DULCES PÁJAROS DE SENECTUD.

A Peacock and Other Birds in a Landscape circa 1700 Marmaduke Cradock 1660-1717 Purchased 1991 http://www.tate.org.uk/art/work/T06488

DULCES PÁJAROS DE SENECTUD.

«Tres, eran tres, las hijas de Elena.
Tres, eran tres, y ninguna era buena.»
(Poema Popular. Variación)

LA REFLEXIÓN:

Como quiera que uno ya carga a sus espaldas un considerable número de décadas y su reloj vital ha pasado de ser progresivo a ser regresivo, uno, ya te digo, se ha vuelto un pelín picajoso y ciertamente susceptible en relación a aquellos que manejaban, ya en tiempos, una edad adulta –ahora escapada de entre sus dedos– y están alcanzando –con una rapidez inusitada– otra que no es sino la del descaro, la indiscreción y la impertinencia. La vejez insolente que le llaman.

Yo, miren ustedes, ahora manejo una edad muy difícil en cuanto al tratamiento por recibir y a la consideración merecida de los demás. Será, digo yo, que por eso de sólo vestir canas en la barba y además un pelo aún negro y una mititilla tupido (tampoco mucho, no se me vayan a creer) resulta –y continúo– que la indolente juventud me tutea indiscretamente y la imprudente ancianidad me putea desagradablemente.

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Lo que quiero decir –y me refiero a los provectos– es que me tocan mucho los huevos las señoras mayores que se me cuelan en una cola; las que me empujan y reconvienen con la mirada. Los señores ancianos intransigentes que todo les molesta y que se hacen dueños de prerrogativas que no les pertenecen; regalías que se les conceden sólo desde la amabilidad y la cortesía; desde el debido respeto. No desde la obligación.

Para explicarme aún más claramente, y argumentar mi queja, que mejor que recurrir a la clásica tríada de grupos; en esta caso de viejas. Me perdonen la viejas feministas que creo que hay alguna por ahí, pero es que son mayoría.

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Designémoslas. Estos son «grosso modo» los tres grupos: «La Vieja del Autobús». «La Vieja del Mercadona» y «La Vieja del Primero Cuatro». Quede claro, que todo lo que estoy narrando es absolutamente verdadero y que todos los casos, me han ocurrido a mí de forma directa y muy recientemente. Muy, muy, muy recientemente.

Estos son:

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1) LA VIEJA DEL AUTOBÚS. (Provecta In Trayecto)

«La Vieja del Autobús», también llamada «Vetusta Pasajera Imbus», suele subirse en dicho medio de transporte un par de paradas después de mi. A pesar de haber sitios libres al final del vehículo, ésta se sitúa justo a mi lado –parece que le gusta mi lugar – y suspirando repetidas y sonoras veces, me mira a los ojos estupefacta, con cara de odio y de no entender el cómo no he dado un salto –rindiéndole pleitesía por el aire– para cederle mi asiento de forma asaz inmediata. Mi Señora…!

Maldito hijo de puta maleducado!! Piensa la detestable anciana levantando el labio superior.

El que suscribe, asegura aportando su palabra de honor, que siempre, siempre, siempre, cede su asiento a las personas mayores; a la mínima ocasión. Siempre! Pero, también es cierto, que se tiene que dar la circunstancia de la propia voluntad y de una mínima cuota de empatía hacia la persona. O, por supuesto, de imposiblidad física.

Sigo! …

Cuando por fin –después de un interminable duelo de miradas fijas– el bicho baja la cabeza y se da por vencido, la caradura se acerca a otro incauto (susurrándome por lo bajini: Gordo, feo y mamón!!) para aplicarle al otro probo pasajero la misma estrategia. Una vez conseguido su objetivo me lanza una mirada de desprecio, desagradable, desabrida y displicente. En ese mismo momento, yo me levanto, y de inmediato, le cedo el asiento a otra señora –que sin pretender nada– se acercaba hacia mí y hacia la gilipollas. Fin de la cita.

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2) LA VIEJA DEL MERCADONA. (Provecta Supra Mercandumta)

«La Vieja del Mercadona», tócate los cohoness, se cree que es la dueña del cortijo del Señor Roig. De modo y manera que va parsimoniosamente caminando por los pasillos atestados de compradores (apoyada en el manillar del carrito de la compra) como si fuese paseando por Calle Larios observando los escaparates que en este caso son los expositores de los encurtidos y las salsas mahonesas. Con esa cachaza y pachorra, la maldita «Vieja del Mercadona», provoca unos complicadísimos e interminables atascos que hace imposible el acceder a la zona de congelados, próxima a la citada de los encurtidos y salsas diversas.

Ítem más: Si la vieja te viene de frente, deberás de apartarte de forma inmediata y dejarle paso Franco (en este caso lo de Franco no es baladí) pues se cree el ama de la carretera y te ataca de frente con toda la poquísima vergüenza del mundo mundial. Si acaso le recriminaras –como buen conductor que te consideras– su actitud, no te faltarán ni la mirada asesina ni el comentario impertinente. Sirva de ejemplo: Gordo, feo y mamón!! Fin de la cita.

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3) LA VIEJA DEL PRIMERO 4. (Provecta Proximum Quator)

A «La Vieja del Primero 4» la operaron hacia finales de los setenta de una hernia. No se sabe a ciencia cierta (nadie lo sabe en el bloque) si dicha hernia era pararrectal, umbilical o epigástrica. El caso es que cuando tú llegas con tu propia compra del Mercadona – completamente airado por haber discutido con la hija de la gran puta de la Provecta Supra Mercandum – ésta (la Provecta Proximum Quator) de forma sibilina y entrenada por la archiconocida «Vieja del Visillo» (Provecta Speculatis Cortinarum) te enguispa y quitándote el ascensor, llega al rellano donde tú ya has apilado tu compra y te solicita ayuda para descargar la suya que está en el capó de su coche dos calles más arriba, según se tira hacia la izquierda, y que no ha podido cargar por los problemas de salud y movilidad antes reseñados.

Cuando tu le indicas que también tienes dolencias de espaldas notables, esta te mira cómo no enterándose de nada contestándote que Si! Que está bien que llueva y que buena falta hace, mientras susurra entre dientes: Quetedén! Gordo, feo y mamón!! Fin de la cita.

En fin… lo que he querido decir con esto que acabáis de leer, es que ¡¡Qué jartura de personas, por favor!! Que qué ganas tengo de llegar a una edad en la cual yo ya pueda disponer de asiento fijo en el autobús; que todo el mundo me ceda el paso en el supermercado apartándose inmediatamente de mi camino y de que cualquier vecino me suba la compra y me la ponga en la misma encimera de la cocina. Cómo corresponde a mi edad.

Pero sobre todo, de lo que tengo verdaderas ganas es el poder decirle a la gente que son todos unos gordos, unos feos y unos mamones, y que nadie me pueda decir, ni hacer, nada. Al fin y al cabo, saben que sólo soy un indefenso e imposibilitado abuelete que no puede, de ninguna de las maneras, valerse por sí solo.

Fin de la cita. Gordo! Feo! Mamón!

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