JOAN MANUEL SERRAT. LETRAS Y ACORDES DE GUITARRA

Siendo como soy nada proclive a la admiración hacia el trabajo de los cantautores y cantantes solistas españoles, tengo que reconocer que hay algunas excepciones que confirman la regla.

Estas excepciones vienen dadas por la confluencia de varias circunstancias como son la innata calidad del interprete como compositor musical; la excepcional sensibilidad poética que demuestran en cada uno de sus trabajos, y también, por que no decirlo, la simpatía que me producen sus recorridos vitales. Sus ideas.

Eso me pasa con Joaquín Sabina. Al cual ya le he dedicado algunos posts con sus letras, con sus canciones y sus correspondietes acordes para guitarra.

Ahora hago lo propio con otro de mis favoritos. Joan Manuel Serrat. Un poeta reivindicador de poetas. Un gran compositor y una gran persona.

Desde aquí, podéis bajaros una buena selección de canciones con sus acordes para guitarra.

http://cid-9b5ad4b7dbd9e872.office.live.com/self.aspx/SERRAT.%20LETRAS%20Y%20SUS%20ACORDES%20PARA%20GUITARRA/Canciones%20de%20Joan%20Manuel%20Serrat%20^5letras%20y%20acordes%20para%20guitarra^6.pdf

 Y además un estupendo documento con todas las letras de sus poemas y unos comentarios de texto acerca de ellos.

http://cid-9b5ad4b7dbd9e872.office.live.com/self.aspx/SERRAT.%20LETRAS%20Y%20SUS%20ACORDES%20PARA%20GUITARRA/Cancionero%20-%20Joan%20Manuel%20Serrat.pdf

Espero que lo disfrutéis.

Mientras tanto…. Oíd al poeta:

JOAQUIN HIDALGO «QUINO». FOTOGRAFIAS

JOAQUIN HIDALGO «QUINO» FOTOGRAFIAS

Me he reencontrado con Joaquín Hidalgo “Quino” después de muchos años perdidos en la misma dirección. Y durante ese tiempo, fíjate tú, nunca habíamos coincidido a pesar de que los dos solemos frecuentar amigos comunes y a pesar, también, de la coincidencia que tenemos en cuanto a gustos y aficiones.

 

Por un hecho puntual, puntual y precioso como es la edición de los poemas del amigo común Jose María Alonso en este blog, nos hemos vuelto a ver últimamente.

Pero vamos a lo que vamos:

De Quino, sabía yo que era un gran músico y una gran voz. Porque lo había comprobado personalmente con sus interpretaciones a la flauta travesera y también cantando.

Sabía también que era una magnifica persona. No solo por lo que nos conocíamos, sino porque con el compartía la gran amistad del poeta antes nombrado. Y si alguien es intimo de mis queridos amigos…pues ya sabéis, adquiere esa categoría – la de querido amigo-  por simpatía. Nunca mejor dicho.

Pero ahora, me encuentro con una faceta nueva de este; de Quino. La fotografía.

Compruebo, gratamente, que es un magnifico fotógrafo. Con una gran habilidad para capturar el momento y  para elegir el leitmotiv de lo que le rodea. Ojo fotográfico se llama ?  Y también con una especial sensibilidad para los bodegones. Inertes siempre, pero vueltos a la vida gracias a la destreza del artista.

Ahora Quino, me da permiso para hacer un trabajo con una selección de sus fotos. Selección que he realizado yo con mi pobre parecer y pocas entenderas sobre el arte de la fotografía. Pero, aseguro, que no era difícil.

Y con las mismas, he hecho este trabajo en Power Point para que figure en mi Ateneo’s (Alas con Secuencias) que es donde debe de estar. y que he colgado aquí:

http://cid-9b5ad4b7dbd9e872.office.live.com/self.aspx/QUINO%20HIDALGO.%20FOTOGRAFIAS/QUINO%20HIDALGO.%20FOTOGRAFIAS%201.pps

Para quien quiera bajárselo y poder ver la obra del artista.

Porque si se es  fotógrafo, se es  músico, y además se es un buen y fiel amigo.  Si se es todo eso, no hay forma más correcta que definirlo como artista. Y como buena persona.

Mientras se baja dicho trabajo, pódeis disfrutar con este tema que se que al amigo fotógrafo, le gustará.


Que lo disfrutéis.

LIBRERIAS DE NUEVA YORK

Una entrega informativa de mi buen amigo -residente en Manhattan- Roy Batty;  el cual, con  su generosidad habitual, realiza esta personal  relación de librerías de Nueva York.

 A el, a Roy, le fastidia que yo sea tan reiterativo en el tema de agradecerle sus aportaciones.

Pero no todo el mundo que se aprovecha de una información en Internet, es consciente del trabajo de investigación que hay detrás de cada entrega.

 También es un poco fastidioso (al menos a mi me lo parece) que mucha gente se aproveche  de estos trabajos y ni tan siquiera den las gracias.

 Por eso, aunque a el le fastidie, en cada información que el me provea, siempre, habrá una nota de agradecimiento para el amigo de Manhattan. Thanks!

 Estas son las…

 

LIBRERIAS DE NUEVA YORK

 

MANHATTAN

 

Las dos principales cadenas de librerías en New York, y rivales entre sí, son las de los grupos internacionales BARNES & NOBLE y BORDERS. Tanto una cadena como la otra tienen varias tiendas repartidas por toda la ciudad, pero quizá la más popular sea la que tiene Barnes & Noble en Union Square. Por su parte, los locales de Borders que más fácil te resultará encontrar son los que tiene en Columbus Circle (dentro del centro comercial de Time Warner) y en Penn Plaza, encima de Pen Station, en la 7ª Avenida con la calle 31st.

http://www.barnesandnoble.com/

http://www.bordersstores.com/

Del mismo tipo pero algo más modesta, y con un cierto aire intelectual, ST. MARK’S BOOKS, en la 3ª Avenida entre las calles 8th y 9th, también merece una visita.

http://www.stmarksbookshop.com/

Y también añadiría las tiendas de la cadena SHAKESPEARE & Co. Las más céntricas las encontraréis en el 137 East de la 23rd st., casi esquina con Lexington (en la zona de Gramercy, a escasas manzanas de Madison Square Park), y en el 716 de Broadway, a la altura de Washington Place.

http://www.shakeandco.com/

Si lo que buscas son librerías con más sabor y encanto, la librería por excelencia en New York es STRAND BOOKSTORE, cuyo local principal –repleto de saldos y libros de ocasión– se encuentra en Broadway esquina con la calle 12th (un par de manzanas más abajo de Union Square), aunque también tienen otro local en el 93 de la calle Fulton (muy cerca del Pier 17) e incluso un pequeño kiosco en Central Park, a la altura de la calle 60th con la 5ª Ave.

 Lamentablemente, también Strand ha sido presa de la desorbitada subida de los alquileres en Manhattan, y se ha visto obligada a cerrar su local secundario, el llamado Annex de Fulton st.

http://www.strandbooks.com/

Desde Strand, no te llevará mucho llegarte hasta Washington Square para visitar la pequeña y abigarrada librería de segunda mano MERCER ST. BOOKS, en la calle del mismo nombre, Mercer St., entre Bleecker y Houston.

http://www.mercerstreetbooks.com/

No muy lejos de allí, en el corazón del East Village, en el 34 de Carmine St., entre Bleecker y la Avenue of the Americas (que es el nombre que adopta la 6th Ave. en algunos de sus tramos), se esconde quizá uno de los secretos mejor guardados de NY en cuanto a librerías se refiere: UNOPPRESSIVE NON-IMPERIALIST BARGAIN BOOKS. Bajo tan curioso y militante nombre, encontrarás una buena selección de literatura de todo tipo (con acento en lo político e intelectual, pero también en las artes y las letras), aderezada con una atractiva oferta de saldos.

http://unoppressivebooks.blogspot.com/
(el blog es testimonial, en realidad; tan sólo cuenta con un corto puñado de entradas, y no se actualiza desde comienzos de 2009)

Ni tan espectacular como Strand, ni tan modesta como Mercer St. Books, WESTSIDER BOOKS, sita en el 2246 de Broadway, entre las calles 80th y 81st, es otra buena opción a tener en cuenta para el cazador de rarezas y saldos. Si te acercas por allí, no dejes de cruzar la calle para visitar el popular Zabars para probar cualquiera de sus delicatessen (yo te recomiendo sus strudel aflautados de manzana y queso). Pero no busques el local cercano de Kim’s Video, porque cerró hace ya tiempo.

http://westsiderbooks.com/

Así las cosas, quizá la librería más añeja que sobrevive en NYC sea ARGOSY BOOKS, un templo para los amantes del libro antiguo y de colección, en el 116 East de la calle 59th, entre Park Avenue y Lexington, a un paso de Central Park.

http://www.argosybooks.com/

BROOKLYN

Añado HEIGHTS BOOKS. Está en Brooklyn. En la zona de Brooklyn Heights, claro está, en el 120 de Smith St. Supongo que es un magnífico lugar para poner una librería, con la vida literaria que siempre ha tenido el barrio.

Es una librería de primeras ediciones, libros raros, libros firmados… Y están especializados en arte, diseño, fotografía, filosofía e historia, pero también tienen libros de ciencia, religión, viajes y literatura.

http://www.heightsbooks.com

JOSE MARÍA ALONSO. POEMARIO #01

A modo de introduccion. # 1

 

Desde hace mucho tiempo, venía rondándome en la cabeza la intención de realizar unas entregas para mi Ateneo’s (Alas con Secuencias) sobre la obra poética de Jose María Alonso. Una gran compositor, un gran poeta, un gran amigo.

 Aunque había una situación adversa probable que, al final, mira tu por donde, se cumplió. Tal y como me temía.

 Sospechaba, y a eso me refiero, que me acontecería la circunstancia de despertar el recuerdo doloroso por la muerte de un amigo. Del amigo.

 Nota del autor: La palabra “Amigo” va salir en estas entregas hasta la saciedad; pero no quiero sustituirla por sinónimo alguno…así que… eso es lo que hay. Reiteración afectiva que se llama.

 Estábamos, continúo, hace un par de semanas almorzando con un común de Chico (Jose María) y mío: Diego Guzmán. Hermano circunstancial de ambos.

Le comenté, envalentonado por las copas de sobremesa y por el anhelo de hacer este trabajo, mi intención oculta. Intención  que no era otra que la de publicar un poemario de Jose María Alonso y la necesidad ineludible de recabar la información que tuviesen su ex mujer o incluso su madre.

  Diego, porque no me extrañará, saltó como un resorte y me dijo….

 – Ni de Patricia, ni de Maruja!  Si alguien tiene material y mucho de la obra de Chico… ese es Quino. Y cogió el teléfono. Sin derecho a réplica.

 Ni soso no perezcorto (sé que le encantan estos juegos de palabras) llamó ipso- facto a Quino.

 Este, le contestó inmediatamente a la pregunta de si tenía algo de Chico para ponerlo a mi disposición. Contestó con un lacónico…Todo!!!

  Y como un perfecto caballero que es, pondría, afectuosamente, todo ese material a mi alcance.

 Nos puso, Diego, en contacto de nuevo -después de años de ausencia involuntaria – a Quino y a  mí.

 Y quedamos. Quedamos, por fin, en el palomar de Diego. Una magnifica y cordial velada llena de anécdotas que acabó con un cierto componente etílico y el corazón repleto de emociones contenidas.

 Y pasaron por mis manos manuscritos del poeta, y el libro de poemas publicado  igual al que se me había perdido a mí en una de esas mudanzas imposibles.  Y volví a ver las fotos que nunca se habían perdido, porque muchas de ellas estaban desde siempre, reveladas en mi memoria. Y volví a oír su voz. Y ahí, entonces, ahí si que me quebré.

 Se habían cumplido de forma precisa todos los malos augurios referente a lo penoso que podía ser el volver a leer (y oír) la palabra del amigo ausente. Muy doloroso.

A modo de agradecimiento.

 

Le expuse pues a Quino que lo que yo pretendía, no se trataba de realizar ningún panegírico ni trabajo rememorador acerca de Chico. Que para eso ya había un magnífico trabajo biográfico elaborado por el mismo. Su mejor músico. Su mejor amigo. El mas fiel del antes, el mas fiel durante el después.

Así que, para poder refrescar la memoria, me puse a leer la susodicha biografía….No se puede mejorar lo inmejorable, me dije: sobre todo cuando sale tan adornado de sentimientos.

Podéis leerla desde aquí: http://www.guateque.netfirms.com/biografiajosemariaalonso.htm

 Tampoco se trataba de relatar una sinopsis gráfica de la vida artística de Chico, pues de eso se había encargado otro gran amigo común. Común de todos: Rafael Díaz Portillo “Didi”.

 Didi en su página   http://www.guateque.net/josemariaalonso.htm   pone al alcance de todos una serie de fotografías y de palabras -emocionadas y preciosas palabras- que nos acercan más aún al artista y a la persona. Que tanto  monta.

 A MODO DE PRÓLOGO.

 

Así que les dije, que el trabajo al que me enfrentaría, sería – tal y como he hecho con otros amigos artistas- tan solo el transcribir su obra poética. Siguiendo la pauta habitual de un prolegómeno corto, una serie de imágenes ajustadas y precisas y, finalmente, una música cuidadosamente elegida que dieran el compás adecuado a la lectura.

Sin embargo, no quise- aunque al principio era lo que me pedía el cuerpo y además, era lo más fácil- hacer un trabajo atormentado. Con música pausada. Un relato oscuro.  

No. Esta vez quería hacer algo alegre; con color. Algo que contrarrestara el dolor y la pena producida por la ausencia irreparable.

 Y a ello me he puesto.

 Así que no habrá una sola foto de Chico en todas las entregas. Solo la que ahora encabeza esta primera. NO habrá más.

 Para ilustrar cada uno de los poemas, he elegido una serie de pinturas de Alfred Gockel que estoy convencido que a el le gustarían. Salvo las primeras que serán otras ilustraciones que ya están debidamente guardadas y registradas y que encabezarán los posteriores trabajos.

 En cuanto a la música…pretendo poner al principio de cada relación poética, algún video musical que nos hubiese intervenido a Jose María Alonso y a mi, personalmente. Este primero, será un tema de un grupo que nos fascinaba a todos: Gentle Giant, de la época en que compartíamos casamata Diego y yo en la Tierra  Media del Camino de los Ingleses del Soler.

 Muchas veces, acabábamos entonando a voces y dirigidos por Chico el On Reflections del citado grupo. Formará este video, parte de próxima entrega.

 Que tiempos!

  Una ultima reflexión. Todos tenemos amigos. Muchos amigos. Pero solo consideramos íntimos a unos pocos.  A Jose María le pasaría igual, supongo. El ejemplo mas claro es Quino.

 Pero sí había una tónica general en todos los amigos de Chico: Que todos lo considerábamos a él, nuestro íntimo. Era un honor ser su amigo Su querido amigo.

 Tralarí, tralaró.

Que grandes son mis amigos.

Tralarí, tralaró

Pan con manteca y Pipo.

 

 

JOSE MARÍA ALONSO. POEMARIO # 01

( Estos primeros poemas que a continuación se pueden leer,  figuran todos ellos en el libro editado en 1972   «Poemas y Canciones»  cuando Jose María contaba 19 años de edad.

En esta publicación, ya se observa, la enorme capacidad y sensibilidad poética de Chico Alonso. )

# 01

 

 

Pesado, lento, dormido.

Nada aparece con vida.

Todo es quietud y es olvido

mientras la injusticia anida

El plomo del sol oprime

los umbrales de la tarde

Tan solo la rueda del carro gime,

El terral quema… arde.

El silencio ofende, muere la tarde.

# 02

 

Tienen tus ojos sabor

a decepciones calladas,

a dolor oculto

a lágrimas

Tienen tus ojos color

de nube disuelta en agua

de soledades de amor

selladas

Tienen tus ojos

Mi ser, preso en su mirada

como una repetida oración

inacabada.

# 03

 

He arrancado mis ojos y los he puesto

sobre tus senos.

He clavado mis uñas en tus sienes

y he devorado tus cabellos.

Y la sangre que brotaba de mis labios

la he vertido en un vaso

y te he dado a beber la mitad.

Hoy he ganado la partida.

la noche huele a sabor caliente

y a hijo.

Después he bebido mil veces

de un botella llena de arena

hasta caer borracho

en un suelo de piel mojada.

Al despertar, te he visto

envuelta en mañana

y he asesinado al silencio en mi garganta

para gritar que he vencido

Tú reías debajo de un árbol

envuelta en escarcha.

# 04

 

Las cinco:

                 Mi alma espera…

Las seis:

                  Mi alma espera…

Las siete:

                  ¿Ya viene?

                                      mi alma cree.

Las ocho:

                    No es ella!

                                      mi fe se quiebra

# 05

 

Se llama como lo llamen,

tiene alma de poeta

y un pedazo de su vida

guardado en una carpeta.

Conoció viejo el amor

y tiene en sus ojos la huella

del alcohol y del dolor.

Amó una vez, solo una

-murió borracha de luna-

Y dicen que por las noches

acompañando a una vela

lee y relee los versos

que guarda en esa carpeta

y que llora como lloran

los niños que no juegan.

Tan solo quiso una vez

y no pasó de la puerta.

# 06

 

Con un puñado de tierra en la boca

borracho de soledad y recuerdos,

me iré sin quebrar silencios

Con un libro de hojas blancas

                                       sin tiempo

Y me miraré en las aguas

y me veré.

                  Como se ve a un extraño.

Los ojos cerraré al andar

y mis pies me llevarán despacio.

Y cuando empiece a recordar

y sienta huecas mis manos

ya me habré ido…Yo!

Sin mañanas blancas de cielo raso

sin besos fingidos,

                                    sin clavos.

Seré solo el hombre imperfecto

y suicidaré al hijo en un alto

para seguir caminando sin puerto

yo, solo, sin trabas.

Tendré entreabierto los labios

como en un perpetuo beso…

Con un puñado de tierra en la boca,

borracho de soledad y recuerdos,

me iré sin quebrar silencios

sin más morral que mi cuerpo.

 

Podéis oir la voz y la música del poeta bajándoos este Power Point que he creado desde aqui:

http://cid-9b5ad4b7dbd9e872.office.live.com/self.aspx/JOSE%20MARIA%20ALONSO/JOSE%20MARIA%20ALONSO.%20NANA.pps

 

NUEVA YORK Y LA LITERATURA

NUEVA YORK Y LA LITERATURA

No pasa un día sin que se publique algún título que tenga a la ciudad de Nueva York como protagonista o como fondo. Así sigue siendo en 2010. La avalancha de libros deja claro el poder evocador de una ciudad que, más que un lugar, es un estado de ánimo. Estas páginas son una especie de GPS de lo mejor que ha dado.

  

1. En la vida de las ciudades hay siempre un momento en el que irrumpe con fuerza la figura de un gran escritor que logra encerrar entre las páginas de un libro la idiosincrasia del lugar y de sus gentes. Es el caso de James Joyce con Dublín, Alfred Döblin con Berlín, José Saramago con Lisboa, Orhan Pamuk con Estambul, Naguib Mahfouz con El Cairo, Salman Rushdie con Bombay. Otro tanto han hecho en el pasado León Tolstói y Fiodor Dostoievski con San Petersburgo y Moscú, Charles Dickens con Londres o Marcel Proust con París. Los grandes frisos narrativos de estos autores han dejado grabada de manera indeleble en la memoria colectiva el espíritu de las ciudades acerca de las que escribieron. Aunque cabe echar en falta algún nombre (¿Tokio, Sidney, Roma, Shanghái?), los aquí enunciados son lo bastante representativos como para poder afirmar que constituyen una suerte de mapa simbólico del mundo… con una excepción. Simbólico o no, ningún mapa del presente se puede considerar completo si no figura en él Nueva York. Metrópolis por antonomasia de nuestro tiempo, como lo fueron en otras épocas Roma o París, Nueva York es en cierto modo suma y resumen de las demás ciudades. ¿A qué obedece, entonces, su exclusión por mi parte? No es que no haya tenido su cronista. Su problema, si acaso, es el contrario: ha tenido demasiados. Sobre ninguna otra ciudad se han escrito tantos libros como sobre Nueva York, y sin embargo, ninguno ha conseguido por sí solo atrapar con suficiente precisión la esencia del lugar. Como símbolo, Nueva York plantea un reto extraordinariamente complejo. La ciudad encierra en sí un misterio que no resulta fácil desvelar. Tal enigma ha ejercido desde siempre una irresistible fascinación sobre miríadas de escritores. Según datos de la industria editorial, es raro que pase un día sin que vea la luz un nuevo título que tiene.

 

 

2. Se ha dicho muchas veces, y es verdad, que, más que un lugar, Nueva York es un estado de ánimo. La idea puede servir de punto de partida para intentar atrapar algún aspecto oculto de su personalidad. Conscientes del misterio en que está envuelta, los literatos neoyorquinos se vieron obligados a forjar una forma de escritura capaz de horadar el caparazón de la ciudad, extrayendo del fondo de la misma su más recóndita esencia. El género inventado se sitúa en algún lugar entre la literatura y el periodismo. Corría el año 1925 cuando se dio a conocer su primera cristalización. Fue entonces cuando salió a la luz The New Yorker, publicación para la que no hay equivalente en ningún otro lugar del mundo y sin la cual no es posible entender el espíritu de Nueva York y sus gentes. En las páginas de la recién nacida revista se gestó un género literario cuyo fin era ayudar a los neoyorquinos a entender y dar adecuada expresión a su entorno. Son muchas las singularidades que hacen irrepetible esta publicación: las viñetas, la inclusión de cuentos y poemas inéditos, una forma especial de entender casi cada aspecto, tanto del periodismo como de la literatura, y, por encima de todo, una forma de reportaje que ha pasado a ser conocido como perfil. El perfil es un retrato en profundidad de la forma de ser de un individuo o un lugar. La fórmula secreta que permite llegar a lo más hondo del asunto a tratar es un aspecto del estilo que hace de él un arma de una sutileza rayana en lo invisible. Los mejores escritores americanos, sin excepción, han velado sus armas escribiendo perfiles para The New Yorker, por cuyas páginas han desfilado y siguen haciéndolo hoy las mejores firmas de la literatura universal.

 

De entre los millares de perfiles escritos durante las décadas que han transcurrido desde la fundación de la revista hay dos, firmados por E. B. White y Truman Capote, que estuvieron a punto de alcanzar lo imposible: atrapar en unas decenas de páginas la esencia de lo que es Nueva York, o por lo menos, una mitad de la ciudad. El de White se titula simplemente Esto es Nueva York, y es cierto que logra fijar de manera indeleble lo que de permanente hay en algunos de los lugares más emblemáticos de Manhattan. A su vez, en Una casa en Brooklyn Heights, Capote aporta lo que le falta al medio Nueva York de White: el espacio que se abre al otro lado del Puente de Brooklyn. Compuestas con total independencia una de otra, las semblanzas neoyorquinas de estos dos autores trascienden las señas de identidad de la época en que fueron escritas, logrando entre las dos atrapar lo que hace a Nueva York acreedor del título que tuvo en su tiempo Roma: ser una ciudad eterna. El perfil de White es de 1948 y se publicó en forma de libro un año después. Muy distinta fue la suerte de Una casa en Brooklyn Heights, texto que permaneció sepultado entre los manuscritos que el autor de A sangre fría dejó inéditos tras su muerte y no llegaría a la imprenta hasta 2001. La unidad que constituyen estos dos reportajes es tal, que en las librerías neoyorquinas se suelen ofrecer conjuntamente al lector, cuidadosamente publicados por la misma editorial.

 

3. Cuenta Washington Irving en las páginas iniciales de su exquisita Historia de Nueva York, libro publicado en 1809, que, con anterioridad a la llegada de los primeros europeos, había en la punta meridional de la pequeña isla de Manhadoes un poblado indio cuyos habitantes se dedicaban al pacífico oficio de la pesca. Situada en la confluencia de dos ríos que desembocaban en una amplia bahía, en 1524 arribó a sus orillas el explorador italiano Giovanni da Verrazano, que andaba a la sazón buscando un paso que le permitiera proseguir viaje en dirección Noroeste. En 1609 llegó al mismo enclave el navegante inglés Henry Hudson, quien bautizó al río que bañaba la costa occidental de Manhadoes con su apellido. Un año después, los holandeses le compraron el poblado a los indios algonquinos por una cantidad irrisoria. La colonia se denominó Nueva Orange y Nuevo Ámsterdam antes de adquirir el nombre definitivo de Nueva York. Irving, de 26 años de edad, pone estas y otras historias en boca de Diedrich Knickerbocker, el idiosincrático narrador de la obra. El libro llegó a ser un best seller de proporciones extraordinarias y convirtió el apellido de Knickerbocker en sinónimo de neoyorquino. Al escribir la historia de los primeros tiempos de su ciudad natal, centrándose en el periodo neerlandés, Washington Irving se interesa exactamente por lo contrario que, andando el tiempo, procurarían captar Truman Capote y E. B. White, es decir, no lo que aspira a la condición de eterno, sino lo efímero. Son innumerables los libros que buscan dejar constancia de la grandeza perdida de la ciudad, y no solo arquitectónicamente. Irving publica su crónica del Nueva York perdido cuando la ciudad cumplió sus primeros dos siglos de existencia. Resulta conmovedor constatar que desde el primer momento Nueva York encerraba en su totalidad el germen de su futuro ser. Dice Knickerboker que en torno al año 1640, con una población que no llegaba al millar de habitantes, la inmensa mayoría de los cuales no habían nacido allí, se hablaban en la colonia 18 idiomas.

 

 

4. Acercarse a Nueva York a través de su literatura exige dejar en suspenso los prejuicios estéticos que podamos tener y adoptar una actitud abiertamente democrática. No en vano, el autor neoyorquino más emblemático es Walt Whitman, cuya proeza consistió en saber hacer llegar su formidable corpus poético a toda suerte de lectores. Es importante señalarlo: Cuando Nueva York recibe el homenaje de sus hijos se niega a distinguir entre alta y baja literatura. Si se quiere entender de manera cabal lo que sucede en sus calles y rincones, es imperativo aceptar por igual a los autores supuestamente cultos y a quienes viven de satisfacer el apetito de las masas. Los intelectuales podrán o no dar la espalda a los best sellers, es su problema, pero la ciudad en sí acepta con idéntica alegría libros como Sexo en Nueva York (1997) o El diablo viste de Prada (2003), así como novelas de la altura literaria de Great Jones Street (1973), de Don DeLillo. Entre unos y otros hay toda una zona intermedia que, según quién se pronuncie, puede o no ser literatura de verdad. En este grupo figuran títulos que, juicios de valor aparte, resultan imprescindibles si de lo que se trata es de hacerse con las claves de la ciudad. Entre ellos figuran Luces de Neón (1984), de Jay McInerney; Esclavos de Nueva York (1986), de Tama Janowitz; American Psycho (1991), de Bret Easton Ellis, y La hoguera de las vanidades (1987), de Tom Wolfe. Las cosas como son: por más dudas literarias que suscite, el best seller del populista Wolfe dice mucho más acerca de la ciudad que Cosmópolis (2003) o El hombre del salto (2007), dos novelas no del todo logradas de Don DeLillo.

El problema no es exactamente nuevo. Para algunos de sus contemporáneos, las historias de O. Henry (1862-1910) pecaban de sentimentalismo. Lo maravillosamente irónico de su caso es que un siglo después de la muerte de este autor, mientras que sus críticos han caído en el olvido, sus cuentos neoyorquinos siguen siendo tan deliciosos de leer hoy como lo fueron en su día. El gran O. Henry no estaba solo. Conforme a una ley comprobable, pero difícil de explicar, los mejores cronistas de la ciudad suelen tener un alma gemela en otro vértice del tiempo. Así como Capote lo fue de E. B. White, quien mejor complementa el retrato neoyorquino que nos ofrecen los cuentos de O. Henry es uno de los grandes colaboradores de The New Yorker. Se trata de Joseph Mitchell, el genial creador de Joe Gould, un vagabundo del Village que quiso registrar una historia oral del mundo que cupiera entre los límites de Nueva York. No lo consiguió, por supuesto, ni siquiera logró reducir a la ciudad en sí. Se le resistió, como a todos. Así las cosas, lo mejor es abandonarse a una lectura perfectamente desordenada, desde el punto de vista cronológico. Las disquisiciones de los detectives metafísicos de Paul Auster no están reñidas con las novelas de costumbres urbanas escritas por E. L. Doctorow, Isaac Bashevis Singer o Henry Roth, los tres grandes de la literatura judeo-neoyorquina. Una de las novelas más deliciosas que tienen como escenario Nueva York es Desayuno en Tiffany’s (1958), de Truman Capote. Y nadie ha conseguido aún llegar a las alturas alcanzadas por J. D. Salinger en El guardián entre el centeno (1951) o Francis Scott Fitzgerald en las escenas neoyorquinas de El Gran Gatsby (1925).

 

 

 

5. Si el tiempo no importa, menos aún el lugar. Uno de los rasgos más llamativos de la historia literaria de Nueva York es que los autores de algunas de sus páginas más inolvidables no nacieron aquí. Uno de los poemarios más sobrecogedores jamás escritos sobre la ciudad es Poeta en Nueva York (1929-30), de Federico García Lorca. En su recorrido, Lorca recoge los símbolos esenciales del paisaje urbano: Broadway, Harlem, Wall Street y, por supuesto, el Puente de Brooklyn, sobre el que convergen con avidez las miradas de innumerables poetas, uno de ellos, alguien tan inesperado como Vladímir Maiakovski. En algún caso, vinieron a morir aquí, como ocurrió con el galés Dylan Thomas, una de las víctimas más legendarias del legendario Hotel Chelsea. Y hablando de escritores malditos, casi nadie tiene presente las páginas que dedicó el francés Ferdinand Céline a Manhattan en su estremecedor Viaje al fin de la noche (1932), como tampoco es apenas conocido el impacto que tuvo la ciudad en Máximo Gorki, cuya ideología se tambaleó ante la grandeza inclasificable de Nueva York. Una de las más logradas semblanzas de la ciudad la llevó a cabo el poeta y diplomático francés Paul Morand en Nueva York (1929). Tanto por la profundidad de su visión como por la extraordinaria calidad de su prosa, hasta hoy, nadie que se exprese en español ha superado las crónicas neoyorquinas que escribió en nuestro idioma el héroe de la independencia cubana, José Martí, durante los años que vivió en la Gran Manzana a finales del siglo XIX.

 

 

6. Nueva York no olvida a los suyos, por supuesto, y los exhibe con orgullo. En cuanto a los escritores oriundos de la ciudad, la literatura norteamericana está en deuda con Nueva York por haber nacido en ella Herman Melville y Walt Whitman, autores, respectivamente, de la mejor novela (Moby Dick, 1851) y el mejor libro de poemas (Hojas de hierba, 1855-1892) de toda la historia de la literatura norteamericana. El primer capítulo de Moby Dick transcurre en Manhattan, pero es otra la obra de Melville que captó la alienación y el misterio de su ciudad natal, Bartleville el escribiente (1853), retrato sobrecogedor de la soledad existencial de un empleado de Wall Street. Natural de Long Island, la isla larga en cuya punta meridional se encuentra ubicado el condado de Brooklyn, Walt Whitman engloba a la raza humana con todas sus pasiones en un poemario que encierra en sus páginas la totalidad de lo real. Cantor de las multitudes que atestan las aceras de Manhattan, Whitman encarna los dos grandes valores asociados con el nacimiento de la joven nación americana: la democracia y la libertad, a los que hay que unir, de lo contrario la imagen quedaría desvirtuada, la fe en un capitalismo sin bridas, algo esencial en la concepción de la realidad neoyorquina y norteamericana.

 

 

7. ¿Cómo abarcar la ciudad con una sola mirada? Nueva York es la suma de cinco condados: Manhattan, Brooklyn, Queens, el Bronx, Staten Island. Dentro de cada uno de estos barrios infinitamente cambiantes hay un sinfín de enclaves urbanos, todos con una fuerte personalidad: Harlem, Wall Street, Washington Heights, Williamsburg, Forest Hills, Coney Island… Además de carácter, todos tienen su propia historia literaria, imposible de resumir. Los negros, los hispanos, los judíos, los polacos, los italianos, los irlandeses y los asiáticos, entre otros, tienen una larga nómina de autores que enriquecen de manera incesante la literatura que tiene por objeto la ciudad. Es fácil olvidar no ya lo importante, sino lo esencial. ¿Dónde está John dos Passos, autor de una portentosa cartografía móvil de Manhattan? ¿Dónde Brendan Behan, trágico prosista y bebedor, de estirpe irlandesa, autor de una estampa caóticamente fascinante de la ciudad? ¿Y los numerosos autores negros del Renacimiento de Harlem, como Zora Neal Hurston o Langston Hughes, que junto a muchos otros escribieron una de las páginas más brillantes de la historia literaria de Nueva York…?

 

 

8. Dando un salto brusco al presente: en medio de tan delirante melting pot, ¿a quién singularizar? Hay demasiados escritores, y sobre ellos aún no ha intervenido el filtro saludable del tiempo. Solo en Brooklyn son millares los autores en activo que han adquirido cierto relieve. En tanto el viento del olvido inicia su labor y pone las cosas en su sitio, me quedo con dos nombres: Colson Whitehead, novelista de origen africano autor de El coloso de Nueva York (2004), honda meditación literaria sobre el momento actual de la ciudad, y el irlandés Colum McCann, cuya última novela, Que el vasto mundo siga girando (2009), ganadora del Premio Pulitzer, lanza una mirada sobre Manhattan desde la cuerda que tendió entre las Torres Gemelas en 1974 el funámbulo francés Philippe Petit. La lectura de McCann nos permite, entre otras cosas, constatar que las cosas no han cambiado demasiado desde los tiempos de Washington Irving.

NUEVA YORK EN 25 TÍTULOS

 

1809 Washington Irving: Historia de Nueva York. Una mirada sobre el pasado holandés de la ciudad cuando esta cumple 200 años.

1853 Herman Melville: Bartleby el escribiente. El autor de Moby Dick disecciona el lado oscuro del sueño americano.

1855 Walt Whitman: Hojas de hierba. El gran poeta invoca a la ciudad en momentos clave de su obra.

1881 Henry James: Washington Square. Obra maestra del realismo decimonónico neoyorquino por un grande del género.

1920 Edith Wharton: La edad de la inocencia. Crónica de la clase alta neoyorquina que supuso la concesión del Premio Pulitzer a una mujer por primera vez.

1925 John dos Passos: Manhattan Transfer. Es un collage de la ciudad durante los felices años de la era del jazz.

1925 Francis Scott Fitzgerald. El Gran Gatsby. Grandiosa historia de amor, poder y riqueza.

1934 Henry Roth: Llámalo sueño. Visión de la ciudad a través de los ojos del hijo de una familia de inmigrantes judíos.

1943 Betty Smith: Un árbol crece en Brooklyn. Una adolescente descubre el mundo desde un rincón de Brooklyn.

1945 Los mejores relatos de O. Henry (1862-1910). Antología de cuentos que resume la vida de cuatro millones de neoyorquinos.

1948 E. B. White: Esto es Nueva York. Perfil de la ciudad realizado por uno de los grandes cronistas de The New Yorker.

1951 J. D. Salinger: El guardián entre el centeno. El misterio de la adolescencia con la ciudad como trasfondo.

1952 Ralph Ellison: El hombre invisible. Un novelista afroamericano obliga a la sociedad a mirar a un sector ignorado.

1984 Jay McInerney: Luces de neón. Drogas, sexo, dinero, parties y glamour en los despreocupados ochenta.

1985 E. L. Doctorow: La feria del mundo. La Feria Universal sitúa a la ciudad en el centro del mundo.

1985-1986 Paul Auster: Trilogía de Nueva York. Arranque narrativo de una obra dedicada a la poética del azar

1987 Tom Wolfe: La hoguera de las vanidades. El maestro del nuevo periodismo vela sus armas en la novela.

1989 Oscar Hijuelos: Los reyes del mambo tocan canciones de amor. Primer Pulitzer otorgado a un escritor hispano por su retrato musical de los años cincuenta.

1991 Bret Easton Ellis: American Psycho. Un psicópata de Wall Street se embarca en una orgía criminal sin fin.

1992 Joseph Mitchell: El secreto de Joe Gould y otras semblanzas del New Yorker (1938-1992). Recopilación de los perfiles de uno de los grandes cronistas de The New Yorker.

1992 Toni Morrison: Jazz. Novela sobre Harlem por la primera afroamericana galardonada con el Premio Nobel.

1997 Don DeLillo: Submundo. La obra maestra de uno de los mejores novelistas neoyorquinos, nacido en El Bronx.

2002 Truman Capote: Una Casa en Brooklyn Heights (póstumo). Inolvidable perfil sobre el barrio que se alza frente a la línea del cielo de Manhattan.

2008 Richard Price: La vida fácil. Retrato implacable del Lower East Side neoyorquino.

2009 Colum McCan: Que el vasto mundo siga girando. Cómo Nueva York sigue incólume tras los atentados del 11 de septiembre.

Fuente de la totalidad de este articulo: El País.com

Autor: Eduardo Lago.

 

DE VUELTA CON EDUARDO GUILLE

DE VUELTA CON EDUARDO GUILLE.

 Otra vez con el amigo Eduardo.

 Cuando hice la presentación pps de Beatriz Taillefer llamada Portraits (Retratos) sabía que habría una segunda entrega de las pinturas de Edu, pero solo de retratos. Estaba seguro de que así sucedería.

He esperado un cierto tiempo para poder tener acceso al determinado número de imágenes que me proporcionara la duración debida de dicha presentación.

 Ahora, afortunadamente, ese tiempo ha llegado. Y así lo he hecho: Recopilar el material necesario. Fantástico material, como podréis comprobar.

Los retratos de Edu, son de una belleza innegable, y ser poseedor, además, de uno de ellos es un orgullo y un privilegio. Y sé de lo que hablo amigos. Sé de lo que hablo.

 No solo me ha servido la elaboración de este trabajo, para observar muy mucho y detenidamente los antiguos y nuevos retratos de mi – en tiempos- compañero de viaje. También me ha servido para que Eduardo Guille, tenga sala  propia en el espacio  de mi blog llamado Ateneo’s (Alas con Secuencias) Me encanta, que quieres que te diga.

Me encanta tanto como que el autor de estos retratos, mi amigo el pintógrafo, haya decidido no solo desempolvar el ejercicio acústico con la guitarra, sino además, que vuelva a sus raíces con el toque de armónica. El fue mi maestro en este arte, ya lo dije en su día. Y todavía, estamos esperando esa dura lluvia que va a caer. It’s a hard rain gonna fall.

La próxima vez que nos veamos, juntos le daremos un nuevo repaso a Dylan, pero esta vez con dos voces armónicas.

 Para este trabajo, me he permitido el detalle de la soberbia. El detalle de poner como cabecera, el retrato que el – tan generosamente- tuvo a bien el regalarme tocando dicho instrumento: Playing Harmónica.

 Contentostói.

 Si queréis contemplar este trabajo, podéis hacerlo y guardarlo desde aquí:

http://cid-9b5ad4b7dbd9e872.office.live.com/self.aspx/EDUARDO%20GUILLE.%20RETRATOS/EDUARDO%20GUILLE.%20RETRATOS.pps

 Que lo disfrutéis.

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