LA LLUVIA PROMETIDA. EL DESCANSO DEL LEEDOR Y UN TANGO PARA BAUDELAIRE.

Tenemos mi querido amigo Diego Cumpián y yo, de vez en cuando, la sana costumbre  de intercambiarnos regalos en forma de libros de tinta impresa en papel. Es una sana costumbre que mantenemos a pesar de haber caído los dos en esa trampa cruel y sin alma que es el libro electrónico que sólo entiende de formatos y porcentajes de lectura.

Su ultimo regalo, el de mi querido Diego, consistió en el nuevo libro de Juan Miguel González del Pino: «La Lluvia Prometida«: Un fantástico recopilatorio de la poesía de Juan Miguel que puede usarse (yo lo hago) cómo libro de cabecera y descanso del leedor.

© Antonio Hidalgo Ayuso

Entre tanto Dicker y McGuire; Kirk y D’Andrea; Sáenz de Urturi y Aramburu. Víctor del Árbol, García Sáenz o Aurora Redondo. Entre tanto Zweig y Pérez Reverte –todos habitantes del averno electrónico– me gusta, por la noche que es cuando leo, entremezclar algún poema de Juan Miguel para sentir el tacto del papel y oír el sonido de su voz que tan bien conozco. Para, una vez leídos, alcanzar el descanso del leedor que antes decía.

Esta preciosidad de libro – la introducción corre a cargo del enorme intelectual y filósofo Julio Quesada– está publicado este 2017 en la Colección Puerta del Mar por el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga. Delegación de Cultura.

Dicha presentación –que tendrá lugar el próximo día 13 de Diciembre en el «Francmesón» (se me permita la broma) Restaurante Huesca sito en la Calle Virgen de la Esperanza, 21 de la malagueña Barriada de Carranque– y correrá  ésta a cargo del Doctor y Catedrático de Literatura Manuel Salinas. A la postre, director de la Colección Puerta del Mar y autor también del anexo de «La lluvia prometida».

© Antonio Hidalgo Ayuso

Acudan a la presentación; háganse con un ejemplar firmado por el autor y estaciónenlo junto a su cama; pues no pocas noches, recurrirán a cualquiera de sus inmensas composiciones y ellas, les acompañarán, les harán cavilar y les prepararán –con su singular belleza– para el plácido, reparador  y anhelado sueño.

Tendrán también el privilegio –si acuden a esa fiesta literaria– de oír en directo algunas composiciones del autor –y publicadas por el grupo Tabletom– interpretadas por Perico Ramírez y Salva Marina; guitarrista y cantante que son del citado grupo.

Una buena y enriquecedora cita navideña que se une al elenco de eventos y actividades  lúdico-culturales que en estos días se presentan en la ciudad de Málaga.  Acudan a la presentación, insisto. Sin duda, me lo agradecerán.

Y ahora…

Para apaciguar un poco ese orgullo desmedido que me produce la generosidad que despliega Juan Miguel González para conmigo; para darle alimento a esa parcela de ego vanidoso y engreído que todos tenemos, os voy a regalar una de las  perlas que el Poeta (siempre  pongo «Poeta» en mayúsculas cuando me refiero a él; y así, siempre lo indico sin temor a la recurrencia) os voy a regalar una de la perlas decía, que Juan Miguel González del Pino, tiene a bien dedicarme en su libro.

Un tango. Un tango abrumadoramente triste y despiadado. Un tango, de una inexcusable belleza. Un tango para Baudelaire que nos cure del dios de las tabernas y nos devuelva al aire de las cruces proscritas (sic):

TANGO PARA BAUDELAIRE

                                                        Para Álvaro Souvirón

 

Escribamos un tango, Horacio, amigo mío

que eche a andar por los campos a los cojos violines,

y un regusto en la boca deje a revólver frío,

y un desprecio incurable por el sol de los cines.

 

Un tango para nadie, de música imposible,

atroz y bellamente nacido derrotado,

tan sincero y piadoso, tango tan irrisible

que no se cante nunca y siempre sea llorado.

 

Un tango que nos cure del dios de las tabernas,

y nos devuelva al aire de las cruces proscritas,

de versos reaccionarios y enfermedades tiernas,

menstruado de lunas y esperanzas marchitas.

 

Moradas buganvillas, crisantemos llovidos…

Tras de las blancas tapias, qué dulce hablé a la muerte.

A la vida pedí sólo otoño y olvido,

y al amor la inconstante y amada mala suerte.

 

Salgamos a la calle a bailar este tango,

a llorar por la flor de pasado mañana,

a besar los pulmones de la musa del fango

y celebrar la misa de la bella desgana.

 

Se ha subido la niña

a la pierna cortada

del ángel que no sabe

que ya fue gorrión;

en ángel amarillo,

de espalda de cebada,

que el reloj atrasaba

de la vieja estación.

 

En la boca lunfarda

de la luna judía,

creció la madreselva

lluviosa del burdel,

y aún recuerdan los pastos

cómo, roja, se abría

la rosa del esputo

de Carlitos Gardel.

la lluvia prometida

***

 

ANTONIO HIDALGO AYUSO. UN HOMBRE BUENO.

(Todas las imágenes que ilustran esta introducción, son antiguas fotografías del Arroyo de los Ángeles. Lugar donde sigue viviendo el artista-pintor Antonio Hidalgo Ayuso)

 

«Sueño mis pinturas y luego pinto un sueño».

Vincent Van Gogh

Tengo yo –y se me perdone la inoportuna soberbia de empezar hablando de mí mismo– la merecidísima fama de ser impaciente hasta la más enorme exageración. Impetuoso hasta lo irreflexivo. Inquieto y apasionado hasta lo más irritable. Lo reconozco. Cuando algo me apetece hacer, se me antoja apremiante e inmediato; de modo y manera, que me entran las llamadas «siete cosas» hasta que no consigo ver plasmado el resultado –que sin cesar, y sin descanso– se ha pergeñado en mi cabeza.

Así ha sido hasta hoy.

Digo todo esto –volviendo a pedir perdón por la inoportuna soberbia de seguir hablando de mí mismo– porque contra toda costumbre y un poco «anti-natura» he dilatado, más tiempo de lo que la buena educación y la pretensión permiten, la  publicación de este artículo sobre mi querido amigo el pintor Antonio Hidalgo Ayuso.

No crean que ha sido por falta de ganas. Tampoco por la falta de colaboraciones externas. Ha sido –tengo que admitirlo sin vergüenza alguna– por un inadmisible «pánico escénico» provocado por la «presencia» en este artículo, de personalidades tan prominentes y consideradas como son los escritores Francisco Javier López Navidad, el insigne Poeta (siempre lo pongo con mayúsculas) Juan Miguel González y el mismo pintor Antonio Hidalgo Ayuso, que es el leitmotiv de la entrada de hoy en este blog que a todos os pertenece.

Rememoremos. Hace un cierto tiempo, tuve el honor y la inmensa satisfacción de organizar una tertulia en mi casa con tres insignes integrantes del ilustre Centro de Estudios del Talento. La finalidad de dicha reunión no era otra que la que el pintor me entregase una selección de sus trabajos para incluirla en la reseña que ahora estáis leyendo. Una ardua tarea, pues su obra –pródiga obra– está repartida por multitud de colecciones privadas de Málaga y guardadas con celo por sus propietarios, sabiéndose afortunados por ser poseedores de los tesoros que cuelgan de sus paredes.

Antonio, me entregó esa recopilación. Juan Miguel González un poema dedicado al pintor, al escritor y a este bloguero. Y Paco Navidad, un texto –Un amigo mío– del cual insertaré un fragmento. Entre todos, generosamente, me regalaron una velada inolvidable llena de diversión, amistad y sabiduría. Una noche imborrable en la memoria.

¿Pero qué me pasó? ¿De dónde venía ese miedo? ¿Qué me atenazaba la disposición? Pues pasó qué, teniendo en mi mano tanta genialidad en forma de letras y de trazos; tanta ocurrencia, ingenio y gracia (la reunión –de forma inesperada– se alargó hasta la madrugada) y recordando a posteriori tanta agudeza e inteligencia,  mi predisposición natural hacia la inmediatez y mi cualidad de «fuguilla», se transformó, sin yo quererlo, en una mezcla de miedo y responsabilidad. De horror a mi propia incompetencia (porque soy consciente de mis limitaciones) a mi incapacidad y torpeza en esto del reflejar adecuadamente la enorme admiración que siento por Ayuso y por la compaña.

Me abrumaba la enorme responsabilidad que se me había venido encima –sin haberlo yo previsto– por el privilegio de tener a mi alcance, y poder publicar en exclusiva, una somera parte de la obra de este gran maestro malagueño.

Y así, cómo quien no quiere la cosa, pasaron casi seis meses. Medio año con un atisbo de opresión en el pecho producida por el incumplimiento de la palabra dada. Imaginando que cada día que pasaba, era un peldaño más hacia la decepción y hacia la contrariedad de mi amigo. ¿Qué pensaría de mí?.

Así que tiré por la calle de en medio y delegué las responsabilidades. Me apoderé de las opiniones de personalidades y jugué a ser un mero coordinador de apreciaciones y análisis de personas muchísimo más dotadas que yo para enaltecer a Antonio Hidalgo Ayuso como pintor. Para que se ensalzara y elogiara debidamente a Ayuso como creador. Como persona buena y sensible que es. Un ser, francamente bondadoso, servicial, amable y cariñoso como pocos. Tan grande como artista, tan humilde e íntegro como individuo. La perfecta definición de UN HOMBRE BUENO.

Esta, que ahora viene, es una pequeña selección de su obra pictórica. Disfrutada; observadla con atención. Pararos en cada una de ellas y saboreadlas; y, si queréis honrar alguna de vuestras paredes, adquirid una obra suya; está en un momento de creatividad innegable. Es una oportunidad que os brindo porque, manifiesta e incontestablemente, estamos ante uno de los más grandes artistas que ha dado esta tierra.

(*)Nota al final del artículo.

 

«Estamos seguros de que Ayuso es de los elegidos; uno de los que se levantan de la visión usual hasta la visión transcendida, a fin de que los de vista más débil alcancemos un pleno disfrutar de este sentido.

Si Ayuso hubiese sido torero, se hubiese semejado más al Manolete de la mirada al tendido que al Cordobés exageradamente trágico. Porque Ayuso, que vive junto al Arroyo de los Ángeles, se nos aparece como más propicio a la lucha de Jacob con el Ángel que a la pugna sangrienta».

Alfonso Canales

Académico correspondiente a la Real Academia Española.

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«La pintura de Hidalgo Ayuso, siempre habrá de tenerse en cuenta como una de las mejores dentro del panorama de la década de los sesenta en Málaga. En la actualidad, parece renacer con nuevos bríos, enmarcada dentro de una nueva conceptualización estética»

Carlos Ros.

 Gran Enciclopedia de Andalucía.

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 «Ningún pintor en Málaga se ha acercado tanto al realismo mágico de Antonio López García, como lo hace Ayuso. Es también un pintor que recibe lo mejor del clasicismo, unido a un perfecto entendimiento de la lección moderna de Cézanne especialmente. Que ha comprendido perfectamente la mas difícil lección de la historia de pintura; la lección del maestro de Aix- en- Provence».

Enrique Castaños Alés. Crítico de arte

 (Historia del arte de Málaga. Tomo 23)

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«Antonio Hidalgo Ayuso (Málaga, 1945). Pintor. Presentó por primera vez su obra en Málaga en 1962,llevandoa cabo numerosas exposiciones entre 1967 y 1973, en las que su moderno sentido figurativo alcanzó un reiterado éxito. Participó en muestras colectivas y certámenes, obteniendo importantes galardones y siendo considerado como uno de los más destacados pintores andaluces de los años sesenta. Tras una etapa de búsqueda y de concentración, su pintura ha vuelto a renacer con una nueva fuerza y un cambio de concepto».

 Diccionario de Pintores y Escultores Españoles del Siglo XX.

Forum Artis S.A.

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« Perros y gatos conviven en silenciosa armonía en la noble casa de los Hidalgo. Unas veces duermen sobre la cama del pintor, otras, juegan entre aceites y pinturas dejando un rastro de babas y pelos en mangos y virolas de los pinceles desperdigados por la sala estudio y que no provocan queja alguna en el maestro, más preocupado por el trabajo que le entretiene que por los humores y juegos de sus animalitos. La bonhomía del artista se refleja en el carácter acogedor de sus perros y gatos que reciben al visitante mansamente y lo acompañan por las diferentes estancias de la casa. Casa ligera de equipaje, de amplios espacios y livianos, pero acertados, ornamentos, que relajan al visitante cuando camina sobre una solería de mediados del siglo XX con aroma de esencia depino o trementina. A la entrada, en la pared de nuestra izquierda, cuelga el cuadro de su madre; retrato maravilloso de la mujer que más ha amado, donde la ternura y el alma limpia se manifiestan contundentemente. Tendría el pintor dieciséis años cuando plasmó el rostro amable de esta Madonna sixtina malagueña».

 «UN AMIGO MÍO»

Francisco Javier López Navidad. Escritor y Profesor.

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« A veces, cuando le viene en gana, Ayuso aplica con tanta delicadeza y amor su sabiduría pictórica, que los resultados no pueden ser otra cosa que verdaderas obras maestras.

Pocos han pintado con mayor gusto y conocimiento del color que este pintor. Aunque su obra la realizara –precocidad asombrosa– de los quince a los veinticuatro años, no hay cuadro posterior a su dramática y firme decisión de apartarse de los círculos profesionales, que no contenga bellas reminiscencias y destellos de aquella época genial.

Muy pocos asumieron con tanta vocación el oficio de pintor, que para algunos no fue sino entrega apasionada a los dictados  de su quebrantada sensibilidad, esa misma que, todavía acopia con humanidad y sencillez, con lealtad y fervor, su limpio corazón de niño».

«UN PINTOR: ANTONIO HIDALGO AYUSO»

Juan Miguel González del Pino. Poeta.

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Mi hijo, Álvaro Souvirón Jr. con Antonio Hidalgo Ayuso

 

  • PRECIOS ESTIMADOS, SEGUN EL TAMAÑO, DE 500 A 6.000 EUROS

 

 

 

ESTE TIEMPO DE NECESARIO DESCANSO

El aburrimiento significa que la mente tiene hambre de nuevos estímulos, de más alimento para el pensamiento, y que su hambre no está siendo satisfecha.

Heckhart Tolle

Tengo que reconocer que padezco, estos últimos tiempos, un estado de pereza escritora y comunicativa. Una nula disposición para eso de las relaciones epistolares por estos parajes virtuales que tanto usé y abusé hasta no hace mucho.

No se crean que en otros ámbitos no me muevo. Claro que lo hago! Y me divierto y me distraigo muchísimo. Enriquecedoramente. Gracias a la multitud de amigos y familia que me acompañan y de los cuales disfruto y dispongo.

Pero es cierto también, que por estos lugares intangibles sentía  una irreprimible sensación de hartazgo, de empacho informativo y de fastidio; una percepción que me estaba impidiendo codearme con la frescura y la viveza de antaño; y por esa eventualidad, me resultaba demasiado afanoso eso del juntar palabras para compartir pensamientos y vivencias a través de este blog y de redes sociales cómo Facebook o Twitter.

Las mil opiniones que se vierten  –casi todas iguales– en temas generales. La poquísima empatía y generosidad que se demuestra con ese alguien que hasta hace un momento estaba en lo más alto de la popularidad del grupo y que ahora, se encuentra en horas bajas (el caso de mi querida y admirada amiga Mery Torres es intolerable). Esa ola de buenismo fingido, cansino y mal entendido; y por fin, esos manifestaciones  y puntos álgidos de amistad –tan inquebrantables como irreflexivas– que se sienten hacia personas a las que apenas conoces y que, más pronto que tarde, pagarán nuestras muestras de cariño con la más total indiferencia .

Toda esa amalgama de circunstancias, sigo diciendo, me ha procurado este estado de pereza y desgana hacia las redes sociales y demás medios de comunicación. Ni siquiera, me lo ha quitado el que mi blog haya cumplido tres millones de visitas estos días pasados. Ni siquiera, el precioso y pendiente compromiso adquirido con mi apreciado y respetado amigo el excelso pintor Antonio Ayuso con la publicación de su excepcional obra pictórica (que ya obra en mi poder) me ha animado a abandonar la desidia. Tampoco la extraordinaria y preciosa reseña del concierto del grupo Sólo un Momento realizada por el genial poeta malagueño Juan Miguel González –que también obra en mi poder–  me ha convencido a levantar el culo del acomodo de la indolencia; y lo que es peor, la añoranza por esa nómina de grandes y buenos amigos que pueblan estos espacios, han podido impedir este estado de abulia, displicencia y apatía que ahora me interviene en eso del publicar y manifestarme. Tan solo me permito la cortesía del «buenos días» mañanero y poco más, ya lo saben algunos de los más fieles.

Así que, recapacitando, he decidido –ahora que he dejado atrás exitosamente, malas e indeseadas situaciones provocadas por una mala suerte de miserables– he decidido decía, que a primeros de Septiembre, después de mi cumpleaños y ya habiéndome jubilado, disponer obligatoriamente un tiempo semanal que ahora no dedico a seguir alimentando mi  blog. Relacionándome de nuevo con las personas que me merecen la pena en las redes sociales por las que me muevo; publicando esos avenates rápidos y fugaces que de pronto me estallan en la cabeza. Obviando, eso sí, al mequetrefe metemierda y al opinador de todo y de todos, para seguir con el firme propósito de continuar siendo feliz cómo lo estoy siendo ahora. Finalizando ya, esta etapa de desconexión y aislamiento voluntario. Agradeciendo a los dioses verdaderos, el haberme regalado este tiempo de necesario descanso.

¡QUÉ MAL SUEÑO, COÑO!

¡QUÉ MAL SUEÑO, COÑO!

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Indico, lo primero de todo, que las imágenes que ilustran este escrito son trabajos que, en algún momento entre los años 1603 y 1868, un artista japonés desconocido, pintó en un lienzo de 10 metros de longitud donde se describe la (imaginaria) batalla de “Los gases intestinales”.

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La universidad Waseda de Tokio, ha escaneado esas piezas de tela y las ha publicado para compartirlas con el mundo.

Habitualmente, estamos viendo muchas imágenes de situaciones bastante extrañas que normalmente ocurre en Japón. A juzgar por estas pinturas que datan de varios siglos atrás, lo que nos queda claro es que el arte del cuesco, de la flatulencia plena de ardor guerrero, si no es una invención japonesa, por lo menos es una tradición muy arraigada.

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Empecemos…
Tiene a bien mi muy querido amigo Javier López Navidad –Paco para sus más íntimos colaboradores en la logia del Centro de Estudios del Talento– el permitirme publicar dos escritos suyos.
El primero es un romance a un notable maharón malagueño –reminiscencia de aquella Málaga pródiga en personajes callejeros y mentecatos ilustrados– llamado «El Pocarropa»
Una delicia que dice así:
A mi amigo Antonio Ayuso, Mester de Geometría

Romance a «El Pocarropa»
Con su camiseta Ferrys
y blandiendo gallardía
saca pecho el Pocarropa
por calle Carretería.

***
Sandalias de pie quebrado
de monje de santería,
que son monjes que se guardan
de pompas y sastrería.

***
Sube cantando la calle
y con tanta algarabía
que un tropel de treinta mozos
le acosaban a porfía.

***
La que le dieron, me callo,
– sensato de bizarría –.
Mas recibió tantos palos
que acabó de enfermería.

***
Obstinado por el vicio,
como pertinaz sequía,
al claro de Puerta Oscura
iba a cagar cada día.

***
Daba de cuerpo de lado
rezando un Avemaría,
para guardarse de guardias
que le guardaban manía.

***
Aparenta a buena vista
modelo de asimetría:
que adonde habita la pena
ya no se da la alegría.

***
Ya no canta el Pocarropa
coplas de marinería.
Salva las horas rezando
y en laudes de siquiatría.

***
Javier López Navidad

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El segundo escrito, ignorando yo el estilo literario apropiado en donde encuadrarlo, pido al autor que me lo defina él mismo y así lo hace. Prologándolo tan somera cómo perspicazmente. Una delicia titulada ¡Qué mal sueño, coño!
Dice de lo que viene:

Lírico–jocoso postmoderno o de juglaría urbanista.

Te adjunto los previos: Las cabezas juegan malas pasadas. A veces, fray Dióxido de Amberes, conocido alquimista ucraniano que guarda amistad con mi compadre, el celebrado poeta Juan Miguel González, se rebela y llena de bicarbonato muy sódico las mentes de los profetas, plenas de frugal empatía con el sarraceno y arma la que no está escrita en un inentendible lirismo jocoso, propio de un mentecato miembro de la urbana juglaría. ¡Vaya noche que me ha dado! Fin de la conversación (O de la cita, que diría el maltrecho y vapuleado Rajoy)

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¡Qué mal sueño, coño!
Cuando pase ese Duero por Pizarra,
y Castejón fusile a sus pupilos,
pediré a los reyes un tranvía
donde montarnos a solas cada tarde.

***
Iglesias marchará con añafiles
silbando dos canciones de albañiles:
un Reprietas las filas comunistas
y un Montañas Nevadas si podemos. (Si se dejan)

***
Cada martes se irá a Campanillas,
con las claras y brillantes fiambreras
plagadas de tortillas de cebolla
con algún higo chumbo de estandarte.

***
Ya muy tarde, con la noche en banda,
por barlovento y desdén zascandil,
entre las duras sombras de la noche,
dos nubes: ¡Alto!, la Guardia Civil.

***
Se acabará como siempre en Natera,
sin uñas en los dedos que contarnos.
Y por bajini dirá el falangista:
ya te lo avisé, querido hermano.

***
Javier López Navidad

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Ya para terminar, quiero volver a decir –ya lo he dicho antes muchas veces– que tener alojado, en régimen de medio pensionista, en este blog a Javier López Navidad (Christmas), no sólo es un privilegio; es todo una regalía que el destino –generoso que ha sido conmigo– me ha proporcionado.

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UN AMIGO MÍO. (Sous les pavés, la plage.)

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UN AMIGO MÍO.
(Sous les pavés, la plage.)

«Non, rien de rien, non, je ne regrette rien
Ni le bien qu’on m’a fait, ni le mal
Tout ca m’est bien egal»

Tengo una deuda de honor contraída con mi amigo el pintor Antonio Ayuso. Una deuda –tengo que reconocerlo– de esas que no cuestan nada el pagarlas. Un compromiso, voluntariamente adquirido, que quiero dejar resuelto por el honroso método de «la devuelta» que diría el Óscar, camarero jefe e «hijoldueño» de mi bar de desayunos de cabecera que es.

Tengo en mente, para el pago, el proporcionarle al Ayuso alojo mediopensionista de manera definitiva e inapelable en este blog. Sin carga arrendataria que le atosigue; sin obligación de que abone cantidad monetaria alguna por el consumo de esas bebidas sobrias y enófobas que acostumbra trasegar, puesto que van incluidas, como es natural y de recibo, en el mismo de la Comunidad de Propietarios que le pago yo, gustosamente como arrendador.

A mi amigo el pintor (que me aseguró lo del proporcionarme fotos de sus obras) le prometí realizarle un post en esta su Comunidad, no tanto como para agradecerle el inconmensurable regalo que me hizo en forma de retrato, sino porque tener aquí a Antonio Ayuso como inquilino, representa un inapreciable regalo para este blog y, por ende, para su Comandante en Jefe.

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Esto que ahora vais a leer, es una primera entrega de tres (espero) sobre la figura de Antonio Ayuso. Una primera entrega esta que incluye un precioso alegato de su íntimo y apreciado amigo el Poeta y escritor Javier López Navidad. Una prédica en prosa poética que habla de los tiempos del pintor en Francia, de sus trueques de pinturas y dibujos por latas de refrescos y cervezas ignominiosamente abstemias; de la tierra almeriense que compartimos ambos cuando eso del cumplir con los deberes patrios. De su patio plagado de vinagretas o del cuadro de su madre «retrato maravilloso de la mujer que más ha amado, donde la ternura y el alma limpia se manifiestan contundentemente» (sic). De estas cosas y de muchas otras más.

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Después vendrá otra entrega con texto de mi muy querido amigo el Poeta Juan Miguel González; y después –la última, si así se cumplen las expectativas– con una selección retrospectiva de los trabajos del Maestro.

Este artículo está ilustrado con imágenes de un París que ya se esfumó en esa playa ilusoria existente debajo de los adoquines (Sous les pavés, la plage.) que los jóvenes idealistas del 68 siempre aseguraron que estaba allí y en la que Antonio Ayuso, estoy completamente seguro, alguna vez se bañó después de zamparse un buen cacho de queso Camembert de Normandie y una copita de Ricard.

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UN AMIGO MÍO.
Javier López Navidad

Mea la perrilla sobre la lata de cerveza que descansa en el suelo de porla o cemento muy aguado y desconchado del patio de las vinagretas; el pavimento se ha resquebrajado con el sol y el paso de los años. Mientras mi sonrisa expresa el estupor ante la licencia canina, el pintor asalta la cocina y trae para acompañar las cervezas y las colas un paquete de galletas María. Todo es alegría en este abierto y luminoso rinconcillo de la casa, donde pululan gatos y perros entre poetas y pintores de blandas primaveras. Sobre el cielo del laurel pasan dos gorriones y algunos chamarices despistados.

Perros y gatos conviven en silenciosa armonía en la noble casa de los Hidalgo. Unas veces duermen sobre la cama del pintor, otras, juegan entre aceites y pinturas dejando un rastro de babas y pelos en mangos y virolas de los pinceles desperdigados por la sala estudio y que no provocan queja alguna en el maestro, más preocupado por el trabajo que le entretiene que por los humores y juegos de sus animalitos. La bonhomía del artista se refleja en el carácter acogedor de sus perros y gatos que reciben al visitante mansamente y lo acompañan por las diferentes estancias de la casa. Casa ligera de equipaje, de amplios espacios y livianos, pero acertados, ornamentos, que relajan al visitante cuando camina sobre una solería de mediados del siglo XX con aroma de esencia de pino o trementina. A la entrada, en la pared de nuestra izquierda, cuelga el cuadro de su madre; retrato maravilloso de la mujer que más ha amado, donde la ternura y el alma limpia se manifiestan contundentemente. Tendría el pintor dieciséis años cuando plasmó el rostro amable de esta Madonna sixtina malagueña.

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Gusta Ayuso relatar su paso por Francia; sus mejores años, según él. Habla y habla del país vecino y de sus gentes, de su comida, de sus flores, de sus vinos y de sus quesos y cómo no, de los valses parisinos y las tristes baladas con los sonidos del acordeón y la voz quebrada y melodiosa de Edith Piaf, cantando «Non, je ne regrette rien» y de Ives Montand, con sus «Hojas muertas», que le saltan las lágrimas y que le llevan al sendero melancólico y fatalista sobre el destino; cuenta cómo ambos temas y un queso le acompañaron en su viaje sobre la dura madera del vagón del tren que le traía de vuelta a casa.

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Muchas veces recuerda los años trascurridos en el Sur de Francia, ¿o estaba al Norte?, trabajando en una quesería. Ganó en peso y francos. Cada mañana iba al trabajo con una baguette bajo el brazo envuelta en un periódico, siempre el mismo, el Ideal de Granada, a modo de disimulo; cada mañana, cargaba con su herramienta favorita: una barra de pan de Viena y mucho y mal disimulado apetito. Manejaba hambre como soldado en maniobras. Autorizado por el patrón de la empresa de comerse los quesos rotos y despostillados, el día que no había ninguno provocaba un par de accidentes. Comer es necesario y sobre todo por la gloriosa libido de los veinte años; cada pulsión amorosa requería una ciega pasión por la leche cuajada y un obligado recuerdo al magno chorizo de Cantimpalos.

Sobre el terreno grisáceo y amarillo de Viator, arrastra Antonio sus pies, cargando un caballete con lienzo y una lata oxidada de pinturas y pinceles. Lleva más de un mes con el sol en la sesera y el rostro de un capitán entre ceja y ceja, el cual le exonera de ciertas labores militares a cambio del cuadro que le inmortalice con correaje y sable sobre un caballo blanco con los justos lunares. Y Antonio sueña en el mar; y sueña en su infancia y en el sonido del agua al pasar por su puerta.

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– Don Antonio, me debe en torno a cuatrocientas latas, entre cerveza 0’0 y coca-cola light.

Se lo dice, no muy severo, el dueño de la tienda de congelados. Y el pintor se queda pasmado por el número y le pide nervioso un cigarrillo; juraría error en el cálculo. Sabe que le mete sin miramientos gato garduño y se queja para sus adentros de esa cantidad que niega haber consumido; según él, 282 latas. Como sabe el endeudado de la pasión por la cacería del demandante, cada mes o cada dos, le lleva un cuadro con motivos cinegéticos, bien de setters y podencos, bien de liebres y conejos, bien de cananas, chalecos o de terribles repetidoras; muy realistas ellos y más prácticos, con los que salda en sencillo trueque sus deudas. Al de los congelados le sabe a gloria cada uno de los cuadros de este maestro del color y la forma; muestra un orgullo desmedido y cierto pavoneo porque sabe lo que adquiere. Cuando hay muchedumbre en el negocio, hace público entre su clientela de que tiene un Ayuso colgado en la cocina que representa una bandada de patirrojas de la Meseta y otro en el salón con seis bravos fox terrier atacando un jabalí que quitan el sentío y le estimulan el apetito. Noble arte, donde los haya, el de la cacería.

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LOS SIETE PECADOS CAPITALES Y EL PINTOR ANTONIO AYUSO

 

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«Siempre me han inventado cualidades que no poseía, de lo cual no me quejo; porque esto me ha servido, para que la gente no se diera cuenta, de las que efectivamente tenía.»
Diego Rivera (Variación)

Introito:

Mi querido amigo Salvi Laporte me contaba, que en sus años de cumplimiento con los deberes patrios (hizo la mili en la marina) cuando llegaban a los puertos americanos y antes de desembarcar, los oficiales colgaban listados en el buque escuela para apercibir a la marinería sobre los locales que debían evitar en la ciudad. Mi amigo Salvi los copiaba todos y cada uno de ellos; y allá que se iba agradeciéndole a la superioridad la molestia que se tomaba para elaborarle un perfecto itinerario de visitas a locales interesantes y fuera del circuito turístico.

Con los Pecados Capitales pasa un poco lo mismo…

LOS SIETE PECADOS CAPITALES
Y EL PINTOR ANTONIO AYUSO

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Y va este Papa moderno que ahora tenemos (tiene buenas intenciones, parece ser, este sucesor de Pedro) y trata de volvernos locos a todos con eso de que Adán y Eva fueron un cuento chino… que el infierno no existe… y lo que es peor de todo: que los Pecados capitales ya no son los que eran!!!

Total, que todos los que éramos devotos y entusiastas partidarios de reivindicar y faltar a cada uno de los Siete Pecados Capitales, estamos desolados y cariacontecidos. Pues no va ahora el Papa Paco –Vicario de Cristo que es en la Delegación Tierra– y nos dice que –entre otros– los nuevos pecados capitales son pagar en negro, los chismorreos del Vaticano y/o pegarle un guantazo con la mano abierta a un niño que porculea demasiado en clase… Amoavé: No es que estén bonitas esas cosas; para nada, pero de ahí a considerarlas pecados capitales… Nusé!

La lista de los pecados capitales era cómo la lista de la oficialidad del Juan Sebastián Elcano: una recomendación de actitudes. Y ahora, con la nueva hornada de maldades preconizada por el Santo Pontifiché me pregunto…

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¿Do quedaron aquellas conculcaciones – sal y pimienta de la existencia– contra la lujuria? ¿Aquellas batallas frenéticas (siempre ganadas) contra la templanza, la moderación y la continencia a base de empalmes, tocamientos y penetraciones?

¿Do aquellos sentimientos de avaricia?  Yo me reconozco tremendamente tacaño y cicatero en cuanto a arañar y guardar tiempo para estar con mis amigos; para sacar momentos para escribir en este blog. Para ver el ocaso tras la duna de Bolonia… Siguiendo con la retahíla, la gula me domina cada día, puntualmente cuando me dan las cuatro y veinte de la tarde y resién llego a casa, que diría el Pastor Universal, y me puedo comer una vaquita asada tal cual hacía el ínclito Goliath; tragaldabas putativo que era del Capitán Trueno.

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Me reconozco perversamente dominado por la pereza cuando llega el momento de levantarme de la cama y el sol (el mismo que se oculta en Bolonia) está aún acostado. ¿Porque él se puede permitir el remoloneo y yo no? La ira me interviene cuando algunos miserables –que la vida te da como compañeros de viaje– se muestran en todo su mezquino y ruin esplendor. Y la envidia me acompaña cuando veo a determinados servidores públicos amigos que disponen de momentos libres para sus recadillos; de jornadas enteras para sus asuntos propios y de “Moscosos” varios porque yo me lo merezco. Y que además, para más INRI, cuando llegan sus preceptivas vacaciones anuales, aún les quedan cuarenta y tres días por disfrutar y para jactarse ante el resto de los bobos, desconcertados y pringados mortales.

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Pero la soberbia; fíjense Uds… La soberbia –a la que siempre combatí porque nada me inclinaba hacia ella– nunca la usé. Y me parece mentira que ahora, a estas alturas, me esté acompañando con sus primas hermanas la vanidad y la inmodestia; la altivez y el orgullo; la arrogancia y el engreimiento; con la más fatua y petulante suficiencia.

Y se preguntarán Uds… ¿Y porqué, y a qué, viene esto?

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Pues viene porque acabo de recibir un regalo que ha superado todas mis expectativas y pretensiones: Un magnífico y sublime retrato realizado (y firmado) por el inestimable pintor malagueño Antonio Ayuso. Compañero de armas, socio y compinche que es, en el Centro de Estudios del Talento.

Verán Uds… Tengo en mi poder algunos retratos realizados por amigos artistas. Eduardo Guille, Ángel Idígoras, Andrés Mérida y, ahora, Ayuso. Pongo a Dios por testigo –como la señorita Escarlata O’Hara con eso de la canina– que jamás se me hubiera ocurrido pedir tal cosa a cada uno de ellos. Eso, me hubiese resultado –y me repito– de lo más arrogante y engreído. Pero es que ellos así lo han hecho; “motu proprio”. El Guille se presentó inesperadamente con su regalo en mi casa; el Mérida me lo hizo y me lo proporcionó sin tener yo ni la más remota idea; Idígoras, rizó el rizo y – si bien yo le había pedido el inestimable honor de la caricatura para mi blog y mi perfil de Twitter– me regaló el retrato, porque él así lo quiso y él así lo hizo. Y ahora viene Antonio Ayuso y vuelve a hacerlo. Sin derecho a réplica.

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No quiero hablar de Antonio ahora; ni de él ni de su obra. Porque eso vendrá más adelante en un post personal y transferible; pero no quiero dejar de poner aquí su regalo, porque la soberbia y sus primas –esas de las que hemos hablado antes, y que ahora me acompañan– me dominan y me obliga a ello. Y además, no se lo digan Uds. a nadie… … … A mí me encanta.

Gracias Ayuso. Antonio. Gracias.

Este es el retrato…

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