es la nueva hornada de cocineros “imprescindibles” que pueblan las cocinas de restaurantes y taperías de nuestra geografía hispana (y Paisos Catalans) en general y de la malagueña en particular.

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No se me enfade mi querida amiga Pinona, pues no van los tiros por los cocineros racionales que se dedican a esto del preparo del condumio desde el prisma de la creación y la dedicación; de la modestia y de la amabilidad. Tampoco se me enfade algún familiar que se dedica a esto de las cazuelas, porque no ataco el trabajo bien hecho y el buen servicio lejos del endiosamiento y la soberbia. Cerca, muy cerca de las mesas y de las pretensiones y apetencias de sus clientes.

Yo, por mi parte, me justifico diciendo que soy un buen aficionado al arte de la elaboración y la invención de platos; lo que se dice un cocinillas. Y lo soy mucho antes de que algunos de los que voy a citar, hubieran empezado a darse cortes en los dedos con el cuchillo cebollero.

También me justifico aseverando que me encantan los programas de cocina de las televisiones –mal que le pese a mi conocido– cómo Top Chef y Máster Chef; o ese en el cual una chica va comiendo bichos y empanadas rellenas de mil masas por todo el mundo.

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Así pues, y aparte de sus aptitudes, debo de reconocer que me gusta mucho lo chinchoso de Alberto Chicote y el simpático roneo (cuando él quiere) de Jordi Cruz con las féminas concursantes. La glotonería –cuando cata los platos elaborados por los aspirantes– de Pepe Rodríguez. Incluso esa familiaridad candorosa e ingenua de Karlos Arguiñano, muy a pesar de sus terribles chistes, me encanta todo eso. También me gusta Enrique Sánchez –hay que ver lo que se parece a mi sobrino Alfonsito– y su cercanía al telespectador en Canal Sur; los manejos de Juan Andrés desde Whashington … Todos me caen estupendamente bien. Por lo que saben y transmiten. Por como lo comunican.

Miren Uds. el mundo de los cocineros y sus cocinas, y sus platos, y sus experiencias –fruto de su esfuerzo y de su trabajo– me parece tan curioso cómo interesante. Tan extraordinariamente rico –en todos los sentidos– cómo llamativo. Súper agradable para la vista. Súper agradecido para el estómago.

Tampoco huyo de las nuevas creaciones y de las innovaciones técnicas, no se vayan a confundir. De los platos con presentaciones atrayentes y estéticas y de un servicio amable y atento. Todo esto, vaya por delante. Y así, con esta conformidad, me mantengo lejos de la discusión y evito mandar a la mierda a mi conocido, porque pienso que el cliente no sólo tiene razón siempre, sino que por ese nimio detalle de que paga –en muchos casos injustificadas cantidades– no sólo tiene el derecho a la opinión, sino la potestad de la queja y la reclamación, porque para eso, los profesionales, tiene un libro obligatorio para ese menester

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Sin embargo, esa lejanía de la discusión y de la disconformidad. De la diatriba y la controversia; de la querella y de la porfía, Oh desdicha! Oh maldito frenesí! se va a tomar por el mismísimo culo cuando leyendo la prensa matutina, durante el tentempié mañanero, voy y me desayuno (es un decir) con esto.

Las últimas creaciones del cocinero malagueño Dani García:

«Yogur de foie con naranja en escabeche y virutas de anguila ahumada, el gazpachuelo de kimchi y el dumpling de ortiguilla con croché de tinta de cefalópodo.”

Cómo te lo digo, Rodrigo.

«C’est à déféquer et ne doivent pas être nettoyés” (para cagarse y no tener con qué limpiarse) que dirían los franceses. O cómo se diga.

Yogur de foie con naranja en escabeche? Pofale! Virutas de anguila ahumada? Pofale también!! Ítem más: Gazpachuelo de kimchi? Psssshh. Pofale pero con una cierta reticencia. Otrosí: Dumpling con croché de tinta de cefalópodo?… !! No!! Por ahí ya no paso!! «Rien de rien» ya que estamos con lo gabacho.

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Miren Uds. (por segunda vez) esto ya me parece rizar el rizo si estamos hablando de creaciones basadas en la gastronomía malagueña… Un gazpachuelo con Kimchi (una col china con sabor picante y salado) en vez de con patatas, gambitas y pescado de la bahía? Ojú! Yogur de foie con naranja en escabeche y unas virutas de anguila ahumada en vez de tirar de cachorreñas con unas tiras de mojama de pintarroja asada directamente sobre el fuego, como se hacían en el Alaska? Ojú! y Ojú! Peeerooo….Un Dumpling (mayormente una empanadilla) con croché de tinta de cefalópodo?

Croché de tinta de cefalópodo he leído? Croché de tinta de cefalópodo he leído sin caerme al suelo? Miren Uds. (otra vez y ya van tres) cuando yo era jovencito, mi madre y mi tía me mandaban –para mi vergüenza y escarnio– a comprar hilo Tridalia Número 5 a la desaparecida Mercería Tomé de calle Santa María para sus labores de croché. Puedo asegurarles que jamás vi que vendieran tinta de cefalópodo. Y por consiguiente tampoco vi ningún pulpo donándola tal y como hacíamos los jóvenes con nuestra sangre «in illo tempore» para sacarnos 500 pesetas, un bocata de jamón y un café doble.

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Croché de tinta de cefalópodo? Para qué? Para colocar los pañitos resultantes sobre los brazos y las cabeceras de los sillones en los comedores? Cómo salvamanteles de botellas en las mesas? Quizás para hacerles toquillitas a los chipirones bebés?

Miren Uds. (por cuarta y última vez) Me parece que se están sobrepasando –los cocineros– con tantísimas tonterías; rozando el disparate. Con tantas deconstrucciones y reinvenciones. Con tantos ininteligibles procedimientos. Así que les aconsejo que tengan cuidadín, porque a pesar del boom de restaurantes y taperías actuales, ya mismo –estoy convencido– puede estallar la burbuja gastronómica y muchos negocios irse a tomar reducciones de viento fresco a la Farola.

Porque además, no se le puede ofrecer al público tantas fantasías morunas y encima no permitirles el consuelo de la crítica y el parecer propio. La apreciación, la valoración y el criterio. Más que nada… más que nada, porque ya estamos hasta los mismísimos “calagüis” de que nos tomen el pelo con los productos, con los precios y con su insultante y suficiente altanería.

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