CHIRINGUETI NO DEBE MORIR

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CHIRINGUETI NO DEBE MORIR

«El Serengueti adquirió fama después del trabajo de Bernhard Grzimek y su hijo Michael en los años 1950. Juntos produjeron el libro y película Serengeti Shall Not Die, siendo aclamado como uno de los primeros y más importantes documentales acerca de la conservación de regiones naturales.»

Debo de reconocer, que si yo no hubiese dispuesto en la niñez de una buena biblioteca familiar, no hubiese sido el hombre que ahora soy. Poder disponer de todos los clásicos en unos magníficos resúmenes en aquella inolvidable enciclopedia llamada Universitas; o poder refugiarme, los días de lluvia, en aquella popular colección de Salvat RTV;  si no hubiese tenido acceso a una buena nómina de libros que conformaba dicha biblioteca (provista por mi padre y por mis tíos Ignacio y Josemaría) hoy, ya os digo, tendría una pobreza mental aún más estrecha de la que dispongo ahora.

Salvat

Al grano:

Entre aquellos anaqueles, había un libro que me fascinaba sobremanera; se trataba –yo aún no lo sabía– del primer intento ecológico y proteccionista del medio ambiente y de los ecosistemas únicos y singulares de este cada vez más esquilmado y maltratado planeta. «Serengueti no debe morir».

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Así se llamaba aquel mágico libro (y su posterior y oscarizado documental) escrito por Bernhard Grzimek y su hijo Michael, que por cierto, murió durante el rodaje de dicho documental al chocar su avioneta, en pleno vuelo, con un buitre leonado.

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Aquel libro –y su espléndida colección de fotografías– me acompañó muchísimos días en aquella niñez en la que el tiempo libre (ya os digo que en aquellos tiempos llovía torrencialmente mucho más a menudo que ahora) no estaba ocupado, afortunadamente, ni por Internet ni por los videojuegos. La calle era nuestra red social.

El Serengueti, y el cráter de Ngorongoro, es un paraíso que está en enorme peligro: el cambio climático y la caza furtiva amenazan las migraciones milenarias de animales y, con ello, todo el ecosistema de la zona. Una verdadera pena que debemos de evitar a toda costa.

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Sigamos…

De pronto, y sin casi darme cuenta, van y me pasan cincuenta años por encima. Ya saben: lo que vulgarmente se llama medio siglo. Y mira tú por donde, vuelve el Serengueti a mi vida (El libro lleva muchísimos años viviendo en ese patio de vecinos literarios que es mi biblioteca) y regresa, en una reencarnación más prosaica quizás (un restaurante bar) pero conservando el mismo propósito y finalidad, que no es otro que la preservación de cierta fauna amenazada como son la música en directo, sus intérpretes y los entregados comensales-asistentes que disfrutamos de esta última reserva espiritual y artística de la pedanía rinconera de La Cala del Moral. Chiringueti: El dominio de José Moreno Ceano. El Rey Pepón.

Pepón

Verán ustedes: Cuando me acerqué por primera vez al cubil de Pepón me intervinieron dos sensaciones muy agradables: La primera, de asombro, por el porqué alguien ponía el nombre de una reserva natural de Tanzania que muy pocos conocen (después, recapacitando, y sabiendo el magnífico trabajo que Pepón tiene realizado con temática africana, no me extrañó) combinando magistralmente el nombre de dicha reserva con otra palabra mágica y malagueña: chiringuito.

La segunda sensación fue de aprobación y aplauso por el enorme acierto del logotipo del local. Me encantó!

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El Chiringueti es un reducto, una guarida donde aún se puede oír música en directo con una cierta licencia en el volumen; con el inmenso e imprescindible desahogo que proporciona una fantástica terraza que te permite asistir al concierto con la comodidad anhelada y, si te decides a comer al medio día y prolongar la velada hasta bien entrada la noche, una zona relajante junto a la playa para llenarte los ojos de atardeceres.

Pero no se sigan creyendo ustedes, otra vez, que aquí acaban las analogías entre las dos reservas: Los animales que pueblan estas praderas son comunes:  El rey Pepón ( su propietario) campea siempre ojo avizor vigilando a la manada de ñúes. La gacela de Thompson (Labios) que siempre está dispuesta a saltar la barra para plantarte un sonoro beso de bienvenida y una enorme sonrisa. Los zorros orejudos que, tras la barra, te sirven con amabilidad y cortesía, y que de vez en cuando, se estiran e invitan al rinoceronte negro a un chupito que, las muchas veces, pasa del negro africano al morado dominicano.

Los buitres (que también los hay) acechan a las bellas cebras de Grant por los trofeos que puedan llevarse a casa. Y la Gallina de Guinea –que yo me sé quien es– se toma un Gin Tonic y me invita, siempre de los siempres, a una copa porque sabe que la quiero.

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Los chacales y los impalas campan por sus respetos –a lomos de sus guitarras y tambores– haciendo las delicias de los orgullosos guerreros Masáis que asisten a sus espectáculos y estos, agradecidos, saltan alborozados al menos un metro y medio sobre el nivel del mar que también baila enfrente.

Por aquel territorio se puede contemplar al «Zurdo Meléndez» seguido por el Caimán Adolfo y el fiel Moles! Lito sienta cátedra y se hace cada día, más fuerte y vigoroso. El Búfalo Beiztegui pasta no demasiado tranquilo sintiéndose Culpable. Y Salva Marina, a veces, se desmarca de la cueva de Tabletom y se aprovisiona de género para la Frutería Toñi.

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(Con Salva Marina y Pepón)

 Un sitio para disfrutar. Un lugar mágico donde puedes disfrutar de la compañía de amigos ancestrales e inmemoriales que pululan por allí y que conforman y componen un fraternal «meeting point» que ya es un clásico en las reuniones y saraos de la selecta fauna malagueña. Si algún día quieres encontrarte con algún compañero de viaje de esos que no ves muy a menudo, pásate por el Chiringueti.  Estamos todos allí. Nadando en un mar de cervezas y chupitos de ron. Un mar plagado de buen blues y de rock n’ roll. De tortillas de papas y habichuelas; y si tienes suerte, de una carrillada de jabalí berrugoso en salsa que no se la salta la grulla coronada y que te devuelve la ilusión  y la esperanza en la sabana y en la llanura inacabable.

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(Entre Javier Martín Aguilar y Fernando Beiztegui)

Chiringueti, amigos mío –al igual que su primo lejano de Tanzania–  nunca debería morir. Porque así nos conviene, y por la cuenta que nos trae (el camarero).

Esta es la dirección:

Paseo Marítimo Blas Infante, 194

La Cala del Moral

Rincón de la Victoria

Tlef. 609 88 75 13

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(El Father Gorgonzola cantándose una copla en Chiringueti)

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