Un soneto lujurioso.
Jamás hubiese pensado que el autor de este precioso y sugerente soneto -que al final de esta entrada transcribo- pudiese ser mi amigo el ungulado. Mi buen y concupiscente amigo El Toro.
Y no será porque yo dude de su experiencia como sonetista. Ni como lujurioso, por supuesto.
Sabía yo que este experto pilonero, maestro en deslizarse hacia abajo por un cuerpo obsceno de seis cuerdas, era capaz de hilvanar palabras y acompañarlas de una música adecuada.
Sabía yo también, pues lo conozco el tiempo suficiente como para vivir las experiencias de dos vidas, que podía cantar -templado y afinado hasta desgañitarse- todo el repertorio Sabiniano. Sin pasarse una palabra. Sin saltarse un solo acorde.
Y sabía yo también, que con una guitarra en la mano, pone ojos de cordero, y mata reticencias de las damas.
Sabía yo también, porque lo sé, que me he sentido capaz – y afortunado- de atravesar territorios con el; esos territorios que a veces tienen fronteras y también esos que nunca las necesitan.
Sabía yo también – cosa que agradezco- que dispongo de su cariño y de su amistad. El de la mía.
Sabía yo también, y no sé si me repito, que en situación comprometida, El Toro, sería perfecta compañía. Porque con el he compartido capítulos de mi vida. De nuestra vida. Y me ha enseñado mucho más de lo que el cree. Porque es un lujo tenerlo como amigo. Como preceptor.
El Toro embiste –como es reglamentario- la vida de frente y eso, a veces, lo hace vulnerable. Porque eso hoy, embestir de frente, ya no se lleva. Y así nos va.
Siempre, siempre -cuando nos encontramos- nos alegramos francamente. Porque siempre, siempre, hemos coincidido -aún en la ausencia- cinco trastes más arriba, cinco trastes más abajo. Depende de si lo ves desde el punto de vista del tono o desde el punto de vista del mástil.
Y ahora, El Toro, me revela -y eso yo no lo sabía- un soneto lujurioso.
Un soneto mojado; empapado de pasión, y -como no- para mayores de dieciocho años.
Y me ha encantado. Me ha gustado tanto tanto, que no me he podido resistir a hacerle un sitio en este rincón. Y por eso lo pongo. Como casi siempre, sin permiso…Y porque, como casi siempre, me apetece hacerlo. Toro Luis. Toro Bravo.
La humedad de tu cueva, es la resaca
donde fluye y refluye mi saliva
a impulsos de la lengua, en maniaca
persecución de flujos. La abrasiva
calidez genital de tus sudores
contextura el buceo al que me incitas.
Los efluvios de olas y pudores
se unen al festín al que me invitas.
Mas la explosión de luz, bajará al centro
del placer contrayente del espasmo
en retorno perenne. El reencuentro
de libido perdida y entusiasmo
remite la pasión al baricentro
del lujurioso goce de tu orgasmo.
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Gracias Alvaro por el halago y por el texto:
te dejo otro soneto también lujurioso
Déjate las medias negras y el liguero
y ofréceme el camino de tu rosa
que mi lengua es serpiente sigilosa
que bajará sedienta a tu venero.
Siente sobre tu piel el frío cuero
del arnés y el metal de las esposas
que tu muerte será aún mas hermosa
orgasmando en el falo de mi acero.
El vértigo, vorágine incipiente
sumergido en el agua del torrente
a donde la pasión conduce ciego
ebrio placer que incita la lujuria
tormento y muerte, placer y furia.
Mas déjate llevar, es solo juego
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SUBLIME….!!!!!!!!!!
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