UNA EDUCACION DE FABULA

 

Apacentando  un joven su ganado gritó desde la cima de un collado:

-¡Favor; que viene un lobo, labradores!
Estos, abandonando sus labores,

Acuden prontamente, y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a llamar, y temen la desgracia. Segunda vez los burla.

 

¡Linda gracia! Pero, ¿qué sucedió la vez tercera? Que vino en realidad la hambrienta fiera.


Entonces el Zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita,

No se mueve la gente escarmentada, y el Lobo le devora la manada.

 

 Me llamó mi amigo el poeta Miguel Ángel Cumpián completamente asombrado -que por cierto hace meses que me tiene sin trabajo como escriba-  pues el común, Antonio Abril, y no me dijo a cuenta de que, comenzó a recitarle de cabo a rabo una fábula de Esopo llamada El Pastor y el Lobo.

 Le pidió reiteradamente Miguel Ángel a Antonio que le repitiera la fábula para anotarla.

Este, Antonio, se la dictaba de memoria, sin sobrarle ni una coma, una y otra vez.

 La frase que mas le gustaba al ínclito poeta era la que decía…¡Linda gracia! Pero, ¿qué sucedió la vez tercera? Que vino en realidad la hambrienta fiera.

La moraleja de esta Fábula era:

 ¡Cuántas veces resulta de un engaño contra el engañador el mayor daño!

Recordaba esta fábula tal cual – y así lo confirmé con Antonio-  de haberla estudiado en los HHMM de Málaga. Recordaba incluso el dibujo del libro de Literatura de la Editorial Edelvives.

 Y me dio por pensar en los malos tiempos que vive la juventud hoy día en los  que no se presta la debida atención no solo a los relatos que en ese libro venían, sino –como es el caso en muchas de las fábulas-  a las moralejas finales que eran, al fin y al cabo, enseñanzas y consejos éticos.

 Sin saber que esta ausencia -la de hoy-  de obligación y afición lectora, hace que el joven deje de viajar y adquirir conocimientos a través de un libro. Y no saben lo que se pierden, creyendo en su ignorancia, que Esopo, Iriarte y Samaniego son jugadores del Atlhetic de Bilbao. En el mejor de los casos.

Ha sido un ejercicio de nostalgia el recordar no solo las lecturas aquellas, que no fueron sino el germen de lector que hoy soy, sino de un sistema educativo- que podía pasar como represor- y que no fue sino una suerte de aprendizaje al margen de Logses, Bups  y el que mejor define un sistema educativo: La ESO; que nombre más apropiado para  potenciar la cultura y el estudio!

 Aunque, realmente, a mí me gusta el compendio de todos ellos, el PTI : Perdida de Tiempo Irrecuperable. Que en breve- no os quepa la menor duda- será implantado por el gobierno imbécil de turno

Esta es una recopilación de fabulas con sus correspondientes moralejas. Leedlas. A algunos os traerán recuerdos de los tiempos, en los que pensábamos, que estar en un colegio de curas era lo peor que te podía pasar. Ahora sabemos que no.

 Estas son:

 FÁBULAS

 

 El ASNO Y EL LOBO

LAS GALLINAS GORDAS Y LAS FLACAS

EL ASNO VESTIDO CON PIEL DE LEÓN

LA CIGARRA Y LA HORMIGA

LA ZORRA, EL PERRO Y EL CORDERITO

EL CABRITO Y EL LOBO

El PERRO Y SU IMAGEN

LAS RANAS Y LOS TOROS

LA CABRA Y EL ASNO

LA VIEJA Y EL CURANDERO

LA TORTUGA Y LA LIEBRE

LA ABEJA Y LA PALOMA

EL LABRADOR Y SUS HIJOS

EL PAVO REAL Y LA GRULLA

EL LEÓN Y LA CABRA

LA ZORRA Y EL GALLO

EL HOMBRE Y EL LEÓN

EL JOVEN Y EL LADRÓN

LOS DOS AMIGOS

LA ZORRA Y EL MONO REY

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

LA MONA Y LA ZORRA

EL PASTOR MENTIROSO

LA SERPIENTE Y LA LIMA

EL LEÓN Y EL CIERVO

LA RANA Y EL RATÓN

LA TORTUGA Y EL AGUILA

LA LIEBRE Y LA ZORRA

LA GALLINA Y AL DIAMANTE

LA LIEBRE Y EL LEÓN

LA GATA Y EL HADA

EL LEÓN ENAMORADO

EL CIERVO Y EL BUEY

EL PERRO DEL HORTELANO

EL ASNO Y LA ESTATUA

EL ASNO, EL GALLO Y EL LEÓN

LA GALLINA Y LA ZORRA


 EL ASNO Y EL LOBO

 Un asno , al ver que se acercaba un lobo y no podía escapar de su enemigo temido, simulo estar cojo.
El lobo se acerco y le pregunto la causa de su cojera. El asno respondió que al saltar un cerco se había calvado una espina y que prefería morir antes que seguir soportando un dolor tan agudo.
-Quíteme, por favor, esta espina, señor Lobo, y devóreme cuando guste, sin miedo a lastimarse la boca.
El lobo se dejo convencer mansamente pero, al levantar la pata del borrico para examinarla recibió una coz tan fuerte que se quedo sin un solo diente.
El lobo, mal herido, dijo llorando su desventura.
-Bien merecido lo tengo porque, siendo mi oficio de carnicero, ¿Cómo se me ocurrió hacer de curandero?

 Hablemos con razón: no tiene juicio quien deja el propio por ajeno oficio.


 LAS GALLINAS GORDAS Y LAS FLACAS

 Vivían en un corral varias gallinas: unas bien cebadas y gordas; otras, por el contrario, flacas y desmedradas.
Las gallinas gordas, orgullosas de su buena facha, se burlaban de las flacas y las insultaban llamándolas huesudas, muertas de hambre, etc., etc.
Pero el cocinero, debiendo preparar algunos platos para el banquete de Año Nuevo, bajó al gallinero y eligió las mejores que allí había.
La elección no fue difícil. Entonces, viendo las gallinas gordas su fatal destino, envidiaron la mejor suerte de sus compañeras flacas y esqueléticas.

 No despreciemos jamás a los débiles, quizá tengan mejor suerte que nosotros.


 EL ASNO VESTIDO CON PIEL DE LEÓN

 Un jumento de Asnolandia, se vistió una vez con la piel de un león que encontró en el camino. Los animales se asustaron al verlo y huyeron de su presencia, de suerte que el espanto se apodero de toda la comarca.
Feliz de saberse temido y respetado, paseabase campante por los prados y montes. Su amo, echándole de menos, fue en su busca; mas al encontrar a león tan original se asusto sobremanera, y no le quedo otro recurso que correr.
Poco tiempo después, al ver al amo las descomunales orejas que asomaban por debajo de la piel del león, se dio cuenta de la farsa; se le acerco, le quito el disfraz y lo molió a palos.

 Si el ignorante intenta mostrarse sabio, pronto asoma las orejas de borrico.


 LA CIGARRA Y LA HORMIGA

 Una hormiga, llegado el verano, recogía afanosamente granos de trigo y cebada, guardándolos en su granero para alimentarse en el invierno.
La cigarra, que pasaba el día cantando, se sorprendió de verla tan trabajadora en época en que los animales, dejando sus faenas, se abandonan a la buena vida y a la diversión.
Calló la hormiga, pero cuando llegó el invierno y con él la escasez de provisiones, la cigarra, hambrienta, fue a pedirle a la hormiga unos cuantos granos para alimentarse.
Entonces la hormiga le replico:
– Ya ves, holgazana, si hubieras trabajado en el momento oportuno, hoy no carecerías de alimento. Canta pues ahora, mientras yo como.

 Si el ocio te causa tedio, el trabajo es buen remedio.


 LA ZORRA, EL PERRO Y EL CORDERITO

 Una zorra se introdujo disimuladamente en un rebaño de ovejas, y fingiendo amor maternal acerco a su pecho a un corderillo recién nacido, simulando acariciarlo.
Uno de los perros que cuidaba a los borregos, viendo a la indeseable en actitud tan ladina, se acerco rápidamente y la interrogó de esta manera:
– ¿Qué hace aquí doña Zorra, la embustera?
– Halago y juego con este corderillo, amigo mío.
– ¡Pues suéltelo de inmediato si no desea conocer el halago de mis dientes!

 QUIEN SE ACOSTUMBRA AL ENGAÑO, EL MISMO LABRA SU DAÑO.


 EL CABRITO Y EL LOBO

 Al salir la cabra de su establo encargo a su hijo el cuidado de la casa, advirtiéndole el peligro de los animales que rondaban por los alrededores con intención de entrar a los establos y devorar los ganados.
No tardo mucho en llegar el enemigo: ¡Un lobo horrible, amiguitos míos, un lobo!, que imitando la voz de la cabra llamo cortésmente a la puerta para entrar.
Al mirar el cabrito por una rendija vio al feroz carnicero y, sin intimidarse, le dirigió el siguiente discurso:
– Bien se que eres nuestro mayor adversario y que imitando la voz de mi madre, pretendes entrar para devorarme. Puedes marcharte, odiado animal, que no seré yo quien te abra la puerta.

 “SIGUE EL CONSEJO DE TUS PADRES Y VIVIRÁS FELIZ TODA LA VIDA»


 EL PERRO Y SU IMAGEN

 Cierto perro cogió entre sus dientes un gran pedazo de carne. ¡Que magnífico!, se dijo el incauto animal. Lo llevaré a casa y allí lo comeré a mi regalado gusto.
En el camino cruzó un arroyuelo, cuyas cristalinas aguas reflejaron su imagen, y le hicieron ver ingenuamente a otro perro con una presa más grande en el hocico.
Como el animal tenia hambre, abrió la boca y se zambullo en el agua para coger el pedazo del otro perro. Mas, ¡oh desencanto!, se sumergió hasta el fondo y no encontró a su rival.
Entonces se dio cuenta, aunque tarde, de que su gula le había costado la perdida de su propia presa.

 “MÁS VALE PÁJARO EN MANO QUE CIENTO VOLANDO”


 LAS RANAS Y LOS TOROS

 Una rana, posada al borde de un estanque, contemplaba dos toros que se embestían mutuamente en un prado cercano.
– ¡Mirad que riña tan tremenda! -dijo a una compañera-. ¿Qué seria de nosotras si animales tan corpulentos vinieran por aquí?
– No os asustéis –respondió la otra- . ¿Qué nos importan la riñas de esas bestias? Además, esos animales no son de nuestra clase.
– Cierto es –replicó la primera-, pero yo pienso que el vencedor buscará refugio por estos lugares, y entonces podría aplastarnos con su enorme peso si no tomamos las debidas precauciones. Ya ves, amiga mía, que no sin razón me preocupa la contienda.

 “Cuando los poderosos riñen entre sí, los débiles sufren las consecuencias


 LA CABRA Y EL ASNO

 Un campesino alimentaba al mismo tiempo a una cabra y a un asno. La cabra, envidiosa porque su compañero estaba me­jor atendido, le dio el siguiente consejo:
—La noria y la carga hacen de tu vida un tormento inter­minable; simula una enfermedad y déjate caer en un foso, pues así te dejaran reposar.
El asno, poniendo en práctica el consejo, se dejó caer y se hirió todo el cuerpo. El amo llamó entonces a un veterinario y le pidió un remedio que salvase al jumento.
El curandero, después de examinar al enfermo, dispuso que se le diera de comer un pulmón de cabra para devolverle las fuerzas.
Y sin titubear, el labriego sacrificó de inmediato a la envi­diosa cabra para curar a su asno.

 “No hagas a otros lo que no quieres que hagan contigo”


 LA VIEJA Y EL CURANDERO

 Una anciana, puntillosa y enferma de la vista, llamó a un curandero ofreciéndole pagar escrupulosamente sus servicios.
Vino el curandero a ver a la enferma y en cada curación, mientras la vieja tenía los ojos cerrados, el muy farsante le iba robando sus muebles uno por uno.
Cuando ya no tenía qué robar, declaró la curación termi­nada, reclamando la paga convenida.
Pero la vieja se negó a pagar, y el curandero, no satisfecho con la negativa, acudió a los tribunales. Entonces, la anciana declaró que si bien era cierto que había prometido pagar al cu­randero si le sanaba la vista, también era cierto que su estado, después de la curación, se había agravado.
– Antes – manifestó – veía todos los muebles de mi casa, y ahora, por más que me esfuerzo, no alcanzo a ver ninguno.

 “El avariento por un centavo pierde todo”


 LA TORTUGA Y LA LIEBRE

 La tortuga, al ver que la liebre se burlaba de sus torpes pa­tas y de su lento caminar, la desafió a correr para saber cuál de las dos llegaría primera a la meta señalada.
Dicho y hecho: eligieron por juez a la zorra, la más astuta. Pero sucedió que la liebre, confiando demasiado en su ligere­za, se puso a descansar un momento en medio del camino y se quedó dormida.
Entretanto, aprovechando inoportuno el descanso de su contrincante, la tortuga, con perseverancia y sin correr, llegó la primera al punto final.
En vano, momentos después, despierta la liebre, quiso al­canzar a su rival. Pero nada pudieron su deseo y velocidad.

 «Poco a poco se anda lejos»


 LA ABEJA Y LA PALOMA

 Cierto día muy caluroso, una paloma se detuvo a descansar sobre la rama de un árbol, al lado del cual discurría un límpido arroyuelo.
De repente, una abejita se acercó a beber, pero la pobrecita estuvo a punto de perecer arrastrada por la corriente. Al verla en tal aprieto la paloma, voló hacia ella y la sacó con el pico.
Más tarde, un cazador divisó a la paloma y se dispuso a darle muerte. En aquel mismo instante acudió presurosa la abeja y, para salvar a su bienhechora, clavó su aguijón en la mano del hombre.
El dolor hizo que el cazador sacudiese el brazo y fallara el tiro, con lo que se salvó la linda y blanca palomita.

 “Haz a los otros lo que quisieras que ellos también hiciesen por ti”


 EL LABRADOR Y SUS HIJOS

 Un anciano labrador que tenía varios hijos enemistados, se valió del siguiente medio para darles una lección.
Los llamó a todos y mandó traer una porción de varas atándolas a una sola gavilla. Luego pidió a cada uno la rom­piera, diciéndoles:
—Dejaré toda mi fortuna en herencia a aquel de vosotros que pueda quebrar esta gavilla.
En vano trataron uno tras otro de romper el mazo, apo­yando el haz sobre sus rodillas. Luego el padre, sacando una por una las varas, las quebró fácilmente.
Observáronle sus hijos:
—Así también podríamos haberlo hecho nosotros, padre.
Y el anciano, les replicó:
—Esta lección, hijos míos, es la mejor herencia que os de­jo. Pensad en ella: «Vosotros sois como esas varas. Si estáis unidos por el amor fraterno seréis fuertes e invencibles, pero si os separáis cualquiera os vencerá.

 “La unión hace la fuerza”


 EL PAVO REAL Y LA GRULLA

 Un pavo real convidó a una grulla a un festín suculento. Durante el banquete se puso a discutir con los comensales acerca de cuál de los dos poseía mejores dones personales.

Abriendo el pavo real su cola, decía que aquel abanico de finísimas plumas no tenía en el mundo otra cosa que le igualara en per­fección y hermosura.

— Ciertamente —respondió la grulla—, confieso que eres más hermo­so que yo, pero si tus plumas son más vistosas que las mías, en cambio no te sirven para volar.
—Yo, con mis alas —prosiguió la grulla—, puede elevarme hasta las nu­bes, contemplando bajo mis pies todas las maravillas de la tierra.

 Nadie tenga en menos a su vecino, que Dios a cada uno da su cualidad.


 EL LEÓN Y LA CABRA

 Un león hambriento, viendo que no le era fácil subir a los riscos en que pacía una cabra, se fue acercando poco a poco.
Pronto se dio cuenta de que no podría llegar hasta la cabri­ta y, entonces, le dirigió cariñosas frases invitándola a pastar juntos la fresca y aromática hierba de la pradera.
—¡Deja esas rocas estériles —le decía— y baja a los prados donde yo habito, amiga mía!
—Tienes razón —contestó la cabra—, así lo haré con mucho gusto, pero cuando estés muy lejos de estos lugares.

 Nunca escuches del enemigo el consejo,si no quieres sufrir amargos desengaños


 LA ZORRA Y EL GALLO

 Quería una zorra desayunarse con la pechuga de un gallo que lucía su corpulencia cantando en un árbol.
—Querido gallo, tengo una gran noticia que darte —le dijo la zorra.
—Amiga, ¿qué fresca noticia me traes? —preguntó el gallo.
—Pues que las zorras han firmado la paz con las aves de corral. Por lo tanto, ya no estamos en guerra. Baja presto, amigo, para darte un fuerte abrazo y celebrar así nuestra amis­tad.
—Debe ser cierto lo que me cuentas —contestó el gallo—, pues por allá veo dos perros venir a toda carrera, tal vez a dar­te la misma noticia.
Al oír esto la zorra, no digo corrió, sino voló, rabo entre las piernas a ocultarse, mientras el gallo le cantaba desde el ár­bol su burlón ¡quiquiriquí!, ¡cocorocó!, que quiere decir: de aquí no me muevo yo.
Quien no te conoce que te compre


 EL HOMBRE Y EL LEÓN

 En una ocasión, en que caminaban juntos un hombre y un león, cada cual abundando en razones, se elogiaba a sí mismo exagerando su fortaleza.
En un puesto del camino encontraron una estatua de piedra que representaba a un hombre estrangulando a un león. Entonces el hombre, mostrándola a la fiera, le dijo:
—Ya ves como los hombres somos más poderosos que vosotros—. A lo que el león, sonriente, respondió:
—Si los leones supiéramos hacer estatuas, ¡verías también a tus semejantes bajo las garras del león!

 Muchos se vanaglorian con palabras mas luego la experiencia los abochorna


 EL JOVEN Y EL LADRÓN

 Un muchacho, sentado en el brocal de un pozo, vio que un ladrón se le acercaba y, conociendo que el indeseable tenía in­tención de robarle, fingió llorar amargamente.
El ladrón le preguntó qué motivos tenía para afligirse de tal manera. El sagaz joven le explicó que había venido a sacar agua con un cántaro de plata, pero que desgraciadamente, ro­ta la soga, se le había caído hasta el fondo del pozo.
Tan pronto como el ladrón oyó la noticia, se quitó rápida­mente la ropa y, movido por la codicia, bajó a buscar el cánta­ro perdido. Inútiles esfuerzos los suyos: No pudo encontrar el inexistente cántaro.
Entretanto, el mozo cogió la ropa del ladrón y echó a correr con ella. De esta suerte, el amigo de lo ajeno recibió una lección: Fue por lana y salió trasquilado.

 Tanto ciega al perverso su propia malicia Que no ve los peligros a que se expone.


 LOS DOS AMIGOS

 Iban dos amigos caminando juntos, cuando de pronto se les presentó el oso. Uno de ellos subió con rapidez a un árbol y se escondió entre el follaje; el otro, a punto de ser cogido, se tendió en el suelo simulando estar muerto.
El oso se acercó a olerlo por todos lados y en particular la boca y los oídos. Mas el hombre, reprimiendo la respiración, hizo creer al oso que se trataba de un cadáver.
El animal, engañado, se alejó desapareciendo en el bosque. Bajó en ese momento el que estaba agazapado en las ramas y preguntó a su compañero qué le había dicho la fiera al oído.
—Me ha dado un buen consejo —contestó el amigo—: Que no ande en lo sucesivo con personas que abandonan al amigo ante el menor peligro.

 En la necesidad se conoce al verdadero amigo.


 LA ZORRA Y EL MONO REY

 Danzando el mono en una reunión de animales conquistó su voluntad, a tal extremo, que lo proclamaron rey.
La zorra, envidiosa, condujo al mono a un cepo, donde había visto un pedazo de carne, diciéndole que había hallado un tesoro; pero que en vez de tomarlo para sí lo había reserva­do para su majestad en respeto a su realeza.
La astuta zorra, indicando al rey mono que se lo llevara, lo condujo al lugar señalado; y el mono, al acercarse, quedó co­gido en la trampa.
Entonces la zorra, a la que el mono culpaba de su desgra­cia, repuso:
—¡Eres un tonto de capirote!, mi querido mono, ¿así pre­tendes reinar entre los animales?

 Quien intenta figurar sin merecerlo, no sólo fracasa sino que hace el ridículo.


 LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO

 En un corral había una gallina que ponía huevos de oro.
Su dueño, que todas las mañanas los vendía, y a buen pre­cio, se dijo:
—Si los huevos de la gallina son de oro, las tripas donde se forman deben contener oro en abundancia.
Mató a la gallina queriendo hacerse rico en poco tiempo, pero al ver que las entrañas eran como las de todas las gallinas comprendió que había cometido un error.

Cuántas veces nuestra ignorante curiosidad nos mata la felicidad.


 LA MONA Y LA ZORRA

 Cierta mona, descontenta con la diminuta cola que recibió de su madre, solicitó a una zorra, que lucía una descomunal cola, le diera parte de ella para alargar la suya.
—Mira, amiga —le dijo—, tienes demasiado rabo, mientras que yo soy infeliz con el mío, porque me es insufi­ciente.
Echándose a reír la zorra al oír tal razonamiento, contestó a su interlocutora:
—Aunque tuviese una cola cien veces más grande que la que llevo y la arrastrase siempre por entre el lodo y las espinas, no te cedería el pedazo que crees necesitar. Animo, pues, ami­ga y conténtate con lo que la naturaleza te regaló.

 Conformarse con su suerte es el secreto de la dicha.


 EL PASTOR MENTIROSO

 Queriendo divertirse a costa de los demás, un pastor se puso a gritar con todas sus fuerzas:
—¡El lobo! ¡El lobo!
Los campesinos, al oírle, corrieron en su auxilio, pero encontraron al pastor recostado y tranquilamente a la sombra de un árbol.
No contento con esta acción, al día siguiente volvió a llamar:
¡Socorro! ¡Socorro, que viene el lobo!
De nuevo, armados de hachas y palos, los vecinos acudieron; mas, no encontrando al lobo, regresaron disgustados a sus campos, mientras el pastorcillo, satisfecho, festejaba su mentira.
Poco después vino de verdad el lobo y, aunque el mentiroso gritaba con todas sus fuerzas, nadie acudió a salvarlo. Entonces, el lobo hizo presa del rebaño y terminó matando al mentiroso, que en vano pedía auxilio.

 En boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso.


 LA SERPIENTE Y LA LIMA

 Cierto día una serpiente entró furtivamente en el taller de un herrero y se puso a morder una lima de templado acero.
Al cabo de un rato, su lengua, despedazada por tan loco intento, sangraba que daba compasión. Mas la serpiente, creyendo que ‘conseguiría pulverizar al metal, seguía dando dentelladas.
Entonces la lima, compadeciéndose de la serpiente, le dijo:
—¡Insensata, el mal te lo haces a ti misma! ¿Cómo crees hacer daño a quien puede hacer polvos el metal?

 Quien pretende al más fuerte derribar no consigue sino su propia ruina.


 EL LEÓN Y EL CIERVO

 Un ciervo travieso y remolón, a quien perseguía un perro, al verse casi alcanzado por el can corrió hacia una caverna para esconderse.

Más apenas hubo entrado en ella, salió del fondo de la cueva un león que, abalanzandose sobre el desgraciado, lo despedazó con sus poderosas garras.

– ¡Pobre de mí! – exclamaba el ciervo al morir -, entré a esta caverna para huir de un perro y mantenerme a salvo y, sin imaginarlo, he venido a caer en las garras de esta fiera carnicera. Si viviera aún qué buena lección sacaría de este trance, pero ya es tarde: todo está perdido.

 Entre dos peligros graves escoge siempre el menor.


 LA RANA Y EL RATÓN

 Para su propia desgracia, un ratoncito se hizo amigo de una rana. Esta, que tenía unas malas intenciones, amarró una pata del ratón a la suya.

Los buenos amigos anduvieron así por la tierra en busca de alimentos, hasta que, siguiendo la rana su instinto, se acercó a un estanque.

Dando un brinco, arrastró consigo al pobre ratón hasta el fondo del charco. Ya en el agua, la rana se puso a cantar muy feliz, mientras el desdichado ratoncito pataleaba para mantenerse a flote.

Pero tragó tanta agua que al poco rato sucumbió, quedando a flote y siempre amarrado a la pata de su falsa compañera.

Un Gavilán que volaba por allí se lanzó para atrapar al infeliz ratón, arrastrando asimismo a la cruel rana, que le sirvió también de comida.
Lo que se hace se paga


 LA TORTUGA Y EL AGUILA

 Una tortuga, cansada de arrastrar siempre su concha por la tierra, suplicó al águila la levantase por los aires lo más alto que pudiera

Así lo hizo la reina de las aves, remontando a la tortuga por encima de las nubes. Al verse en tal altura la tortuga, exclamó:

— ¡Qué envidia me tendrán ahora los animales que por el suelo se mueven, al verme encumbrada entre las nubes!

Al oír esto el águila fue incapaz de soportar tanta vanidad y soltó a la ilusa que, al caer sobre los peñascos, se deshizo en mil pedazos.

 Amiguito: Nunca mires demasiado alto, que no hay brillantes en el cielo.


 LA LIEBRE Y LA ZORRA

 La liebre se dirigió en cierta ocasión a la zorra:

— ¿Podrías informarme si te aprovechan mucho tus correrías y por qué razón te llaman astuta?

— Ya que no lo sabes -respondió la zorra-, ven a mi modesta casa y cenaremos juntas.

La ingenua liebre aceptó la invitación, mas en casa de aquella embustera no había otra comida que la misma liebre. Entonces ésta, resignandose a morir, le dijo:

— Ahora sé, para mi mal, de donde te viene la fama; no es de tus ganancias, sino de tus embustes.

 La curiosidad pena y el curioso se condena.


 LA GALLINA Y EL DIAMANTE

 Una gallina, al hurgar con sus patas en un basural, encontró una piedra preciosa. Sorprendida de verla en aquel lugar inmundo, le dijo:

— ¿Cómo tú, la más codiciada de las riquezas, estás así humillada entre estiércol? Otra suerte habría sido la tuya si la mano de un joyero te hubiera encontrado en este sitio, sin duda indigno de ti.

El joyero, con su habilidad y su arte, hubiera dado mayor esplendor a tu brillo; en cambio yo, incapaz de hacerlo, no puedo remediar tu triste suerte. Te dejo donde estás, porque de nada me sirves.

 A curiosidad pena y el curioso se condena.


 LA LIEBRE Y EL LEÓN

 Un león avistó una liebre dormida y cuando se preparaba a cazarla vio pasar cerca de él a un ciervo. Al ver las ventajas que carne y volumen le ofrecían, abandonó a la liebre y corrió en persecución del ciervo.

En este mismo instante la liebre, despertada por el bullicio, emprendió rápida huida. Mientras tanto el león, cansado de perseguir al ciervo, volvió tras la liebre que, reposada de sus fatigas, pudo correr más que de prisa, poniéndose a salvo de sus dientes

—Me está bien empleado —se dijo— . ¿Por qué abandoné la presa que estaba en mis manos y corrí tras el bendito ciervo? Por ambicioso, me he quedado sin nada.

 Quién mucho abarca poco aprieta.


 LA GATA Y EL HADA

 Prendada una gata de un apuesto príncipe rogó a un hada que la convirtiera en mujer. El hada, apiadada de su pasión, en una bella adolescente la transformó, y el joven se enamoró, y se casó con ella.

Hallándose los recién casados en su palacio, el hada quiso saber si la gata, al mudar de cuerpo, había cambiado asimismo de instinto. Para ello, soltó a un ratoncito en el tranquilo salón.

Olvidando, la gata su nuevo estado, se levanto precipitadamente y corrió tras el asustado pericote.

El hada, enfadada contra su protegida, la devolvió a su primera condición.

 La cabra siempre tira al monte.


 EL LEÓN ENAMORADO

 Un león, prendado de la hija de un labriego, solicitó a la doncella en matrimonio. El campesino, no pudiendo resolverse a dar a su hija a fiera tan temida ni negársela tampoco, por el temor que le inspiraba, ideó la siguiente estratagema: El labriego le dijo que lo creía muy digno de ser el futuro esposo de su hija y gustoso se la concedería, pero con dos condiciones: que se arrancara los dientes y se cortara las uñas, porque eso amedrentaba a su hija. El león aceptó las duras condiciones, pues verdaderamente estaba enamorado. Pero el labriego, lleno de desprecio hacia la fiera y sin escuchar por última vez sus ruegos, lo puso de patitas en la calle.

 No te expongas al desprecio buscando lo que no te corresponde.


 EL CIERVO Y EL BUEY

 Un buey se encontraba descansando en su establo. De repente, un ciervo que huía de los cazadores entró asustado y rogó le permitiera ocultarse en él.
El buey, sin oponerse al deseo del cuitado, le advirtió que el lugar ofrecía poca seguridad, pues aquel establo era visitado tanto por el amo como por sus criados. Sin embargo, el ciervo respondió.
-Si tú no me denuncias me sentiré seguro.
En efecto, entraron los mozos y ninguno reparó en el animal. El boyero, asimismo, hizo su acostumbrada inspección sin percatarse del intruso.
Pero poco después entró el amo y comenzó a registrar minuciosamente los pesebres, para corregir los descuidos de sus servidores. Al ver debajo del heno los cuernos del ciervo llamó inmediatamente a su gente para hacerlo matar.

  Nadie cuida mejor sus cosas como su propio dueño.


 EL PERRO DEL HORTELANO

 Un labriego tenía un enorme perro como guardián de sus extensos cultivos. El animal era tan bravo que jamás ladrón alguno se atrevió a escalar la cerca de los sembríos.
El amo, cuidadoso de su can, lo alimentaba lo mejor que podía, y el perro, para mostrar su agradecimiento, redoblaba el cuidado de los campos.
Cierto día, el buey del establo quiso probar un bocado de la alfalfa que su amo le guardaba, pero el perro, poniendose furioso y enseñándole los dientes, trató de ahuyentarlo. El buey, reprochando su equivocada conducta, le dijo:
-Eres un tonto, perro envidioso. Ni comes ni dejas comer-. Y añadió: -Si el amo destina a cada cual lo que le aprovecha y la alfalfa es mi alimento, no veo que tengas razón para inmiscuirte en negocio ajeno.

 Agua que no has de beber amigo dejala correr.


 EL ASNO Y LA ESTATUA

 En los tiempos antiguos, un hombre cargó a su asno con la estatua de un dios y lo encaminó a la ciudad.
Los que pasaban, viendo la venerada imagen a los lomos de jumento, se arrodillaban reverentes a su paso; pero el asno pensó, equivocadamente, que era a él a quien las gentes adoraban. Inflandose de orgullo, comenzó a rebuznar rehusando proseguir la marcha.
El arriero adivinó su pensamiento y le dijo mientras lo golpeaba con su vara:
-¡Burro majadero! ¡No faltaba más: ver a un asno venerado por los hombres!

 Quien se envanece con los méritos ajenos se presta a la burla de quienes lo conocen.


 EL ASNO, EL GALLO Y EL LEÓN

 En cierta ocasión el asno y el gallo se encontraban juntos en unos pastizales; ambos animales se procuraban su alimento. En esta circunstancia, y cuando menos lo esperaban, el gallo advirtió la presencia de un león hambriento que, viendo al despreocupado asno, se disponía a devorarlo.
Entretanto, el gallo, al observar el peligro de su compañero, se puso a cacarear, y el león, al oír tan singular trompeteo, tomó espantado las de villadiego.
El asno, muy tonto, creyó que el león corría por haberlo visto, y no titubeó en perseguirlo. Mas cuando llegó a cierta distancia, en que ya no se escuchaba el canto del gallo, el león retrocedió y lo devoró sin mayores miramientos. Antes de morir, el asno exclamó:
-¡Qué torpe fuí! Si no tenía el temple del guerrero, ¿por qué me lancé a la contienda?

 Quien busca el peligro perece en el.


 LA GALLINA Y LA ZORRA

 En cierta ocasión, una hambrienta zorra se deslizó dentro de un gallinero en busca de alguna presa para satisfacer su apetito voraz.
Mirando a su alrededor vio una hermosa gallina que descansaba en un palo, pero le fue imposible alcanzarla, después de varios saltos. Pensó entonces poner en juego su astucia.
– Gallinita- le dijo-, me han dicho que estabas enferma y vengo a visitarte en señal de aprecio. Baja, te tomaré el pulso y así comprobaremos si estás mejor.
– Amiga mía – respondió la gallina -, es cierto que no me encuentro muy bien, pero es más cierto aún que enfermaría de muerte si me pusiese al alcance de tus dientes. Así que, déjame tranquila y sigue tu camino.

 El que te adula y lisonjea su bien y tu mal desea.

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