UNA ESCAPADA BOLOÑESA (III)
PROEMIO III
Ubi est mea anaticula cumminosa? Volo anaticulam cumminosam meam!
– Dónde está mi patito de goma? Quiero mi patito de goma!
Al contrario de lo que se pudiera o pudiese pensar -que es un pretérito imperfecto de los de toda la vida- los días pasados en Bolonia habían sido absolutamente diferentes y únicos a pesar de lo semejante. No obstante, al último día previsto de estancia -que siempre se presenta triste y apocado de ánimo- le habíamos barruntado una dada de vuelta, un giro, para convertirlo no ya en el del regreso a la rutina desmoralizante y desesperanzadora, sino en una luminosa jornada más de vacaciones y divertimento. Y así lo hicimos, por Cástor y Pólux. Así, lo hicimos por Bendis. Así lo hicimos.
DIA DEL SEÑOR OCHO DEL MES DE SEPTIEMBRE DEL AÑO TRECE
Tristetate et lacrimis gravis est dolor de terraeque maribus magnus est clamorTristeza y lágrimas, grande es su dolor, de la tierra y los mares, grande es el clamor O Cáritas. Cat Stevens
A Uds. les parecerán, les decía, estos capítulos diarios, la repetida escena del inefable Bill Murray en la película “El Día de la Marmota” pero no es así. En absoluto que no es así; porque a pesar de que las jornadas empezaran de igual manera: ducha rápida, acoso, desayuno en el Bellavista y toma de medicamentos pertinentes y necesarios, todos fueron tan distintos cómo divertidos. Aún así, ese día, por ser el último, requería de nuevos procedimientos operativos.
El Principal: rehacer el parco equipaje que habíamos trasladado -y apenas usado- y meterlo en el coche para -una vez instalado éste- trasladarnos a la casa de los golfos apandadores con las intención de tomar -sin casi necesidad de asedio- esa plaza y hacerla nuestra al menos durante nueve horas.
Así lo hicimos. Nos acercamos a la casa y, como acostumbradamente sucedía, Shati leía profusa y relajadamente; Girilín con Placi se solazaban paseando por las inmediaciones de las pozas. Las lobas, habían iniciado el acostumbrado paseo hasta la duna. Así que Father y Santa, no dudaron en unirse en la distancia -había salido como media hora antes- al grupo de mamíferas carnívoras duneras.
Es día último. Ya lo sabíamos. Es día de alejar de la mente cualquier sentimiento de tristeza y pesar por lo inevitable de la partida; lo sabíamos. Pero eso no quitaba el deber inexcusable de las despedidas. De los adioses. Debíamos despedirnos de la arena fina pero firme de la playa. De Trajano -amigo fiel que nos saludaba desde el templo de Baelo Claudia- porque siempre está ahí para lo que haga falta. De las rocas junto a la duna que cobija y asila a centenares de cangrejos en sus recovecos. Despedirnos de ese otro mar de color verde que conforma el pinar. De los restos abandonados al rebalaje de la patera que oculta, como avergonzada y pesarosa, una verdadera historia de dolor, y esperanza; de amargura e incertidumbre. Nos despedimos, por fin, del dorado del cielo cuando el sol se va siguiendo su camino.
Es hora de los últimos baños revitalizantes y reparadores. De las postreras cervezas en la playa. De gastar los últimos cartuchos de risas incontenibles y desenfrenadas. Todo eso se va haciendo. Poco a poco. Resignadamente.
Pero que no decaiga el ánimo más de los necesario. Porque aun resta medio día. Y no es de oficio el desaprovechar el puñado escaso de horas que nos queda en la queja y el lamento.
No queríamos los Gorgonzola irnos de Cádiz, faltaría más, sin habernos comido unas ortiguitas. Tampoco sin habernos jalado un plato de choco frito. Así que decidimos que almorzaríamos en el Restaurante El Tucán. Paseo de El Lentiscal s/n. y apaciguar el antojo.
Unos amabilísimos camareros, nos sirvieron rauda y eficazmente. Pepiss do Placi, estaba dispuesta a comerse -a la filibustera manera, es decir con los dedos empringados- algún pez de la familia de los espáridos; es ella muy de espáridos. Así que, cuando el camarero nos enseño un enorme sargo (Diplodus sargus sargus) de casi tres kilos, no dudamos en pedirlo. Eso sí, con su chimichurri y guarnición de patatas fritas.
Llegó el bicho y desapareció en un momento. Labios y yo dimos cuenta, a la postre y como postre, de una exquisita tarta de galleta, natillas, chocolate y nata. He dicho que adoro a Labios? He dicho que cuando el sol se pone, éste le otorga envidioso y forzado, un rojo inigualable a su pelo?
La hora se acercaba irremediable e indefectiblemente. Ya era imposible el quitar de nuestra mente la inevitable circunstancia de la arrancada. Mientras tanto, la partida de cabrones que componían nuestro grupo, estaban más que relajados -y en cierto modo aliviados- porque sabían que a ellos todavía les quedaban por aquellos territorios, dos días y medio más que a nosotros; con el descanso y el consuelo añadido de nuestra ausencia.
No obstante, media hora de siesta y -no pudimos evitarlo- otra vez para la playa. Baño, tumbada al sol y por fin …lo irreparable…la partida. El adiós definitivo.
Besos y abrazos. Caricias mimos y achuchones. Agasajos, cucamonas y carantoñas. Que se van los Gorgonzola!!!! Madre!!!! Que se van los Gorgonzola!!!! Cantan las mozas del lugar contritas y apenadas.
No quiero terminar este relato, sin agradecer como siempre a mis amigos su cariño y hospitalidad. Su cobijo y amparo en el asilo. Su siempre generosidad en el envite y en el invite. Así que voy a terminar esto con dos regalos:
El primero: Un documento en pdf para que el viajero que se desplace a Tarifa, a su pedanía de Bolonia y alrededores, tenga una lista puntual de lugares donde comer comida tradicional de la zona; indicando nombre, email en muchos casos, direcciones y teléfonos . Un documento muy útil.
El segundo: Ante la avalancha de peticiones de enseñar los famosos escarpines de Girilín, inserto -con el beneplácito del mismo- una foto donde se aprecia al Hierbas en las pozas luciendo sus famosos escarpines “Fursia Putón” que tantos éxitos sexuales le ha proporcionado. Ya sabéis!!! El culo va de propina.
El tercero: Una realización audiovisual de mi amigo Fernando Cumpián (líder y front-man del grupo Sólo un Momento) donde nos regala -en una continua y ágil presentación- una nómina, un catálogo descriptivo por medio de imágenes, de la historia del grupo. Un inventario vital donde no sólo los músicos y artistas que componen el elenco tienen cabida, sino que tambien -como convidados de piedra- amigos y familiares complementan este nomenclátor de hermandad y camaradería.
Yo, particularmente, me siento enormemente orgulloso y dichoso de estar presente en este trabajo. No tengo que, sino sentirme, un poco integrante acogido y prohijado de «Sólo un Momento».
Finalmente solo quiero que quede claro que espero ilusionadamente repetir periplo a donde sea, siempre que sea con esta gente. Muy ilusionadamente, espero repetir periplo, siempre que sea con estos amigos. Se me perdone la reiteración.
Se terminó de escribir esta crónica el viernes día del señor trece del mes de septiembre del año trece
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