PARA DIEGO CUMPIÁN EN SU 60 CUMPLEAÑOS

 

 PARA DIEGO CUMPIÁN EN SU 60 CUMPLEAÑOS

«Nada mejor que tener:  Vieja madera para arder, whisky viejo para beber,

viejos amigos en quien confiar y viejos libros que leer.»

 

Tengo la enorme fortuna de disponer a mi alrededor de numerosos amigos en diferentes grupos, que me hacen la vida más fácil y más dichosa. Amigos, que por eso del transcurrir del tiempo, se acercan más al grado de familia que al de compañeros. Amigos irrenunciables a los que yo, personalmente, aprecio muchísimo.  Con sus más y con sus menos, sus dimes y sus diretes, con réplicas y contrarréplicas. A todos los quiero sinceramente. A todos los distingo con mi más entregada amistad al margen de discusiones, comentarios y  diatribas que son condiciones innatas al roce, a la relación continuada y a la propia convivencia.

Pero siempre hay (en todos los grupos) almas nobles –excepciones se llaman–  que huyen y reniegan –con una innata bonhomía–de la confrontación y la rivalidad. Espíritus libres e íntegros que van a su aire, y vuelan por encima de cada uno de estos grupos haciendo que la convivencia sea más sana y más higiénica. Más merecedora de vivirla en paz y en armonía.

Diego, y a él me refiero, es una persona cabal, generosa y bienintencionada. Honesta y honrada con sus amigos.Alguien que vive su vida sin tamizarla por la de los demás. Aunque también, todo hay que decirlo, cuando va de gira por las Tierras Altas de Escocia, se mueve expertamente en el uso y manejo de la lengua eslava de la parte más oriental de la Chequia y se trastabilla con una cierta facilidad durante la disertación tranquila y serena en las horas postreras de los saraos culturales. Estas dos últimas apreciaciones –también esto hay que decirlo– lo hacen único, irrepetible y proclive a la anécdota brumosa y amnésica.

 

Ya estamos más viejos querido hermano. Bueno, a lo mejor no más viejos  pero sí más experimentados; más curtidos y fogueados en este periplo vital que los versados suelen llamar existencia.

Baqueteados estamos en mil situaciones que, en otras vidas más pacatas, con una sola de ellas, se justificarían su paso por la suya propia y les resultaría suficiente y aceptable. Tú, nosotros, mis otros amigos, ya te digo, las contamos por miles.

No te puedes quejar querido Diego, amigo mío, de la intensidad vivida.  Tampoco, de lo mucho que te queremos. Siempre juntos. Siempre amigos.

 

***

LA MONCRIEF

(© de la fotografía Charlie Marciano)

Sube la Moncrief al escenario y las tablas, sin esperarselo, se iluminan bastante más de lo habitual. Felices y contentas se ponen por esta inusual y luminosa circunstancia. No se vayan a creer ustedes que esta súbita claridad es debida al reflejo de las lentejuelas que cubren su esplendida figura. Tampoco al brillo rutilante y resplandeciente de su piel que le procuran esos focos que la buscan, ávidos, para acariciar su cuerpo vigoroso con tremendos cañonazos de luz.

Esta, la luz –que es frívola y veleidosa– tiene predisposición  y preferencia hacia la belleza, y trata mejor a unas personas que a otras. Dotándolas, cómo las estrellas de arriba, de fulgor propio. Por eso, despliega y aplica todas sus cualidades lumínicas con Suzette Moncrief. Porque ella, siempre agradecida, la corresponde y la recompensa.

¿Fotogenia o singularidad divina? Ya os digo, cosas de las estrellas!

La Moncrief cantante es adorada por su público. Yo anoche lo comprobé incontestablemente. Durante el largo tiempo que ella generosamente me regaló, no paré de hacerle fotos con una legión de seguidores que querían tener su ración efímera de vanidad (y la prueba gráfica) del tener la oportunidad de posar junto a ella.

En un momento de tranquilidad, le dije a Suzette que tenía nombre de Crêpe. Y no me apeo de esa consideración. La Moncrief (me imagino) debe de tener el sabor levemente salado en su cuerpo hermoso y deseable, mezclado con la dulzura de su trato cercano, amable y cariñoso. Ya sabéis: la tortita de maíz y su relleno de mermelada de frambuesas, de Grand Marnier o de Licor de Curaçao. Beurre Suzette

Anoche, en la Sierra de Mijas, la Moncrief,  después de imponer la paz desde lo alto del escenario junto al Maestro Lito y su Blues Band, me rozó con la suavidad eterna de sus labios algodonosos y yo, ilusamente, soñé en ese momento, que era la reencarnación de Etta James la que me estaba besando y que me estaba dejando ese indeleble sabor a Jazz, Soul y a Rhythm & Blues en los míos.

(© de la fotografía Ángel Céspedes)


UNA JAM SESSION (PARA MÍ) IRREPETIBLE.

tocando con Lito

UNA JAM SESSION (PARA MÍ) IRREPETIBLE.

El pasado fin de semana, tuve, como todos los años, el placer de asistir a la esperada Fiesta Veraniega que celebran mi querido amigo Fernando Cumpián y su mujer la deliciosa Eli Luque. Decir que estas fiestas, son  –cada una de ellas– la perfecta combinación de diversión, jarana y manifestación artística, sería quedarme muy corto. Artistas de diversas disciplinas, se reúnen en torno a una piscina junto a la cual, se instala un escenario vegetal y en éste se ubican toda clase de instrumentos musicales que se ponen a disposición de los asistentes para realizar diversas actuaciones y sus posteriores jam sessions para deleite de los que nos atrevemos a subirnos y, sobretodo, a compartirlo con reconocidísimos miembros de la escena musical de Málaga.

No pocas copas hay que tomarse para atreverse a compartir tablas con guitarras míticas como son Lito Fernández y Perico Ramírez. Tocar con Ramón Baena, Ángel Céspedes o Jesús Ramos. Con todos los demás componentes del grupo «Sólo un Momento» y que pertenecen a ese clan ilustrado, culto y erudito que es la familia Cumpián a la que tan unido me siento.

De esa noche, me han remitido unos cuantos archivos sonoros correspondientes a una improvisación que realizamos cuando ya los vapores invadían (y empañaban) mi sentido del ridículo. No hubiese colgado este, de no ser porque que el ego me nubla la vista y la razón, porque tocar con los referidos no sólo es un honor y un placer, sino que representa para mí, un regocijo y una satisfacción extraordinaria. Algo que sólo se da pocas veces en la vida. Una vez al año en esta época estival, en la que los «divinos» dejan que se acerquen a ellos el resto de los mortales para beber el Néctar y que cumplan sus empeños más deseados .

La banda en esta improvisación está compuesta por:

Guitarras: Lito Fernández y Perico Ramírez. Bajo: Jesús Ramos. Batería: Ramón Baena. Teclados: Ángel Céspedes. Voz primera parte: Ami Cumpián. Voz segunda parte y Armónica: Father Gorgonzola.

Espero que os guste!

Pulsad aquí!!

 


CARMELA

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No sabemos cómo, pero desde hace ya mucho tiempo –y en los finales de las veladas en cualquiera de nuestras casas– Diego Cumpián y yo, acabábamos solos y enfrascados en un duelo de jumera y hablando, afectuosamente, sobre su madre; sobre Carmela. No sabemos cómo, pero era así. Ineluctablemente. Así que yo, por ese motivo y otros que ahora vais a conocer, a Carmela, ansiaba conocerla personalmente. Tenia un muy mucho de curiosidad.

Cada una de esas noches –una docena de docenas de días al menos– yo quería ir a su casa para poder saludarla y abrazarla; mostrarle mis respetos; darle un beso y decirle cuatro cosas acerca de esa portentosa manada que trajo al mundo; una manada, inteligente, aplicada y diligente que ha hecho del saber y de la cultura –en todas sus facetas– un modo complementario para sus vidas. Un “modus vivendi y comendi” en casos. Una manada de la que me congratulo conocer y de la que me enorgullezco pertenecer aunque sea en modo transitorio y accidental. De forma contingente, adventicia y provisional.

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Yo siempre le he preguntado –a muchos integrantes de la manada– de donde viene el gen artístico, que todos y cada uno de los hermanos Cumpían Muñoz, tienen acomodado y encajado en su doble cadena de ADN; y ayer, por fin, conociendo a su madre, me enteré. Ella es la única responsable. Por mor del piano.

Mientras el Cristo de los Gitanos y María de la O se daban el preceptivo y obligatorio garbeo por el recorrido oficial de las cofradías, al son de la francachela, Diego y yo –estábamos en su casa para con la excusa de ver salir y entrar los tronos en su templo, comernos un gazpachuelo– sacamos fuerzas de flaquezas, y nos tiramos a la calle para hacerle una visita sorpresa a su madre que estaba tan pancha y tranquilita en su casa la pobre mujer.

Y allí llegamos. A la casa madre nunca mejor dicho.

Carmela es la imagen de la bondad. Una mujer feliz a la que la vida, jodida y despiadada que es cuando así lo quiere, no contenta con arrebatarle a su marido antes de lo acordado y establecido, le birló a un hijo, dos años antes que al pariente; de la manera más rápida, injusta e inaceptable. Diez de once son el resto resultante. Carmela ha pintado su mirada –eso se le nota en el semblante– con la contemplación de interminables amaneceres y atardeceres que le procuran su atalaya situada a siete plantas sobre el nivel del mar.

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Ayer la conocí; por fin la conocí; y acaricie sus manos llenas de veredas azules. Y la pude besar y decirle repetidas veces la admiración que siento por ella; y por su prole. Ayer me saqué de una puñetera vez, la indeseada espina que tenia clavada en mi pretensión desde hacía al menos una docena de docenas de noches al calor de la amistad y el blábláblá. Ciento cuarenta y cuatro veladas, si hago bien las cuentas, que no son pocas, mire Usted. Que no son nada pocas.

***

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JESÚS.

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JESÚS.

Déjame agrandar nuestro espacio

Y que el sueño abra su cortina invisible.

(Epitafio)

Casi todo en esta vida suele venir, si nos fijamos, en tríadas; en grupos  -dice el diccionario- de tres especialmente vinculados entre sí: las Virtudes Teologales, Los Mosqueteros, los Cerditos, las Gracias o las hijas de Elena, por poner dispares ejemplos. Tres son por tanto -pues me ciño a la costumbre- las circunstancias que me respaldan para escribir este texto que ahora viene. Porque también están íntima y especialmente vinculados entre sí.

 La primera de ellas, es el sentimiento apesadumbrado de una madre desolada por la partida, prematura e injusta, del hijo. La segunda es la pertenencia del ausente a una muy querida familia con el gen de los artístico en su cadena de ADN. Y por fin, la tercera, la enorme belleza desplegada en los textos poéticos que dejó Jesús como testamento. Un testamento tan atropellado, cómo indeseado. Todas esas circunstancias, ls tres, están ligadas a la poesía de mi admirado “in absentia” Jesús Cumpián.

 La guadaña -que es  injusta e inexorable- tuvo a mal el llevarse a Jesús a lo oscuro a la muy temprana de veintitrés. Una edad que a mí -teniendo un hijo que maneja la misma- me sobrecoge, compunge y  horroriza. Un accidente vital inesperado que regaló, a la familia, el indeseado bagaje de la aflicción y de la amargura.

 Jesús Cumpián, dejo un legado poético tras el cual, yo, llevaba un cierto tiempo detrás para publicarlo en este blog. Un legado poético tremendamente bello y maduro para un chico de su edad. Recuerdése la que manejaba: Veintitrés.

 Uno, que está acostumbrado a la poesía seria y circunspecta del editor de la familia y a la fresca e insolente de el del monóculo, el leer estas estrofas le causa -cómo al Piyayo- un respeto imponente.

 Esta es una selección que he realizado para su lectura.

 Disfrutadla!!

JESÚS CUMPIÁN MUÑOZ

1962-1985

POEMARIO BREVE

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#01

Deben de estar las olas

batiendo rumores de primavera.

Donde la inclinada orilla

 vuelca y desgrana mi voz

 por ti licuada

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#02

 Entre los lóbulos

desiertos de tu abismo

me perdí buscando perderte

buscando perderte

de esta paz disfrazada

 y estas palabras

 perdida

entre los lóbulos

desiertos de tu abismo.

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#03

Tengo una mujer, un balcón y una rosa

sólo quiero una, el balcón

para tirar la rosa

Tengo tres cosas, una rosa una mujer y un balcón

sólo quiero dos, el balcón y la mujer

para tirar la rosa

Sólo quiero tres cosas

una mujer, una rosa y un balcón

para tirarme yo

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#04

Qué silenciosos los barcos

al pasar por el morro

hacia ti voy niña con mi quilla

a provocar la espuma

 

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#05

No te pierdas

con ese desalmado

amor de las cumbres

resuena

y no me charles

en la oreja

que ansioso está

el aire de

palabras y de quejas

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#06

“No me dejes,

no me dejes en la parte trasera,

todo tú va

tan cabalgando hacia fuera”

 

SÚPLICA

Déjame acompañarte hasta tu altura

sin rencores que aplasten nuestro ánimo.

Déjame sentirme dueño

de copas que viajan vagabundas.

Déjame ser quien soy

y llora conmigo este momento.

Déjame enredarme alcoholizado

en la neblina del futuro.

Déjame ser tu sombra en mi huida

cuando caiga la noche sin motivo.

Déjame agrandar nuestro espacio

y que el sueño abra su cortina invisible.

Déjame simplemente un ápice de silencio

para terminar este poema que no muere

Déjalos que se sientan hombre grandes

porcelanas rotas y perfumes intensos

para que el pudor los invada

y dejen sus monedas.

Que se besen a escondidas, que el orgullo sea rutina

sobre los fríos salones

y sus monedas.

Déjalos que finjan ser humanos,

que compartan penas que no sienten

Déjame simplemente un ápice de silencio

para terminar este poema que no muere

 ***

(Fotos «chinescas»: Tony Cumpián)

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UNA ESCAPADA BOLOÑESA (III)

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 UNA ESCAPADA BOLOÑESA (III)

 

PROEMIO III


Ubi est mea anaticula cumminosa? Volo anaticulam cumminosam meam!

        Dónde está mi patito de goma? Quiero mi patito de goma!

Al contrario de lo que se pudiera o pudiese  pensar -que es un pretérito imperfecto de los de toda la vida- los días pasados en Bolonia habían sido absolutamente diferentes y únicos a pesar de lo semejante. No obstante, al último día previsto de estancia -que siempre se presenta triste y apocado de ánimo- le habíamos barruntado una dada de vuelta, un giro, para convertirlo no ya en el del regreso a la rutina desmoralizante y desesperanzadora, sino en una luminosa jornada más de vacaciones y divertimento. Y así lo hicimos, por Cástor y Pólux. Así, lo hicimos por Bendis. Así lo hicimos.

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DIA DEL SEÑOR OCHO  DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO TRECE

 Tristetate et lacrimis gravis est dolor
de terraeque maribus magnus est clamor

Tristeza y lágrimas, grande es su dolor,
de la tierra y los mares, grande es el clamor
O Cáritas. Cat Stevens

 

A Uds. les parecerán, les decía, estos capítulos diarios, la repetida escena del inefable Bill Murray en la película “El Día de la Marmota” pero no es así. En absoluto que no es así; porque a pesar de que las jornadas empezaran de igual manera: ducha rápida, acoso, desayuno en el Bellavista y toma de medicamentos pertinentes y necesarios, todos fueron tan distintos cómo divertidos. Aún así, ese día, por ser el último, requería de nuevos procedimientos operativos.

El Principal: rehacer el parco equipaje que habíamos trasladado -y apenas usado- y meterlo en el coche para -una vez instalado éste-  trasladarnos a la casa de los golfos apandadores con las intención de tomar -sin casi necesidad de asedio- esa plaza y hacerla nuestra al menos durante nueve horas.

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Así lo hicimos. Nos acercamos a la casa y, como acostumbradamente sucedía,  Shati leía profusa y relajadamente; Girilín con Placi se solazaban paseando por las inmediaciones de las pozas. Las lobas, habían iniciado el acostumbrado paseo hasta la duna.  Así que Father y Santa, no dudaron en unirse en la distancia -había salido como media hora antes- al grupo de mamíferas carnívoras duneras.

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Es día último. Ya lo sabíamos. Es día de alejar de la mente cualquier sentimiento de tristeza y pesar por lo inevitable de la partida; lo sabíamos. Pero eso no quitaba el deber inexcusable de las despedidas. De los adioses. Debíamos despedirnos de la arena fina pero firme de la playa. De Trajano -amigo fiel que nos saludaba desde el templo de Baelo Claudia- porque siempre está ahí para lo que haga falta. De las rocas junto a la duna que cobija y asila a centenares de cangrejos en sus recovecos. Despedirnos de ese otro mar de color verde que conforma el pinar.  De los restos abandonados al rebalaje de la patera que oculta, como avergonzada y pesarosa, una verdadera historia de dolor, y esperanza; de amargura e incertidumbre.  Nos despedimos, por fin, del dorado del cielo cuando el sol se va siguiendo su camino.

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Es hora de los últimos baños revitalizantes y reparadores. De las postreras cervezas en la playa. De gastar los últimos cartuchos de risas incontenibles y desenfrenadas. Todo eso se va haciendo. Poco a poco. Resignadamente.

Pero que no decaiga el ánimo más de los necesario. Porque aun resta medio día. Y no es de oficio el desaprovechar el puñado escaso de horas que nos queda en la queja y el lamento.

No queríamos los Gorgonzola irnos de Cádiz, faltaría más, sin habernos comido unas ortiguitas. Tampoco sin habernos jalado un plato de choco frito. Así que decidimos que almorzaríamos en el Restaurante  El Tucán. Paseo de El Lentiscal s/n. y apaciguar el antojo.

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Unos amabilísimos camareros, nos sirvieron rauda y eficazmente. Pepiss do Placi, estaba dispuesta a comerse -a la filibustera manera, es decir con los dedos empringados-  algún pez de la familia de los espáridos; es ella muy de espáridos. Así que, cuando el camarero nos enseño un enorme sargo (Diplodus sargus sargus) de casi tres kilos, no dudamos en pedirlo. Eso sí, con su chimichurri y guarnición de patatas fritas.

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Llegó el bicho y desapareció en un momento. Labios y yo dimos cuenta, a la postre y como postre, de una exquisita tarta de galleta, natillas, chocolate y nata. He dicho que adoro a Labios? He dicho que cuando el sol se pone, éste le otorga envidioso y forzado, un rojo inigualable a su pelo?

La hora se acercaba irremediable e indefectiblemente. Ya era imposible el quitar de nuestra mente la inevitable circunstancia de la arrancada. Mientras tanto, la partida de cabrones que componían nuestro grupo, estaban más que relajados -y en cierto modo aliviados- porque sabían que a ellos todavía les quedaban por aquellos territorios, dos días y medio más que a nosotros; con el descanso y el consuelo añadido de nuestra ausencia.

No obstante, media hora de siesta y -no pudimos evitarlo- otra vez para la playa. Baño, tumbada al sol y por fin …lo irreparable…la partida. El adiós definitivo.

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Besos y abrazos. Caricias mimos y achuchones. Agasajos, cucamonas y carantoñas. Que se van los Gorgonzola!!!! Madre!!!! Que se van los Gorgonzola!!!! Cantan las mozas del lugar contritas y apenadas.

No quiero terminar este relato, sin agradecer como siempre a mis amigos su cariño y hospitalidad. Su cobijo y amparo en el asilo. Su siempre generosidad en el envite y en el invite. Así que voy a terminar esto con dos regalos:

El primero: Un documento en pdf para que el viajero que se desplace a Tarifa, a su pedanía de Bolonia y alrededores, tenga una lista puntual de lugares donde comer  comida tradicional de la zona; indicando nombre, email en muchos casos, direcciones y teléfonos . Un documento muy útil.

Comer en Tarifa y Bolonia

El segundo: Ante la avalancha de peticiones de enseñar los famosos escarpines de Girilín, inserto -con el beneplácito del mismo- una foto donde se aprecia al Hierbas en las pozas luciendo sus famosos escarpines “Fursia Putón” que tantos éxitos sexuales le ha proporcionado. Ya sabéis!!! El culo va de propina.

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El tercero: Una realización audiovisual de mi amigo Fernando Cumpián (líder y front-man del grupo Sólo un Momento) donde nos regala -en una continua y ágil presentación- una nómina, un catálogo descriptivo por medio de imágenes, de la historia del grupo. Un inventario vital donde no sólo los músicos y artistas que componen el elenco tienen cabida, sino que tambien -como convidados de piedra- amigos y familiares complementan este nomenclátor de hermandad y camaradería.

Yo, particularmente, me siento enormemente orgulloso y dichoso de estar presente en este trabajo. No tengo que, sino sentirme, un poco integrante acogido y prohijado de «Sólo un Momento».

Finalmente solo quiero que quede claro que espero ilusionadamente repetir periplo a donde sea, siempre que sea con esta gente. Muy ilusionadamente, espero repetir periplo, siempre que sea con estos amigos. Se me perdone la reiteración.

Se terminó de escribir esta crónica el viernes día del señor trece del mes de septiembre del año trece

 

UNA ESCAPADA BOLOÑESA (II)

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UNA ESCAPADA BOLOÑESA (II)

 

PROEMIO II

 

In taberna quando sumus / non curamos quid sit humus

«Cuando estamos en la taberna / no nos preocupamos de la tumba».

Un inciso literario: estoy realmente fascinado (que indescriptible sensación es la que produce la vuelta anhelada a la página del libro que estas leyendo para seguir con la lectura; esa que te abstrae, aísla y separa de la funesta y triste realidad) fascinado digo, con la ultima obra de Santiago Posteguillo “Circo Máximo: La Ira de Trajano” segunda de las partes de su trilogía sobre dicho Emperador.

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Viene al caso esto, porque emociona ciertamente el pasear por la playa de Bolonia en dirección a la duna, y contemplar a lo lejos -entre los pilares del templo derruido por el maremoto que asoló Baelo Claudia- la enorme estatua de tres metros de altura que representa al Emperador y César Marco Ulpio Trajano. Porque admirándola, no queda otro remedio que trasladarte a esos escenarios que, durante dicha lectura, Posteguillo te está describiendo magistralmente. Por cierto Trajano era de Sevilla. De ahí el latinajo…“Quisque factum armis mea” (Qué jáse mi arma!) tan habitual en la Bética.

 

 

DIA DEL SEÑOR SIETE  DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO TRECE

 

Verba volant, scripta manent

Las palabras vuelan, los escritos permanecen.

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Nos levantamos Santa y yo, aún abrumados y felices por el excelso recibimiento que nos habían dispensado los amigos (Resonaban todavía en nuestros oídos frases cómo: ¡No me lo puedo creer!  ¡Lo sabía! ¡Líopuuutass!…  Nos levantamos, decía, absolutamente encantados de -aún no nos lo creíamos- darnos cuenta de estar donde estábamos. En el paraíso.

No dimos una ducha rápida y nos fuimos a buscar lugar propicio para el desayuno. Decidimos hacerlo en la terraza del hostal donde estábamos alojados, aunque en distinto edificio. Unos cafés con leche (aquí me ahorro el chiste de la Botella, que ya está muy visto) unos zumos naturales de naranja, dos molletes con zurrapa de lomo  y/o aceite y/o paté y vasito de agua fresquita para la tragada de reparadores omeoprazoles y paracetamoles… Limpieza de piños en la habitación, infructuoso asedio sexual a Santa, y… ¡Hala! Para la casa de la playa con el rabo entre las piernas. Lo que yo te diga.

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Girilín y Placi (nombre de guerra de Maximediano), habían encaminado sus pasos hacia Levante para visitar la zona de las piscinas para dar rienda suelta a los más bajos instintos nudistas del primero. Excepción hecha de los escarpines azules que -ya sabéis- tantos éxitos sexuales le han proporcionado. Porque una cosa, señoras y señores, es despelotarse y otra desnudarse. Que no es lo mismo; no señor!.  Los demás -excepto Shati que leía en la casa- nos fuimos hacia la duna en disciplinada procesión lateral; Father no estaba dispuesto a perderse la vista de la estatua del Emperador Trajano desde la orilla. Para nada como estaba, y está, de emocionado y enganchado a la lectura de Don Santiago. El apellidado Posteguillo.

 Recorres esos casi seis kilómetros de playa -los que hay ida y vuelta, desde la casa a la duna- pisando una arena dura y fresca que te permite un paso ligero, reconfortante y agradable. Dicha arena, te proporciona un impagable peeling en las plantas de los pies y éste, actúa cómo vigoroso y eficaz desestresante general. Las aguas transparentes que llegan hasta la playa, están llenas de pececillos que van y vienen rápidamente; y entre las rocas, se divisan algas y multitud de cangrejos. Un enorme e inacabable vergel de vida y naturaleza, que junto al precioso pinar que coquetea con la duna, te procura un estado de absoluto bienestar  y placidez cuando descansas tendido al sol en la arena tal si fueses un arenque en el secadero. Vuelta a los orígenes; más de dos kilómetros y medio más de andada. Sigue siendo enormemente agradable. Gratificante para el ánimo.

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Paramos -ya los habíamos saludado a la ida- en la playa frente a La Reja, donde la familia Cumpián se solazaba justo enfrente de nuestra antigua casa  -ahora la ocupaban ellos- y situada como a quinientos metros de la nueva. Quedamos en vernos por la noche para que nos hiciéramos fotos y videos que conformarían el nuevo trabajo audiovisual del grupo Sólo un Momento. Había cinco componentes de dicho grupo en Bolonia con nosotros.

Llegamos frente a nuestra casa donde habíamos dejado las sillas y toallas; repetimos baños y volvimos a tumbarnos al sol. Cervecitas. Hora de comer. Placi, había aliñado y transformado en pinchitos algunos solomillos adquiridos para ese fin. Shati -muy dispuesto para la cocina que es- había cocido arroz para añadírselo al potaje de habichuelas. Así que, momentos después de la ducha en el césped por el ancestral método del manguerazo, conminamos a Girilín a que se quitase los putos escarpines “furcsia putón” y empezamos la manduca.

Más cervecitas -con nachos, humus y un guacamole picantísimo- prepararon el paladar.

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Platazo de potaje y dos pinchitos por barba. Berrinche no; pues se había ido a Barbate con la cumpianada familia dispuesta -como así lo hizo- a jartarse de atún en todas sus modalidades y preparaciones.

Le suplicamos que no probase los morrillos de atún; pues lo que le hacia falta era estar esa tarde de morrillos; no nos hizo caso, pero afortunadamente no le hizo efecto el desdichado túnido. Mejor que mejor.

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Después de la ingesta, y prestas las habichuelas y el arroz a ebullicionar otra vez en nuestras panzas, Santa y Father se desplazaron hacia el hostal para tratar de bajar de volumen los atribulados y atiborrados estómagos. Vuelta a la playa -un par de horas  más tarde- después de una reparadora siesta. Baños y cata de whisky Johnny Walker de 12 años junto a las cañas de pescar que habían instalado Placi y Shati. Otro par de horas después, y más que mediada la botella, logra Shati capturar la ansiada presa: media sardina que colgaba como cebo del anzuelo del compañero Placi que aún no se explicaba esa inveterada costumbre de que el amigo pescador arramble, inmisericorde y continuadamente, con sus sedales siempre que puede.

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Seguimos copichueleando en la casa -tras pasar la tarde en la playa entre baños y risas- en el césped privado que dispone la casa. El sol se vuelve a poner -como acostumbra cada tarde- tras la duna. Trajano sonríe y nos guiña cómplice. Una vez oscurecida la tarde, haciendo caso a la invitación mañanera, nos desplazamos hacia Casa Cumpián donde la directora -entre otras cosas- de vestuario, grabación, edición de video, y muchas más cosas Amy- disfraza a las chicas con enaguas y puchos, sayas, combinaciones y refajos antiguos para comenzar el rodaje del citado videoclip.

Nótemevéa! Las chicas posan y se dejan retratar. Los machos alfa siempre dispuestos a ayudar, con enorme dosis de cachondeo y pitorreo, sugerimos posturas y poses. Amy, un poco desesperada, termina hablando lenguas muertas ella sola. Una mezcla de arameo, etrusco y picto. Júrolo por mi honor.

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Las risas, incontenibles. Los comentarios, impagables. Cantamos y tocamos hasta la madrugada que nos fuimos cantando bajito de nuevo, hacia la casa principal. Allí logramos robarle alguna hora más a la noche y nos fuimos a descansar. Mañana, aunque iba a ser el último día de los Gorgonzola en Cádiz, debería de dar bastante de sí, pues estábamos dispuestos a alargarlo todo lo que fuese posible. Como así fue.

To be continued…

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…///…

 

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