LA INTOLERABLE SENSACIÓN
DE PARECER ESTÚPIDO.
“Se puede orinar sobre el pueblo,
siempre y cuando éste crea que se trata de lluvia.”
(Del libro El Círculo; de Bernard Minier)
Bernard Minier es un escritor francés de novela negra -o de novela policíaca, como quieran Uds. llamar al género- que acaba de aterrizar en esto de la escritura de libros.
Su primer trabajo fue -en el 2011- “Bajo el Hielo” y ahora, le sigue éste, publicado el mes de Mayo último, como la continuación de la saga: El Círculo”.
Tienen -los dos libros- todo lo necesario para venderse apabullantemente; como así esta sucediendo: Una historia que engancha desde el principio; unos escenarios apropiados y bien descritos, un asesino en serie muy capacitado para lo suyo, una trama interesante y complementaria a la principal, y también, como es natural, un policía protagonista -Martín Servaz- que va camino de hacerse un hueco entre la nómina de policías y detectives famosos del oficio: Marlowe de Chandler; el Wallander de Mankell ( ya sabéis, el que tiene la cara de mi amigo Juan Antonio O’Donnell); Montalbano y Brunetti de Camilleri y Donna Leon respectivamente; o los hispanos Carvalho de Montalbán, mis queridos guardias civiles Chamorro y Bevilacqua de Lorenzo Silva, y para terminar esta muestra, la Policía Foral Amaia Salazar de la fantástica primera entrega de la Trilogía del Baztán de Dolores Redondo. Ardo en deseos de leer la segunda antes de que la primera llegue al cine.
Un Policía sagaz y atormentado, este Servaz. Muy humano; torpón con el arma, hija díscola y rebelde, y con muchas debilidades (Mahler entre otras) que provocan la empatía y la simpatía en el lector.
Verán: desde que hace algo más de un año que tengo mi Kindle (mi lector de eBooks), estoy súper encantado con él; pues tengo la oportunidad de realizar subrayados y, también, el guardar notas o hacer marcadores. Ayer, pasada la media noche, leí unos párrafos en la última de Minier. Unos párrafos que me proporcionaron, con desagrado, la intolerable sensación de parecer estúpido.
Porque leyéndolos, me iba dando cuenta de que la miserabilidad de los políticos es igual en todos los países. Que ellos -aun de distinto signo- están despreciablemente unidos en un destino común; y que saben y comparten, perfectamente, el negocio abyecto que se traen entre manos. El engaño a que nos someten. Y el acomodo y la componenda que tienen establecido Per Semper, constante e invariablemente, en orden a su alternancia en el poder.
La escena que ahora copio literalmente del libro, tiene lugar en un restaurante de lujo en Toulouse; Francia.
Dos políticos, uno zorro viejo apodado el Ballena, reconviene a otro más joven, Paul, aclarándole cómo es el corralón de vecinos donde se ha metido. Casa de putas diría otro menos prudente.
Los Pirineos, que es donde transcurre la acción, no son lo suficientemente altos para separar y diferenciar actitudes prepotentes y chulescas de representantes políticos de ambos países. Y estas, extrapolables a todos los del planeta. Los políticos -la mayoría, tampoco todos- nos regalan dosis continuas de desprecio y superioridad; de altanería y displicencia. Sabiéndose casta “elegida” se creen que el puesto, conlleva la potestad de poder mangonear y también, la impunidad de -creyéndose por encima del pueblo soberano e incluso, por encima de la legalidad- ningunearnos y despreciarnos con esa idea, de que excepto ellos, a los demás, nos gusta ser capitaneados y controlados por la clase dirigente. Que no tenemos otro destino que no es sino el estar en sus manos.
No tiene desperdicio; es una conversación que podría darse hoy mismo en cualquier sede de cualquier partido de esta nuestra España cañí de sobres, píqueme Ud. de aquí y, porque no, de pandereta.
Esta es:
“—La gente vota —dijo de improviso la Ballena—. Ellos creen que deciden…
En realidad no tienen ninguna capacidad de decisión, ninguna; porque lo único que hacen es volver a colocar en el poder a la misma casta, elección tras elección, legislatura tras legislatura. Siempre se trata del mismo reducido grupo de personas que lo deciden todo por ellos.
Nosotros… y cuando digo «nosotros» incluyo a nuestros adversarios políticos. Dos partidos que se reparten el poder desde hace cincuenta años, que fingen no estar de acuerdo en nada cuando lo están en casi todo. Hace cincuenta años que somos los dueños de este país y que vendemos al pueblo esta farsa llamada «alternancia».
Las cohabitaciones deberían haberles puesto la mosca tras la oreja, porque ¿cómo pueden cohabitar dos poderes con unas opciones radicalmente opuestas? Pues no. El pueblo ha seguido tragándose la estafa como si nada, y nosotros, aprovechándonos de su generosidad. —Se metió una seta en la boca—. Pero estos últimos tiempos algunos han querido repartirse demasiado deprisa el pastel.
Han olvidado que se debe representar la comedia, que hay que presentarse con un mínimo de discreción y de convicción. Se puede orinar sobre el pueblo, siempre y cuando este crea que se trata de lluvia. —Se volvió a limpiar la boca—. Hoy en día no se puede llegar a la cabeza de un partido si se está implicado en asuntos turbios, Paul”.
Ahí queda eso!!! Aunque ésta última frase, ésta última afirmación… no sé yo.
La verdad, es que visto lo visto, no sé yo.
…///…
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