PERIPATEANDO
Tenía por costumbre Aristóteles el pasear por el perípato del Liceo, cerca del templo de Apolo en Atenas, leyendo e impartiendo enseñanzas a sus seguidores. A estos seguidores, se les denominaba “Peripatéticos”. Tal y cómo te lo cuento.
Esto, lo aprendí estudiando la asignatura de filosofía, con mi querido amigo Luis Centeno, hace ya más años de los debidos y razonablemente asumibles. En un Instituto que -fíjense Uds. que honor- dirigía el egregio poeta Rafael Ballesteros. Sirva como anécdota.
Siempre envidié esa forma que tenía Aristóteles -discípulo de Platón- de impartir sus conocimientos. No podía yo ni imaginarme, que andando al aire libre, la ilustración, el conocimiento y sus consecuencias, pudiesen llegar a arraigarse mucho mas firme y sólidamente en el intelecto de los alumnos que los adquiridos -y ya que estamos con Platón- en la Akademia. La Akademia: Esa condena a pupitre y jornada completa a la que mis contemporáneos estábamos y están sometidos.
Aprender paseando. Gran idea. Peripateando.
Peripateámos mi querido amigo Kuky y yo por la Ruta del Colesterol con una asiduidad impensada e imprevisiblemente constante; desde hace un par de meses. Y esos paseos, al igual que los realizados por los aristotélicos, son enormemente didácticos y pedagógicos. Pero sobretodo, resultan grandísimamente relajantes, saludables y entretenidos.
La cosa va como sigue: Kuky tres veces en semana (ahora estas tres se van a transformar en cuatro) me recoge en casa al caer la tarde; no le viene mal, pues le pilla de paso. Dejamos el vehiculo en el aparcamiento de los Eucaliptos de los Baños del Carmen (yo financio el gorrilla) y nos pegamos una andada a paso ligero (como corresponde a nobles hijos de militares de alta graduación) hasta el merendero de Antonio Martín. Hoy sede del afamado Chef Dani García.
Una hora dura la caminata. Cinco kilómetros. Ese recorrido, que incluye ida y vuelta, nos permite la reflexión y el intercambio de pareceres. La puesta al día en opiniones de actualidad y los diferentes puntos de vista; el trueque de las diferentes formas de ver las cosas. Kuky me esta transformando en un notable y experimentado mediador; también me ilustra en los recovecos de la Historia. Yo a él, lo asesoro en lecturas de obligado cumplimiento; y también, se las suministro.
Tenemos una sola regla no impuesta pero si asumida: La Regla del Vestuario. Lo que en la caminata se habla, en la caminata se queda. Regla inquebrantable, firme e inflexible, que nos permite ir más allá de la confianza que se le supone a una amistad forjada en el camino de la vida durante treinta y cinco años. Lo que en la caminata se habla, en la caminata se queda. Esta directriz, marcadamente personal, nos predispone a la confidencia y a la comunicación reservada.
El paseo, que ya he dicho que empieza en el Balneario del Carmen, nos regala varias cosas. Lo primero -me refiero a esta época del año- es el paisaje que proporciona el atardecer de Málaga. Tres colores se juntan en el mar: el verde, el amarillo y el azul oscuro complementando las preciosas vistas de la Sierra de Mijas con la Cañada de los Cardos que, como siempre, es la encargada de anunciar la posibilidad de lluvias o no sobre la capital. El mar, que rompe sobre la arena a nuestra izquierda, nos libera de las tensiones propiciadas por estos malos tiempos duros, intolerantes y mal nacidos que no pocas veces son el centro de nuestros comentarios.
También están los “Encuentros”. Hay otra regla, no escrita por los paseadores, que es la prohibición de parar. Nunca se debe de parar para saludar a menos que las circunstancias lo impongan ineludiblemente. Pero desde luego, la primera norma, es no interrumpir el ritmo y la temperatura corporal que se va adquiriendo a medida que dicho paseo va transcurriendo. ¡Hasta luego y adiós!
Yo me encuentro con mucha gente conocida. Kuky, se encuentra con toda. Treinta años de docencia le han proporcionado una caterva de amigos ex alumnos que diariamente, le ofrecen su respeto, su consideración y su cortesía.
Un inciso:
Muchos son los amigos comunes, que obligados por las inconveniencias de la edad, y las cifras que las analíticas les procuran, se lanzan -al igual que nosotros- a la llamada del ejercicio prudente, sensato y comedido. Ese continuo baile de piernas constante y prolongado atesora bienestar en las arterias y fortalece el corazón. Renueva el hígado maltratado en el fin de semana y además, no lleva aparejado los peligros de las lesiones físicas que rompen -literalmente- a muchos amigos aficionados, pongamos de ejemplo, al paddle.
El paddle. Lo digo con conocimiento de causa; pues veo a amigos muy cercanos cada lunes jugar a ese deporte desde mi casa, y ya no saben donde ponerse las vendas elásticas reparadoras. Tobilleras, coderas, felpas y muñequeras. Fajas lumbares… Robocops de Lycra parecen. Modernas momias todavía por descubrir y desenterrar. El día menos pensado se nos rompe uno; ya lo verás!
Los cruces casuales durante el paseo, decía, se tornan en casos, habituales. A mí con uno de los que más me gusta cruzarme -como los Gitanos y los Estudiantes- es con mi querido amigo y Maestro el pintor Andrés Mérida. Siempre tan torero. Después de un buen puñado de cruces, ya nos sabemos la película, y nos limitamos a una amplísima sonrisa y a un saludo marcial que lo acompaño con un lacónico: ¡Almirante…! Y él, me corresponde de la misma manera: apeando el saludo y el tratamiento. Amigooo… me dice condescendientemente y proseguimos nuestro camino cada uno en su dirección. Cada uno a lo suyo.
Los paseos con Kuky, me reportan -al margen del ejercicio sano y reconfortante- momentos de cordialidad, cariño mutuo y sincero afecto. Y, aunque hay días que me cuesta la misma vida el bajar para reunirme con él para empezar, el placer inusitado que experimento cuando hemos realizado nuestro paseo acostumbrado, me hacen sentirme orgulloso y feliz. Satisfecho y contento. Ansioso por que llegue el día siguiente para volver a encontrarme con mi compañero. Con mi querido y viejo amigo de andanzas y aventuras. De viajes y correrías desde hace ya la intemerata, de treinta y cinco años que no son pocos.
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¿Este Kuki tiene algo que ver con Kuku ?
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Tu que crees ínclito escritor?
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Mi querido y apreciado Jumanji, en esas charlas nuestras yo aprendo más que a lo largo del día.
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