UNA ESCAPADA BOLOÑESA (II)
PROEMIO II
In taberna quando sumus / non curamos quid sit humus
«Cuando estamos en la taberna / no nos preocupamos de la tumba».
Un inciso literario: estoy realmente fascinado (que indescriptible sensación es la que produce la vuelta anhelada a la página del libro que estas leyendo para seguir con la lectura; esa que te abstrae, aísla y separa de la funesta y triste realidad) fascinado digo, con la ultima obra de Santiago Posteguillo “Circo Máximo: La Ira de Trajano” segunda de las partes de su trilogía sobre dicho Emperador.
Viene al caso esto, porque emociona ciertamente el pasear por la playa de Bolonia en dirección a la duna, y contemplar a lo lejos -entre los pilares del templo derruido por el maremoto que asoló Baelo Claudia- la enorme estatua de tres metros de altura que representa al Emperador y César Marco Ulpio Trajano. Porque admirándola, no queda otro remedio que trasladarte a esos escenarios que, durante dicha lectura, Posteguillo te está describiendo magistralmente. Por cierto Trajano era de Sevilla. De ahí el latinajo…“Quisque factum armis mea” (Qué jáse mi arma!) tan habitual en la Bética.
DIA DEL SEÑOR SIETE DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO TRECE
Verba volant, scripta manent
Las palabras vuelan, los escritos permanecen.
Nos levantamos Santa y yo, aún abrumados y felices por el excelso recibimiento que nos habían dispensado los amigos (Resonaban todavía en nuestros oídos frases cómo: ¡No me lo puedo creer! ¡Lo sabía! ¡Líopuuutass!… Nos levantamos, decía, absolutamente encantados de -aún no nos lo creíamos- darnos cuenta de estar donde estábamos. En el paraíso.
No dimos una ducha rápida y nos fuimos a buscar lugar propicio para el desayuno. Decidimos hacerlo en la terraza del hostal donde estábamos alojados, aunque en distinto edificio. Unos cafés con leche (aquí me ahorro el chiste de la Botella, que ya está muy visto) unos zumos naturales de naranja, dos molletes con zurrapa de lomo y/o aceite y/o paté y vasito de agua fresquita para la tragada de reparadores omeoprazoles y paracetamoles… Limpieza de piños en la habitación, infructuoso asedio sexual a Santa, y… ¡Hala! Para la casa de la playa con el rabo entre las piernas. Lo que yo te diga.
Girilín y Placi (nombre de guerra de Maximediano), habían encaminado sus pasos hacia Levante para visitar la zona de las piscinas para dar rienda suelta a los más bajos instintos nudistas del primero. Excepción hecha de los escarpines azules que -ya sabéis- tantos éxitos sexuales le han proporcionado. Porque una cosa, señoras y señores, es despelotarse y otra desnudarse. Que no es lo mismo; no señor!. Los demás -excepto Shati que leía en la casa- nos fuimos hacia la duna en disciplinada procesión lateral; Father no estaba dispuesto a perderse la vista de la estatua del Emperador Trajano desde la orilla. Para nada como estaba, y está, de emocionado y enganchado a la lectura de Don Santiago. El apellidado Posteguillo.
Recorres esos casi seis kilómetros de playa -los que hay ida y vuelta, desde la casa a la duna- pisando una arena dura y fresca que te permite un paso ligero, reconfortante y agradable. Dicha arena, te proporciona un impagable peeling en las plantas de los pies y éste, actúa cómo vigoroso y eficaz desestresante general. Las aguas transparentes que llegan hasta la playa, están llenas de pececillos que van y vienen rápidamente; y entre las rocas, se divisan algas y multitud de cangrejos. Un enorme e inacabable vergel de vida y naturaleza, que junto al precioso pinar que coquetea con la duna, te procura un estado de absoluto bienestar y placidez cuando descansas tendido al sol en la arena tal si fueses un arenque en el secadero. Vuelta a los orígenes; más de dos kilómetros y medio más de andada. Sigue siendo enormemente agradable. Gratificante para el ánimo.
Paramos -ya los habíamos saludado a la ida- en la playa frente a La Reja, donde la familia Cumpián se solazaba justo enfrente de nuestra antigua casa -ahora la ocupaban ellos- y situada como a quinientos metros de la nueva. Quedamos en vernos por la noche para que nos hiciéramos fotos y videos que conformarían el nuevo trabajo audiovisual del grupo Sólo un Momento. Había cinco componentes de dicho grupo en Bolonia con nosotros.
Llegamos frente a nuestra casa donde habíamos dejado las sillas y toallas; repetimos baños y volvimos a tumbarnos al sol. Cervecitas. Hora de comer. Placi, había aliñado y transformado en pinchitos algunos solomillos adquiridos para ese fin. Shati -muy dispuesto para la cocina que es- había cocido arroz para añadírselo al potaje de habichuelas. Así que, momentos después de la ducha en el césped por el ancestral método del manguerazo, conminamos a Girilín a que se quitase los putos escarpines “furcsia putón” y empezamos la manduca.
Más cervecitas -con nachos, humus y un guacamole picantísimo- prepararon el paladar.
Platazo de potaje y dos pinchitos por barba. Berrinche no; pues se había ido a Barbate con la cumpianada familia dispuesta -como así lo hizo- a jartarse de atún en todas sus modalidades y preparaciones.
Le suplicamos que no probase los morrillos de atún; pues lo que le hacia falta era estar esa tarde de morrillos; no nos hizo caso, pero afortunadamente no le hizo efecto el desdichado túnido. Mejor que mejor.
Después de la ingesta, y prestas las habichuelas y el arroz a ebullicionar otra vez en nuestras panzas, Santa y Father se desplazaron hacia el hostal para tratar de bajar de volumen los atribulados y atiborrados estómagos. Vuelta a la playa -un par de horas más tarde- después de una reparadora siesta. Baños y cata de whisky Johnny Walker de 12 años junto a las cañas de pescar que habían instalado Placi y Shati. Otro par de horas después, y más que mediada la botella, logra Shati capturar la ansiada presa: media sardina que colgaba como cebo del anzuelo del compañero Placi que aún no se explicaba esa inveterada costumbre de que el amigo pescador arramble, inmisericorde y continuadamente, con sus sedales siempre que puede.
Seguimos copichueleando en la casa -tras pasar la tarde en la playa entre baños y risas- en el césped privado que dispone la casa. El sol se vuelve a poner -como acostumbra cada tarde- tras la duna. Trajano sonríe y nos guiña cómplice. Una vez oscurecida la tarde, haciendo caso a la invitación mañanera, nos desplazamos hacia Casa Cumpián donde la directora -entre otras cosas- de vestuario, grabación, edición de video, y muchas más cosas Amy- disfraza a las chicas con enaguas y puchos, sayas, combinaciones y refajos antiguos para comenzar el rodaje del citado videoclip.
Nótemevéa! Las chicas posan y se dejan retratar. Los machos alfa siempre dispuestos a ayudar, con enorme dosis de cachondeo y pitorreo, sugerimos posturas y poses. Amy, un poco desesperada, termina hablando lenguas muertas ella sola. Una mezcla de arameo, etrusco y picto. Júrolo por mi honor.
Las risas, incontenibles. Los comentarios, impagables. Cantamos y tocamos hasta la madrugada que nos fuimos cantando bajito de nuevo, hacia la casa principal. Allí logramos robarle alguna hora más a la noche y nos fuimos a descansar. Mañana, aunque iba a ser el último día de los Gorgonzola en Cádiz, debería de dar bastante de sí, pues estábamos dispuestos a alargarlo todo lo que fuese posible. Como así fue.
To be continued…
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