NOCHE DE SAN JUAN.

“Tenemos mi querido amigo Diego Cumpián y yo, de vez en cuando, la sana costumbre  de intercambiarnos regalos en forma de libros de tinta impresa en papel. Es una sana costumbre que mantenemos a pesar de haber caído los dos en esa trampa cruel y sin alma que es el libro electrónico que sólo entiende de formatos y porcentajes de lectura.

 Su último regalo, el de mi querido Diego, consistió en el nuevo libro de Juan Miguel González del Pino: «La Lluvia Prometida«: Un fantástico recopilatorio de la poesía de Juan Miguel que puede usarse (yo lo hago a menudo) cómo libro de cabecera y descanso del leedor.”

Así empezaba un artículo que escribí hace ya más de siete años y que ahora, amplío y complemento porque viene al caso:

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El caso:

Sigo conservando desde aquellos tiempos –y releyendo a pequeñas dosis, es sana costumbre– este libro del Poeta y querido amigo Juan Miguel González del Pino junto al último Diario de mi tío el también poeta José María Souvirón; ocupan el uno y el otro, junto a la inefable Kindle, la pequeña biblioteca del dormitorio que es mi mesita de noche.

Ambos dos volúmenes (se me perdone el pleonasmo) son ejemplares que leo recurrentemente vezencuando (esto es un  oxímoron y un barbarismo respectivamente) y a los que acudo para que la mirada y su gemela la vista, puedan descansar de la tiranía acomodaticia de la pantalla de mi libro electrónico (E-reader para los de la pérfida Albión y otros usuarios de dicha lengua).

Ambos dos –ahora recurro a la similar redundancia, que junto al pleonasmo me dan la oportunidad de insertar figuras literarias que molan mucho y dan un toque de cierto conocimiento gramatical que, en mi caso, es totalmente impostado– forman parte, vuelvo a indicar, del conjunto de bártulos que configuran el atestado paisaje de dicha mesita de noche.

Sigo…

Hoy es, día 23 de Junio, la víspera de San Juan Bautista. Fiesta que celebraba el pagano solsticio de verano y que, otrora, cuando aún estábamos con las facultades físicas en vigor, aprovechábamos para danzar alrededor del fuego, saltar (los más arriesgados) la hoguera y, los más pragmáticos, en atiborrarnos de sardinas, dar rienda suelta a los instintos carnales y zambullirnos en el agua para volvernos más guapos (el que le hiciera falta) según sugiere  la conmemoración de dicha fiesta hereje.

Y es que uno –que el Dios de los hebreos me perdone– ha tirado siempre por la senda salvaje de la irreligiosidad y la gentilidad; circunstancias que suelen ser muchísimo más divertidas y proclives al desmadre y al exceso. Todo lo contrario que los dos poetas antes citados que son más respetuosos, sensatos y, en cierto modo, circunspectos que este que os escribe, más admirador de Lou Reed que de Santo Tomás de Aquino. Más de Pink Floyd que de San Agustín de Hipona. Más de King Crimson y de King Kong si se me aprieta, que de Santa Teresita de Jesús.

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Pues bien, aprovechando la circunstancia, y para celebrar esta festividad oportunamente, se me ha ocurrido insertar en este blog un poema del citado Poeta Juan Miguel González que, con su maestría lírica habitual y su especialísima sensibilidad, dedica a esta noche y que para vuestro deleite, transcribo aquí. Una deliciosa composición que deberíais leer saboreando cada línea, para vuestro gozo y disfrute. Con la atención debida para vuestro agrado y satisfacción que diría un ínclito Rey emérito de esta nuestra querida nación. ¡VERDE!

Este es:

NOCHE DE SAN JUAN

Para Antonio Arjona

Aún aguardo, Señora, sentado en el pupitre,

a que salte la liebre y regrese Mambrú,

contando con los dedos manchados de cerezas

las sílabas que tiene la noche de San Juan.

 

Reloj de remolacha, espíritus del río,

con su oculto cri-cri y su oscuro croac-croac,

larga noche nacida de un hueso de ciruela

cuyo tiempo no mide la aguja del ciprés.

 

¿Cuidará la cigarra del templo del verano?

¿Separará a los niños la sombra del halcón?

Devuélvenos, Señora, nuestra mitad entera,

con su trébol, saltando la hoguera de San Juan.

 

Autor: Juan Miguel González del Pino

 

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