EXTRAVAGANCIAS GASTRONÓMICAS
Nunca hubiera creído, chiquillo, que fueras tan delicado de paladar! ¡Malo, malo, y muy malo! En este mundo hijo mío hay que acostumbrarse a comer de todo, porque no se sabe lo que puede suceder. ¡Da el mundo tantas vueltas!
Carlo Collodi
Sin saberlo, comía patatas fritas impregnadas de aceite y queso, con un setenta por ciento de grasa. Sin saberlo, era libre.
Delphine De Vigan
María de la O es amiga de María de la A. Bueno…seamos puntillosos, también lo es de la Oíaporculo; pero esta, extrañamente, se mantuvo al margen del delirio gastronómico que ahora os voy a contar.
María de La O, es alta y “esterilizada” rubia de pelo y guapa de cara. Posee una conversación amena y es simpática a más no poder; también, sabe escuchar; es lo que se llama una perfecta compañía. Todo un dechado de virtudes que se van por la borda cuando observas –durante un almuerzo– cómo saborea con verdadero deleite e incontenible fruición un enorme ojo de un pez recién cocinado por el ancestral y denostado método de “a la espalda”. El pez citado es un bicho llamado por estos lares Voraz. Un bicho llamado por los expertos «Pagellus bogaraveo» y por el vulgo de toda la vida: Besugo. Y no me refiero al ex presidente Zapatero.
La situación que os estoy contando, transcurrió hace unos días en uno de los pocos chiringuitos de a pie de playa que quedan en la provincia de una Málaga, ya malacostumbrada al aluminio feísta, en detrimento de la arena y su pegotito de alquitrán. Veréis: A mi amigo Shati, se le ocurrió pedir un Voraz creyendo que era frito (lo confundió con el delicioso Pez Araña) y le /nos plantaron un pedazo de besugo –no me refiero al ex presidente Zapatero– sino al inefable «Pagellus bogaraveo» abierto por la mitad, completamente espatarrao y con su enorme cabeza (también abierta por la mitad) enseñándonos todo el viscerámen y las ideas como es preceptivo y repugnante.
El deleite y la fruición, ya os digo, con que María de lo O, chupaba todos los recovecos de la mirla del bicho; el brillo que ganaban sus propios ojos a medida que lamía los del Pagellus y, sobretodo, los comentarios ilustrativos acerca de la ingesta de humedades animales, me tenían ciertamente levantado el estómago.
Menos mal que –en cierto modo (es falso)– la otra amiga: María de la A, que es bajita de cuerpo. Pelirroja de pelo y guapa de cara. Que posee una conversación amena y que es simpática a más no poder; también, sabe escuchar (y cantar en un coro) y es lo que se llama una perfecta compañía, me explicaba –para asquear más aún el asco que ya tenía yo– lo riquísimo que era comerse los cartílagos (los roía como una ratoncita) de otro pez llamado Raya que tiene nombre de dosis unipersonal. La Oíaporculo, grá y Adiós, no participaba de tan repulsiva demostración antropófaga. Fue de agradecer.
Bueno… viene esta rememoración repulsiva que acabo de referir, porque dicho recuerdo, me lleva a considerar lo distintos que son los gustos culinarios y la enorme variedad de rarezas y extrañas mescolanzas que comemos los mortales omnívoros que somos todos los que andamos sobre dos patas y nos dejamos engañar en las urnas.
Así que hice una pequeña encuesta entre mis amigos whatsapperos; un somero estudio de mercado (muy apropiado el término) para que me indicasen sus peculiaridades gastronómicas. No se trataba de platos exóticos; porque lo exótico para unos es normal para otros y viceversa. Se trataba de… esas mezclas de sabores, de ingredientes; esas combinaciones alimenticias que le entran por los ojos a Paco y le provocan la arcada a Juan. O vice–berzas.
Las respuestas fueron sorprendentes y ahora las vais a comprobar. Pero como hay que predicar con el ejemplo, seré yo el primero nombrando esas rarezas propias; esa “asquerosidades” que me chiflan y que a ojos extraños (no se me va la imagen del ojo besuguero) asombran.
Vamos allá: A mi me encantan todos los tipos de cortezas de queso. Todas y cada una de ellas; y hablando de quesos, el Camembert contra mas pasado y mas huela a amoniaco, mas me gusta. Me encanta comerme los embutidos con su “pelleíllo”, y adoro la mezcla de plátano y patatas fritas. El jamón de York, me gusta pelín pútrido y la combinación de natillas de chocolate con Kikos es una delicia difícil de superar. Ya está. Ya he entonado el Mea Culpa. Ahora vamos al resto del mundo animal:
A mi amigo Girilín, le encantaba comer los bocadillos de chorizo, salchichón y chicharrones espolvoreados con mucho azúcar; y según mi querido MAF, adorador de las partes nobles de Betty Misiego, al ínclito jugador de fútbol Butragueño, le fascinaba el chorizo, pero embocatado con Nocilla; que merendilla!!! Mi bien amada María de la A muere por unas croquetas también bañadas con azúcar o un bocadillo de patatas fritas; y su íntima, ya lo sabéis María de la O, se desmaya ante una caída de ojos y una cabeza patas abiertas y chorreante de babas y jugos…
Labioss se pirra por los bocadillos de mejillones en escabeche con paté; adora los bocadillos de aceite, azúcar y unas gotas de Kina San Clemente y al igual que mi querido Tío, Manlio Antonio, no dice nunca jamás que no a los boquerones fritos migados en café con leche durante el desayuno. A mi querida amiga XXXX –no digo el nombre por razones obvias– le encantan las pollas en vinagre (sic) y ahí lo dejo.
A Shati –no se porqué no me asombra– le encantaba el puré de patatas con patatas fritas y patatas chips de paquete. Y a mi amigo Txope –por eso de que es de Bilbao– le encantan los bocadillos (cómo le preparaba su amatxu) de ajos fritos. También los churros con Coca Cola. Si! He dicho Coca Cola; no Cola Cao.
A mi adorada Santa –cuando pequeña– le gustaba comerse la cal de las paredes y las cabezas de las cerillas. De ahí su enorme inteligencia (debido a la enorme ingesta de calcio y fósforo) demostrada con su preclara y oportuna elección de pareja. Al artista plástico Zambrano, cuando era joven, le encantaban los lagartos y los pajaritos a la brasa que él mismo cazaba. De ahí supongo su volaera actual.
Sigo con la retahíla que no es poca…
Mi amada Titi nos obsequia de vez en cuando con unas migas con torreznos con chocolate y sardinas asadas; y mi amigo Jesús el Rojo –cuando se va al Oriente– le encantan los pinchitos de escorpión (saben a cochifrito tío!) y también los pulpitos crudos que cuando te los metías en la boca movían las patas. Al Afilado amigo, le encantan las anchoas con leche condesada. Y a mi amigo Rebuscá le encantan los callos sin callos; a su suegra la leche con sal; y a su hijo Mario, le fascinan los bocadillos de arroz en paella. Una locura, lo que yo te diga.
Los hermanos Blind comen chumbos acompañados de pan y a las albardillas le hacen un “joyo” en medio y le añaden aceite vinagre y sal. Mi amigo El Largo no tolera el tocino si no es acompañado por un trozo de cebolla cruda. Desde su retiro en el Reino de los Colores, mi queridísimo Antonio Abril me dice que sigue comiendo tiza mojada en tinta; pegándole mordiscos a las gomas de borrar Milán y sacándose los padrastros de Pegamento Imedio de los dedos.
Doy gracias al Altísimo por no haber sido invitado a comer a casa de los padres de mi amigo Darta. A su madre le pirraba el culo del pollo que había sido guisado. Si en vez de pollo era conejo, era todo un espectáculo horroroso contemplar a su padre devorar la cabeza al roedor: abriéndole la mandíbula y arrancarle la lengua al bicho de un bocado para comérsela. Con eso ya me explico muchas cosas del vástago.
En fin…un paseo por el boulevard de los horrores. Tengo que reconocer las pesadillas sufridas esta noche a costa del terrible post que acabáis de leer. Si después de esta lectura, podéis comer sin vomitar, es que estáis preparados para todo. Y si lo hacéis, será perfectamente comprensible.
Buen provecho.
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Se te ha pasado mi queso Emmenthal con mermelada de mora. Pruébalo.
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