EL RELOJ REGRESIVO
Dos son –de forma muy diversa y generalizada– las etapas del ser humano en referencia al eso del cumplir años. Lo que etimológicamente se llama existencia, edad, longevidad, vida…todo eso. Estas dos etapas, aclaro e indico, tienen una circunstancia que las diferencian de forma notable; vamos allá:
Es la primera de ellas –la que suele darse en la juventud y la adolescencia– en la que nos interviene el deseo fervoroso e impaciente por el cumplir años. El hacernos mayores, es una necesidad imperante y necesaria que pensamos –incautamente– nos aportará una serie de derechos y prebendas horarias que nos harán más libres e independientes. Craso error; pues no caemos en la cuenta de que la vida –interesada y jodidilla como es– nos pone también –en el plato malo de la balanza– deberes, obligaciones y responsabilidades para apearnos del burro; no vayamos a creérnos la panacea de la edad adulta.
En la segunda etapa –que es esa en la que nuestra cabeza en unos casos necesita tinte, y en otros pelo– ya desengañados de la primera y con la misma intensidad y entusiasmo, nos interviene el deseo –también fervoroso y suplicante– del no cumplirlos. No obstante, aclaro, también hay otra etapa intervalo y más dada entre el género femenino, en la cual se lleva el cumplir años irremediablemente pero no anotarlos en el debe vital; que eso, miren ustédes, es una ordinariez.
Lo más doloroso de todo esto que estoy avanzando, es que el paso intermedio entre las dos etapas –casi toda la vida– pasa en un plis plás. Y a esas alturas finales, ya nos hemos pagado –lo que pertenecemos a una mutua – al menos cuatro entierros.
Bueno esta reflexión viene a que me he instalado en tooodos mis periféricos (Tablet, ordenadores, teléfonos móviles…) un reloj regresivo de eventos. Es decir le propongo al bicho un evento, pongamos de ejemplo: mi jubilación. Y el condenado recordador, inexorable, inflexible e inapelablemente, va –cómo si tal cosa– quitándome segundos de vida. El hijo de la grandísima puta.
Cada sesenta segundos (van rapidísimos) me quita –el jodido advertidor– un minuto. Los minutos, que todo lo copian, cada sesenta de ellos, se hacen con una hora. Las horas –menos agonías, pero también de su pueblo– cada veinticuatro se fabrican un día. Y los días cada treinta paren un mes; los meses, cada doce, un año. Y así –de esta cruel y despiadada manera– voy cumpliendo años de edad y descumpliendo años de vida.
Toda esa innecesaria información, estaría bien, si yo no fuese un tipo impulsivo contumaz y reticente y que no estuviese continuamente consultando el tiempo de vida laboral que me queda; lo que me falta para la fiesta de fin de año; o la celebración del cumpleaños de mi prójima. Sin tener en cuenta que pasada esa frontera – a la jubilación me refiero– lo que me quede de duración y perdurabilidad, se contabilizará en tampoco tantos ratos. Y eso, amigos míos, produce un cierto desasosiego, un bastante de canguelo y un muy mucho de grima.
Así que para combatir esa nueva preocupación que –por la misma cara– me he echado yo mismo encima, y acogiéndome a esa conformidad mentecata que dice que “Mal de muchos, consuelo de tontos”, voy a compartir con todo el que me lea y, además quiera sufrir este quinario de exacta y cruel información, un reloj regresivo que muy amablemente me ha elaborado Iván Chacón por lo cual le estoy enormemente agradecido
El ejemplo que viene en la hoja de cálculo tiene como evento una fecha de jubilación. No obstante, podéis elaborar en distintas páginas de la hoja principal, diversos eventos…Cumpleaños…Fiestas y celebraciones… Citas importantes… Comienzo de vacaciones… Finalizaciones de préstamos o de hipotecas… en fin cualquier cosa que os apetezca, y queráis saber lo poco o mucho de atadura que os queda; solo habréis de cambiar el evento deseado y su fecha de término.
Espero que os sea útil.
Este es el Documento.
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Disfrutadlo. O algo así!!!
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