TIENE MARÍA…

 

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© Fotografía y posado: María Aguilar Montoya

TIENE MARIA…

Tiene María, cómo invitado permanente y duradero, el mar alojado en sus ojos. Lo sé, porque observándola atentamente –y dependiendo de la hora que sea del día– son azules índigo por la mañana temprano cuando el sol es aún tímido y vergonzoso. Al mediodía –y a causa de ese Terral sofocante que enfría el agua hasta impedir el baño– los ojos de María, se tornan verdes aceitunados o esmeraldas según le dé el capricho al cielo.

Llegada la tarde, no puede evitarlo y el gris ceniciento invade sus pupilas; hasta que al atardecer, su mirada se viste de un dorado resplandeciente y fulgurante y las aberturas de sus ojos derraman ríos de lava y lanzan partículas  piroclásticas de deseo, apetito y pasión, a aquellos incautos que están a tiro de esa mirada tan lasciva cómo inconsciente. Tan sensual como instintiva.

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© Fotografía y posado: María Aguilar Montoya

Tiene María la espuma del mar viviendo en su cuerpo. Fresca, apetitosa, deliciosa. Una espuma que apagaría la sed, si se tuviese la fortuna de que te permitiera beberla a tragos quedos y espaciados. Tiene María, continúo, un cuerpo que yo supongo moldeable porque eso, sin tocarlo, se nota. Dúctil y elástico; proclive a la caricia, al abrazo y al beso. Un cuerpo arrebolado por un sinfín de vistazos incontrolables de aquellos que pululan por los alrededores de su presencia física.

Tiene María, sigo diciendo, el color en su piel de la arena fina y húmeda de Cádiz. El sabor salino y fresco del agua atlántica en sus labios; el rosa mojado de esa lengua ansiada, anhelada y codiciada. Se sospecha que tiene María esa lengua viva y traviesa por la que perderías todos tus cartuchos de convicción sólo por invitarla a bailar en tu boca.

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© Fotografía y posado: María Aguilar Montoya

María (gracias preciosa!) ha sido tan gentil y benévola de remitirme esta serie de fotos para ilustrar este poema erótico de Juan Ramón Jiménez (habitual que es de esta sección) y que ahora os invito a leer:

 

LAS ROSAS PALPITABAN ENCIMA DE TUS SENOS

Las rosas palpitaban encima de tus senos
duros. Como una flora de las blancas batistas
que tus brazos rosaban cálidamente llenos,
los encajes tentaban con carnes entrevistas

¡Qué cándida lujuria en tus bucles con lazos
rojos! ¡Oh, tus mejillas, mates como jazmines,
bajo la llama negra de los hondos ojazos
sobre la pasión cálida de las rosas carmines!

Ibas hacia la vida con todo tu tesoro
intacto… Me mandaste tus pájaros de amores…
¡y te besé, temblando, tu alegría de oro
con un miedo doliente de poner tristes tus flores!

Autor del poema: Juan Ramón Jiménez

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© Fotografía y posado: María Aguilar Montoya

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