LA FUTUROFOBIA Y EL CARPE DIEM

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LA FUTUROFOBIA Y

EL CARPE DIEM

Nada me inquieta más que el NO tener los acontecimientos y los sucesos venideros de mi vida más o menos controlados. Medianamente previstos, o por lo menos, someramente contemplados en la mente para poder pronosticar o adivinar sus efectos –y obrar en consecuencia– cuando estos lleguen.

Ya, ya sé yo que eso es imposible porque no hay máquina del tiempo homologada y tampoco tengo una bola de cristal debidamente certificada; pero, qué queréis? Tenerla, eso es lo que a mí me gustaría. Y por qué? se preguntará el respetable. Pues porque me horrorizan las incertidumbres, los imprevistos; me horripila lo fortuito y lo accidental. Las sorpresas inesperadas (incluso la buenas) no las digiero bien.

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De entre todas esas incertidumbres, la que peor llevo, sin dudarlo ya os lo he dicho, es la del desconocer lo qué nos deparará (tal y cómo están las cosas) el futuro inmediato. A mí y a mi familia. El ignorar lo que nos concederá ese incierto mañana –aún sin alma– que tiene que venir. Incluso pudiéndolo intuir, sabiéndolo condicionado cómo está, por los actos realizados en este efímero presente.

Sabemos que lo venidero (y lo que trae de equipaje consigo) es muy difícil de predecir. El tiempo meteorológico, la Bolsa. los resultados deportivos, y lo que va a robar impunemente determinado político, son claros ejemplos. En fin, que todo eso, lo del atinar con un porcentaje alto de acierto, es muy complicado. Yo, en mi caso, poseo cantidades ingentes de vacilación y de recelo acerca de lo que ha de venir Y no ya por mí, que peino páramos según la zona, (y me ahorraré esa ordinariez del cagarse dentro y lo del convento, aunque sea bastante significativo) sino por los vástagos que dejaré en este mundo cada vez más intolerante y mercantilizado. Más miserable y farisaico, donde el “Tanto tienes, tanto vales” es la premisa y el salvoconducto.

ssgweyrthdrEsa enorme cantidad, de desconfianza, de desazón y de perplejidad, me viene dada, seguramente, por mi “culillo de mal asiento”; por mi incapacidad de disfrutar la vida más reposadamente; con una cierta tranquilidad. Pero, quede claro, que no me gusta ese estado continuo de actividad mental y nerviosismo, esa fijación inevitable por la inmediatez –cuasi perenne– que me atosiga, que no me deja relajarme ni demasiado ni debidamente.

Pero que se le va a hacer, asi soy yo. No lo puedo remediar.

Sin embargo, tengo un amigo –al que envidio soberanamente– que tiene como lema vital el ripio… “Tiene arreglo? No te preocupes. No tiene arreglo? No te preocupes”.
Este, con esa manera de pensar, ni se me agobia ni se me amarga; por casi nada. Y del mismo modo –con esa filosofía de paz y placidez– pasa la vida flemática y pachorramente. Con la despreocupación y la parsimonia por bandera.

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A mí, como a casi el todo el mundo, me preocupa mucho ese futuro incierto que se nos viene encima a cada minuto que pasa. Pero también hay mucha gente, como es el caso de mi amigo, –y los envidio, otra vez, enormemente por ello– que hacen uso del “Carpe Diem”. Que viven el momento. Que ese es su mantra espiritual.

Ojalá tuviera yo esa disposición. Sería mucho más feliz. No lo duden Uds. de que yo, si no fuese tan desasosegado, sería muchísimo más feliz.

Será porque NO soy funcionario.

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Interrogante