JUAN MIGUEL GONZÁLEZ. EL OZONO Y LA ÓPERA

JUAN MIGUEL GONZÁLEZ.

EL OZONO Y LA ÓPERA

Debemos de pertenecer, el Poeta Juan Miguel González y yo, a la misma quinta o, al menos, a sus aledaños. Porque cuando lo leo, invariablemente, acuden a mi mente -en forma de recuerdos escondidos- cosas que ya, hacía mucho, habitaban en el retiro de mi desmemoria.

Yo, que soy de esa quinta de la rima premiada y soez -el cincuenta y cinco- recibo esos detalles con la melancolía y el cariño de asumir que aquellos momentos ya no me pertenecen. Porque se van diluyendo en mi recuerdo. Perdidos en el tiempo como lágrimas en la lluvia, que decía el replicante Batty.

 

Pero Juan Miguel, tiene el detalle de destaparlos gloriosamente. De volver a sacarlos a la luz con un lenguaje tremendamente poético. Un viaje a un pasado evocador.

Las agüilis y las alúas son unos ejemplos magníficos para mí; porque son referencias de una niñez vivida a los pies del Monte de Gibralfaro, donde me crié. Tiempos de esa Maruzzella que tanto le gusta al poeta y que yo oía, cuando volvía a casa -después de coger las hormigas voladoras y meterlas en un tarro de cristal-  y oía la canción, en el pikú del Reader’s Digest de mi Tío Ignacio. Renato Carosone, Gianni Morandi o  Nicola di Bari. No olvidemos a Celentano. Cuarenta y cinco revoluciones cada minuto de música italiana que mis padres tarareaban porque les encantaba.

En la poesía de mi amigo, a las agüilis y a las alúas le siguen -ahora en la memoria gustativa- el sabor del Orange Crush y Gaseosas (reestrenos en el Capitol). El de las Tortas Ramos de los desayunos de aquellos días de amasquillos.

-Dice mi amigo Cristóbal Marmolejo, que cuando un malagueño escribe, siempre, en algún momento, rememora los bares de su vida. Cosa que es, me dice, costumbre muy arraigada en los de esta tierra-

También vuelvo a saborear, acompañado del poeta, un guarrito en la Buena Sombra del Pirri o un blanco en el Anchoita. Y, para entronizar esta nómina de establecimientos, que mejor que una corona de boquerones fritos en Quitapenas, unas conchas finas en Casa el Guardia o un cateto en la Campana.

Visitamos juntos, pero no revueltos, el Túnel del Merlo. El Armenia pasado antes por el Carapapa. El CTB o la Axarquía: aquella de Cumpianes y Villalba.

Leer, y realizar, una selección de poemas de Juan Miguel González -para instalarlos cómodamente en su rincón en propiedad de este blog- resulta agotador y apasionante. Agotador, porque es muy difícil elegir entre tanto bueno; apasionante, porque cada vez que lees descubres algo nuevo. Bueno y Nuevo.

También, es un ejercicio de emoción y de enternecimiento difícil de soportar con la dignidad que se le supone, a uno de cincuenta y seis; que es lo se que maneja.

Esta entrega consta de tres dedicatorias a otros tantos amigos y un turbador poema que a pesar de haberlo leído mil veces -y oído a través de los comunes Tabletom como “La Parte Chunga”- me produce una especie de congoja, un ramalazo del síndrome de Stendhal, que hace que me conmueva de puro deleite. De emoción, ya te digo.

Tener -como es, mi afortunado e inmerecido, caso- unas letras dedicadas por Juan Miguel González es, cuando menos: Un Honor. Quise compensar, muy parcamente, ese detalle, dedicándole a él y a su querido amigo, el Rapsoda de Ferisment, un trabajo que realicé en Power Point sobre ilustraciones del artista Warwick Goble. Ahora, otra vez, ilustro esta nueva entrega del poeta con dibujos de ese mismo autor, pero he tenido la precaución de quitarles el color. Para que armonice con el oscuro de la letra impresa. Con el gris de los tiempos de la agüilis y de las alúas. Con el blanco y negro de la películas de los cines de reestreno.

“Los martes trece de nosotros mismos”, es sin duda, uno de los poemas más hermosos que yo nunca haya leído.

Leedlo. Oídlo. Si no os estremecéis, es que no estáis vivos.

Disfrutad esta nueva entrega de poemas. Están incluidos en su obra ”El ozono y la ópera” Son una delicia. Una verdadera delicia.

 
TRES DEDICATORIAS. Y UN POEMA

 

 

 

# 01

 

PICASSO

 

Picasso tiene el falo de Amianto

y un gran braguero que heredó de Goya.

Hervía capiteles con acanto

y a Venus ofrendó una chirimoya.

 

Un gallardete de papel cebolla,

su vellocino negro y amaranto.

Picasso se dormía con el canto

del oleaje de la mar de Troya.

 

Pedía pan al sol de los botijos,

y justicia a la vid, y alas al hierro.

Rezaba al chivo de los acertijos.

 

Un ángel fue con corazón de perro.

Le fue a por vino al general Torrijos,

Y brindó al minotauro su destierro.

 

 

# 02

 

                                              A Jesús Aguado

 

LA COPA DE CHINCHÓN

 

La copa de Chichón puso a Camila

tres grandes tetas de talabartero,

y una desconfiada e intranquila

salamanquesa negra en el liguero.

 

Brillaba entre los dientes del barquero

la margarita de la camomila,

Y una gota de sangre verde y lila

en la sien del vencido caballero.

 

Sobre la marcha misma, alevemente,

sacramentada en su total volumen,

desnuda ya por fin y al aire el ente.

 

Y sin embargo, caprichosamente,

esta es la eternidad, este el resumen,

esta es Ofelia ahogada en aguardiente.

 

 

 

# 03

 

                                      A Jose Antonio Quesada

 

 

RAPSODA DE FERISMENT

 

Bienvenida la vejez

re reverdor gongorino,

si nos recita un sobrino

Agüilis de la niñez.

 

¿Quién declama por la rúas,

a voces de madrugada?

Es Jose Antonio Quesada

que estará cogiendo alúas.

 

Gracias lector avezado,

memorioso hombre de bien,

a fe que serás nombrado

rapsoda de Ferisment.

 

 

# o4

 

LOS MARTES TRECE DE NOSOTROS MISMOS

 

Bella contradicción, enigma amado

la rosa se eterniza en las tabernas.

Lesbiana juventud, muestra las piernas

para que el viejo Dios viva endiablado.

 

A fuerza de ternura y de botellas

logramos que Dios también tangueara

era normal de Dios que se endiosara

y llamase Señor de las estrellas.

 

Pero que emperador fuera del Todo

y vitalicia majestad del Uno,

que fuera el éter y habitara el lodo

y la torta Ramos de mi desayuno…

 

¡Venga, por Dios, un poco de respeto!

Y aquel día perdimos la paciencia,

y en lugar de la Cruz, el amuleto

al cuello nos colgamos de la ciencia.

 

A aquel fisgón abstracto y timorato,

a aquel glorificado absolutista,

no lo mató el materialismo chato

ni la bomba infantil del anarquista.

 

Y es que Dios no es la espiga ni el minuto,

ni la azarosa Historia y sus abismos.

Dios es la copa, el chute y el canuto:

Los martes trece de nosotros mismos.

 

 

 

ALMUECÍN DE LAS NUBES

ALMUECÍN DE LAS NUBES

Unas fechas explicativas:

Rockberto González se fue para siempre un Domingo de Junio doce. Nos enteramos allí donde los vientos vuelan despiadados:  En el sur del sur; mientras rehacíamos el equipaje huyendo de esos levantes inhóspitos y desapacibles que nos anticipaban la vuelta.

Aunque eso, que es otro contar, sucedió ya a 7.000 kilos de distancia.

Otro Domingo… Esta vez de Julio; veinticuatro. Una llamada del Poeta Juan Miguel González propicia el arranque de una amistad en una primera reunión en la Plaza del Obispo. La entrega, firmada y dedicada a este que suscribe, del documento que ahora viene, no es otra cosa que el leitmotiv de este escrito: Un poema, un precioso poema, que Juan Miguel -entre otras muchas cosas, Letrista de Tabletom- le escribe y dedica, poco después de su muerte, al carismático amigo y cantante de este grupo: Rockberto: El compadre de los gatos, el consuegro de los grillos.

Almuecín de la nubes, se llama.

No sé –aunque yo lo intuyo- la recurrencia que tiene el poeta con las nubes. Cosa que por otro lado a mi me encanta; porque no hay mejor sitio donde estar, según están las cosas en este Mundo de Iniquidad como bien dice el otro Poeta Paco Cumpián. En la Nubes. Mejor estar en las nubes.

Y ahora la historia:

Juan Miguel González me entregó este “Poema a la memoria de Rockberto González. Cantante de Tabletom” (sic) en aquella reunión en la Plaza del Obispo. Con el comentario añadido de que Perico “Tabletom” Ramírez ya lo tenía en su poder y le estaba componiendo la música que se merecía.

¿Quien mejor que él? Nos dijimos.

Otra Fecha; que no es otra que la del Miércoles siete del mes de Septiembre.

Recibo una llamada de Juan Miguel para -amablemente- invitarme a otra reunión, acompañados esta vez, de sus secuaces literarios. Acepté encantado y a la espera me hallo de concretar el día.

También me comentó el que Perico tenía ya compuesta la música del poema y que debían de verse para ajustar texto y melodía. Así que -como tiene que ser- decidí que era ya el momento adecuado para obtener la anuencia del músico –pues ya tenía la del letrista-  e insertar este bellísimo poema en este Ateneo’s Alas con Secuencias.

Así se lo dije al poeta. Y así lo hice…Llamé al músico.

Perico, siempre tan cariñoso, amable y generoso conmigo, estuvo encantado con la idea que yo tenía en mente. Con la propuesta. Este tema -que formará parte del nuevo trabajo discográfico de los Ramírez Brothers- tendría su presentación en este blog. No puedo estar más contento. No puedo, estar más orgulloso.

Sopesé la idea de escanear el texto para que, así, figurase la firma del poeta . Pero la impaciencia- esa enemiga invencible que siempre me acompaña- no me lo permitió.

Y también, porque ese texto firmado, destaca ya enmarcado y orgullosamente situado en mi “Muro de los Afectos” y me dice, cada vez que lo veo y releo, todo lo que me tiene que decir.

Disfrutad -a la espera de la música- de la letra del Poeta Juan Miguel González. Alguien que ya –por derecho adquirido- conforma una parte muy importante, como inquilino perpetuo, de este trozo de ciberespacio.

A la memoria de Roberto González

Cantante de TABLETOM

ALMUECÍN DE LAS NUBES

Tu machaco decente y tu sombra harapienta

tu voz estrangulada, que ladraba y mordía,

soledad que a la sola libertad daba cuenta,

cigarra de la noche, que calcinaba el día.

Compadre de los gatos, pariente de las cabras,

libertador del blues a lo Pepe Marchena,

si al mundo te cerraste, tu leyenda no abras

a quienes no entendieron tu impaciencia y tu pena.

Pocos saben por qué en tus manos ardía

la bala de Van Gogh y el pájaro de absenta.

Sentado en el abismo llorabas tu alegría,

almuecín de las nubes que amenazan tormenta.

Muerto estás. Distraído. Libre ya del verano,

de los cumplidos lutos y las tediosas loas.

Apenas te traté, pero te quise, hermano,

consuegro de los grillos y el blanco con anchoas.

Juan Miguel González.

Málaga, Julio de 2011

EL ULTIMO REGALO

EL ULTIMO REGALO

Lo que son las cosas… Andaba yo por estos días en la elaboración de una nueva entrada sobre la obra literaria de Juan Miguel González: El Poeta Amigo.

Tenía ya, desde hacía un cierto tiempo, bajadas y recogidas las ilustraciones que decorarían esos poemas que ya tengo seleccionados. Tenía ya también el teléfono de Perico “Tabletom” Ramírez para pedirle la venia -porque así lo aconsejan las buenas maneras- para la publicación del poema homenaje a Rockberto González. Tenía -por tener, tenía- hasta la música en la cabeza que serviría de cortejo a las palabras del insigne. Difícil elección, esta última, me estaba resultando.

Y, ahora –aunque por muy poco tiempo- todo eso debo de retrasarlo por mor de la publicación de este nuevo post.

Porque, hete aquí, que sorpresivamente, de una manera inesperada, recibo un último regalo por mi cumpleaños. Por inesperado, por sorpresivo… El mejor.

Después de pasados algunos días de mi aniversario, recibo incrédulo un mensaje de mi amigo el poeta Juan Miguel González. Va este mensaje, huérfano de texto alguno. Sólo dos solitarios archivos que incrementan mi curiosidad.

Cuando por fin los abro, una mezcla de turbación y de satisfacción me oprime el corazón.

Dando paso estas sensaciones, de inmediato, al orgullo y al entusiasmo; porque el hombre al que atormentan los álamos sin aire, ha tenido la enorme consideración y deferencia de hacerme la mejor dádiva que de él, pudiera venir: Unas letras laudatorias hacia este que suscribe, y un “Menú para la cena de cumpleaños de Álvaro Souvirón”  en octavas reales que me permitirán  –a partir de ahora- las suficientes dosis de vanidad y presunción por disponer de palabras dedicadas por tan ilustre poeta. Por tan inesperado amigo.

Y siendo como soy, un inopinado cazador de afectos, mezclado esto con un cierto matiz fetichista, me he dado prisa en imprimir estos textos en el debido papel-cartulina de color hueso; para que una vez enmarcado, figure hasta el fin de mi corta eternidad, en el muro de los afectos de mi cubil.

Para que ubicado entre un Cumpian, un Centeno y algunos Antonio Abriles, dé mas categoría, si cabe, a esa exposición de generosa y desinteresada amistad que no es sino esa pared.

El hombre al que castigan a reclusión estos largos terrales, ha cumplido -sin el saberlo, o sí- uno de mis más fervorosos y ocultos deseos; que no era otro que el que él figurara, de forma principal, en el citado muro. Y ahora, mire usted por donde, lo hará en una especie de Cinemascope: En un enmarcado doble en el que irán perpetuados tanto el preámbulo como el poema. Unidos para siempre.

Para poder presumir ante propios y extraños de la inmensa suerte que tuve un día al recibir esa llamada que me propició aquella reunión en la nubes. Aquel día donde pude hablar y sellar la amistad del hombre que conversa con Montaigne en la parada del 15.

Y eso es mucho, amigos.  Eso es mucho.

Y estos son los textos:

UN HOMBRE  RECUERDA A ALVARO SOUVIRÓN

EN LA PARADA DEL 15

 
El hombre que conversa con Montaigne en la parada del 15, ha conocido a alguien que ama y admira, tanto como él, a todo cuanto queda de hermoso y venerable en el mundo.

Es alto y fecundo como una montaña; al hablar desciende hasta sus manos el ferviente rocío de la emoción, y su silencio nocturno tiene un algo de viento en los viñedos.

El hombre al que atormentan los álamos sin aire, no esperaba tan pronto esta nueva amistad, por eso se ha sentado a escribir, de madrugada, estas palabras de gratitud, con

las que quiere corresponder a las muchas suyas generosas.

El hombre al que castigan a reclusión estos largos terrales, desea sumarse al coro unánime de amigos que ha felicitado, por su cumpleaños, a un bondadoso gigante, que no es otro que Alvaro Souvirón, y lo hace acompañando su felicitación con unas jocosas octavas reales, dando así, con ello, albricias por tan fraternal y feliz aniversario.

Un fuerte abrazo

Juan Miguel González

Málaga. Agosto de  2011

                    MENÚ PARA LA CENA DE CUMPLEAÑOS

                                  DE ÁLVARO SOUVIRÓN


                         Basiliscos, pegasos, minotauros,

                         ni los cervatos que abatió Diana,

                         les podremos servir esta semana,

                         ni unicornios, tritones, ni centauros.

                         Pero degusten estos tiernos lauros

                         que ilustraron la frente quevediana.

                         Revueltos o en rehogo, engongorinan:

                         con blanco, halagan, y con tinto empinan.

 

 

                         El chicharro-perdíz, el ruibarbado

                         besugo con ojeras de cordero,

                         el emir-calamar, tan bodeguero,

                         y  el boquerón indómito anchoado.

                         El mero, que fue deo, el postlenguado

                         que doctoró en merluzo al cocinero.

                         Acompañen con vino estos pescados,

                         y que les sienten bien mis pareados.

 

 

                        Come de mí la cuerva de  Ecce Homo,

                        bueno, no siempre, pero con qué grima,

                        me estofa el verso, alíñame la rima,

                        a mí que nunca de las letras como.

                        ¿Dejaré que me almuerce y que me exprima,

                        o me la guiso yo a la Juan Palomo?

                        Dicho esto contó los comensales:

                        gallinas, veinte, y diez pavos reales.

Juan Miguel González

DIAS DE AMASQUILLOS

Contadas veces un post se sostiene solo como le pasa a este.  Sobran las palabras introductorias de este humilde escriba, pues toda la atención debe de recaer sobre el poema que ahora, viene a continuación. Un poema de una belleza extraordinaria.

Sonará, a mas de uno, algún retazo que se incluye en el “Blues de Rockberto” de los amigos Tabletom. Algún retazo solo, pues los textos de los temas del grupo amigo, rara vez  siguen al pie de la letra los poemas del autor por mor del encuadre musical.

Este es el texto integro que está dedicado a su amigo el filósofo Julio Quesada, tío que es del común Jose Antonio.

Leed lo que a continuación viene; no una, ni dos, sino tres veces -yo lo he hecho muchas más-  y veréis hasta donde podéis llegar a través de la palabra de Juan Miguel González. Ya lo veréis.

Lo dicho ni una sola palabra más. Me cuesta, pero lo hago…Y me callo.

DIAS DE  AMASQUILLOS

 

 

Porque ya no hay agüilis ni siquiera en Periana,

ni desde calle Ancha se escucha “El Melillero”,

porque nunca podré citarte en “La Campana”,

en portugués te silbo, Julito, este bolero.

 

Porque te recolgabas del coche de caballos,

y un canequi en el trole te dabas del tranvía,

por aquellas rabonas llegando el mes de mayo

(Venid y vamos todos con flores a María)

 

Por la Sigrid con trenzas -Colegio de Gamarra-

de noche atravesabas, sin luz, La Pellejera,

con zapatos Gorila de Calzados Segarra,

miopemente armado de espada de madera.

 

Eres lo que quisiste: un hombre a palo seco,

un mojado asteroide en Anís Machaquito.

Los pájaros buscaban el Sur de tu chaleco,

y el mar te coronó de boquerones fritos.

 

Robín de las canicas, Don Juan de Mortadela,

el Jabato con Dugan de aquellos futbolines.

En el pikú del barrio sonaba Maruzzella,

Y el Moderno otra de Eddie Constantine.

 

Silba la floreada del Cuerpo de Bomberos,

y dinos cuantas mónadas contiene el berberecho.

Contra “El fin de la Historia”, Armando Manzanero,

y por cada utopía dos pollos para el pecho.

 

Perenne en “Casa el Guardia”, una orla mereces,

cuya leyenda diga, en oro y tinta china:

“Las roscas que en Campillo no se comió, con creces,

Venus recompensó, aquí, con conchas finas”.

 

Que por igual te quieran las liebres y los gatos,

y tanto las mujeres, que parezca mentira.

Que retorne aquel niño de los viejos retratos,

que al puerto, de la mano, llevaba Doña Elvira.

 

Retorna siempre, Julio. Que no sepa Caronte

que por óbolo llevas Caramelos Quesada,

que estarás aspaíto por fumarte un Bisonte,

y el en Duque echarán “ La Túnica Sagrada”

 

 

UN DECIR INFINITO (A propósito de VISIÓN DE LA PIEDAD .)

Esto me dice Manuel Salinas:

“Alvaro soy un amigo de Juanmi, y esta reseña la publiqué en LIbros del aire, sobre su Vision de la Piedad. Si te gusta puedes publicarla también en tu blog…. está en el blog de la editorial. Manolo”

Y yo, como no podía  ser de otra manera  Manolo  -y se me perdone la familiaridad inmerecida-   con una enorme satisfacción, lo publico en mi blog que desde ahora tambien es tuyo.

Que así se escriba y así se cumpla, que diría el ínclito Ramsés II

 

UN DECIR INFINITO
(A propósito de VISIÓN DE LA PIEDAD de JUAN MIGUEL GONZÁLEZ.)

MANUEL SALINAS

“No tengo nada que decir, y a pesar de todo lo diré”.
S. Beckett.

La poesía última en España, desde la teorizada pérdida del “aura” de W. Benjamín, ha ido enseñando su verdadero rostro en defensa de los valores de la Contracultura, pero sin el misticismo de la Generación Beat.Valores que han terminado configurandola Sociedad de Consumo, que ya tiene no sólo una oferta de música “enlatada”, sino una máquina de picar poesía “Sea and Spar Between.”

Por otro lado, si todas las situaciones tienen su propio horizonte y todos los horizontes aspiran a ser ensanchados, la ampliación constante del límite ha hecho que el arte y que la literatura de los últimos años del siglo XX sólo aspire a conquistar nuevos territorios: la originalidad, y algunas veces sólo ha hablado de nuevo formato, o soporte nuevo.
Mas el arte, la poesía, una y otra vez, se ha instalado en esa frontera que llamamos “la muerte del arte” y que ha hecho que se valore paradójicamente a los autores más por sus errores, o sus intenciones, o sus arrepentimientos, que por sus hallazgos mismos.

Así pues, durante estos últimos años el artista, el poeta moderno, instalado en la línea roja de esta linde, sólo practica, parafraseando a Thomas de Quincey, el suicidio como una bella arte, como un hecho estético.

Sin embargo, algunas voces han sabido encender una luz cierta dentro de aquel cenagoso páramo: la literatura, el arte, nunca estuvo en seguir el inconstante y azaroso sentido de los humores, el cambiante dédalo de lo diario con el que acaso se puede escribir una pancarta, o la página de un diario, sino en la literatura misma, porque como escribió Borges, “sólo perduran en el tiempo las cosas que no son del tiempo”.

Ahora recuerdo a Oscar Wilde, en “The Critic As Artist”, afirmando que “una pasión real sería su ruina. Lo que sucede en realidad es inútil para el arte. Toda la mala poesía brota de un sentimiento genuino. Ser natural es ser obvio y ser obvio es ser antiartístico”.

En este sentido, Juan Miguel González es un poeta modernísimo, que no posmoderno: una mezcla de santo laico que, desde lo más profundo del barro llegó a la luz, cuando aprendió que, más que la decadencia de los últimos días de la vida de Inmanuel Kant, lo que importaba era el pensamiento del filósofo de Königsberg en todo su esplendor [ ése es su “spirit de finessa”], y que, acaso otra vez, Borges tenía razón y, hay que estar más orgulloso de los libros que uno ha leído que de los que uno ha escrito o proyecta garabatear.

Por otro lado, Juan Miguel González es un poeta excéntrico que ha luchado denodadamente a lo largo de su vida por alcanzar su propio fracaso. Entre un exultante egocentrismo y una generosidad sin límites, su alma siempre trató de quemar el mundo con sus versos.

A ciegas, la fiesta de la palabra de su poesía ha ido creciendo en silencio hasta hallar esa voz profunda y verdadera que encontramos en este libro que titula: Visión de la piedad. Y que tiene un impagable prólogo de Ignacio Gómez de Liaño: no se puede decir más ni mejor, con sensibilidad, rigor y sabiduría.

Visión de la piedad parte de la máscara moderna, del “Personae”, de Pound, que ya había traído a nuestra tradición Pere Gimferrer en su libros “Muerte en Beverly Hills” y “Extraña fruta”. Aunque hay algún antecedente, como el “Soliloquio del farero” de Cernuda que le llegó de la mano de algún monólogo de Robert Browning. La máscara, después de los fuegos de artificio de la vanguardia, ha llegado hasta nosotros, para garantizar la eficacia del engaño literario, porque las diversas voces del poeta no están llenas de fantasmas, sino de espíritu, de alma.

Juan Miguel González rechaza del mundo moderno su marcada actitud iconoclasta, y en su espléndido libro defiende los valores de la Tradición literaria, valores que son las distintas voces del poeta, sus diversas máscaras, en un collage que recuerda la portada del disco “Sargent Pepper’s.”
En efecto, la máscara de la tradición es lo único que no envejece. Como Odiseo, es Nadie. Y nadie se ríe tras la careta. Una voz multiplicada es la literatura y es, parece decirnos el poeta malagueño, en general el arte.

En el panorama literario del momento, dominado por la eclosión de obras contraculturales, sus versos se alejan de esa tendencia dominante, recurriendo a la estrofa y al espíritu consagrado por la Tradición literaria: octavas, liras, sonetos…; unas veces tomando la voz del poeta del Cancionero, o la del poeta Barroco, o la del místico…; otras, el tono de Bécquer, o de Antonio Machado, o de Luis Cernuda…, etcétera, etcétera, etcétera. Su arte poética es la ocultación del yo detrás de unos modelos de perenne e inmaculada Belleza. Mas, su poesía no está amurallada a salvo de la ética, su poesía es una poesía moral que llega hasta nosotros desde la lejanía próxima de Unamuno.
Y a pesar de que el poeta, aquel niño del barrio de Carranque malagueño, lo aprendió todo en el dolor, Visión de la piedad está hecha de descarada alegría. Ya se sabe: hay que saber perdonar: hay que saber perdonarse. La voz del aedo que tintinea en sus versos es un espacio para la incesante celebración:

“Juega, muchacha, juega con el agua
donde una vez los ángeles bebieron”.

Frente a la poesía que es conspiración contra la cultura y en algunos casos está hecha de eslóganes y de antivalores, frente a la poesía que rechaza o “suspende” al arte, porque piensa que es parte dela Cultura Burguesa, ya que parece ser que no contribuye de manera evidente a cambiar el mundo, Juanmi defiende abiertamente los valores del Mundo Clásico y de la Tradición literaria y rechaza tajantemente la actitud bárbara de “hunos” y otros, mostrándonos cómo no es el arte un vivo trasunto de la vida, sino que es la vida un vivo trasunto del arte. Sin duda, la ficción, la máscara en el escritor se apodera de la realidad y esa vida “literaria” es lo sagrado, como escribió María Zambrano.

En efecto, este poeta malagueño, lo dijimos antes, sólo es un incendiario que trata de quemar el mundo con sus versos, que nos enseñan el contrasentido de cómo lo más antiguo puede ser lo más moderno, y es lo único que no envejece. Y mientras que Ezra Pound aunaba la distancia de oriente y occidente, acarreando todo tipo de materiales, Juan Miguel González reúne las voces de todas las épocas literarias, diciéndonos que el mundo del arte todavía puede ser el mundo del Hombre, a pesar de esta época de titanes en la que vivimos, que conspira constantemente contra el arte.

En fin, cualquier libro tiene su lector-ideal: aquél al que el corazón se le hace vuelo y ama el libro línea a línea, ése que lo recorre página a página, repitiendo gozoso, como se paladea un buen vino, cada letra, cada palabra, cada frase, éste que disfruta del placer de su lectura, que dichosa, lo empapa hasta hacer de su pecho un nardo donde liben los ángeles, una alta rama donde aniden todos los pájaros.

Estoy seguro que esta Visión de la piedad, de la editorial Libros del Aire, no va a encontrar entre sus lectores a ése que, como una alumna mía, diga que no es partidario del “matrimonio para toda la vida”, porque según ella, ese tipo de matrimonio es cristiano y ella es atea. Pero, los demás, no se priven del placer de leer este raro libro y cómprenlo, háganse con él, disfruten de esa mirada indiferente a la vorágine del mundo y recuerden que quien sabe de dolor, o de silencio, todo lo sabe, gocen de la certeza de que diez años más tarde también el Guggenheim será una ruina romántica, léanlo, oigan la dorada voz dela Poesía, el incesante paisaje de la infancia, la gozosa fiebre del amor, compartan la soledad del camino que emprende, la verdad del fuego que anda buscando, no se lo pierdan, recomiéndenlo, aunque sólo sea porque este libro se queda al margen de las modas de lo efímero y de lo fugaz y su autor ya ha pagado el precio de su independencia.

No quisiera terminar estas líneas sin hablar de la generosidad y el atrevimiento de Fernando Sáenz, el editor de este libro que completa y agiganta la imagen de Juan Miguel González, quien no sólo es un poeta, para quien el mundo visible existe, -burlesco, satírico, vital,- ya que, frente a una poética de los gestos, los versos de este libro nos muestran que, detrás de la risa y del esplendor de su idioma, no está el vacío, pues Visión de la piedad audaz alza con su caramillo, para que no sea de cartón piedra el escenario, un rumor de pozo, una hondura de penas aquietadas en el altillo y un silencio: un amoroso y doloroso silencio, como la más noble emoción de que es capaz el hombre.

Sin duda que, para un poeta que tiene arraigada fe en la palabra, el silencio es una paradoja: “decir el silencio” es lo contrario de no decir nada, aunque sea para el artista un decir infinito y nunca resuelto. Y por otra parte, “decir el silencio” es afirmar que tras el dolor, que nos hace humanos, sólo se halla el dolor: no hay respuesta para la injusticia, ni para el sufrimiento, ni para la desigualdad. Sólo el Alba de La Piedad nos salvará, porque el arte es una bella profecía, y, como ha prometido el poeta, -y yo así lo creo ciegamente-, cuando llegue el Domingo de la Resurrección,

“bajará la luz mojada al cobertizo,
y habrá piedad y amor en las jarras de vino”.

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