LOS SIETE PECADOS CAPITALES Y EL PINTOR ANTONIO AYUSO

 

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«Siempre me han inventado cualidades que no poseía, de lo cual no me quejo; porque esto me ha servido, para que la gente no se diera cuenta, de las que efectivamente tenía.»
Diego Rivera (Variación)

Introito:

Mi querido amigo Salvi Laporte me contaba, que en sus años de cumplimiento con los deberes patrios (hizo la mili en la marina) cuando llegaban a los puertos americanos y antes de desembarcar, los oficiales colgaban listados en el buque escuela para apercibir a la marinería sobre los locales que debían evitar en la ciudad. Mi amigo Salvi los copiaba todos y cada uno de ellos; y allá que se iba agradeciéndole a la superioridad la molestia que se tomaba para elaborarle un perfecto itinerario de visitas a locales interesantes y fuera del circuito turístico.

Con los Pecados Capitales pasa un poco lo mismo…

LOS SIETE PECADOS CAPITALES
Y EL PINTOR ANTONIO AYUSO

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Y va este Papa moderno que ahora tenemos (tiene buenas intenciones, parece ser, este sucesor de Pedro) y trata de volvernos locos a todos con eso de que Adán y Eva fueron un cuento chino… que el infierno no existe… y lo que es peor de todo: que los Pecados capitales ya no son los que eran!!!

Total, que todos los que éramos devotos y entusiastas partidarios de reivindicar y faltar a cada uno de los Siete Pecados Capitales, estamos desolados y cariacontecidos. Pues no va ahora el Papa Paco –Vicario de Cristo que es en la Delegación Tierra– y nos dice que –entre otros– los nuevos pecados capitales son pagar en negro, los chismorreos del Vaticano y/o pegarle un guantazo con la mano abierta a un niño que porculea demasiado en clase… Amoavé: No es que estén bonitas esas cosas; para nada, pero de ahí a considerarlas pecados capitales… Nusé!

La lista de los pecados capitales era cómo la lista de la oficialidad del Juan Sebastián Elcano: una recomendación de actitudes. Y ahora, con la nueva hornada de maldades preconizada por el Santo Pontifiché me pregunto…

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¿Do quedaron aquellas conculcaciones – sal y pimienta de la existencia– contra la lujuria? ¿Aquellas batallas frenéticas (siempre ganadas) contra la templanza, la moderación y la continencia a base de empalmes, tocamientos y penetraciones?

¿Do aquellos sentimientos de avaricia?  Yo me reconozco tremendamente tacaño y cicatero en cuanto a arañar y guardar tiempo para estar con mis amigos; para sacar momentos para escribir en este blog. Para ver el ocaso tras la duna de Bolonia… Siguiendo con la retahíla, la gula me domina cada día, puntualmente cuando me dan las cuatro y veinte de la tarde y resién llego a casa, que diría el Pastor Universal, y me puedo comer una vaquita asada tal cual hacía el ínclito Goliath; tragaldabas putativo que era del Capitán Trueno.

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Me reconozco perversamente dominado por la pereza cuando llega el momento de levantarme de la cama y el sol (el mismo que se oculta en Bolonia) está aún acostado. ¿Porque él se puede permitir el remoloneo y yo no? La ira me interviene cuando algunos miserables –que la vida te da como compañeros de viaje– se muestran en todo su mezquino y ruin esplendor. Y la envidia me acompaña cuando veo a determinados servidores públicos amigos que disponen de momentos libres para sus recadillos; de jornadas enteras para sus asuntos propios y de “Moscosos” varios porque yo me lo merezco. Y que además, para más INRI, cuando llegan sus preceptivas vacaciones anuales, aún les quedan cuarenta y tres días por disfrutar y para jactarse ante el resto de los bobos, desconcertados y pringados mortales.

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Pero la soberbia; fíjense Uds… La soberbia –a la que siempre combatí porque nada me inclinaba hacia ella– nunca la usé. Y me parece mentira que ahora, a estas alturas, me esté acompañando con sus primas hermanas la vanidad y la inmodestia; la altivez y el orgullo; la arrogancia y el engreimiento; con la más fatua y petulante suficiencia.

Y se preguntarán Uds… ¿Y porqué, y a qué, viene esto?

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Pues viene porque acabo de recibir un regalo que ha superado todas mis expectativas y pretensiones: Un magnífico y sublime retrato realizado (y firmado) por el inestimable pintor malagueño Antonio Ayuso. Compañero de armas, socio y compinche que es, en el Centro de Estudios del Talento.

Verán Uds… Tengo en mi poder algunos retratos realizados por amigos artistas. Eduardo Guille, Ángel Idígoras, Andrés Mérida y, ahora, Ayuso. Pongo a Dios por testigo –como la señorita Escarlata O’Hara con eso de la canina– que jamás se me hubiera ocurrido pedir tal cosa a cada uno de ellos. Eso, me hubiese resultado –y me repito– de lo más arrogante y engreído. Pero es que ellos así lo han hecho; “motu proprio”. El Guille se presentó inesperadamente con su regalo en mi casa; el Mérida me lo hizo y me lo proporcionó sin tener yo ni la más remota idea; Idígoras, rizó el rizo y – si bien yo le había pedido el inestimable honor de la caricatura para mi blog y mi perfil de Twitter– me regaló el retrato, porque él así lo quiso y él así lo hizo. Y ahora viene Antonio Ayuso y vuelve a hacerlo. Sin derecho a réplica.

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No quiero hablar de Antonio ahora; ni de él ni de su obra. Porque eso vendrá más adelante en un post personal y transferible; pero no quiero dejar de poner aquí su regalo, porque la soberbia y sus primas –esas de las que hemos hablado antes, y que ahora me acompañan– me dominan y me obliga a ello. Y además, no se lo digan Uds. a nadie… … … A mí me encanta.

Gracias Ayuso. Antonio. Gracias.

Este es el retrato…

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