EN LAS ENTRAÑAS DE LA CUEVA

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EN LAS ENTRAÑAS DE LA CUEVA

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 La  Precueva. I

Siempre digo -cuando escribo sobre algún amigo- que lo conozco (para justificar más esa relación) desde alguna lejana época de mi vida. En determinados, en muchos casos, esa época se remonta a la intemerata de 40 años.

En esta ocasión, no puedo sino acojonarme un poco por las cifras que cito ahora. Porque esa cifra, demuestra y acredita, que ejerzo como ser vivo y coleante desde hace mas años de lo que permite ese  estúpido miedo -que por una irracional  coquetería- a muchos (el cumplir años)  les resulta una especie de martirio y una  terrible injusticia.  A mi, me encanta; no solo cumplirlos, sino además, publicitarlos. Presumir de curriculum de perdurabilidad.

Calculo que conozco al propietario de La Cueva, a Carlos López Linares, desde hace la friolera de  Circa cuarenta y cinco años. Cuando – en aquellos tiempos de la niñez mas primera- acudíamos al Colegio de los Hermanos Maristas donde se nos obligaba, contra nuestra voluntad, a cantar -con una vergüenza insoportablemente mal llevada- aquello de que un 13 de Mayo la tal Virgen María, bajó de los cielos a la Cova da Iría.

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Casi cincuenta años más tarde, Carlos López Linares, posee en propiedad cueva privada, aunque dudo mucho mucho, que por esa pase virgen alguna. Vamos… Que pa mí que no!

Pasados aquellos tiempos, uno ha ganado en peso y otro ha perdido el melenón. Tributos que se han de apoquinar por el derecho de respirar  más o menos entrecortadamente.

La Precueva. II

Acudir a la Cueva de  (Sebastián) Carlos López Linares, conlleva un ligero suplicio anexo. Si nunca has ido anteriormente, encontrar la casa es un puto dislate que pasa por recorrerse toda la Urbanización Cerrado de Calderón de Cabo a Rabo.

Situando la parte media de la citada  urbanización en el afamado colegio (el cabo) hasta llegar a la parte mas altísima de ésta (el Rabo), pasando eso si, por las calles Rodeo, Chopera, Matagallos, Cáceres, Federico Fellini y, al menos, siete calles más. Como tres veces cada una de ellas, para volver SIEMPRE, al punto de partida, es decir, al puto colegio. Al puto Cabo.

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Tres llamadas al menos se necesitan para recabar ayuda indispensable e información del amigo Linares para que te diga donde cojones se encuentra exactamente su casa. Uno lo disculpa generosamente, porque toda la culpa la tiene una dirección prohibida -justo al lado del Cabo- que te obliga a realizar el tortuoso recorrido, ya te digo, al menos tres veces. Con la circunstancia especial, de que pasas  -mientras estás perdido-  por la puerta de su casa, tantas veces como recorridos.

Una locura!!!

   DENTRO DE LA CUEVA

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La Cueva es un lugar de referencia en esta ciudad en lo que se refiere a la grabación y al posterior tratamiento y edición en video de conciertos musicales. Situada en los bajos de su casa, se accede a esta atravesando un jardín algo decadente, todo hay que decirlo, pues no creo que Dios Nuestro Señor, haya llamado al ínclito Linares por los caminos de la Arquitectura de Jardines y del Paisajismo. Cosa notablemente extraña si tenemos en cuenta que el amigo es arquitecto (de los de verdad) dedicado a la edicion de videos relacionados con su profesión. Dejemos atrás sus atribuladas plantas crasas; pero que vaya pensando en cambiar de jardinero. O en subirle el sueldo.

Cuando entras en La Cueva, eres consciente de que el lugar que ocupas allí, es el mismo que antes que tu, ha sido ocupado por lo más granado del mundo artístico de Málaga. De la pintura y el dibujo. De las letras, del teatro, pero sobretodo, sobretodo de la música.

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La mesa de La Cueva es un maremágnum (ordenado quiero pensar) de discos duros, monitores en serie, torres de ordenadores… En una esquina de esa mesa, está dispuesto un cenicero de cristal, tan ahogado en ceniza, que, testigo mudo, incrementa  la apariencia de garito y refugio bohemio.

La Cueva, sigo describiéndola, dispone de estanterías repletas de libros de arquitectura y sobre todo de cintas con grabaciones. De los grupos más relevantes de Málaga. Todo un arsenal de joyas grabadas que añaden atractivo y magia al lugar. También, una exposición permanente de guitarras eléctricas y bajos, recuerdan el pasado como músico del amigo. Y una cama, por fin, que le acoge muchas noches, cuando a las tantaytantas, deja de dedicarle tiempo a la tarea.

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Carlos López Linares es continuamente requerido por todos los músicos de esta ciudad para que le filme sus actuaciones. Su casa, es un continuo ir y venir de esta gente de buen malvivir, que allí acuden para observar el resultado y dar el visto bueno al trabajo realizado.

Mi visita, documentada  gráficamente como podéis ver, tenía que ver  con algún proyecto en común referente a un disco nuevo por salir, y también, con la entrega por parte de Carlos de un magnífico como inesperado regalo.

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LA COLECCIÓN DE PÚAS

(The Pick’s  Collection)

Me propuse, no hace mucho, realizar colección de púas de guitarra. No debía de ser una colección de púas adquiridas; de púas más o menos originales o bonitas. Debían estas de tener un denominador común: debían de ser regaladas por músicos que las hubiesen usado.

Así que no hace mucho, me empeñé en  hacerme con ellas a través de mis amigos guitarristas después de sus conciertos. Conseguí fácilmente por amistad, la de Perico Tabletom después de ese concierto Homenaje a Rockberto. La de Lito (Blues Band), o las de Richard Ray Farrell. De mis amigos de Sólo un Momento. Javier Martín y la particularizada de la Sociedad del Blues de Málaga. Selecto, pero pobre resultado; aunque, bueno es decirlo, llevaba muy poco tiempo con la faena recaudatoria.

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Aunque este proyecto fetichista, tenía un fallo. Que pasaba con los teclistas? Y con los bajistas? con los cantantes y bateristas? Y los sopladores de viento? Me iba conformando tras conseguir algunas baquetas de los ilustres Ramón Baena y Nico Huguenin. O las cañas del saxo de Pepillo.

Entonces llegó Carlos. Me llamó, y sabiendo de mi -casi imposible- misión. Y aprovechando su asiduidad con los artistas musicales, me procuró un regalo fantástico.

Un regalo fantástico que no era sino un cuadro plagado de púas firmadas que acompañan a una lámina llena de dedicatorias por parte de los músicos firmantes. Y ahí, sí!!! Ahí estaban bajistas y bateristas, sopladores de toda clase, teclistas, cantantes….Un mar de amigos (algunos desconocidos en persona por mí) que gracias a la petición de Carlos, contribuyeron a que yo poseyera una muestra, una representación, de casi todos los grandes músicos de blues de esta ciudad.

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Y así -enmarcada, tal y como podéis ver- me hizo entrega de este regalo, con la promesa de seguir incrementándome dicha colección.

Por supuesto, ahora, disponen de espacio propio en mi muro de los afectos, las firmas, las palabras, los buenos deseos en esas dedicatorias de entre otros:

Lito, Jorge Blanco, Nico Huguenin, de la Lito Blues Band. Miguelo Batún, David Y Ángel Quintero del Trío del Saco. Viky Kin y Fran Pacheco de Mama Kin. Mis queridos Javier Martín Aguilar y Jesús Durán de La Spanish Band del Farrell y de sus propios Gangberries. Lobi Bluesman, el compañero Alex Meléndez de los Vicios Caros…Adolfo y Canío Tangerindream de Motel Caimán. Toni García. Mi maestro de la armónica Gus Herrera, de la Bud Spencer Band.

Mi querido amigo el bajista Alberto Soler. Dani Motero, Kiki Cañete de Organigrama, Manuel Ibáñez, Fer de Anomia Blues Band, y por fin, la más importante, una propia de Carlos López Linares.

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Me he sentido muy feliz por este regalo. Por lo que representa. Por esa enorme empatía y simpatía demostrada por tantísimos buenos músicos y gente relacionada con el mundo del blues, que desde ahora mismo, se albergan, no solo en mi otra cueva desde donde escribo esto, sino también en mi corazón.

Muchas gracias a todos! Me habéis hecho un pedazo de regalo!!

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LA EPOCA DE LOS FORMATOS

 

LA EPOCA DE LOS FORMATOS.

(Y lo limitado del sitio.)

 

Un horror!! Vivimos sin duda  -afortunadamente, creo- en la época de los formatos.

 Vivimos- nada hay más que verlo- una época rica en adelantos y, casi sin darnos cuenta, estamos disfrutando, ya hoy, de un futuro que intuíamos y anhelábamos cuando éramos más jóvenes.

 Fácil es comprobarlo.

 De jóvenes, nunca hubiésemos imaginado que -como decía mi amigo Juan el Macarra en Holanda- “La leshe te la venden en cahas de sapatoh” es decir en Tetrabrik. O la coca cola te la podías beber directamente en monodosis: en recipientes- que podías abrir con un pellizco- iguales a las latas de Mortadela Mina. O Lunch que eran más elegantes.

 Impensable era que fuésemos armados- a todas horas- con un teléfono móvil encima.

 Nunca hubiésemos imaginado, digo, poder ver el cine directamente en tu casa a través de DVD y por supuesto tener a tu alcance, para -Oh Dios Todopoderoso!!!- una ingente e inacabable cantidad de palomitas de maíz que te provee un sobre deshidratado de papel metido en un pequeño electrodoméstico. Que decir de todo lo que nos proporciona Internet.

 

El futuro que soñábamos, ya es nuestro presente.

 Pero volvamos a los formatos…al horror de los formatos.

 Pongamos por caso al que suscribe y su experiencia con la música. Para hacernos una idea, es el mejor de los ejemplos.

 La música, me pilló en una época en que ya se había superado- al contrario que a mis hermanos- el formato “Single” el vinilo pequeñito de 45rpm. El disco chico. Dos o cuatro canciones por unidad como mucho.

 A mi me pilló directamente el 33 rpm. El Long Play de vinilo. El LP. Diez o doce canciones por unidad. 

Y ahí, con los LP’s, empezó mi afán coleccionista.Y acaparador, debo de reconocerlo. Recuérdese que hablo de música solo.

Empecé a comprar muy jovencito. Apasionadamente. Mi colección de vinilos, con el tiempo, empezó a crecer de una manera incontrolada. Viajaba a Londres…y me traia todo lo que no encontraba en España (Que era un mundo: Van der Graaf Generator…Gong…Gentle Giant…Van Morrisson….Peter Gabriel….Fairport Convention…). Cogía algún dinero extra…Y zas!  me iba a comprarme la música que leía (más bien intuía en su Billboard) en una revista inglesa que llegaba, raramente, a determinados kioscos de prensa llamada Melody Maker- Que gran periódico. Porque era más un periódico musical que una revista.

Así que con el tiempo me hice con una mas que destacada colección de LP’s que – como se interrumpió- solo llegó a bastante más de 2000 unidades.

Poco después, me  llegó la época del radíocassette en el coche. Oh my God. Mi Pioneer!

Así que me puse a grabar una enorrrme selección de mis discos en vinilos para poder disponer de Pink Floyd o Grand Funk en mi SEAT 600 descapotable. Flipaos nos quedábamos. Literalmente.

Un consejo: Tener un seiscientos descapotable y un Pioneer no es demasiado compatible con los cacos íolagranputas. Después de la primera mangada, nunca volví a poner esa marca en ningún coche. Ni siquiera en mi  Renault 4L negro.

Este coche tenía la particularidad de tener pintado un enorme Jing-Jang dorado en el capó y un OM en la puerta trasera.  Las contrapuertas forradas de tela de cuadritos Vichy negra y además –para más señas- tenía  un cambio de solo tres marchas. Ya hablaré otro días de las aventuras de ese coche –tal y como me sugiere mi amigo Carlos de León y Paz (Que nombre tan bonito).

Sigo que divago. Como el doctor.  

Pasa el tiempo y llega el Compact-Disc. Y empieza la fiebre compulsiva de comprar música en este nuevo formato. Empezando por la música que ya tenía en vinilos y – también- en cassette. Sigo amontonando. Se da el, caso de que tengo las mismas grabaciones en vinilo, cassette y CD. Pacagarse.

Así de esa manera, empiezo una época interminable en cuanto a pedir – a un coleccionista fantástico de música en CD’s  -Angelin, mi amigo Angelin- una enorrrrme selección para grabarla desde mi reproductor a cintas de cassette. Sobretodo Blues y música Africana. Enorme colección.

Me hago con una colección más que notable de cintas de cassette, todas espectacularmente encaratuladas con una plantilla creada por mí con el Publisher de Microsoft. Preciosa va quedando y mi casa, que siempre tiene el mismo tamaño, va presentando síntomas de asfixia. Y Santa… Santa también.

Llega otro descubrimiento a mi vida. La tostadora: La grabadora de CD’s. OH! Diossss y encima llega Emule y el formato MP3. El puto cielo.

Mierda!!! Tooda mi música – que ya tenía- estaba a mi disposición en el nuevo formato: en MP3. Toooda. Y mucha más. Así pues .tal y como decía antes y por poner un ejemplo- tengo en mi poder el Desire de Bob Dylan en Vinilo, Cassette, Cd y ahora en MP3. Santa está empezando a aborrecerme.

Y empieza- ootra vez- el gusanillo coleccionador y fetichista que desde siempre me había invadido; y empiezo – por eso de la cantidad, calidad y gratuidad- a bajarme todo lo publicado y por publicar en España. Viva la Mula!!!

Y de esta manera, así me encuentro como sin saberlo con mas de 2000 LP’s. La misma cantidad de cassettes; una cantidad muucho mas superior en CD’s…y por fin una inimaginable colección de música en MP3.

Imposible de abarcar.

Llega el DVD!!!! Marditasea!

Con la ayuda de mi suministradora de películas del Videoclub y de la grabadora de DVD’s de mi ordenador y del susodicho editor de carátulas Publisher de Microsoft, me hago una fantástica colección de películas que pasan a conformar mi videoteca particular. Y de conciertos de música.

Santa ya echa espuma por la boca. Amenaza con echarme a la calle con todo el cargamento. Ella desde luego no se va.

Así que no me queda mas remedio que confinar mi magnifica colección de películas y conciertos en las tarteras (de 50) donde se venden los dvd’s, meterlas en cajones y catalogar en carpetas, las carátulas  y -como todos los demás formatos- en una base de datos en mi ordenador.

Y a donde  me lleva a parar esta indigesta sopa de formatos? A la locura? Casi! A la separación? Casi! Al cambio de domicilio? No! Por supuesto. Que más quisiera! Me lleva a lo más indeseado para un coleccionista de Pro como es el que suscribe: Father Gorgonzola.

Un inciso: Mi gato- Gutiérrez- y su infame costumbre de afilarse las uñas en mi colección de vinilos, me obliga a guardar – casi amontonados- mi querida colección en una vitrina acristalada para dejarla fuera del alcance del maldito felino. Todavía, cree Santa, que el minino Gutiérrez se cayó el solo desde la terraza del 5º piso donde vivimos. Yastá, ya lo he dicho.

Así pues… fuera vinilos de mi vida.

La impresionante y uniformada colección de cassettes con su caratulita numerada y con los datos del disco en cuestión impresa en una preciosa Times New Roman, duerme el sueño de los justos en el trastero.

Así pues… fuera musicassettes de mi vida.

Y los compact Discs? Esos aún los mantengo en casa en una estupendas estanterías defendiéndolos a capa y espada de la pretensión de que acompañen – en su inmensa soledad- a los cassetes en el trastero – Sueño eterno de húmeda oscuridad.

Así pues…Fuera Compact Discs de mi vida.

Pero… Y los aparaticos?

El reproductor – ya lo dije- de cassetes Philips, el plato Lenco, el amplificador Nikko, el sintonizador Sony, el previo Kenwood, las columnas Bose… Pena de galeras. Todo en el trastero. Acompañando a los demás. Toûts ensemble.

Y con que me he quedado?  (O me han dejado?) Con un ordenador portátil, un disco duro externo y un sistema 5.1 de sonido. Ah! Y un puto plasma.

Toda una vida de coleccionista para esto? Y ahora el Blue Ray? Que le den mucho por el culo al Blue Ray! En cuanto entre en casa…pabajo las cd’s! Y hasta ahí podríamos llegar.

Y no hablo de mis libros…de mis cómics….de mis National Geographic…. Porque si no….Si no, me echaría a llorar. Ya casi lo estoy haciendo!

Así que un consejo para los solteros que deseen emanciparse para tener en su pisito todos sus tesoros expuestos, ordenados y a la vista. Oh preciosas estanterías de cultura!

En cuanto pase un tiempo y su vida se complemente con hijos, mascotas y demás…O se compran una casa justo a lado o que se olviden – para siempre- de sus maravillosos fetiches.

Yo por mi parte, estoy pensando seriamente en mudarme a vivir al trastero.

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