LA INSUFRIBLE TORTURA DEL DESAPEGADO FUTBOLERO.

Este es un artículo (ya es el segundo) incluído hoy en la publicación
«La Bombonera»  del Málaga Club de Fútbol.
Un enorme privilegio que agradezco sinceramente.
(Todas lás imágenes que ilustran esta entrada, han sido realizados por Idígoras &Pachi)
 

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«LA INSUFRIBLE TORTURA DEL

DESAPEGADO FUTBOLERO.»

Cuando mis amigos Pachi e Idígoras me solicitan (esta es la segunda vez) que les escriba un artículo para «La Bombonera», tengo que reconocerles que le echan un par de balones de reglamento. Porque insisto una vez más –ya lo dije la otra vez– que el pedirle un escrito a un absoluto ignorante en cuestión de futbol (para una revista de estas características) es, cuando menos, un disparate; una osadía y una barbaridad.

Miren Uds. yo –por esa característica de ignorancia futbolística– padezco lo que se llama la insufrible tortura del desapegado futbolero. Aunque no se crean Uds. que no siempre fui así. Mi cultura futbolera se pierde en los tiempos de los campos calamitosos de tierra y poca hierba que nos daban cobijo, en esta ciudad, a los chavales de la época: Los tres campos del «Lejío» : El Manú, El Manó y el Maní. El Campo del Agua que estaba en Fuente Olletas, el de los Campos Elíseos por el Cementerio Inglés, el de La Fuente en Capuchinos o el de Barcenillas, donde mi amigo Santi me abrió la cabeza de un certero «ñosclazo». Ahí, con esa pedrá –acabé en la Casa de Socorro de Lagunillas chorreando sangre– se me fue yendo la afición al fútbol para siempre.

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Aunque después –ya de ocasional espectador y medio obligado– paso mis últimos estertores de aficionado acudiendo con los amigos a los campos del Puerto Malagueño (Segalerva) o al López Pinto (El Bulto) para ver el inefable espectáculo de los Intocables (cuyo botiquín del agua oxigenada y las vendas era un pequeño féretro) o a ver al Mortadelo C.F. jugando en el campo de La Olímpica Victoriana. En todos estos partidos solía haber un fluidísimo y gratuito reparto de leña para el árbitro, que a diferencia del mono, no era de goma.

Pero pasa el tiempo –los tiempos corren, ya lo saben Uds. que es una barbaridad– y yo, me olvido del futbol definitivamente. Aunque ahora, con eso de la Liga, La Copa del Rey, La Liga de Campeones de Clubes, la Champions League (que creo que es lo mismo). La UEFA League, las Supercopas, y muchas competiciones más, uno –desde el prisma de la envidia más insana, por lo que se pierde– no puede sino sentir un cierto muy mucho complejo de inferioridad y una bastante alta dosis de pelusa que suele ser mal entendida.

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Porqué? Pues porque, a causa de esta abultada agenda de competiciones, hay múltiples y variados motivos y ocasiones para que la gozosa multitud de amigos aficionados se reúna felizmente (para contemplar el partido de turno) en torno a una súper pantalla plana de al menos cuarentimuchas pulgadas y –a golpe de afición– pasar una tarde feliz y amena rodeado de compinches y secuaces. Y «secuazas», que también las hay y muchas, mucho cuidado.

Pero para el pobrecito desgraciado, para el infortunado, para el ingenuo (que todavía cree en la bondad humana) para el NO aficionado al futbol, esta circunstancia (la de que no le guste) se torna en una verdadera tragedia semanal y personal. Pues se le considera “persona non grata” para los visionados de encuentros deportivos y para las posteriores tertulias futbolísticas en los salones más selectos de su panda de amigos.

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Y yo, que quieren Uds. que les diga, me siento tan desafortunado como triste; tan desplazado como poco querido, tan ignorado como apartado; porque me pregunto… No le gustan a uno –al margen del fútbol– las almendritas, los chochitos y las patatas fritas de paquete? No le gusta a uno las rodajas de salchichón Prolongo finamente cortadas y debidamente despellejadas? y el jamón? No se tomaría uno alguna que otra cervecilla helada –mudo, resueltamente callado y sin hacer ruido, como es natural– si no estuviese amenazado y atenazado por la mirada desafiante del entendido? Sí! ese mismo que no te permite ni acercarte a la mesa no fueses a taparle la jugada principal del encuentro?

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Sigo con la retahíla de quejas: No tiene uno derecho a dar, si no su opinión y/o parecer deportivo (lo sé, es suicida), sí el intentar llevar la conversación por otros derroteros? (lo sé, también es suicida) Ponó! Sufro este desplante y apartheid deportivo apenadamente y en silencio. Avergonzado y contrito, tal si sufriese de implacables, severas y sanguinarias hemorroides cada domingo.

Triste es la vida del NO aficionado que sólo disfruta de sus amigos los días que no hay partidos. Pero partidos, haberlos, queridos amigos míos, haberlos haylos y muchos. Casi todos los días. En fin, siempre me quedarán las motos y esos genios intolerantemente buenos llamados «Marc Vázquez» y «Sipo Tons». Aunque este último, me parece a mí, que ya no pilota.

Álvaro Souvirón

  • Aquí podéis leer el articulo:

https://www.facebook.com/pages/La-Bombonera/450712491681393?fref=ts

 

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UN ARTICULO EN LA BOMBONERA

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“Cuando me propusieron escribir este texto en esta revista, no daba crédito a dicha propuesta. Pues debo confesar y confieso – para mi vergüenza – que soy un absoluto iletrado en todo lo referente al deporte de pelota llamado fútbol.”

Así empezaba el artículo de opinión que mi amigo el ilustrador y polifacético artista Ángel Idígoras, me encargó -y acepté, casi sin pensarlo- para insertarlo en el número 19 de la Revista del Club Deportivo Málaga: La Bombonera.

No sabía pues, como un inculto futbolero como era yo, iba a cumplir aceptable y acertadamente la promesa dada al amigo. Pero hete aquí que me acordé de una anécdota que me sucedió “In Illo Tempore” cuando – con mi hermano Fernando- acudía a La Rosaleda para presenciar un partido del Torneo Costa del Sol entre el Málaga y el Santos de Brasil del célebre y renombrado Pelé.

Así lo conté, asi se lo remití a los “Alma Mater” y auspiciadores de la revista: Idígoras y Pachi, y así fue, publicado en el periódico.

Leedlo, no tiene desperdicio. Más que nada por la ocasión única que se vivió aquel día y por el malísimo mal rato que pasé durante dicho encuentro de futbol y que no se me olvidó en años.

EL DÍA QUE VÍ A PELÉ

(Y CASI MATÉ A UN VIANDANTE.)

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Cuando me propusieron escribir este texto en esta revista, no daba crédito a dicha propuesta. Pues debo confesar y confieso – para mi vergüenza – que soy un absoluto iletrado en todo lo referente al deporte de pelota llamado futbol.

Pero dos razonamientos propios me disuadieron del rechazarla. El primero: que si por ejemplo juegan – es un ejemplo irrenunciable – el Real Madrid y el Barça, me la trae al pairo quien gane o quien pierda. Pero SÍ que tengo que reconocerme un chauvinismo malaguista irreprimible; y debo de confesar que muero con un fracaso del equipo de mi ciudad y que revivo con el triunfo de éste. Más si es en la Rosaleda y mi hijo lo ve en directo.
El otro razonamiento que me obligó a aceptarla es que tengo el inmenso honor de haber visto jugar a Pelé con su equipo en aquella época el Santos de Brasil contra el C.D. Málaga y eso tengo que contarlo. Sobretodo, porque lo que viví aquella jornada, fue inolvidable. No saben Uds. cuán inolvidable!! Porque ese día fue…

EL DÍA QUE VÍ A PELÉ

( Y CASI MATÉ A UN VIANDANTE.)

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Año del Señor de 1967. Martes 28 de Agosto. Torneo Costa el Sol. Cuatro equipos cuatro. Una Selección Argentina, el Real Club Deportivo Español de Barcelona , que a la postre ganó el Torneo, el Club Deportivo Málaga, y por fin, el invitado de honor El Santos del Brasil donde jugaba Edson Arantes do Nacimiento, «O Rei» Pelé, circunstancia esta que hizo que el Estadio de La Rosaleda se pusiera de bote en bote.

Manejaba yo en aquellos días, la edad repipi y zangolotina de los doce años y tres día. Casi cómo una condena para el que le tocase de acompañante. Fue mi hermano Fernando el que, de la mano, me llevó al campo por orden directa e irrevocable de mi padre. Si tu vas, le dijo al hermano mayor, te llevas al chico! Y el chico, que era yo, iba todo zascandil, chisgarabís y mequetrefe a ver al susodicho Pelé del que yo no tenía ni la más remota idea de cómo era, pero que todo el mundo desde hacía semanas hablaba de él.
La alineaciones para que vean Uds. que he hecho los deberes eran estas: Por el Santos de Brasil: Gylmar, Joel, Clodoaldo, Rudo, Lima, Orlando, Wüson, Bugleux, Toninho, Pelé y Edu. Y por el Málaga, elijan Uds. once de entre estos: Américo, Juanito, Porras, Arias, Montero, Piquer, Vallejo, Vázquez, Ben Barek, Benítez, Chuzo, Martínez, Robles, Aragón, Berruezo, Cabrera, Ficha, Moli, Otiñano, Pepillo, Valenzuela Y Ribes.

C.D. MALAGA  1967
La primera impresión que me llevé al ver el campo iluminado, se me quedaría grabada en la mente de por vida. El campo atestado y nosotros – mi hermano Fernando y yo –hacia arriba . A casi todo lo alto de la tribuna. Comienza el partido. El enorme morbo de poder ver en acción al Rey Pelé me mantiene sentado con un cierto interés. Tampoco mucho no se vayan a creer; a los treinta y cinco minutos, Pelé fue objeto de un penalti, lance en el que resultó lesionado y se tuvo que retirar.

Una desgracia para todos . Pero sobremanera para mí que, al no ser demasiado fanático, resultó que el «leit motiv» de mi asistencia al campo se había esfumado instantánea e irremediablemente.
Aguanto hasta el descanso. Aburrido ya, y cansado, me encamino hacia la parte superior de la tribuna. dando paseos y viendo el partido desde allí arriba. De pronto, veo que una botella de refresco de cola (no digo la marca) está tirada en el suelo. Irreflexivamente, le pego una patada y ésta, la botella, empieza a rodar; sin parar, empieza a rodar y llegando al filo, cae al vacio con una velocidad insólita. Corro hacia la barandilla, me asomo y veo a un probo ciudadano dirigiéndose directo al punto de impacto del proyectil de vidrio. Me echo a temblar por la desgracia que está a punto de suceder. En el último segundo, el botellín, le raspa la nariz al incauto viandante; le afeita el bigote al cero y se hace mil añicos delante de su aturdido y asombrado careto. Crash!!!!

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Yo permanezco pasmado arriba sin reaccionar. El viandante – aún no recuperado del susto – mira hacia arriba, y comienza a lanzar tal retahíla de insultos, amenazas e improperios qué – como comprenderán Uds .– no puedo transcribir aquí. Todo eso, llevándose los dedos índices y corazón a sus ojos como diciendo. !!!Que m’ queáo con tu cara!!! Yo, horrorizado, vuelvo corriendo a la grada. Me siento junto a mi hermano que no entiende ni se explica mi extremada lividez y descomposición. Ya no vuelvo a levantarme en todo el partido. Eso sí, sin parar de mirar hacia atrás esperando en cualquier momento a que el ciudadano se presentase detrás mía – en el mejor de los casos – acompañado de dos grises para detenerme.
El Santos ya le había colado dos al Málaga, y mi hermano, para evitar la muchedumbre, decidió que saliéramos ya. Cuando estábamos bajando, y casi saliendo al exterior, un enorme griterío nos anunciaba que el Málaga acababa de marcar. Mi hermano me dijo…Volvemos? y yo, dándole un enorme jalón del brazo, le conminé: !!! Ámonos pá la casa… Ya!!!
Málaga. Estadio de La Rosaleda. Ya te digo, 28 de Agosto de 1967. Martes maldito que fue. Para mí, claro está.

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