Manolo Vicente.
Nazareno Penitente.
La noche era de una luna llena brillante , rutilante y de un blanco resplandeciente.
Además cumplía con el requisito de ser estrellada.
Esta unión de circunstancias, unida a la mala suerte que habían tenido dos lluviosas noches anteriores, propiciaba que la calle estuviera atestada de gente. Era Semana Santa, y salían en procesión las mas importantes y populares Cofradías de la ciudad.
La arboleda de la Alameda Principal procuraba una cúpula vegetal al paso de los tronos que enaltecía la belleza de estos. Como si quisiera proteger a las imágenes de la lluvia si esta tuviese a mal el presentarse.
Esta noche salía además la Cofradía, Archicofradía en realidad ,de Nuestra Señora María Virgen de la Esmeralda y Nuestro Padre Jesús Nazareno del Pasón en el Monte Escapulario.
La expectación era enorme; por que esa noche precedía a esta popularísima cofradía otra, cuyo desfiles militares al son del himno del Cuerpo, levantaba pasiones entre el vulgo.
El desfile militar de aquella, incluía cabra uniformada que excitaba enormemente al zangolotino niño Pepito, que ocupaba la cuarta fila de sillas puestas para presenciar los desfiles procesionales en la antes citada Alameda principal.
Unas horas antes, en casa de la familia Vicente, todo eran prisas. Emocionadas prisas.
La familia Vicente era familia asentada en el barrio del Perchal de toda la vida.
Perchaleros de Pro, pues eran muy conocidos en el barrio y también en la Cofradía.
Vicente era el cabeza de familia. Y no digo cabeza por el enorme tamaño de su testa, que también, sino porque era el pater familias.
Manolo era grande, casi descomunal. No solo en porte sino también en humanidad. Era muy buena persona. Querido en su barrio y en la cofradía, donde era ,además de muy conocido, muy respetado por sus opiniones que si bien no eran muy ortodoxas, si que estaban llenas de buenas intenciones.
Tenía además un enorme sentido del humor y una afición desmedida a las rima. A las rimas pelin groseras; lo que se llaman premios.
Ninnio…como se llama er remate ese der palio?
Macolla , respondía el incauto
Puej agarrrrame la p..Sigamos.
Decíamos que Manolo era de porte extremo. Una enorme barriga circundaba su cuerpo y una gran papada servia de cubre cárter a su cabeza. Media uno noventa y dos y calzaba un 47 de pie que le reportaba no pocas dificultades para encontrar zapatos adecuados.
Este problema zapatil se lo solucionaba su intimo amigo y cofrade Pepe. Dueño de una cadena de famosas zapaterías llamadas Los Partisanos.
Era un día especial. Como cada uno de los días en que Vicente salía en procesión en su cofradía de toda la vida. Era un día especial, porque Vicente tras una exitosa operación a vida a muerte, realizada por el Dr. Vivas ,a la sazón Hermano Mayor de la Cofradía del Craso, a su anciana madre, había hecho promesa a la Virgen.
Viensita! Si sale bien mi madre de la operasion, sargo descarso en la prosesion!
Y eso es lo que iba ha hacer esa noche Manolo. Manolo Vicente iria desnudo de pinreles.
Manolo, pues, se estaba preparando para el desfile procesional.
Ese año no saldría en su puesto acostumbrado de Jefe de Sección de Velas, sino que la Archicofradía ,para unirse a la celebración del éxito de la operación de la madre de los Vicente, había tenido a bien el permitir a Manolo portar el Estandarte de la Virgen delante del trono. Justo delante de las Dalmáticas que portaban Mazas y Bocinas.
Sigamos con el rito de la vestimenta de Manolo.
Manolo se había enfundado la enorrme túnica y daba vueltas sobre si mismo para que su esposa ,la simpática Encarni, pudiese rodear el perímetro de Vicente con un larguísimo cíngulo dorado.
Cíngulo que a pesar de su extraordinaria longitud, apenas daba tres vueltas alrededor de Vicente, cuando cualquier penitente de medidas mas moderadas, lucía al menos siete u ocho vueltas.
Portaba escapulario bordado en limpísimo hilo dorado y por supuesto desprovisto de sus sempiternos y enormes zapatos de charol con hebilla que, en su dia, le había proporcionado su amigo Pepe.
Manolo pues, estaba dispuesto para unirse al cortejo. Iba andando descalzo por la calle con esos enormes pies desnudos que a cada paso que daban, emitían un solapado y sordo ruido semejante al que produciría un filete de hígado crudo al golpear contra el mostrador de mármol del carnicero.
Tenía Manolo unos enorrrmes dedos pulgares en sus pies. Algo semejante a un higo chumbo maduro, rojo y desespinado que golpeaba el asfalto a cada paso que daba.
Sale pues la procesión.
En otro lado, en la cuarta fila de la sección de sillas de la Alameda Principal, el zangolotino niño Pepito, ya mas tranquilizado, después de la excitación producida por el paso de la cabra uniformada, se distraía ,con una enorrme bola de cera en las manos.
Enorme moco sucio y cerúleo. Poco porculo que daba el niño al desdichado nazareno portador de vela que se ponia a su alcance.
Miraba el zangolotino con toda atención hacia arriba, a una paloma que, atribulada y perdida, revoloteaba bajo la cúpula arbórea desde la noche anterior, en que había participado sin ella solicitarlo, en otro popularísimo desfile procesional.
Se movía sin cesar el ínclito niño. Parriba…pabajo. Parriba, pabajo Dando un especial coñazo a todo vecino en dos metros a la redonda que había tenido la desdicha de haberle tocado en suerte la compañía del insoportable infante. En esto, un ahogado grito del niño, hace que tres filas de sillas vuelvan la vista hacia el .
Permanecía ,este, estupefacto e inmóvil y con una cara horrorizada. Adornada esta con una enorme cagada en el ojo izquierdo a modo de níveo parche que chorreaba por toda la cara abajo.
Desde lo alto una paloma zureaba complacida. Y miraba al ninio con inexpresivos ojos rojo pasión. Venganza Divina.
Ya se oía a lo lejos el canto del himno militar que levantaba pasiones y se alejaba también el camión de Calzados Los Partisanos que cargado hasta arriba de tomillo, tenía la misión de cubrir el suelo de esta hierba aromática para que sirviese de alfombra vegetal a la Señora que se aproximaba precedida por su hijo que portaba Cruz sobre su hombro.
Pasaba por delante Nuestro Padre Jesús, magistralmente llevado por Manolo Narval. Mayordomo de trono. Y avanzaba el cortejo a las ordenes de tandas de campanilleos emitidas por los hermanos campanilleros. Entre ellos, procesionaba el íntimo amigo de Manolo Vicente, Pepeluí Gómez Parra. Antiquísimo, popular y muy querido hermano de la Archicofradía.
Avanzaba la procesión y Manolo con ella. Portaba este, tal y como decíamos, orgullosamente un enorme Estandarte. Constaba este de una insignia en forma de cruz de la cual colgaba un paño ricamente bordado en oro y donde figuraba una bellísima imagen de Nuestra Señora pintada por el afamado pintor local Feliciano Repello de Todo.
Desfilaba Manolo delante del enorme y precioso trono de la Señora.
Las bambalinas de terciopelo se movían acompasadamente al ritmo que le mandaba el andar de los hombres de trono que llevaban éste, imponentemente por la Alameda Principal.
Seguian las ordenes del Hermano Mayor. Una institución, este, entre todos los hermanos Mayores de la Agrupación de Cofradías. Carlos López Fangio.
Manolo iba ufano delante del trono. Cada paso que daba, producía , al golpear el dedo gordo del pie contra el asfalto, un sonido acompasado con la música de la banda y con el repiqueteo sempiterno del tambor que iba a la cola del trono marcando el ritmo del andar.
Marcaba su ritmo particular con sus amorcillados dedos : Plop, Plop, Plop. Plop. Plop. Plop.
Ya está llegando el Cristo a la Tribuna Oficial donde impartirá la entrañable bendición al pueblo que emocionado ante la escena, respetuosamente, se arrodillará.
Llega la primera sección de la Virgen a la curva de la Rotonda del Marqués de Ribes.
Todos rodean la estatua del Marqués de Ribes.
Vuelve casualmente, en ese momento, Pepeluis Gómez Parra y observa atónito como Vicente abandonando el cortejo, sigue derecho, obviando la curva y sigue, repito , derecho en dirección al Parque . Solo. Procesiona solo!!!
No le da crédito a sus ojos.
Manolo! Sisea.
Manolooo! Andevás? Manolo!
No puedooor!. Se decía Manolo con voz atribulada. No puedor. Joer, no puedor.
Y seguía lentamente su caminar. Mirando arriba y abajo. Arriba y abajo. Una y otra vez.. Miraba al Cielo y al suelo. Y esta actitud era tomada por los que lo observaban como una suerte de golpes de pecho, de actos de contrición que hacía con la cabeza al tener las manos ocupadas. Manolo Vicente. Nazareno Penitente.
El estandarte acompañaba a esos movimiento ondeando sin orden ni concierto. Y los borlones dorados que colgaban de este, se movían describiendo un enorme arco alrededor de la obra de Repello de Todo.
Pepeluí, se ve impotente de comunicar a su amigo que ha errado en el itinerario y ante la imposibilidad de comunicar de viva voz con su amigo, se acerca a la tribuna que rodea la rotonda, e inconscientemente, empieza a llamarlo a golpes de campanilleos.
Manooolo!!! Tilin. Tilin. Dos tandas de campanilla. Se para el cortejo.
Manolooo!!! Tilin.Tilin,Tilin. Tres tandas de campanilla. Echa a andar el cortejo.
Manolooo, cohonees! Tilin. Tilin. Dos tandas de campanilla . Vuelve a echar a andar el cortejo
Manoloooooo!!! Andevaaaaas? Tilin.Tilin, Tilin Tres tandas de campanillas, vuelvese a parar el cortejo.
Manolooooo!!!! Macagontóo.
Así pues y ante este tremendo maremágnum de campanillazos, la sección del Cristo va recorriendo la calle más importante del recorrido oficial a ritmo de Cha-cha-chá.
Pepeluí, desesperado, se acerca corriendo al portador del estandarte, se descapirota y le pregunta indignado…
Manolo? Porque cohoness te has salido del itinerario???? Manolooo?
Y Manolo, entre sollozos contesta: Porque se m’á metío un deo gordo en la vía del tranvía y no puedo sacarlo! Pepeluí!!!
Suena un clarín. Y se oye un poema en la voz del popular locutor radiofónico Ciego Gámez.
El pueblo se arrodilla. Y el Cristo Nazareno imparte la bendición al pueblo emocionado.
El sonido de las campanas se une al del Himno Nacional y se repite la entrañable escena anual que, a todos, pone los pelos de punta. Emocionante escena, rediez!.
Bajo la luz de la luna llena. Dos solitarios nazarenos, también de rodillas, reciben desconcertados, mirándose el uno al otro, la bendición en mitad del Paseo del Parque.
Desde entonces en ese lugar se canta con devoción una saeta que dice:
Ay! Cristo Jesús yo te pío
Que vuelvas la cara entre la gente,
Y que le digas ar Manolo Visente
Que vuerva duna vez ar recorrío
Notas de autor.
Este relato es solo la recreación humorística de un chascarrillo que me contaba, siempre entre risas, un cuñado mío que ocupaba de una manera importantísima, mi vida. Cuando las aguas discurrían por el cauce debido.
También decir, que esta escrito este relato, desde el mas absoluto respeto. Ademas, quiero mostrar mi mas absoluta consideración a las instituciones cofrades y en especial a las imágenes que portan.
Todos los personajes son ficticios. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia. Digo yo!
(Pasado y aprobado el texto por el Censor Eclesiástico del Obispado de Málaga y la prima hermana del Deán de la Catedral malacitana Don Domingo López Salazar)
Fecha Ut Supra.
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Con el aprecio que sabes te tengo he de decirte que salgo de «hacheta» en la Archicofradía del Paso y Esperanza todos los jueves santos y que en absoluto «meé» sentido ofendido. Mis amigos Roberto Jurado y Abel Parejo, a quienes les he reenviado el blog porque tambien salen conmigo de «hachetas», y Diego Esquinas, mayordomo del trono de nuestra señora, tampoco se sienten ofendidos, es más les ha parecido una gozada.
Un abrazo
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