GALERÍA DE LOS HORRORES (I)
MARIHÓZE. LA INFAME TRAIDORA.
Ni puede, ni soporta la infame traidora, el mirarse en el espejo; pues éste, con una intolerable saña e inquina, le devuelve –con toda la crudeza que detenta su cualidad del reflejo– una imagen indeseada por ella; ésta es: Una fachada innoble, una ética abyecta y miserable. Un desdichado retrato de su propia infelicidad y del descontento, (y la inevitable sensación de desgracia) que su indigna actitud en la vida le procura.
Marihóze, es una despreciable y perversa persona. Una pérfida mujer que –con su intolerable e intolerante manera de ser– obtiene de su merecida frustración como madre, como esposa, como compañera y como amiga, el ir recogiendo la resultante del desprecio de todo aquel que ha tenido el inmenso infortunio de acercarse a su detestable entorno.
En este irrazonable mundo –en el que, injustamente, se juzga con la arbitraria vara de medir de las medidas corporales– la intratable e inestable Marihóze, se siente enormemente rechazada; y paga ese descontento y esa frustración por su figura, proyectando su auto odio hacia afuera; hacia los demás; cosechando, como es natural, ya te digo, la enorme desaprobación y el último y definitivo rechazo de todo aquel que la habitúa.
Tiene la desdichada Marihóze una soberbia, un orgullo y una altanería, absolutamente injustificables. Pues alguien, tan sumamente innoble e infame, debería manifestar un ápice de modestia y de empatía demostrable hacia los demás. Más que nada, porque le convendría no ser objetivo de tantísimo descrédito y animadversión de sus interinas amistades. Ninguna de ellas, como es fácil suponer, le dura más de lo razonablemente soportable.
Chivata hasta lo más injustificable, traiciona con predilección a aquellos que le han procurado el beneficio de la alabanza y el ensalzamiento a terceros. Alterna en pocos minutos –debido a esa dualidad que le proporciona su bipolaridad– el chillar soezmente, con un volumen insoportable, y el reír compulsivamente acompañada de una demencial mirada a la «Jacknicholson» manera. Siempre cabecea mientras habla –como dándose la razón y autoafirmándose continuamente– y cuando proclama y sostiene lo que sea (siempre lo hace) lo que sea, insisto, entorna los ojos y alza la cabeza mientras dicta una supuesta clase magistral desde su cátedra particular de auto desprecio y desestabilidad.
Si os encontráis de frente con este espécimen, cruzad rápido a la otra acera. Porque si os para –con una sonrisa falsa en sus labios– os regalará una de sus insoportables y larguísimas verborreas. Esa misma que aplica a los ingenuos que, inocentemente, le han brindado su amistad, la han ayudado con su futuro, la han soportado estoicamente, y finalmente, y por pura y neta salud mental, han huido de ella sin atreverse ni siquiera a volver la vista atrás. Ahí te pudras.
Sé que estás leyendo esto, mujer. Sé que lo estás leyendo; así que te pido un primer y último favor: Muérete querida. Sin hacer gestos ni frases, pero muérete. Por favor. El mundo será un lugar mejor sin ti y nos harás un colosal favor a muchos. A muchos y a muchas.
Que NO te follen, imbécil!!!!
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