LOS PIES HERMOSOS

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LOS PIES HERMOSOS

 

 La mujer que tiene los pies hermosos

nunca podrá ser fea

mansa suele subirle la belleza

por tobillos pantorrillas y muslos

demorarse en el pubis

que siempre ha estado más allá de todo canon

rodear el ombligo como a uno de esos timbres

que si se les presiona tocan Para Elisa

reivindicar los lúbricos pezones a la espera

entreabrir los labios sin pronunciar saliva

y dejarse querer por los ojos espejo

La mujer que tiene los pies hermosos

sabe vagabundear por la tristeza

 

Pies Hermosos – Mario Benedetti

Debo de reconocerme -aun sirviendo de escándalo para algún timorato y reparón- un irresistible componente fetichista en cuanto a las extremidades femeninas. Me encantan; para que negarlo.

Debo de reconocerme, otra vez y confieso, que  me gustan sobremanera los pies y las manos de las féminas. Sobretodo los pies. Y también decir, que me fijo en ellos; pues suelen manifestar y demostrar, sin quererlo, mucho acerca de esa persona. Dedos chivatos y acusicas, que -al desnudarse impúdicamente en verano- son más proclives a contar y a deslizar secretos personales de usos y costumbres. .

Esto que me atrevo a descubrir públicamente, quizás me avergonzara, si no tuviese el consuelo de que muy fiables estudios e investigaciones, aseguran que a la inmensa mayoría de los hombres nos encantan unos piececitos monos y bien cuidados. Coquetos, bonitos y presumidos. De piel suave y delicada. De planta algodonosa al tacto, si es posible.

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No sé -y lo digo de verdad- si está muy mal visto que alguien se fije descaradamente en los pies de otra persona. A mí, pensándolo un poco, me parece un poco osado y atrevido; rayando la frescura. Rozando también, la insolencia o la impertinencia. Pero, ya se sabe, que todos los tímidos somos fetichistas de los pies. Freud decía que el tímido -al agachar la cabeza- observa sin poderlo evitar, los pies de su interlocutor. Que es a esa parte del cuerpo, a la que más tiempo dedica su mirada apocada y retraída.

 No hay nada más tentador y atractivo que una chica vistiendo minifalda y calzando esas sandalias minimalistas que no ocultan nada; esas que dejan al aire, a la vista y a la imaginación esos pies hermosos y agraciados. Un muestrario carnal agrupado de cinco en cinco que, en determinados casos, desorientan, aturullan y enamoran.

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Y ellas -las que tienen los pies bonitos- lo saben. Vaya si lo saben, no hay mas que ver las fotos que multitud de estas chicas -las que sabiéndose bonitas de pies- tiran fotos sobre ellos con un fondo de mar en la playa; vestidos con esa pátina de color crema tostada que les procura el bronceado. Pintaditas las uñas con esmero. Sin bigotes. Como a ellas les gustan. Como a todos nosotros nos gustan.

 Pero tengamos cuidado y recelemos de los corderos con pies de lobo. Porque hay mucho batracio feo y antiestético escondido tras los sofisticados y acharolados zapatos de tacón alto. Refugio de esperpentos que son. Tengamos cuidado, advierto, porque las apariencias engañan; ocultas y camufladas tras el imposible y atractivo tacón de aguja. Porque muchas preciosas mujeres, disponen de unos pies horriblemente horrorosos; valga la repugnancia.  Tremendamente repelentes. Y estos, permanecen ignominiosamente escondidos a resguardo de las miradas furtivas e indiscretas. Porque, oh desdicha! no acompañan armoniosa y satisfactoriamente al resto del cuerpo.

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Hay ejemplos. Dos pongo:

 Naomi Campbell.  Naomi Campbell pasea por la pasarela con mirada atigrada. Con andares basculantes de pantera resuelta, trotona, y elegante; con una boca (un poco culopollo, todo hay que decirlo) que se asemeja a un tomate fresco y entreabierto. Con una pizca de sal -si se me permite el aderezo- que nos  proporciona la dosis justa de hipertensión cuando la vemos desfilar. Es, cuando menos, un muestrario inapelable de atractivo erótico y voluptuoso al que nadie, en su sano juicio y con las hormonas en el sitio correcto, deja indiferente.

 Pero todo ese sentimiento de deseo y admiración,  toda esa sensación complaciente, epicúrea y carnal se desvanece -como lágrimas en la lluvia (que diría Roy Batty)- al observar los tremendos juanetes que atribulan a la modelo y que compiten –el derecho contra el izquierdo- en ver cual se sale más del envoltorio de piel o de tela que es el zapato. Dos enormes protuberancias del tamaño de media pelota de ping pong la escoltan perennemente. Y es justo ahí, en el momento que te fijas en sus pies…Es justo ahí…cuando la magia se desmorona.

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No digamos de -oh terrible desilusión, y siento terriblemente matar mitos- otra de mis actrices favoritas: Uma Thurman. (pronúnciese Iuma Zerman)

 Iuma Zerman, aleja de la mente esa arrebatadora y sexy imagen vestida de cuero amarillo y esas posturas de luchadora poniendo culo respingón y sugerente,  porque – al igual que con Naomi- todo se desvanece al instante, muere de inmediato, cuando observamos la escena de Kill Bill, en la que trata de abrir una ventanilla de un coche debidamente drogada, con los dedos gordos de los pies. Un horror!

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Algo semejante a dos lenguas de jirafa! Largos hasta lo imposible. Y, aunque parezca también imposible, escoltados ambos dos por los otros dedos contiguos  que le sacan falange y media de ventaja a los mas grandes. ¡Que los Dioses no se lo tengan en cuenta!, pero podría recoger del suelo un melón con un solo pie y licuarlo hasta la extenuación.

 Cierto es que estos dos casos las revisten -a Noemi y a Uma- de una humanidad  y una cercanía de las que creíamos estaban desposeídas. Y eso, nos alegra.

 También pasa, por el contrario -porque de todo hay- que conozco mujeres no demasiado agraciadas, que tienen unas manos y unos pies preciosos. Y esto, les pone el fiel justo en el centro de la balanza.

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Pies recortaditos y simétricos. Morenos y barnizados por el sol.  Pies que  salen al aire libre a la llamada del verano. Pies frescos y lozanos, jóvenes y vivarachos. Pies hermosos que producen al andar, vaivenes de caderas y revuelo de brazos. Pies hermosos; bonitos de ver.

¿Porque… A quien no le gusta verlos pisar la arena de la playa, mientras van dejando tras ellos, las preciosas huellas de sus besos?

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