Carta hacia Capileira.
De vez en cuando la vida -que cuando quiere, es tan madrastra como puta- obvia y aparta de sí esa particularidad tan necesaria (para que se le llame vida) de dicha y satisfacción que se le supone innata; y va entonces, y se abandona a la inhumanidad y a la truculencia; golpeándote, cuando está en ese modo, con saña. Con infinita maldad, intolerancia y brutalidad.
Además, la vida, que a veces también es malvada e insensible cuando quiere, parece ser que sabe perfectamente cuando elegir los mejores o los peores momentos para afligir más al golpeado. Los instantes justos y exactos. Que suelen ser estos, cuando la persona elegida para el martirio está con la guardia bajada; desprevenida; descuidada y entretenida en disfrutar de su existencia. Someramente, claro está. No vayamos a enfadarla y le dé -a la vida- por bajarnos súbitamente del burro de la alegría. Como es el caso.
Pero la vida, ya sabéis, que es tan madrastra como puta, sin provocación por nuestra parte y sin haberle dado vela en este entierro (que ejemplo mas inoportuno) te recuerda que el paso nuestro por ella, no es placentero siempre. No es un paseo por la nubes; sino que es una larga escalera de sentimientos y situaciones. Alternancia de altibajos que se le llama.
Una escalera, vaga, imprecisa y accidental, donde cada escalón supone un sinmorir o un sinvivir; alternándose. Porque sabedlo así, que ascendiéndola, se conforma el completo cometido de nuestro paso por la existencia: sufrimiento, alegría; pena, regocijo; tristeza, dicha; amargura, diversión; dolor, felicidad. Escalones pares e impares. Odio y AMOR. Pares e impares.
Pares e impares. A veces, de vez en cuando -ya sabéis- esta vida, pasa de ser madrastra a ser puta. De las que te cobran miserablemente por sus servicios, y entonces se torna, insoportablemente dolorosa.
Mi queridísima amiga Aurora, está pasando -sin premeditación ni alevosía- uno de esos episodios indeseados. Una situación que sin buscarla, constriñe su animo; coarta su natural modo positivo de vivir. De ver las cosas. Así que desde estas páginas, quiero mandarle un mensaje de ánimo. De positividad; de amor. Ya te digo.
Y, le daré un consejo aunque no me lo haya pedido: Que suba la escalera saltando los escalones de dos en dos; empezando por los impares. Verás que da resultado. Pues de esa manera, los pares -que son los malos- quedan ignorados; jodidos hasta la indignacion por que se les desdeña. Que se agarre -cuando suba la escalera- a la baranda de sus amigos, de los que la quieren. Que al fin y al cabo, es a esa baranda, donde todos nos aferramos. Para pasar la vida.
Decirle por fin -aunque ella lo sabe de sobra- que todo, hasta los sentimientos más aborrecibles y dolorosos, los más fuertemente anclados en el corazón, se atenúan con el tiempo. Ya verás como sí! Te lo digo yo!!
Te quiero Aurori. Te queremos desde Málaga. Vente ya pacá!!!
Esto para ti:
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