RITA LA BAILAORA…

RITA LA BAILAORA…

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Sólo en muy contadas ocasiones –e impresionado por la belleza o el interés que me provocan– suelo publicar en este blog, trabajos de otros autores.  Este es uno de esos casos: Un artículo de mi admirado Antonio Fernández Laporte sobre un personaje malagueño Rita La Bailora –que nada tiene que ver, sólo la coincidencia en el nombre con «Rita La Cantaora» granadina ella, aunque coetánea de nuestra «Rita La Bailaora».

Este es el artículo. Os recomiendo encarecidamente que os lo leáis. Una delicia, como todas a las que nos tiene acostumbrado mi amigo Antonio. «Cateto Honoris Causa» por El Blog de Father Gorgonzola. No se me mosqueen por el apelativo; es cariñoso; él y yo sabemos de lo que se trata)

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4 de julio de 1882 Málaga se viste de luto, muere la Rita, gitana de singular belleza hermana de la señá Gabriela, la madre de los Gayos.. que tenía una carnicería por calle San Juan, cuando salía con su mantilla blanca del brazo de Paco el Guarrirro, para ir a la Plaza de la Malagueta era todo un espectáculo.. para los malagueños.

La mozas durante mucho tiempo, cantaron en las fuentes y mercados, la copla que inmortalizó a Rita.

Ya se murió mi Rita bonita..
Ya se murió mi tesoro de Oro..
Ya no tengo quien me diga..
Paco..! llévame a los Toros..

Cuadro de Martínez de la Vega
Gitana del Chinitas..Morena no rubia..

La fama de “El Café de Chinitas” no escapó a los viajeros extranjeros que nos visitaban como Havelock Ellis que lo describe, en 1907, con un aire romántico, y Walter Starkie que lo frecuentó en su última época. Las historias y anécdotas sucedidas en él son muchas como el legendario reto de baile entre La Mejorana y su rival La Rita, durante toda la noche. La Rita que se había quitado los zapatos, bailó hasta caer desmayada, muriendo dos días después. Su marido Paco el Guarrirro pasó desconsolado el resto de su vida. Más tarde, esta romántica historia la grabaría, en 1957, el malagueño Miguel de Molina, con el nombre de una copla inolvidable “Mi Rita bonita”.

Este es:

Mi Rita Bonita

Leamos lo que escribió Walter Starkie en «Histoire Universelle de la
Musique. Espagne. Voyage musical dans le temps et l’espace»
. Vale la pena reproducir algunos párrafos.

Yo había frecuentado mucho el Café de Chinitas, el “sancta sanctorum” del flamenco entre 1924 y 1928, cuando se escuchaba allí al célebre Cojo de Málaga, donde nos detuvimos algunos aficionados y yo, antes de ir a comer a Granada con el inigualable cantaor de “medias granadinas”, Frasquito Yerbabuena, el plato tradicional de los gitanos, el “baliché ta bobí” (jamón con habas).

El Café de Chinitas, desgraciadamente, fue cerrado para siempre en 1941. Cuando volví a Málaga, hace algunos años, yo estaba inconsolable por esta desaparición. Vagaba sin
rumbo bajo la luna, en la noche de noviembre. Me parecía escuchar todavía traída por el viento la malagueña:

 

“Ya se murió mi Rita bonita,
Ya se murió mi tesoro de oro;
Ya no tengo quien me diga:
“Paco, llévame a los toros”.

Esta canción me evocaba a dos viejecitas bailando en la sombra de un tablado. De vez en cuando, un rayo de luna las iluminaba, y se veía que estaban descalzas. Bailaban de frente, lanzándose gritos de desafío. La más bajita terminó por derrotarse, mientras que la otra continuaba con su danza frenética, desesperada. Me acordaba de la historia que me había contado Fernando el de Triana, del famoso concurso en el Café de Chinitas, entre la Mejorana, la madre de Pastora Imperio, y su rival, la Rita. Las dos gitanas bailaron durante toda una noche. La Rita, que se había quitado los zapatos, bailó hasta caer desmayada. Dos días más tarde murió. Su marido Paco el Guarrirro, un rico gitano que poseía carnicerías y cafés en Málaga, y que se vestía como un genteman (sic), quedó tan inconsolable que visitaba la sepultura de Rita a diario. Cuando no podía ir, enviaba a uno de sus amigos, y a su vuelta le preguntaba: «¿Y bien, te ha pedido algo?» Paco no volvió más a ir a las corridas de toros, pero continuó reservando los dos sitios que ocupaba habitualmente con Rita, y que quedaron vacíos cubiertos con un mantón bordado en blanco y negro.

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El Café de Chinitas ha sido celebrado por un poeta andaluz, Carlos de Luna, que ha merecido el título de gitano de honor por su estudio «De Cante Grande y Cante Chico», y su reciente libro, «Gitanos de la Bética». Pero sobre todo es poeta. Sus poemas son diálogos, con exclamaciones intercaladas, llenas de onomatopeyas que resucitan la atmósfera del cuarto del Café de Chinitas donde los aficionados se encerraban con los
cantaores y los guitarristas (pp. 113-114).
Eusebio Rioja y David González “Zafra”

 

La conmovedora historia de Rita y Paco el Guarrirro ha dado mucho de sí en la literatura. Tanto José Carlos de Luna, como Francisco Bejarano la recogieron en Gitanos de la Bética (pp. 108 y 117) y en Las calles de Málaga (pp. 61-62), respectivamente. Bejarano hace al matrimonio vecino de la calle de San Juan Bautista, y a Rita como hermana de Gabriela Ortega, buena bailaora y madre de los toreros Los Gallos. Y pinta así la belleza de Rita:

Aquí vivió la famosa Rita, verdadera reina de la gracia gitana y una de las mujeres de más salero que han existido en Málaga, al decir de los que la conocieron. Era hermana de la «señá Gabriela», la madre de los «Gallos» y tenía una carnicería cerca de la calleja que sirve de ingreso a la sacristía de San  Juan. Era alta, de cuerpo cimbreante y majestuoso con garbo, de cara fina y bonita, con grandes ojos sombreados por magníficas pestañas, y muy cuidadosa de su peinado. Con sus botas altas, que tenía buen cuidado de lucir al recogerse la falda con gracia y coquetería, sus vestidos lujosos y su empaque de real moza, era, sin duda, la que mejor sabía llevar el mantón de alfombra, a diario, y el de manila o de China en los días en que repicaban gordo. Del brazo del señor Paco el «Guarrirro», prototipo del carnicero de rumbo, iba aquella mujer causando la admiración de la gente que, para verla salir para los toros, en los días de corrida, se estacionaba a las puertas de su casa. De las mujeres de más salero que han existido en Málaga, al decir de los que la conocieron.

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Murió muy joven aquella prenda de mujer, y la amortajaron con un vestido de morilla, mantilla y flores a la cabeza, y botas de raso granate. Su muerte fue un acontecimiento y cientos de personas acudieron a ver a la Rita por última vez, llorándola la musa popular en sus cantares.

En efecto. Rita Ortega Feria era hija de Enrique Ortega Díaz: El Gordo Viejo (Cádiz, 1830-¿?), de familia muy relacionada con el toreo, y cantaor famoso por sus Seguiriyas. La madre fue Carlota Feria, cuya familia gaditana también, sería célebre en el cante. Ángel Álvarez Caballero en Arte Flamenco dice:

Rita Ortega “la Rubia”, apodada así por su “hermosa cabellera de oro”, nació en Cádiz en las últimas décadas del siglo XIX, y fue considerada también rival de la Mejorana. Incluso hay una historia que hace a Rita protagonista de aquel episodio en que su hermana Gabriela tuvo un mal parto después de competir con Rosario la Mejorana; en esta otra versión Rita se hallaría también embarazada, y sería ella la que murió tras el baile agotador. He aquí como lo cuenta José Luis Pantoja Antúnez:

“Una y otra bailaora, picadas en su amor propio, se desafiaron profesionalmente ante un grupo de aficionados, entendidos y exigentes, que se reunieron, partidos en diferencias, para apostar por su favorita. Bailó primero la Mejorana de un modo impresionante. Y después bailó Rita, que estaba embarazada, a punto casi de dar a luz; con un aire de enfado se quitó los zapatos. Y bailó. ¡Cómo bailó! Que ganó la pugna y, después, inmediatamente después, se murió…”

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(…) Lo que sí es cierto es que Rita murió joven, y que vivió una conmovedora historia de amor con su marido, un rico carnicero malagueño llamado Francisco Monje y conocido como Paco el Guarrirro. Se conocieron cuando ella bailaba en el Café de Chinitas. Él la idolatraba, y al casarse ella se retiró del baile.

(…) No sabemos que Rita dejara descendencia. De ella decía su sobrino, el bailaor Rafael Ortega, que bailaba “todo lo que quería”: “Ya la podían echar a ella! Porque bailaba de un modo… contraprodusente. ¡Sí, señor; de un modo contraprodusente, ésa era la palabra!” (vol. II, pág. 61).

Y así despieza José Carlos de Luna el curioso atuendo de Paco el Guarrirro. Vale la pena leerlo:

Contrapuesto al traje de «El Planeta», que al fin y al cabo no es sino el popular andaluz de su época ultrarrecargado de adornos, fue el que siempre usó Paco «el Guarrirro» (de «guirrar» o «guairrar», reir).

Este gitano, que a fines del pasado siglo era dueño, en Málaga, de dos carnicerías, vivió con cierta lujosa holgura muy originalmente alardeada y más raramente concebida. Empresario, también, de cafés cantantes y protector de cuantos gitanos con facultades para el cante y el baile acudían a su puerta en demanda de ayuda y consejos, ofrece en su excéntrico humorismo material para una biografía con mucho que reír y bastante que pensar. Lo vestía el mejor sastre de Málaga, siempre con paño inglés, y se encargaba los trajes por docenas, pero…, ¡sin chaqueta! Calzón abotinado de alto talle y chaleco de corselillo forrado con la mejor seda.

Nunca usó camisa, ni botillos, ni botinas a la moda de entonces, sino camiseta y calcetines de seda de rabiosos colores, que le tejían en Valencia a su capricho, y chancletas de cabritilla avellana. Siempre al aire o bajo techo -dicen que era calvo como un membrillo- gorra de alpaca negra y pañuelo blanco de seda anudado al pescuezo con garboso descuido.

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A todas partes iba y venía en mangas de camiseta si el frío -¡malagueño!- no le echaba sobre los hombros la bordadísima capa con vueltas de terciopelo grana y golpes de diamantes. El chaleco, sin abotonar, trabado por la cadena de oro del reloj, gruesa como la barbada, y colgando de ella en ruidoso tintineo dos onzas peluconas, una enorme herradura de brillantes y zafiros, la «Mano de Fátima» en coral rosa, un elefantillo de marfil y un jorobadito primorosamente tallado en ágata.

Jamás le vio nadie una mancha ni una arruga; se afeitaba y mudaba de calcetines y camiseta dos veces al día y casi todos los domingos estrenaba traje. Por su tiempo, la mayor parte de los vecinos «calé» del Altozano, la calle de la Cruz Verde y la de los Negros vestían de medio luto a cuenta de los semanales desechos de Paco el «Guarrirro».

Aseguraban los que le conocieron que con su mujer, «la Rita», formó la pareja más original y simpática de cuantas se imaginen. (pp. 108 y 117).

Poco importa que la historia de Rita y Paco el Guarrirro fuese lo veraz que estas narraciones cuentan. Poco importa que Rita muriese realmente en el Café de Chinitas y en una competición de baile con La Mejorana. Se trata de una historia tan lírica y romántica, que si no hubiese sido real, merecería que lo fuera. Una historia en la que la exaltación del amor llega al paroxismo de la demencia ilusionada. Una historia que por su sentimentalismo, podría prestarse como argumento de cualquier obra literaria, dramática o cinematográfica. Una historia de amor que toca con las puntas de los dedos a la de Romeo y Julieta, la de Calixto y Melibea, a la de don Juan Tenorio y doña Inés, a la de Los amantes de Teruel o a la de Juana la Loca, cuyo amor desesperado se volvió demencia.

Con ciertas modificaciones en el argumento, la música del maestro Juan Solano, la letra de Olivareros y la genial interpretación del tonadillero malagueño Miguel de Molina, hicieron de la historia de Rita una célebre canción: Mi Rita bonita. Canción que grabaría Miguel de Molina en 1957 para EMI-ODEON.

LOS CAFÉS CANTANTES DE MÁLAGA
Y LAS VENTAS DE LA CALETA
UNA APROXIMACIÓN A SU HISTORIA Y AMBIENTE
Eusebio Rioja y David González “Zafra»

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Y este es un documento en pdf que cuenta la historia del afamado «Café de Chinitas» Realizado por el Doctor en Historia del Arte Jose Antonio Ramos Rubio.

El Café de Chinitas. pdf

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