JOSE MARÍA SOUVIRÓN. DIARIO I

JOSE MARÍA SOUVIRÓN. DIARIO I

«La vida es naturalmente incompleta y todo empeño en hacerla completa es vano. Siempre nos falta algo, lo que deseamos. Si lo tuviésemos, nos sería quitado lo que ya tenemos, y lo incompleto sería de otra manera, contrariamente incompleto»

DIA: Martes 23 de abril de 1957

Luis Rosales, José Coronel Urtecho, José María Souvirón, Eduardo Carranza, Leopoldo Panero, Dámaso Alonso y Luis Felipe Vivanco, años 50. 
Archivo Histórico Nacional. Madrid.

Hace unos días que mi querido hermano desde el corazón Luis Centeno, me hizo entrega de un regalo que me tenía guardado desde hace un par de meses. Se trataba del diario íntimo e inédito de mi tío José María Souvirón Huelin que se ha publicado y presentado dentro de las jornadas dedicadas a éste por el Centro Cultural Generación del 27 de la Diputación de Málaga. Un libro, DIARIO I, que así se llama, felizmente editado  por  Javier La Beira y Daniel Ramos hacia los cuales no tengo sino mi más sincero agradecimiento por los entrañables recuerdos que me han proporcionado con dicha publicación.

José María Souvirón, Diario I. / Bibl. ASR

Sabedor, mi hermano in pectore, de que yo estaba mucho más que interesado en el citado Diario, y conocedor también de las íntimas circunstancias que me impedían asistir a ese acto a cuya mesa fui invitado a intervenir (pasaron los tiempos propicios para ello) tuvo, desde el primer momento, la intención de que ese libro fuese a parar –sin dudarlo de ninguna de las maneras– a mis manos, a mis ojos y a mis más afectuosos y entrañables recuerdos familiares.

Diario I, me llamaba poderosamente la atención. La prensa y los artículos que comentaban la edición de estas memorias, insistían y coincidían en la absoluta sinceridad y franqueza de lo escrito por mi tío José María que nunca fue corto en expresar su opinión personal ni pacato en reprender la mala educación, la audacia del bobo y la falta de cortesía.

Máquina de escribir Hispano Olivetti de José María Souvirón

Pobres de aquellos mentecatos que –sin prever las consecuencias– le tocaban la paciencia y se exponían, por tener un inadecuado comportamiento, al alcance de su palabra estricta y severa pero también razonada e inapelable.  O peor aún, a su hartazgo nada fingido. Terror provocaba entre aquellos inevitables necios y botarates (productores incansables de simplezas y necedades) tan profusos en los círculos de la cultura y la pedantería de aquellos tiempos; y no pocos recelos levantó entre estos, por tener la costumbre de emitir siempre su opinión sincera, veraz y honesta despejada de cualquier tipo de lisonja gratuita.

Cogí el libro con verdadera expectación. Más que nada –seamos sinceros– para ver, en primera instancia,  qué era lo que exponía de mi familia; aunque también, cierto es, para conocer de primera mano cómo fue su vida allende los mares y más arriba de Despeñaperros rodeado de eminentes figuras de la ilustración de aquellos años.

Cuando tío Josemaría empezó a escribir su diario, yo tenía apenas un mes de vida; pero después, lo escolté cada vez que venía a Málaga (su compañía intermitente me duró dieciocho años) con toda devoción y cariño. Con toda mi admiración. Con todo el respeto que se pueda tratar nunca a ningún familiar. Deslumbrado por sus interesantísimas historias y por el afecto paciente que me dispensaba.

Me ha encantado volver con él, gracias a este diario, a La Cañada de los Ingleses a aquellas tertulias y a aquellos recitales de verdiales en el llano de tío Matías. A volver a oír los mismos villancicos que cantábamos en varios idiomas (así lo narra en el libro) junto a la chimenea con mis tíos, mis padres y mis hermanos oliendo (y oyendo) los trompitos de eucaliptos al quemarse y saboreando desde lejos el aroma de los exquisitos bizcochos que tía Lourdes preparaba y que aún no habían llegado a la mesa. He vuelto a ver –otra vez– las flores de las pitas florecidas justo encima del pozo negro. Y me he vuelto a maravillar observando ese mar de color espléndido desde el mirador único que era la casa de Tioma  y que a él –a tío Josemaría– tanta vida y serenidad le  proporcionaba.

Luis Rosales con Azorín, Leopoldo Panero, Eduardo Carranza, J.M. Souvirón y José Coronel (poeta nicaragënse) en febrero 1958.

La admiración que yo sentía –que sentíamos todos– hacia tío Josemaría, se ha acrecentado sobremanera después de leer este libro: Su inteligencia natural para el estudio. Su carácter y voluntad de anteponer la verdadera vocación por la escritura y la enseñanza a lo más provechoso (económicamente) del ejercicio de la abogacía (fue, profesor de futuros insignes abogados malagueños) que le proporcionaron una vida plena y completa. Antepuso, decía, su verdadera vocación de escritor y profesor pudiendo haber elegido ser notario o registrador de la propiedad tal y como se esperaba de tan precoz y prometedor abogado.

Tío Josemaría fue –ahora lo sé definitivamente– un hombre leal a sus principios. Un verdadero intelectual que hizo lo que debía de hacer sin plegarse a los aduladores y cobistas del régimen. Una persona con una fortaleza extraordinaria en su fe en Dios, que no le impidió criticar con dureza al clero y no lisonjear, inmerecidamente, a los poderes fácticos y reaccionarios de su época. A los pelotas, a los lameculos.

Desde muy joven, fue un hombre de salud frágil. Una mala salud propiciada por un corazón quebrado pero colmado por el amor fiel que sintió hacia Dios, por sus hijos, a su familia más cercana, a su mujer (se puede querer desde el olvido, decía) a sus amigos y, sobre muchas de estas cosas, a la poesía. Ponga el lector de estas letras el orden de prioridad que prefiera.

Quiero leer ya la segunda entrega de este diario para seguir emocionándome con sus lágrimas provocadas por la belleza.  Para seguir preguntándome, sin entenderlo demasiado, por ese amor desmedido a Cristo. Para seguir sintiendo el inmenso orgullo que me interviene al saber las amistades que cultivó. Para poder acompañarlo, sin que se dé cuenta, en la soledad elegida de su cuarto del patio de La Cañada. Aquel que, en sus ausencias, fue tantas veces mío y en el que, sin yo saberlo, respiré el aroma de la erudición más exuberante, fértil y próspera que yo –antes de leer este diario– no hubiese podido imaginar en toda su magnitud y transcendencia.

Bienvenido de nuevo a mi vida, tío Josemaría. Me sigues emocionando.

LOS OLORES DE LA CAÑADA DE LOS INGLESES.

 LOS OLORES DE

LA CAÑADA DE LOS INGLESES.

“Esto se presenta como un ejercicio de rememoración
y no está dedicado a nadie”.
(Charles Bukowsky Revisited)

“Hay en el perfume una fuerza de persuasión más fuerte que las palabras, el destello de las miradas, los sentimientos y la voluntad. La fuerza de persuasión del perfume no se puede contrarrestar, nos invade como el aire invade nuestros pulmones, nos llena, nos satura, no existe ningún remedio contra ella.”
(El Perfume. Patrick Süskind)

«Tiré un limón por el aire
para ver si coloreaba.
Subió verde y bajó verde
mi querer nunca se acaba».
(Tradicional)

Nota Previa: Las fotos (y sus comentarios a pie de foto en cursiva y color azul) me las ha hecho llegar  mi querido primo Enrique Giménez Huelin.

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(La cuesta y el terraplén (o «chorraera») de enfrente de nuestra casa tras una granizada que hubo en marzo del 71. En la de la cuesta se puede ver entre los árboles la Casita del Gallo y a la izquierda el algarrobo de casa de Almudena Huelin.)

No sé si se le habrá ocurrido a mi querido primo Enrique Giménez Huelin que después de haberme remitido una impagable serie de fotografías de nuestra niñez (y de tiempos pretéritos) en la Cañada de los Ingleses (donde él vivía y yo pasaba muchas temporadas) no sé si se le habrá ocurrido decía, que además de proporcionarme mediante el sentido de la vista, ese placer irremplazable que es la nostalgia de los más entrañables tiempos en el recuerdo, también iba a despertarme el sentido del olfato.

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(La Portería 1972)

El deleite de volver a recordar y sentir aromas de otros tiempos que, aletargados en la memoria olfativa, estaban esperando –con todo su poder de seducción y atractivo– su oportunidad de volver  a emocionarme. Olores de situaciones vividas. Olores de personas a la que quise y que, desafortunadamente, ya no están aquí.

Las fotos que me ha remitido mi querido primo Enrique, me han vuelto a trasladar a aquel mundo privado –reservado y particular– que fue La Cañada de los Ingleses. Un universo aislado de la ciudad, guardado y disimulado entre árboles y montes, que permanecía dormido en mi cabeza –en absoluto perdido– rendido por la edad que se acarrea y por la flaqueza del recuerdo. Pendiente de la oportunidad de la rememoración más placentera y complaciente, como así ha sucedido.

LA CAÑADA-CASA CHICA-1969-0001(CASA CHICA-1969). Otra vista de mayo del 69 con Marita Revenga y Christian Frunken, su marido, a los que Tacún les dejó la casa cerca de un año. El inicio del túnel, al que me acabo de referir, queda ya integrado en la casa .

Con esas imágenes, me ha vuelto aquel olor a agua pútrida de los jarrones atiborrados de flores –mezclado con el aroma de las mismas– que vendía Carmencita en la portería de la Cañada. El de los hinojos recién arrancados, y mordisqueados, frente a casa de Tío Quique y Tía Lolilla. He recuperado otra vez la tierra húmeda; la turba y el compost de un cementerio inglés cubierto por un manto inacabable de tréboles y vinagretas; de hojas tan muertas como aquellos que lo habitan.

5658996292_e00a6e1089_n(Tumba donde reposan los restos de Enrique Giménez Ramos. Concha Huelin García de Toledo y Lola Huelin García de Toledo en el Cementerio Inglés)

Viendo esas fotografías, me vuelvo a sentar en la cocina de Tioma y Tía Lourdes junto a la ventana. He vuelto a sentir el aroma inolvidable de aquellos tazones de Eko caliente por la mañana. Aroma sólo amortiguado (ese sentido) por el otro del sabor de la Mantequilla Lorenzana untada en una enorme rebanada de pan cateto comprado en Cártama y tostada directamente al fuego vivo. Vuelvo a oler a horno lleno de vol–au–vent comprados en Bresal y rellenos de bechamel y gambas por Tía Lourdes.

El olor a ese mismo pan cateto de tres días regado con un chorreón de aceite de un verde tan intenso cómo inmenso. El maremágnum aromático de la alacena con los chocolates y las especias. Mermeladas de naranja amarga y Jamón de York comprado en La Federica. A vino dulce de Cómpeta y a galletas María de Fontaneda. A Hojaldres de la Confitería La Española. A mantequilla Breda y queso de bola holandés comprado a las estraperlistas del puerto frente a la estación de los autobuses de Alsina Graells…

Llano Cañada(Lourditas Souvirón García Huelin, sentada en el poyete del llano. Se pueden observar las losetas de chinos que entre todos los sobrinos y Tio Matías construimos)

… Sienro el olor embriagador de la yerbabuena de los macetones de Tioma en la ventana que daba al llano y que, a manojos, echaba Tía Lourdes en las cazuelas de fideos. A huevos al plato o revueltos con mantequilla. Que mañanas! Qué días más llenos de luz y de color. De sentimientos de hospitalidad y de amor. De sabores y de olores que ya no existen en este mundo actual vencido (y aburrido) por los añadidos y conservantes de los sosos e insustanciales alimentos que ahora ingerimos.

caballos tioma(Caballos pintados por Tío Matías)

Rememoro viendo estas fotografías, el peculiar y característico hedor a mierda del pozo negro y el de los montones de estiércol de caballo, recogido por los sobrinos, y amontonados en el llano del horno de pan. Y si! se puede añorar el pestazo a mierda. No se extrañen ustedes.

Pero también vuelvo a sentir, el óleo de Marita Revenga pintando las flores de Tio Matías, y el pegunte horroroso del Vicks Vaporub que Tía Lourdes me untaba en el pecho cuando estaba resfriado. El perfume de las hojas trituradas en mis manos del falso pimentero antes de las escaleras de rampas que subían hasta la casa grande. El otro perfume de la alhucema y de los trompitos quemados en la chimenea del salón de Tioma. El aroma del bizcocho que acompañaba al té. Y, más tarde, ya por la noche, el de las hojas añosas de los ejemplares del Reader’s Digest que yo me leía con fruición antes de irme a dormir al apartamente de Tío Josemaría…

12651072_10155174558622228_1016211828636318693_n(Una pequeña parte del jardín de los Giménez Huelin)

… El de la colonia Álvarez Gómez (que aún uso diariamente) que enmascaraba al otro del Jabón Lifebuoy. El olor a limpio de la lejía Conejo y del Vim. El del Politus y el de la cera Johnson’s. La fragancia que emanaban Isabel y Lola; vecinas de calle Los Negros en la Cruz Verde y a las que yo adoraba.

Olores como los de la humedad del rincón –siempre habitado por decenas de cochinitas amontonadas– en la entrada al patinillo del apartamento de Tío Josemaría; y el de los eucaliptos de detrás de la casa grande que inundaba de olor a infusión el cuarto de baño del citado apartamento…

0fb517f06337c5925bc29c329bdbed29(Generación del 27. Casa-apartamento en la Cañada de los Ingleses (Málaga) donde José Mª Souviron Huelin pasaba temporadas. Disponía de una pequeña biblioteca, (la principal la tenía en Madrid), donde celebraba reuniones literarias con Bernabé Fernández Canivell, Pérez Estrada y Alfonso Canales.)

… La resina de los pinos. El polvo de los tinaos abandonados y que servían de trasteros donde un niño se podía encontrar multitud de tesoros. La tetas de las negras de tribus recónditas de los National Geographics antiguos. Un bombín de quien sabe quién o aquel cuchillo de calidad incierta –que Tioma me regaló– pero que tenía una magnífica funda de cuero y las cachas de nácar…

… La fragancia a limpio del ropero de Tía Lourdes; donde en cestillas, guardaba multitud de monedas y que nunca jamás –a pesar de la confianza dada– jamás nos atrevíamos a tocar y que constituían nuestra recompensa diaria por los trabajos realizados. Cómo olía ese dormitorio!! …

Tioma niños(Tío Matías con Margarita, Joaquín y Gustavo Giménez Huelin)

… Recuerdo ahora también, el olor del arcón donde guardaba mantas y cobertores. Naftalina y bolsitas de tela llenas de trompitos de eucaliptos. Vuelvo a recuperar el perfume de los rosales de Pascual Bejarano. Vuelvo a recuperar también, el olor cariñoso, educado y elegante; amable y confortable de Tacún y de Tía Lily.

El del Morris de Tioma. El que te traías pegado al cuerpo desde el vestuario del Cajón. El olor del campo húmedo; a manchas en las culeras de los pantalones de aquel barro peligroso cubierto de agujas caídas de los pinos. Lleno de babosas y de alúas; de pizpitas y de hormigas cabezonas. De saltamontes y ciempiés. Y aquellas enormes bolsas de orugas colgando, como lámparas viejas y olvidadas, encima de tu cabeza.

Vuelve el olor fuerte del agua blanqueada de jabón lagarto y azulete en los lebrillos del llano del horno. El del césped recién cortado y el del tarro abierto a destiempo de las semilla ya secas de las Llagas de Cristo que esparciamos por la ladera del gallinero. Las algarrobas machacadas y el limón cascarúo…

venta del tunel

(En la Venta del Túnel. De izquierda a derecha: Matilde García Lampérez; Matías Huelin García de Toledo; Ignacio Souvirón Huelin; Lourdes Souvirón Huelin: Lourditas Souvirón Garcia Huelin)

… Vuelve el olor a familia querida y amada; a hogar cálido; a humo al refugio de la lluvia y del frío. Cuando había lluvia. Cuando había frío. Cuando la familia estaba feliz y completa. Olores que me hacen daño, porque sé que, si no es por lo efímero, nunca los volveré a tener a mi alcance. Porque las cosas se van y no vuelven muy a menudo; y cuando vuelven, como es el caso, tengo que contener la emoción –pero también el orgullo- de haber vivido plena e intensamente, entre los árboles y montes del paraíso perdido que fue la Cañada de los Ingleses.

monte gibralfaro expropiacionEstas, que ahora vienen, son una muestra de las fotos remitidas (y comentadas) a este bloguero, por Enrique Giménez Huelin. Espero que sean de interés para algunos de los lectores que tiene a bien visitar este sitio. Para mí, ya lo he expresado, ha sido un verdadero ejercicio de entrañable añoranza, nostalgia y melancolía.

Ah! y al final, una curiosidad! Vamos allá; dice Enrique:

Antes de nada, una pequeña Introducción: La Cañada la compraron nuestros abuelos, Matías Huelin Müller y Margarita García de Toledo Clemens, una parte el 7/06/1902 (la parte alta del monte) y el resto el 25/08/1925 (la parte baja). En 1925 encargaron construir la Casa Grande ( y no sé si la chica) al arquitecto Fernando Guerrero Strachan. El camino de acceso no existía y lo hicieron también en los años 20, previa conducción de las aguas pluviales por los túneles que todos conocíamos. Las fotos que adjunto son de la época en que se construyen las casas.

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LA CAÑADA-CASA GRANDE Y TINAO0001

CASA GRANDE TINAO, destaco la ausencia de árboles en el monte y el tinao para vacas que hay detrás de la casa, donde después construyeron su casa Tío Matías y Tía Lourdes. La vacas venían de Las Cuarteras, una finca de la vega que vendieron antes de comprar La Cañada.

LA CAÑADA-CASA GRANDE0001(CASA GRANDE 001), destaco también la ausencia de árboles, la ropa tendida junto al pozo y el propio pozo que parece estar en construcción, puesto que no aparece la bóveda que lo remataba. Junto a ése pozo estaba la duchita , una especie de pequeña alberquita y una máquina de hierro con complicados engranajes que algun día sirvió para sacar agua, según decían. La máquina era tan pesada que quedó enterrada en los cimientos de la casa de Prioleau cuando se construyó a principios de los 70.

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LA CAÑADA-CASAS CHICA Y GRANDE0001

(CASAS CHICA Y GRANDE) quiero destacar la escalera-rampa de acceso y que aún no estaba hecho el garaje que, al parecer, construyó tío Juan años más tarde.

Sigue Enrique contando anécdotas:

Antes de nada, decir que en el e-mail anterior, al comentar la foto 7ª, de la portería, empecé a hacer un comentario que no terminé. Decía que «Tanto en esta foto, como en la anterior,…» (y esto lo añado ahora) se ven las dos columnas antiguas de la entrada . Más tarde, a finales de los 60, creo, la entrada se hizo más ancha y las dos columnas, más sólidas, sostenían un portón de dos hojas de madera, que se verá en alguna foto posterior. La columna de la izquierda, según se entra, recibió varios golpes de vehículos que se descontrolaron en la bajada. El primero que recuerdo fue un carro con uno o dos mulos, cargado de madera de una tala de eucaliptos, que terminó empotrado contra la columna y el pobre mulo o los mulos reventados. Más tarde, una pareja de guiris (creo que americanos) inquilinos de la Casa del Gallo, que se bebían más de una botella de Fundador al día (gracias a lo cual nos hicimos con una colección de discos de lo más variopintos que te regalaban por cada 5 o 10 tapones que entregabas), bajaron a toda velocidad, chocaron contra la misma columna, que hizo de lanzadera y terminaron empotrados en el murete de la entrada del Colegio de las Teresianas. El matrimonio murió en el acto y la asistenta que iba en el asiento de atrás, aunque herida de gravedad, pudo salvar la vida. Yo ese día venía del colegio y subía por la escalera de piedra de mi casa y vi perfectamente bajar el coche a toda velocidad y al momento oí el ruido de los dos golpes. Mi madre no nos dejó bajar hasta que habían sacado a la herida y levantado los cadáveres. Recuerdo, yo muy chico, impresionado al ver el coche destrozado y los rastros de sangre todavía fresca. Pero más me impresionó o me repugnó, si cabe, el comentario de uno de los mirones que dijo: «¡qué pena de coche!».

LA CAÑADA-ÁRBOLES 1919-0001

(ÁRBOLES 1919) es un peculiar inventario de árboles, que hace un tal Gallardo, del primer trozo de finca que compran los abuelos (la parte alta). Por ej: «garrobos» «ensinas»…

LA CAÑADA-CASA CHICA0001

(CASA CHICA). Otra vista de esta casa. Se puede ver el lavadero, el depósito de agua,el llano, el inicio del túnel sobre el que había una plataforma de cemento que nos servía de guarida en el poli-ladron, las dos pequeñas columnas que había en el arranque de la escalera a la Casa Grande, en las que se contaba y «salvábamos la valla por mí primero y por todos mis compañeros» …

LA CAÑADA-CASA GRANDE-20001

(CASA GRANDE) es muy parecida a otra u otras anteriores. Simplemente la pongo porque se ve arriba a la derecha una pequeña construcción en la ladera del monte. Allí creo que vivió alguien, cuando compraron la finca (no sé si Gallardo el del inventario). Las ruinas de esa casita la vimos después muchas veces cuando jugábamos por allí.

LA CAÑADA-CASA GRANDE-RAMPA 2º PISO-0002 (CASA GRANDE RAMPA). La rampa (no escalera) que servía de acceso al piso superior.

LA CAÑADA-COMEDOR CASA GRANDE0001

(COMEDOR CASA GRANDE)LA CAÑADA-ENTRADA TERRAZA DESDE POZO0001

 (ENTRADA CASA DESDE POZO). Entrada principal desde la rampa de acceso.

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Una vista de la Casa Grande ya abandonada en el año 73

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Una vista del monte tomada en 1948 desde una ventana de la Casa Grande. Se pueden ver pinos piñoneros, alguno de los cuales conocimos, y la repoblación de pinos todavía pequeños.

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La Portería.

Y ahora, la curiosidad:

Nada tiene que ver con la Cañada, pero creo que os puede gustar porque aparecen muchos parientes. Se trata de una foto del Colegio de San Estanislao (El Palo) a principios del S.XX. Según aparece al dorso…

COLEGIO SAN ESTANISLAO

En la 1ª fila de arriba y de izquierda a derecha: Avilés, Eduardo Shaw, Pedro Esteban Beyle, José y Fernando Pérez del Pulgar, Valdecasas, Torres, José Antonio Nuñez de la Barca, Carlos Huelin Gª de Toledo.

En la 2ª fila: G. Bentabol, Jorge Huelin GT., Carlos Huelin López, Ravé, Jacinto del Río, Arturo Shaw, Isidro Escobar, Gabriel Garrido, Perico Núñez, Sebastián Portillo, Perico Huelin (¡López?), Narciso Suárez, Ricardo Suárez.

En la 3ª: Perico Pérez del Pulgar, F.Cuberta, Chinchilla, Juan Huelin García de Toledo, del Río, A. Luque, Matías Huelin García de Toledo, Evaristo González, Dominguez, Torres. En la 4ª: R. Maury, Rosendo Rodríguez, José María Souvirón Huelin, Carlos Werner, Joaquín Huelin García de Toledo, R. Caffarena, A. Werner, P. Olson, Luis Suarez, L. Maury. En la 5ª: Javier Huelin García de Toledo, Paco Pérez del Pulgar, R. Suárez, Alcalá del Olmo, __________, J. Krauel, Roldán, ________, J.P. Mangas, José Montero- Ríos Souvirón.

Esperamos que os haya gustado.

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Y DICE NERUDA…

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Esta entrada, referida a la poesía erótica de Pablo Neruda, iba a ir sin más. A pelo. Sin prolegómeno alguno que distrajera la atención sobre la palabra del poeta chileno. Pero como las circunstancias, las penosas circunstancias, mandan, y resulta que Neruda era un buen amigo de mi tío, el también poeta y escritor José María Souvirón Huelin, y como, desafortunadamente, ayer falleció su hijo –y primo hermano mío– Álvaro Souvirón Price (él tiene la culpa de mi nombre) quiero dedicarle esta entrada a él y a su recuerdo. A la familia.
Descansa en Paz. Ya estáis juntos.

***

Y DICE NERUDA…
Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

***
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia!
Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.

***
Veinte poemas de amor y una canción desesperada,1924, poema I

***

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PACO PEDRAZA. LA ELEGANCIA INFORMAL Y LA PALABRA.

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PACO PEDRAZA.

“La Elegancia informal 

y la Palabra”

 
“A Paco González Pedraza, amigo muy querido, le convienen por derecho propio, el mar y las intensidades de lo azul.

En más de una ocasión lo he visto en los amaneceres del Paseo Marítimo, una geografía que es parte de su pasión, limbado por el alboroto de gaviotas  y pagazas piconeras. Paquito es un eterno muchacho mágico.”

(Rafael Pérez Estrada)

Dirían muchos que Paco Pedraza, tenía la facha y el porte debido del poeta. Yo añadiría que Paco Pedraza, tenía la planta y la distinción, la  elegancia innata del gentleman inglés de weekend en Costwolds  o en Worcestershire en plena campiña inglesa. No pocas veces me cruzaba con él y casi siempre vestía de forma casual: pantalones beige, chaqueta de Tweed con coderas de ante y chaleco debajo de esta. En ocasiones, pasaba del chaleco a la rebeca verde  – siempre, cómo mandan los cánones- con el último botón de abajo desabrochado. La elegancia informal.

Conocía a Paco Pedraza (Francisco González Pedraza Sola 1943- 2009) desde mediados de los 60 cuando yo, de niño, salía acompañando a Jesús Nazareno del Paso como enlace -con mi querido hermano Jose Luis López Harras de Campanillero-  y un Paco, barbudo por aquellos tiempos, que portaba a hombros el trono de la Virgen de la Esperanza siendo cabeza de varal.

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Después, en los finales 70 -cuando yo ya estaba más crecidito, y él ya se afianzaba en una edad más adulta y literaria (la palabra)- solía cruzármelo por el centro de la ciudad, y cada vez, nos saludábamos cordial y amablemente. Siempre iba perennemente escoltado por su aroma propio y peculiar que era una extraña mezcla de olores de Lavanda Inglesa de Atkinsons y cualquier coñac -de edad y bota indeterminada- trasegado sin medida alguna en cualquiera de los bares decadentes que habituaba.

Alguna madrugada, también me lo encontré en aquel reducto tardío de bohemios crápulas y noctámbulos que era el Bar Málaga de la calle Santa María, entre vasos de vino blanco y tajadas de bacalao fritas al mediodía pero ya a esas horas frías y tiesas (aún deliciosas) como un muerto. (¿Te acuerdas Centeno?)

bar málaga

Paco, que adoraba el mar y el azul que éste proporcionaba a su ciudad, tuvo la desdicha y la mala suerte de morir en una bañera. Esa mala digestión que sorprende, y lleva al más allá, a los marineros cuando se sumergen imprudentemente en agua dulce jabonosa.

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Este Viernes de Dolores por la noche, acudí a una improvisada velada en casa de mi muy querido amigo Miguel Ángel Cumpián que cumplía años. Uno y medio más que yo;  es por eso que le debo respeto, consideración  y -de vez en cuando- obediencia.

Atesora muchas sorpresas este literario amigo. Así, durante la velada, y en una conversación sobre mi intención de realizar algún día una entrada sobre  Paco Pedraza, me proporcionó un impagable poema dedicado a él;  a Miguel Ángel.

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Con el valor añadido (por eso no transcribo el texto, sino que inserto la foto escaneada) de la tipografía de la época que te procuraban aquellas Olivetti Underwood de carro y palanca de retorno. Con correcciones hechas a mano, y la firma del mismo Francisco González Pedraza debajo de la fecha (Septiembre de MCMLXXXVIII) y también, la de  Miguel Ángel Cumpián en el ángulo superior derecho, supongo que, como testigo de cargo.

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Me pregunto, conociéndolos, que tipo de pacto entre caballeros se traerían estos dos pájaros entre manos.

Voy a indicar aquí “motu proprio” algo de su biografía, pero prefiero hacerlo con las palabra de otros.

Esta fue, «grosso modo» su vida:

Francisco González Pedraza:

 Nace en Málaga en 1943. Gracias a su parentesco con el editor y maestro impresor Ángel Caffarena, se familiariza desde niño con las actividades editoriales de la imprenta Dardo (antes Sur). Y está en contacto desde muy joven con el grupo de poetas y tipógrafos que en la posguerra se esfuerzan en Málaga por continuar con la labor de Prados y Altolaguirre: Bernabé Fernández-Canivell, Alfonso Canales, Enrique Llovet, Jose María Souvirón, María Victoria Atencia y Rafael León, Rafael Pérez Estrada, Pablo García Baena, Vicente Núñez… Entabla con ellos amistad y de su mano publica desde los años 80 hasta finales de los 90 varias plaquettes y un libro de poemas: Por el Limonar. Edición Ángel Caffarena. Málaga, 1988. Publicaciones de la Librería Anticuaria El Guadalhorce; Íntimas Palabras. (Poemario). Málaga, 1993; Francisco González Pedraza. Cuaderno literario del Centro Cultural de la Generación del 27. Málaga, 1993, donde, con la generación del 27 al fondo, queda retratado el Sur como un espacio mítico en el que el amor y el mar dan sentido a la existencia.

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A la dedicación a la escritura, hay que añadir que codirigió la colección de poesía Virazón y también su importante labor como gestor cultural, campo en el que merece destacarse su coordinación del prestigioso Premio de Teatro Enrique Llovet durante numerosas ediciones y su apoyo a los escritores malagueños en su etapa como Vocal de Poesía del Ateneo de Málaga.

Su obra está compilada en ‘Poesía completa 1988-1995’ publicado en 2008.

Fue Paco Pedraza, dice mi también amiga la poetisa Mariví Verdú, “ Un malagueño auténtico, un símbolo, un solitario, un amigo.

Este es el poema de referencia. Después,  su poesía. Un lujo insospechado para este “Ateneo’s Alas con Secuencias”  Gracias Miguel. Gracias Pelúo!! Gracias, amigo mío.

Este es el documento:

POEMA PACO PEDRAZA

Y esta, es una muestra de  su poesía. Que la disfrutéis!

# 01

74140-543-550

Se anuncia en sus ojos

la tristeza

y unas lágrimas largas y sinceras

caen por el hermoso rostro.

Pongo yo mi mano debajo de

los párpados

y rozo lágrimas

y beso la frente ardida

del amado

# 02

06otros01

Instantes.

Cómo podría dejar de amarte,

si te busqué por las esquinas,

por las últimas luces de la tarde

te busqué. Volvía a enamorarme,

porque te tuve -tierno instante-

entre mis brazos y ardidos

los labios amantes,

trascendieron la luz

que vino a iluminarte

# 03

d

El cuidadoso tacto
de la mano
que toca
que acaricia
que construye
deslizándose por el cuerpo
amado

Decisa llega
hasta el exacto vientre
y allí sosegada
descansa la otra mano.

# 04

Hendrick Goltzius The fall of Phaëton

Ven ahora. Es la hora precisa de la tarde.

Duerme, y que la luz de la ventana

ilumine tu cuerpo de ángel inmóvil.

Sueña ríos, mares, frondosísimos árboles,

que fecunden tu sueño,

para luego encantarte

Quédate así extendido

en la liviana luz,

apenas leve la cabeza en la almohada.

Sueña… Mientras ha entrado

de pronto una paloma

que se posa, tiritando, en tu pecho.

…///…

TÍO JOSEMARÍA

«Allá lejos, donde estaba,
nunca me sentí lejano
porque existía la palabra»
«¡Que lástima que no estés  aquí, para verme ahora tan firme sobre mis pies!»

 


Tío Josemaría

Cuando Tío Josemaría entraba por la puerta, todo el mundo guardaba un expectante y respetuoso silencio; hasta que él, imponentemente y con una sonrisa en la boca, saludaba. Todos menos yo -todo hay que decirlo- porque al disponer de la mas corta edad entre todos sus sobrinos, él, me lo permitía casi todo. Así que yo echaba a correr, me apretaba a sus elegantes pantalones de Tweed que siempre llevaba con una raya tan perfecta que podría cortar como una navaja; le pisaba sus rutilantes zapatos de piel picoteados y él, a su vez, me ponía la mano en la cabeza, entendiendo, que yo era el mas zascandil, revoltoso, y joven de la familia. El benjamín que se dice. Tío Josemaría Souvirón Huelin era hermano de mi padre; y yo, además, detentaba el honor de ser su ahijado. De hecho, me pusieron mi nombre por mor de su hijo Álvaro. El apellidado Souvirón Price.

(Álvaro Souvirón Price)

Que Tío Josemaría estuviese presente en cualquier conclave familiar – pongo por ejemplo la reuniones familiares navideñas en mi casa- aseguraba una velada de risas y comentarios jocosos; celebrábamos que estaba de nuevo entre nosotros. Además de ser interesantísima. Porque Tío Josemaría, cuando hablaba, cuando contaba anécdotas, nos dejaba a todos y en especial a los más jóvenes -que no nos atrevíamos a participar en la conversación, y maldita la falta que hacía- absolutamente absortos, pasmados y distraídos. Boquiabiertos, para que negarlo. Sus anécdotas de Chile…. Sus entretenidas e ingeniosas charlas, sus historias de miedo, cualquiera que fuese el tema, siempre resultaban extraordinariamente ilustrativas y enormemente amenas.

(Tía Pila, Tio Josemaría, Fernando- mi padre- y Tío Matías Huelin)

Podría hacer una glosa de la vida literaria de Tío Josemaría -fue premio Nacional de literatura- pero para eso esta la Red y la Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Mar%C3%ADa_Souvir%C3%B3n Podría relatar aquí una somera biografía que abarcara sus años en Chile donde era Doctor Honoris Causa por la Universidad de Santiago. Podría también hablar más profusamente de sus años como catedrático de Literatura Contemporánea en Madrid. Pero no voy a hacer eso, por el motivo antes expuesto. El que quiera ilustrarse que busque en la Generación del 36: esa del Panero, de Miguel Hernández o de Dionisio Ridruejo. Aunque no puedo dejar de referenciar que por edad -dice la Wiki- podría encajársele en la Generación del 27. Tampoco su amistad con Neruda o con José María Hinojosa, Manuel Altolaguirre y Emilio Prados; con estos últimos amigos, fundó la revista » Ambos», precursora de «Litoral.» http://www.diariosur.es/20070627/malaga/tiempo-pasado-jose-maria-20070627.html A lo que vamos: de Tío Josemaría, guardo recuerdos grabados indeleblemente en mi memoria. El camión de juguete que me trajo en una visita inesperada –como el título de un poema que conservo y que está escrito en un cuadro con una pintura de un autor cuyo nombre desconozco- allá por los mediados sesenta cuando aún vivíamos en la Calle de los Mártires, 17. En pleno centro de la ciudad. Recuerdo como me enseñaba una tarde de verano en la Cañada de los Ingleses- vestía unas elegantísimas bermudas que después yo heredé- a merendar galletas María Fontaneda levemente mojadas en agua fría. Si, parece repugnante, pero probadlas. También recuerdo las reuniones literarias en el mismo llano de la Cañada con el barbiblanco Bernabé Fernández Canivell, con Pérez Estrada o con Alfonso Canales (Tío por cierto de mi querido amigo Eduardo Guille). En estas reuniones, yo permanecía callado pero atento, sentado en el suelo escuchando hablar a los tertulianos mientras jugaba con las semillas de “Llagas de Cristo” que Tío Matías después me hacía esparcir en la falda del monte de Gibralfaro para que más tarde se vistiese este de colores. Disponía Tío Josemaría de una especie de casita-apartamento en la casa de Tía Lourdes y de Tío Matías; con una biblioteca circunstancial -la suya principal la tenía en Madrid- encima de la cual tenía su colección de copitas robadas en las más distinguidas coctelerías de España, de Paris o de Latinoamérica. (Yo conservo todavía una preciosa). Un retrato de su preciosa hija Jacqueline, complementaba la somera decoración.

(Tío Josemaría con Jacqueline en La Cañada)

Ya he dicho en alguna ocasión, de que yo -cuando no estaba Tío Josemaría- disfrutaba de ese apartamentito en las frecuentes estancias que pasaba en la Cañada de los Ingleses. Puede que el dormir rodeado de libros, me sirviera para apreciar la lectura en mi edad más adulta. Tenía Tío Josemaría un encanto especial que le hacía enormemente atractivo para las mujeres. Mi madre decía que tenía una voz preciosa. Y un talento innato para la conversación interesante. Aquí le podéis ver con la actriz Ava Gadner y con una amiga común.

(Tío Josemaría conversando con Ava Gardner y una amiga común)

De él guardo con enorme cariño, algunos libros, algún trabajo de Lara (el mismo autor del dibujo que encabeza esta entrada) y -entre otras cosas- un dibujo realizado por el pintor Escassi, que me regaló mi tío cuando nací y que guardo con un enorme orgullo y cariño. También tengo felizmente su precioso bastón de raiz. Murió mi tío y padrino en el mes de Agosto de 1973 en Málaga. Contaba yo los diecisiete años y fue a esa edad que me pasó la cosa que mas me ha avergonzado en toda mi vida. Sépase que -como decía el poeta amigo JMGdP- era yo por aquella época, displicente y retraído, y que ahora, amparado por la semi presencia que te procura el teclado y la pantalla, me atrevo a contar públicamente… Tío Josemaría fue enterrado en una tumba del Cementerio de El Palo. Junto al mar, tal y como él deseaba. En su lápida reza -también por deseo expreso suyo- un lacónico epitafio:

JOSE MARIA SOUVIRON. POETA. “Hizo todo por amar a Dios, Y todo lo que pudo para amar a los hombres”

Ahora, la anécdota: El telediario había notificado su fallecimiento en su emisión de la tres de la tarde. El ABC hacía una glosa de su vida literaria, y la familia, compungida, se preparaba para -después del sepelio -hacerle un romántico, sentido y poético homenaje de despedida en el puerto de Málaga. Allí, reunida la familia con una nutrida representación del mundo intelectual madrileño -desplazado a Málaga por tan aciago y luctuoso acontecimiento- nos disponíamos a realizar el acto fúnebre. Tía Lourdes y Tía Pilar Souvirón Huelin -hermanas del interfecto- habían preparado un paquetito que contenía un libro de sus poemas, unas piedras del llano donde solía sentarse a la sombra del chambao de enredaderas (ese mismo donde tenían lugar las tertulias literarias) y unas ramitas de pinos del Monte de Gibralfaro. Todo bien atado con una cinta muy mona. Todo muy emotivo, puedo asegurarlo. Nos desplazamos toda la comitiva a la zona de la Farola. Junto a la Casa de Botes del Club Mediterráneo. La aflicción y la pesadumbre flotaban en el ambiente. Yo -recuérdese que manejaba unos insolentes y adolescentes diecisiete años- contemplaba la escena dolorido. Llega el momento de echar al agua el paquete recordatorio esperando que este -flotando plácidamente- se alejase parsimoniosamente, poco a poco y para siempre, en el horizonte cercano que suponía el morro de poniente. Se delibera entre los próceres más ilustres y la familia más cercana quien debe de ser el elegido para que el paquetito funerario sea lanzado al agua. Cuando una inoportuna voz se oye que dice: ¡Qué sea el más joven el que lo haga! ¡Zuputamadre! Pienso yo temblicón. ¡Zuputamadre! Todas la miradas se dirigen al zangolotino y chisgarabís jovencito que está atribulado y semi escondido detrás de su padre. ¡Eso! ¡Que sea Alvarito quien lo haga! ¡Que sea el niño! ¡Eso, el niño! ¡Zuputamadre! Yo, que me aturullo y horrorizo. Los colores suben y bajan y se afianzan en mis mejillas ya para unos cuantos años; y al cariñoso empujón de mi padre, acudo al filo del muelle donde Tía Lourdes contrita y emocionada me hace entrega del dichoso paquete (Que Alá confunda). Yo lo cojo, lo sopeso y haciendo acopio de todas fuerzas, trato de lanzarlo inconsciente y violentamente lo más lejos posible. Tal es la fuerza desplegada, que el paquete a escaso medio metro de mis narices, empieza a deshacerse en un rapidísimo remolino en el aire. Flaaash! Salen las piedras, como balas, disparadas directamente al fondo del mar. El libro se despliega en abanico resignado a su fatal destino, pega en el filo del muelle y cae a treinta centímetros de mis pies. En el agua. Flota desangelada y dramáticamente. Las ramas de pino, aún las está buscando Paco Lobatón. Yo, me quedo absolutamente horrorizado. ¡¡¡Ayyy… Maremía!!! Quiero ser el muerto en vez de Tío Josemaría. Me vuelvo despacio y contemplo a todos –excepto a Tía Lourdes, que esta a punto del soponcio- mirándome fijamente; con las bocas apretadas como culos de pollos. Los mofletes hinchados a causa de la risa contenida y los ojos de cada uno de los dolientes a punto de salirse de sus orbitas. Todos con un temblor apenas contenido. Pffffff… Se oye un espurreo. Otro más. Varios más. Una risa. Dos. Tres. Yo, mientras, estoy a punto de morirme de vergüenza. Las risas dan paso a un incontenible rosario de carcajadas. Mi tío Ignacio -hermano del finado- y que vivía con nosotros en casa, exclama: El jodido cabrón del niño… A Josemaría le hubiese encantado este final. Y todos, dando rienda suelta al alivio, volvieron a estallar en carcajadas, mientras yo, daba mil duros por un boquete donde esconderme. Nos metimos en el coche de papá con mi madre, mi tío Ignacio y no recuerdo quien más. Todos llorando de risa y yo colorado como un tomate. La familia Souvirón es, afortunadamente, así. Así fue y así lo cuento. Sí puedo asegurar que Tío Josemaría desde su última morada en el Palo, junto al mar que tanto amaba, se estaría descojonando. Eso, repito, lo puedo asegurar absolutamente. Esto que viene ahora, es una selección de poemas que he transcrito de algún libro suyo que tengo en casa; -incluso un poema que en su día musiqué dedicado a mi Tío Matías- y algún otro que he encontrado buceando en la red. Adorno y separo cada uno de ellos, con fotos de mi colección privada de postales malagueñas de los años sesenta-setenta que datan de esa época en la que Tío Josemaría y yo, merendábamos a la sombra del chambao, galletas María Fontaneda mojadas en agua fresca, allá en la Cañada de los Ingleses; mientras él, me contaba historias de miedo. N.B. Las fotos están sacadas de la portada de la revista literaria Ínsula y de mi propio álbum de fotos familiares.

JOSE MARIA SOUVIRÓN.

POETA.

# 01. No sé

Amor, no sé qué calidos rumores tienen esta mañana las colmenas. Amor, no sé qué pálidos colores hay en las cumbres altas y serenas. No sé, amor, de qué trémulos dulzores están las flores y las frutas llenas, ni por qué son más dulces los olores que vienen al abrir las alacenas. No sé qué tienen, amor, esta mañana que suenan como un ángelus lejano cuando sale el rebaño, las esquilas; y que al abrir de pronto la ventana, alondras al alcance de mi mano se quedaron mirándome tranquilas.

# 02. He Soñado que estabas a mi vera

He soñado que estabas a mi vera y que tenías tus manos en las mías; ya no recuerdo lo que me decías, pero era dulce oírte, compañera. Me mirabas de amor, con la sincera clara mirada de los bellos días y se iban enredando mis poesías en el perfume de tu cabellera. Era tan dulce oírte, y era tanta la maravilla de tu voz serena, que, al sentir mi soñar desvanecido, me desperté con llanto en la garganta, y las carnes doliéndome de pena, y el corazón doliéndome de olvido.

# 03. Cuando la aurora

Cuando la aurora ponga en los caminos flores de nieve y témpanos de aromas, cuando el rumor de un vuelo de palomas en la invernal caricia de los pinos; y cuando los redondos remolinos se lancen por lo alto de las lomas buscando calentarse en las redomas de los profundos pozos cristalinos. Cuando el viento esté solo en el sendero dando saltos de escarcha y luna fría, o patinando en vértigo campero; cuando la noche luche con el día… ¡Entonces te querré como te quiero, como quiero quererte, vida mía!

# 04. Madrigal

Si al sol llamo sol, no es a él, sino a ti que sol te llamo. Si llamo luna a la luna, es que a ti te estoy llamando. Si llamo a la rosa rosa, es que en la rosa te hallo. Si llamo amor al amor, es sólo porque te amo.

# 05 .En medio de esta noche tan oscura

En medio de esta noche tan oscura se anuncia el dulce brote de la espiga y arde la flor que el temporal castiga con una oculta luz, serena y pura. Ya sé que la luz vive y que perdura, ahora, qué más quieres que te diga? Abierto está mi corazón, amiga, por la herida de olvido y amargura. Mira la sangre que la herida vierte: cómo te dice “adiós hasta la muerte” desde la sola y triste lontananza. Y cómo, en esta ardiente despedida, guarda lo que quizás para esta vida no puede mantener a la esperanza.

# 06. Mis ojos muy abiertos para verte

Mis ojos muy abiertos para verte, mis oídos atentos para oírte, mis ásperas mejillas para herirte, mis brazos para alzarte y sostenerte. Mis dientes duros, no para morderte, sino para rozarte y sonreírte, mis largas piernas para perseguirte, y mi gran corazón para quererte. Mi corazón que hace sonar las horas, con un compás que el tuyo ya conoce, con un latir de luz de sol y luna. Silencio y campanadas vibradoras, desde la una, amor, hasta las doce, desde las doce, amor, hasta la una.

#07. Eh la guitarra!

¡Eh, la guitarra!
Bajo la luna llena
olor de malvarrosa y mejorana.
 
mi juventud renace,
prodigio de las cuerdas bien pulsadas.
La noche lenta y grande,
el silencio entre las ramas…
 
¿Que haces ahí Matías,
con las manos cruzadas?
Aunque no cante nadie,
¡eh, la guitarra!
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