ZIPA Y ZAPA. LAS INVISIBLES

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ZIPA Y ZAPA.

LAS INVISIBLES

Me cogieron de improviso; y , todo hay que decirlo, un poquillo a traición. Y aprisionándome con dos irresistibles y arrolladoras miradas -una azul turquesa y otra café con leche- me retuvieron sin yo poderlo evitar y empezaron, con una insoportable y dulce crueldad, a recriminarme. Con esa deliciosa impiedad, que solo las mujeres bellas de rostros radiantes y luminosos saben hacerlo.

Oye Father! Nosotras que somos invisibles? Ein? Me dijeron. Somos acaso invisibles? Volvieron a repetir. Ein?

Father Gorgonzola que no tiene un pelo de tonto en los que le quedan, ya sabía por donde se movía el pescado que aún estaba por vender.

Es que… traté de explicarles. Las sonrisas pérfidas y esas miradas preñadas de cariño y afecto, me hicieron callar y volvían a interrogarme… Ein? Es que somos invisibles y no contamos para ti? Ein? Repitieron para que no quedase duda..

Hasta que por fin, entregué mis armas; bajé los ojos avergonzado y cedí por la tortura a sus pretensiones; de ese modo tan humillante, rendido a la obligada sugerencia, claudiqué y se lo prometí. A ambas dos. A la Rubia. A la Morena. A Zipa y a Zapa. A dos de las más buenas amigas que me ha regalado la fortuna. Les prometí que, sin dudarlo, tendrían aposento reservado en este blog. Pero juntas; sería habitación doble compartida; para tampoco doblegarme del todo ante la amenaza y la coacción. (voluntaria y asumida) a la que estaba siendo sometido.

Zipa y Zapa son: Candela y Gabriela. Mis queridas amigas. Zipa, la rubia, es el Sol; porque sale de día. Zapa, la morena, es la Luna; porque sale de noche.

Para adornar esta entrada pedí a mi contacto secreto -ese contacto secreto que todo el mundo tiene, pero nadie sabe quien es, la muy oíaporculo- le pedí, digo, que me proporcionase fotos que ilustraran este post. Y así lo hizo. No sin antes autoexculparse y advirtiéndome de que yo corría con los riegos de su publicación. Firmé el pergamino con mi propia sangre y lo sellé con lacre.

Las fotos, casualmente, son absolutamente gráficas y descriptivas. Porque asoman lo que yo verdaderamente quiero decir de ellas: Una bella Zipa brillante, resplandeciente y luminosa. Una preciosa Zapa; preciosa de verdad; con cara pícara y granujilla. Como a mi me gustan. Así, como a mi me gustan.

Igual que los hermanos del tebeo, Zipa, es rubia. La otra, Zapa, es morena. Son distintas de piel. La de los ojos azules, permite el roce del sol sólo de refilón; sólo cómo cálida caricia exigua y fugaz. Este, el sol, pasa de puntillas dejándole un tono rojizo en la piel que le confiere un aspecto -hasta que el moreno se asienta- de guapísima norteña escandinava. La otra, Zapa, se deja acariciar sin rubor, accediendo a que el tostado se instale acomodaticio y complaciente desde el primer momento y ya, para todo el verano. Morena de mi copla es.

Zipa es tranquila y pausada. Serena y moderada en sus gestos. Cortés y reposada en el trato. De vez en cuando, Zipa, nos regala reuniones fantásticas en su casa donde degustamos riquísimos platos procedentes de allende su madre. Zipa es un dechado de buenas manera. Además es una belleza. Una belleza natural, con una sonrisa esplendida, que parece llegada -ya lo he dicho antes- de las tierras mas altas del norte más alto. Enamoraría a todos sino estuviese ya enamorada.

Zapa es… Zapa es una delicia. Zapa es un maravilloso rabo de lagartija. Un precioso rabo de lagartija incansable e incontenible. Una adicta al revuelo y al torbellino. No para quieta ni un momento Un hermoso y sugerente monumento a la vitalidad; un homenaje a la viveza. Derrochando siempre, generosamente, el cariño mas apegado. Tiene además, una mirada ingenua y candorosa, que atrapa y rompe el corazón de aquel que se ponga a tiro de su intención.

Zapa maneja una cara pillina y gamberra que enamora y deshace. Que aturulla y aturde. A todos. No conozco a ningún amigo -y lo juro por lo más sagrado- que no esté, de alguna manera, somera y secretamente enamorado de ella. Paradigma del buen rollo. Campeona de la predisposición. Que nadie nunca la falte; pues dispone de una cohorte leal a sus pies. De guardia pretoriana personal, fiel y entregada.

Todo lo que digo de una y de otra, cambiando el tono de sus pelos, de sus ojos, de su piel, se le podría aplicar de manera indistinta a cada una de ellas. Intercambiabilidad que se le llama a esto.

Ambas son mis amigas y a ambas las quiero.

Zipa y Zapa son Candela Pariente y Gabriela Grund. La paz y el torbellino. El sosiego y la ráfaga. Las dos risas contrapuestas. Y perfectas. Impecables. Vuelvo a decir que las quiero y que ya, quédense tranquilas, tienen en este blog su morada y el aposento prometido. Para siempre. Para siempre.

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