LOS POEMAS DE LOS LUNES

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LOS POEMAS DE LOS LUNES

«Amor, siempre he estado sucio de soledad.
Me hice pronto a hablarle tan solo a los espejos»

Tengo que reconocerme el ser un pelín muy mucho deuterófobo. Muy mucho, asaz y bastante. Se me perdone la reiteración. ¿Y que es eso de la deuterofobia? Pues si les digo que “deústera” en griego significa lunes y que lo de fobia no hay ni que explicarlo, supondrán Uds. –y me entenderán perfectamente– que la mañana siguiente a la noche del domingo, sufra este que sus escribe, de decaimiento pertinaz, postración persistente y aniquilamiento duradero y malandrín del ánimo. Al menos 24 horas.

Así que, para evitar tan indeseadas sensaciones, tengo que inventarme los más peregrinos pretextos y motivaciones para levantarme sin tener que renegar de Ergía diosa de la incuria y de la pereza. Pero buscar pretexto para casi tres mil lunes que acarreo sobre mis provectas espaldas han sido, y son, muchos pretextos que argumentar; créanme Uds.

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Escribir sobre un escritor es una tarea ardua y muy comprometida. Difícil y peligrosa. Pero, arriesgándome al fiasco, debo de contar esto que ahora viene sobre Juan Gaitán, periodista y poeta también, porque me lleva proporcionando desde hace algún tiempo, cada Lunes, un inesperado pellizco de ilusión mañanera y quiero agradecérselo. Sus poemas del lunes –siempre, o casi siempre, sin nombre– me procuran un bocado de reconciliación con el maldito y execrable día. Pero no se crean Uds. (otra vez) que es fácil. Porque a veces, las muchas, Juan no se anda por las ramas, y cómo le presupongo la misma fobia que yo, sus “Poemas de los Lunes” suelen salirle tristes, melancólicos y atribulados.

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Pensarán Uds. que entonces… ¿Cómo me ayudan a encarar mi aflicción? Pues miren, yo se lo voy a decir: Por la condición de belleza contenida en cada uno de ellos. Por la ineluctable belleza que detentan cada una de esas compungidas composiciones. Juan Gaitán es un verdadero poeta que – transmitiendo pesar, dolor y tristeza– te proporciona un deleitoso sabor amargo con un regusto final (ahí están los ingredientes adictivos) de preciosidad y delicadeza.

Leer a Juan Gaitán cada lunes – será por esa empatía indeseada que me interviene– me hace comenzar la semana de una forma más resignada, más paciente y sosegada. Más fácil si se me permite la exageración.

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Esta es una selección de sus “Poemas de los Lunes” disfrutadlos; son de una hermosura manifiesta e inapelable. Adictivos; lo que yo os diga.

***

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***
El poema del lunes. A veces me salen tristes.

***
El cansancio es un animalillo
oscuro que me muerde las manos,
magulla mis mañanas,
carga mis tardes,
abrevia mis noches,
y se alimenta
de la minuciosa
lentitud de mi rutina.
A veces calculo
cuánto queda
para el final,
los días que restan
de fatiga.
Vivo así,
pendiente de la meta.
He olvidado mi fe
y no sé dónde regresar.

***

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***

Las ciudades deben
creer en el horizonte,
disolverse en las orillas,
terminar en alguna parte.
Pero tierra adentro
las ciudades no se acaban.
Abruptamente llegan
a sus arrabales y entonces
el amor se desentiende
y luego ya no hay árboles,
sólo grava despeinada
y papeles ya leídos,
y después distancia
y otra ciudad
que es la misma,
seguramente.

***

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***
el mar violeta


Muy al sur, allí donde la línea
del horizonte no puede huir más,
el mar adquiere un delicado
color violeta. Los pocos marinos
que lo han visto cuentan que quien
contempla demasiado tiempo
sus tranquilas aguas enferma de una
incurable melancolía.
En las orillas de este mar anidan
las blancas golondrinas del olvido.

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***

Qué suerte que el tiempo se haga tu amigo,
te regale algún que otro duermevela
Y la calma templada de una tarde.
Que te deje derrochar la mañana
en esas cosas poco productivas
que le daban sentido a la niñez,
cuando vivir era la única urgencia
y los tesoros de este mundo cabían
en un caja de lápices Alpino.
Qué suerte que el tiempo te dé la mano
y camine contigo un rato largo,
sin premuras, sin prisas, sin agobios,
como quien, ya acabada la faena,
de regreso a su casa se entretiene
viendo llegar la noche y su descanso.

***

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A veces me pregunto si el dolor
de estar vivo viene de no saber
con certeza si vivir nos conviene.
Tenemos algunos datos precisos:
La alegría no dura, la pena sí.
El miedo es una piel fría tras la piel
y las nubes dan demasiada sombra.
No parece que sea un buen negocio.
Entonces, amor, como si cantara,
digo tu nombre y de repente es junio.

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Nunca he sabido qué queréis de mí.
Tampoco sé qué puedo daros.
Tengo un cuaderno
en el que trazo planes de fuga,
una larga lista de cancelaciones
y los tres primeros versos
de un poema que no acaba.
Tengo una memoria insomne,
una vida obligatoria
que no aprecio demasiado
y todas las luces estrenadas.
Tengo un tiempo indefinido,
dos o tres palabras condenadas
y la dimensión exacta de mis miedos.
También la tengo a ella,
pero eso no está en juego.

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A hurtadillas te miro. Lees, absorta, un poema
que he dejado olvidado. Sonríes levemente.
Siempre fue tu sonrisa ligeramente triste,
como quien tiene miedo a su propia alegría.
Amor, siempre he estado sucio de soledad.
Me hice pronto a hablarle tan solo a los espejos
y a convertir mis versos en humo de pavesas.
Así es para mí el mundo, desatento y frío,
como es frecuentemente la luz tibia de enero.
No sabes que te miro. Tienes sol en el pelo
y el color de la tarde licuándose en tus manos.
el perro duerme cerca y tu sonrisa triste
calma mi soledad como quien mece a un niño.

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Si me dejaran vivir cien años más
quizás volar no se me resistiera tanto
y resolvería el secreto de cómo hacer
que canten siempre las mañanas.
Si me dejaran vivir cien años más
pediría una prórroga de ti,
que los periódicos de papel
nunca desaparecieran
y que me dejaran escribir
en ellos a diario.
Si me dejaran vivir cien años más
tendría la esperanza de aprender
algo de lo imprescindible.
Sin embargo desde aquí,
desde esta mitad mal despachada,
obesa de silencios,
decepciones y ferocidades,
mi única evidencia es
que hay una razón exacta
para que la vida sea solo
una vez, y no muy larga.

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Si te vas a marchar, si es que vas a abandonarme,
déjame provisiones.
Alguna de tus sombras, no importa si está usada.
Cualquiera me servirá para que vague por la casa,
mire sobre mi hombro cuando escriba,
se deje notar sutil en nuestro cuarto
y me haga llamarte creyéndote de vuelta.
Si te vas a marchar, si es que vas a abandonarme,
no me dejes en la puerta de alguien piadoso.
Compréndelo, no podría resistirlo.
Me he amoldado a la talla de tu amor,
estoy hecho a tus medidas
y no podría ajustarme a una tibieza diferente,
al color de otra mirada, a un modo distinto
de comprender mis silencios.
Si te vas a marchar, si es que vas a abandonarme,
déjame lo suficiente para aguantar un tiempo.
Una luz prendida, un espejo con tu risa,
una carta con tu letra, un pañuelo en un cajón,
tu perfume -ese misterio-,
y el desorden descifrable de tus pasos
cuando caminas descalza.

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Hoy tengo un día de esos, tan frecuentes,
que amanecen del revés, averiados,
y floto con la balsa a sotavento
como quien padece a un dios airado.
Hoy no encuentro el camino de regreso,
malogro sin querer los adjetivos
y, vano como el hueco de mis manos,
se me va la mañana tras los versos.
Hoy hubiese querido bailar contigo,
compartir un baño de sol y calma
y disfrazarnos de algo divertido.
Contar los cristales que lima el mar,
(es más humano que contar la arena)
y adoptar aquella luz desamparada.
Pero, ya ves, amor, no hubo manera.
Me puse del revés la madrugada
Y confundí gorriones con sirenas.

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***
Jugaba bien a la pelota,
tenía una Motoretta roja
le derrapaban las erres en la boca
y el tiempo le cogió manía.
Juntos irrumpíamos en los portales
para romper a carcajadas
su seriedad de mausoleo,
y luego conquistábamos
las calles a esas horas en que
sólo los críos y los chuchos
mandan en los barrios.
Hoy me he acordado
de aquel niño que fue mi amigo
de su bici y de sus erres frenadas.
Habrán pasado cuarenta años
desde aquella tarde en que
la muerte lo buscó temprano,
la tarde triste en que jugué solo.

(Todas las imágenes que ilustran esta entrada son obra de Justina Kopania. Excepto -como es natural- las tres en las que aparece el autor de los poemas.)

***

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2 respuestas

  1. muy bueno, alguno me trajo a memoria la prosa de Pessoa

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  2. me gusta la palabra deuterofobia

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