«EL JÁRMONI OR´DEZÍ»

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«EL JÁRMONI OR´DEZSÍ»

Desde que dispongo de la libertad condicional de galeras –en espera de la excarcelación definitiva– paso mis mejores tiempos dedicado a eso del caminar enfrentándome al sol y a la ingesta masiva de futas. «Manzana» in corpore sano, ya saben.

Uno de mis paseos favoritos es el que yo denomino «Ruta de la Sultana». Nombre que rinde homenaje y cortesía a uno de los barcos más preciosos que haya atracado –en los últimos años– en el fascinante y renovado puerto de Málaga. Ahora, La Sultana –haciendo abstracción de mis sentimientos amorosos– ha hecho mutis por el foro; pues con un exceso de nocturnidad y un bastante de alevosía, se ha largado a atracar otros corazones al puerto hermano de Melilla. A mí eso de que me pongan los  cuernos con un hermano, cómo que me toca un poco el lado colgante de la «zona entreingles».

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Pues bien, el recorrido completo de esta ruta, transcurre desde la zona de atraque de los enormes cruceros que visitan habitualmente la ciudad; el Paseo de la Farola– Muelle Uno pasando por «El Cubo» del Centro Museo Pompidou de Málaga, la Noria «Mirador Princess» y llegar, por fin,  hasta el final del Muelle de Heredia. Un precioso y gratificante paseo que me lleva –la ida y la vuelta– al menos una buena hora y media a paso de ejercicio.

Bueno… Este viernes pasado, ha visitado la ciudad de Málaga un enorme y fastuoso crucero llamado «Harmony of the Seas» un gigantesco e inabarcable navío (dicen que el más grande del mundo) que ha traído a miles de visitantes foráneos y atraído, también, a otros tantos curiosos locales. Un gigantesco mazacote flotante carente de la más mínima connotación romántica y despojado de cualquier inspiración literaria cómo no sea un thriller catastrofista o un relato sensiblero y novelístico de tercera categoría.

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Un «incisivo», que dicen los dentistas:

Suelo ser de lo más cortés y educado –cuando paseo– con todo aquel que me cruzo en el transcurso de mis caminatas. Hago gesto de salutación al amigo con el que me cruzo. Cruzo palmeo con los más íntimos (no suelo parar por aquello de no romper el ritmo). Saludo con aire marcial, en señal acatamiento y respeto, al Almirante Mérida. Y siempre, siempre, cedo el paso o pido disculpas cuando rebaso o me cruzo con alguien en determinadas estrecheces del camino.

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Pues bien; una de mis debilidades, es cierto, es mostrar mi cara más amable al guiri visitante. Más que nada porque así me gustaría ser tratado en su lugar de origen y porque el ser agradable y complaciente con el extranjero,  es la mejor forma de promoción turística. Y en eso –el promocionar nuestra ciudad y el ser acogedor con el visitante– los malagueños no tenemos parangón.

El caso:

Paseaba yo, entre la multitud de visitantes y curiosos, driblando a unos y otros a los pies del desmesurado bicho. Parando innumerables veces para no interceptar el disparo de la también multitud de cámaras de aquellos que querían inmortalizarse debajo del coloso. Paraba una y otra vez. Una y otra vez. Y todos me agradecían el detalle por mi parte con un «Moooochas Grraciasss» o un agradecido «Thank you very much». Muchas veces paré. Mucha veces me detuve y esperé. Y hasta en una de esas, fui yo el que me ofrecí a tirar la foto a una pareja que tenían toda la pinta de jubilados ingleses.

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Vale! Continúo… En un momento dado, crucé –sin darme cuenta– delante de un respetable y provecto señor que le tiraba una foto a otro de la misma edad, con el telón de fondo del «Jármoni or´dezí». En cuanto me di cuenta, pase de largo pidiéndole a la vez perdón por la involuntaria intromisión.

Una pasos más adelante escuche al que tiraba la foto comentar en un idioma que me resultaba muy familiar:

– ÓER!!! ZI FUERA ZÍO ESTRÁNHERO, ZUBIERA PARAO ER GASHÓN!

El que posaba, avergonzado, le contestó:

– MANOLO, CÁLLATE YA, HOMBRE!!!

Inmediatamente, el resorte respondón me invadió; y volviendo sobre mis pasos (y recordando una frase que había leído por ahí) me dirigí al vetusto carcamal y le dije:

– VUELVO A PEDIRLE DISCULPAS CABALLERO. ENTIENDO QUE NO DEBO DE HACERLE PERDER EL POCO TIEMPO DE VIDA QUE LE QUEDA!

Me di la vuelta y continué mi camino haciendo caso omiso de la ingente cantidad de sapos, arañas y culebras que pasaban rozando mis orejas expresadas en el más puro dialecto de las tierra bajas de «Vituperioland».

Así, tal y cual, sucedió;  y así, tal y cual, lo he contado.

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***

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Una respuesta

  1. Esa noche se tomó una viagra….¡ qué nunca se sabe cuando puede ser la última vez!!!

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