El Resto de la Memoria
y La Impresentable.
EL RESTO DE LA MEMORIA.
“Uno de Enero. Dos de Febrero. Tres de Marzo. Cuatro de Abril.
Cinco de Mayo. Seis de Junio. Siete de Blowin’ in the Wind.”
Uno de Enero.
Ni la más minima duda tenía yo de que el equipo encabezado por Anita Iglesias Cumpián, iba a poner todo su arte, todo su empeño y corazón en el trabajo escénico llamado: “El Resto de la Memoria”.
Lo sabía, porque llevo meses siguiendo con interés el Making Of de esta obra de teatro. Sabía pues de la complicidad intima y personal de los implicados en dicha historia. Sabía también de la pasión que demostraban en cada una de las actuaciones financieras para tratar de capitalizar la puesta en marcha de este espectáculo teatral. También de los frustrantes resultados.
Dos de Febrero.
El espectáculo resultante es una perfecta amalgama de artes escénicas donde se reúnen una música muy cuidada en directo (precioso el primer tema) con unos audiovisuales efectistas realmente conseguidos y absolutamente acordes con los momentos de la trama. Unas meritorias actuaciones dignas de elogios. Acreedoras de aplausos, como así fue.
Tres de Marzo.
Tenía yo mis reservas -siempre las tengo- de que la representación, pudiese resultar tediosa y consecuentemente aburrida. Un pardillazo que se le dice. Mis temores se acrecentaron cuando el principio de la obra se desarrolla con una lentitud exasperante. Algo absolutamente insoportable para alguien – que como yo- es el paradigma de la inquietud, la impaciencia y lo inmediato. Esa lentitud exasperante -necesaria, por supuesto, para la puesta en situación- duró apenas dos minutos. A partir de ese momento, la trama, el desarrollo de la obra, se volvió de los más interesante y ameno. Muy corta.
Cuatro de Abril.
La versatilidad de Anita Iglesias Cumpián -la principal actriz- nos dispuso durante todo el espectáculo a la sorpresa. Pasando en un mismo fragmento de la obra por situaciones dramáticas y de una seriedad patente, para al segundo -y alternando – ofrecernos una bis cómica que el público agradecía con sus risas y con alivio.
Cinco de Mayo.
No se puede dejar de citar el magnifico trabajo de Alex “Zurdo” Menéndez. Porque , además toca todos los palos muy resuelta y dignamente. Toca las guitarras, canta, recita, actúa, tramoyea, y por fin…se echa un baile descarnado con Anita que a todos nos toca el corazón. Magnífica esa parte. Solventando con humor situaciones imprevistas como el desafine de la guitarra flamenca o la rotura de una cuerda de ese mismo instrumento. ¿Se la habría proporcionado la competencia?
Seis de Junio.
La realización audiovisual de Francis Valero, resulto tan impecable como efectista. La voz en Off. Fantásticas las tomas primeras de la playa. La elección e las imágenes. Conmovedora la saeta del chavalito con síndrome de Down acompañado por los “tambores” de Salvi Laporte. De lo mejor ese trabalenguas imposible (casi lo que más me gustó) del tutú y el yoyó de mi peludo amigo Miguel A. Cumpián. El combate de Boxeo. La hilarante y a la vez dramática escena de las rosquillas. El baile, la danza, el manejo del cuerpo y las manos. Esas manos que Anita mueve con tal maestría y delicadeza que hablan por si solas. Sería una elegantísima traductora para sordos.
Siete de Blowin’ in the Wind.
El resultante final, fue una pieza teatral que te atrapa desde los primeros momentos. Una obra que no te deja indiferente no solo por la trama argumental, sino por el producto del empeño de las personas que se han implicado en este proyecto.
Un proyecto que me imagino difícil, cuando no rozando lo imposible Porque en esta ciudad de putas y camareros -que todo se soslaya con el turista que nos llega de donde fuese- hacer realidad un propósito artístico, es un tarea ímproba y extenuante. Para nada rentable además.
La falta de financiación, es patente a menos que sirvan a intereses partidistas y a amiguetes afectos. Por eso, es muy loable el tremendo esfuerzo que han realizado estos artistas para financiar -muy parcamente- un trabajo que va dirigido a una minoría intelectual en este miserable país de Sálvames de Mierda y cotillas maldicientes.
Y además, lo peor de todo, es que en esto, no se ve arreglo. Porque no se ve la intención de las autoridades pertinentes a potenciar entre la ciudadanía los espectáculos útiles para el cerebro. Indispensables para el corazón. Sigamos financiando macro botellones, y conciertos con resultados funestos. Pero déjennos disfrutar a los aficionados asistentes a los pequeños locales. No nos den (que sí!) el Estadio de la Rosaleda. Pero se nos proporcione –y facilite- el Echegaray y el Cervantes, para que la familia cultural malagueña pueda disponer de espacios y recaudaciones dignas y decentes, para financiar nuevos proyectos. Que no les cuesten dinero.
***
La Impresentable.
Abundando en el Siete de Julio, las trabas administrativas que se les pone a los artistas con pocos recursos, son innobles e ignominiosas. Inasumibles por estos para garantizar el resultado que pretenden. Todavía recuerdo, las trabas que les pusieron a un grupo de amigos músicos para actuar en el Teatro Echegaray. Trabas que pasaban por IVA, IRPF, altas como empresarios y como trabajadores, un sinfín de legalidades que hicieron, como era de prever, que desistieran de repetir la experiencia en este tipo de locales municipales.
La Impresentable, se presentó anoche a las puertas del local donde se representaba “ El Resto de la Memoria” Lo que se creía que era una entrevistadora de un medio de comunicación. (Ay infelice!!!) resultó ser una inspectora de trabajo con la pretensión de realizar no se que papeleo para un representación en un local con un aforo ridículo y realizado, con enorme esfuerzo, por un reducidísimo número de personas.
Anda y que le den!!! O peor aun…que no le den!!!
Pero como terminar con la presencia de esta indigna, no es de recibo, termino esta crónica con la recomendación ferviente de que se acuda a los espectáculos menores. Teniendo en cuenta que son menores en cuanto a presupuestos y facilidades de la administración. Porque en cuanto a ganas y resultado, no dejan nada que desear. Nada absolutamente que desear.
Gracias, por fin, por haberme hecho partícipe de este trabajo. Gracias de verdad.
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