REMEMBERING ANTONIO ABRIL

REMEMBERING ANTONIO ABRIL

SEGUNDA ENTREGA DE ANTONIO ABRIL_0017

Hoy, cómo quiera que tengo el coche en chapa y pintura y me hallo atado al duro banco de la inmovilidad motora, me he puesto a navegar por los procelosos mares de mi disco duro. Mala idea, rediez. Mala idea, porque rememorando publicaciones que en su día realicé sobre trabajos de amigos míos, he vuelto a ver una presentación, abrumadoramente triste y pesarosa, sobre los dibujos que mi queridísimo amigo Antonio Abril tuvo a bien el entregarme para su elaboración.

Y no ha sido una buena idea; insisto muy mucho. Porque eso del navegar por los procelosos mares…tal y tal, conlleva el peligro de naufragar y hundirte en los más oscuros recuerdos que te procuran la ausencia del amigo adorado y querido.

Ni una palabra más. No hace falta.

Esta es una de las presentaciones en Power Point que realicé sobre Antonio Abril.

Tengo que advertir –pues así me sentía en aquellos momentos– que  el tema de Peter Gabriel, no ayuda a la alegría. Sí al regocijo que me produce su eterno recuerdo y el orgullo que sentí siempre por ser su amigo y hermano.

 

Este es:

ANTONIO ABRIL. DIBUJOS #2

SEGUNDA ENTREGA DE ANTONIO ABRIL_0016

 

TARDES DE ABRIL

 

Esta vez, y faltando a mi costumbre, no habrá prolegómeno alguno. Porque hay veces que las palabras del escriba, no vienen a cuento. Y esta, es una de esas veces. Esta es una de las veces que debemos dejar que nos inunde la paz,como si fuese un río. Peace Like a River.

 

 

 

TARDES DE ABRIL

 

Que se hace con los pinceles de tu amigo el pintor.

Con la ropa y con la maquinilla de afeitar. Con el cepillo de dientes.

Ya se que estas cosas no se preguntan. Ya se que no es cosa mía.

Pero es que resulta que, al fin y al cabo, esas cosas han estado contigo.

Las chaquetas, las camisas, las sábanas, los silencios…

Que harán con ellas?

Porque resulta que yo las he vivido, y algo mías si que son.

 

Que se hace con las sonrisas, con las canciones de los Beatles,

con lo partidos de futbol. Con los zapatazos en el salón de mi casa.

Con el medio tono que siempre le faltaba, con tantas tardes de Stela, Antonio y yo.

Que se hará con lo que no se puede olvidar?

 

Y ahora, nos miramos intentando no perder su presencia.

Y a menos que la fiesta cambie por un rato, luego vuelve la calma.

Y que harán con sus pinceles y sus otras cosas?

Aunque no son cosas mías, sí que lo son.

 

Yo pienso que sus pinceles pintan. Que el medio tono que le faltaba está.

Que su sonrisa sigue. Y aunque no son cosas nuestras, Stela y yo nos miramos,

Y eso, si que es nuestro. Absolutamente nuestro; y a la vez, de todos.

 

No decimos nada porque nos conocemos y no sabemos que hacer.

Entonces, nos hacemos el tonto como los tontos hacen.

Y cuando llegue la feria, temprano, antes de que anochezca,

nos montaremos en el carrusel de los caballitos.

Y daremos vueltas y más vueltas.

Y el viento, a esa hora, dejará los pelos detrás de nosotros.

Cogidos para no caernos; y alguien nos dirá adiós en tierra firme.

Con la sonrisa que conocemos.

Y diremos…adiós …adiós…adiós….

                                                                  Miguel Ángel Cumpián

 


 

 

La Buena Música (De Antonio Abril) The Beatles Acoustic Trío

Si mi queridísimo amigo Antonio Abril, tuviese el detalle de buen gusto de estar todavía entre nosotros, ejerciendo de docto y ecuánime juez en las discusiones entre amigos, -ya sabéis que hasta que Antonio no señalaba al poseedor de la verdad, no había paz en el grupo discutidor-  tendría que rendirse antes estos tres italianos que hacen, como él hacía, preciosas versiones de los Beatles.

 

Yo, siempre le pedía que me interpretara Eleanor Rigby –una de mis favoritas de los del flequillo- y esa era mi excusa para que él ya, motu proprio, empezase un desgranar canción tras canción de los mismos. De los del flequillo, ya te digo.

 

Por eso, esta entrada de la buena música, no se va a llamar de otra manera que La Buena Música de Antonio Abril. Más que nada, para que se sepa, y así se escriba, que aún está imperecederamente entre todos nosotros.

 

Para ti, amigo!!

 

The Beatles Acoustic Trío.

 

 


 

 


 

 


 

 


 

 

 

 

PARA ANTONIO ABRIL, CON UNOS JAZMINES

El día después de la Reunión en las Nubes que mantuvimos Juan Miguel González, Jose Antonio Quesada y este iletrado, metido en berenjenales poéticos, en la Plaza del Obispo, me llamaron –cada uno por su lado, y sin acuerdo previo- para comentar lo grata que había sido la reunión en sí y , además, para hacerme la observación de que lo escrito en el post posterior a dicha reunión, contenía – en esencia- casi todo lo tratado la tarde anterior.

Tuvieron el detalle de llamarme y así decírmelo. Raras Avis son; puesto que tener el detalle del comentario y/o la llamada cordial y amable, no es nada habitual. Solo lo hacen  pocos que podría contar con los dedos de una mano amputada.

Así que cuando recibo el mensaje referido, me sorprendo, pues no me acordaba –fallo tremendo- de la promesa que me había hecho Juan Miguel González acerca de escribir un texto sobre al amigo común Antonio Abril fallecido recientemente.

Agradezco enormemente este olvido, porque de otro modo –y sabiendo de mi intranquila impaciencia, habría vivido sin vivir en mí hasta que el citado texto no hubiese llegado a mis manos.

Por eso, esa llegada fue recibida primero, con sorpresa, y segundo con el mismo afecto que destila desde la primera vez que la leo. Después la he leído otras veces más que han sido algunas varias.

No digo nada más, puesto que no hay nada mas que decir sino lo que viene. Solo inserto aquí el mensaje primero. Y después, el texto del Poeta.

No se quejaría Antonio Abril de sus amigo. No se quejaría, no. Aunque nosotros tampoco, nunca jamás, de él.

 

 

Querido Álvaro, te envío el escrito que te prometí sobre Antonio Abril.
Espero que sea merecedor de estar en el blog. Gracias por tu trabajo
tan bien hecho y desinteresado.
Un fuerte abrazo
Juan Miguel González 


La muerte, al tocarnos, no nos destruye,

sólo nos hace invisibles.

Chateaubriand

                           PARA ANTONIO ABRIL,  CON UNOS JAZMINES

Lo malo de los tímidos no es la timidez en sí, si no que ésta suele ir casi siempre acompañada de sus otras inseparables hermanas: la introversión y la hipocondría. Esta aparente insania, no siempre, en el artista, significa limitación, más bien todo lo contrario: apertura a la heterogénea realidad. Bien mirado, suelen  formar parte de los atributos del verdadero poeta, ya que estos espíritus  se mueven con más desenvoltura en el tiempo que en el espacio. Como Pessoa, como Robert Walser, Antonio Abril fue otro viajero inmóvil, pero sin dipsomanía.

Aunque nos conocimos en los años 60, nunca llegamos a conversar más de quince minutos seguidos, y no por desavenencia alguna, si no por excesiva e indolente afinidad. Pero Antonio fue un retraído callejero de media tarde, exacerbadamente abstemio, mientras que yo rehuía el tumulto diurno, a la espera de la noche romántica  y sus largos alcoholes.

Del mismo modo que vivió, Antonio ha muerto  en el más delicado y discreto silencio. Pocos hombres alcanzan tan alta y humilde manera de estar y marcharse del mundo.

Pintó y dibujó para sí mismo, que es la más sincera y honda forma de amar a los demás. Luego, se despojaba de sus obras para ofrecerlas a los amigos, consciente de que entregaba lo mejor de su ser. Retraído, humilde, huidizo, dotadamente desprovisto para sobrevivir en el reino de la utilidad, Antonio Abril vivió conforme a la voz del niño que alentaba en su pecho y que nunca desoyó.

Cuesta entender que alguien tan leve  e ignorado como él le pueda interesar a la muerte. Creo que para hombres como Antonio  ha sido escrita esta línea de Nietzsche, “Sólo hay un mandamiento para ti: sé puro.”

                                         Juan Miguel González

ANTONIO ABRIL. IN MEMORIAM

ANTONIO ABRIL. IN MEMORIAM.

 “Como un pájaro en el alambre,
Como un borracho en un coro de medianoche
He intentado a mi manera ser libre.


Como una lombriz en un anzuelo,
Al igual que un caballero de un libro pasado de moda
He guardado todas mis cintas para ti”

(Leonard Cohen. Bird on the Wire)

 

Leí hace unos días -justo la noche anterior al comienzo de escribir este post-  una frase que inmediatamente subrayé, porque meditándola, viene al pelo para describir la vida que llevó Antonio Abril: mi amigo del alma. Decía así: “Es libre aquel a quien le suceden cosas según lo que quiso… Al que nadie, sino el mismo, pone trabas”

No se puede negar, que Antonio, dispuso su vida según lo que él quiso y se ganó su libertad a pulso. Nunca se dejó arrastrar por las circunstancias o por  los convencionalismos sociales. Hizo siempre, lo que le vino en gana; y eso le reportó, sin ninguna duda, esa libertad que siempre disfrutó.

Antonio, poseía unas cualidades artísticas –“fueraparte” las personales- de tan alto rango, que le hubiesen  permitido llevar una vida más cómoda aunque  indeseada por él y, sin embargo, anhelada por el resto de los mortales; una existencia de alto reconocimiento social, de más prestigio si cabe y de una meridiana comodidad económica.

 

Y pá qué! Pensaba él. Y pá qué!

 

Aunque -todo hay que decirlo- Antonio poseía ya, y con creces, estos condicionantes que acabo de indicar. Y además, esas cosas, le importaban tres pimientos. Por decirlo de una manera más o menos fina. Tres putos pimientos, dejemos las finuras aparte.

Así que cambió el prestigio y el reconocimiento a gran escala – que sin ninguna duda le hubiese reportado su arte-  por una tranquilidad que le permitiese pasear entre el cariño, el respeto y la admiración de todo aquel que lo conocía.

Así que -por lo inteligente que era-  pasó ampliamente de esa incomodidad económica que le hubiese reportado el nimio detalle de pintar un sólo cuadro en gran formato al año y haberlo vendido. De haberlo hecho, podría haberlos vendido en lo que hubiese querido y a quien él hubiese querido. Pero no! Volvía a pensar él. Y pá qué!

A cambio de eso, tuvo la despreocupación de saberse el mismo comprometido con nada y con nadie. Tuvo otro mundo en sus manos y no lo quiso; lo dejó a escapar adrede porque no le interesaba. Y cambió fama por familia. Cambió dinero por tranquilidad, por sosiego. Cambió adulaciones por  palmadas en la espalda, por abrazos sinceros; fuertes y apretaos, como el sólo sabía darlos.

 

Quiso además, con una enorme generosidad, que sus amigos tuviésemos su obra en nuestro poder. Repartida no sabéis de que manera. Ahora me he dado cuenta.

 Antonio jugó su partida de cartas en esta vida a contracorriente de los demás. A contracorriente -como no podía ser de otra manera- de lo establecido; como le vino en gana, ya sabéis. Aunque la última mano, nos la ganó a sus afectos, desdichada, rápida e inesperadamente, con la peor jugada máxima posible: Con Escalera de Dolor.

Este último post, es una amalgama de recuerdos, una miscelánea de afecto y reconocimiento de todos lo que, en vida, le rodeamos; de todos los que tuvimos el privilegio, la inmensa suerte de conocerlo. Es, este último post, una conjunción sentimental derivada de la amistad y del cariño hacia él. Un homenaje al amigo ya ausente. Antonio Abril.

 

Desafortunadamente no habrá más artículos sobre él firmados por este que suscribe. Pues aunque las anécdotas y vivencias se me acumulan en la memoria y fluyen, a poco que hagas un mínimo esfuerzo rememorador, creo que ya he dicho lo suficiente para dejar bien claro lo que la amistad de Antonio Abril, de este amigo – y no me canso del apelativo- significó para mí, para mi familia y para todos aquellos que lo conocimos: un HONOR.

Ahora les toca a otros manifestarse, pues me consta, hay alguno que tiene algún As en la manga.

Vamos a esta presentación:

Surgió la idea de realizar este trabajo tras el ofrecimiento de su cuñado y amigo Bernardo Roquero. Este, me propuso el enviarme trabajos de Antonio que el tenía en su casa y -ya  vería yo como- en las de algunos familiares directos.

 

De esa manera, se me ocurrió el porqué no solicitar a los amigos, que me hiciesen llegar las cosas que tuviesen en su poder y regaladas por Antonio a ellos. Así se lo planteé a estos en un mensaje. Así lo harían.

Desde ese momento la maquinaria se puso a trabajar, y muchos empezaron a rebuscar en los cajones de sus cómodas y en los de su memoria. Descolgaron cuadros de las paredes, sacaron cassettes y compact discs con carátulas de Antonio, y poco a poco, me fueron llegando desde caricaturas- esas que dibujaba en un momento y siempre de memoria- a abanicos que pintaba para sus amigas Anacondas.

 

Me llegaron bocetos de dibujos que -aunque a medio terminar- tenían, precisamente por eso, una belleza indiscutible… Portadas de discos como el de Tabletom, carteles anunciadores de conciertos… Incluso garabatos de unos minutos (Lo sé, eso de garabatos no es la palabra mas apropiada) que dibujaba en las contraportadas de las  revistas y que antes de que se tiraran, se guardaban con enorme ilusión. Ahora, gracias a esa visión y ese espíritu y afán recopilador del cuñado amigo, vuelven a ver la luz después de quien sabe cuando.

Y fotos; muchísimas fotos que me ofrecieron y que decidí no incluirlas en esta presentación, pues hubiese supuesto un trabajo imposible, y además yo no quería hacerlo así, pues no se ajustaba a la idea que yo tenía en la cabeza de como debiera de ser el resultado final. Aparte del quebranto de intimidad que no seré yo quien lo propicie. A el no le hubiese gustado.

Bueno… no seamos tan drásticos; tan sólo tres fotos. Sólo tres fotografías de una enorme calidad y que inserto -de modo excepcional, junto a las letras del amigo común Miguel Ángel Cumpian, en la presentación-  y que realizó el maestro fotógrafo, otro común amigo, Miguel Lucena y que tuvo la deferencia de enviarme –junto a su Cyranesca caricatura- desde Bilbao.

Una de las circunstancias, terrible circunstancia, que acompaña la partida inesperada de Antonio Abril, es la de la inmediatez. Se fue así, de repente, sin decir nada. A la chita callando y de un día para otro. Y eso, incide en otra circunstancia: la de la cercanía del recuerdo en el tiempo.

Porque las fotos que hizo Miguel Lucena, fueron tomadas solo cinco días antes de su ída. El dibujo del Trono de los Gitanos, que me hizo a mí, tan solo hace un par de semanas. Se fue sin poder acudir a su cita- el mismo día de su funeral- para tocar la guitarra en el disco de Salvador. Se fue… Se fue tan rápidamente que -mejor para nosotros y para él- no hubo tiempo ni para despedirlo. Ni tampoco lo tuvimos para hacernos a la idea de que la partida llegaba con un indeseado y cruel anticipo. Se despidió a la francesa; una mala costumbre familiar.

 

Ya no volverá a tomar cafés en el Café Guerrero de turno, ni a dar  sus paseos diarios por calle Granada y sus aledaños. Ya no lo saludarán, como de costumbre, ni la Plaza de la Merced, ni la calle Alcazabilla. Lo echarán de menos.

No habrá mas toques de guitarra y parchíses con los amigos.

Ya no volverá a dar los dos timbrazos acostumbrados en sus citas diarias con los sueltos en el templo Cumpian.  Ni mil tertulias más de música, humo y fútbol en casa de Angelín. Ya no volverá tampoco, a plancharse sus camisas tal y como le enseñó a hacerlo Estela. (Ahora, es cuando Estela llora desconsoladamente y se tira otros tres días sin parar de hacerlo, y me llama)

Esto suena ya a despedida definitiva. A homenaje final a un queridísimo amigo.  Antonio Abril In Memoriam.

 

En este trabajo que ahora os presento, a mi sólo se me puede atribuir el mérito de la recopilación, la selección del material y el de su ajuste a este medio. Porque los verdaderos protagonistas son los dueños de esos pedacitos del arte de nuestro AMIGO que cuelgan en las paredes de sus casa, en sus álbumes privados, en sus recuerdos mas personales … en el corazón de cada uno de ellos. De cada uno de nosotros.

“Era un hombre muy peculiar.

Él vivía solo en una casa,

Dentro de una habitación,

Dentro de sí mismo,

Un hombre muy peculiar”.

 (A Most Peculiar Man. Paul Simon)

 Te seguimos queriendo, querido amigo.

 

Agradecimientos:

Este trabajo, no habría sido posible sin la colaboración desinteresada de amigos comunes y familiares que ahora menciono y, que de una forma ilusionante, quisieron colaborar en este proyecto.

 A Carlos Zambrana y a Bernardo Roquero. A Maxi, y a Julio “Aguililla”.  Ángel Céspedes, Miguel Lucena y a los Hermanos Miguel Ángel y Dieguichi Cumpián. Andrés Tomé y Carlete G. Abril… Y como siempre a mi Santa: A Nini, que tanto lo quiso.

Si queréis bajaros esta presentación, podéis hacerlo desde aquí:

https://skydrive.live.com/?cid=9b5ad4b7dbd9e872&sc=documents#!/?cid=9b5ad4b7dbd9e872&sc=documents&nl=1&uc=1&id=9B5AD4B7DBD9E872%212150

ANTONIO ABRIL. DESPEDIDA Y CIERRE

ANTONIO ABRIL.

Ahora me encuentro terriblemente triste. Desoladoramente triste. No os podéis imaginar como.

Me han llamado a eso de las cuatro de la tarde y me han comunicado la fatal noticia del fallecimiento, inesperado y repentino de mi queridísimo amigo Antonio Abril. Ahora son pasadas las seis y escribo esto con el corazón en un puño. Afortunadamente, el teclado no se emborrona fácilmente.

“Para mi gordi del alma y su maravillosa familia”

No hace todavía un año, Antonio, con ese no darle importancia a lo que él hacía, me ofreció gran parte de su obra pictórica en un CD  para que  -ante mi sorpresa- pudiese elaborar yo una entrega en este blog. La ilusión fue inmensa. La entrega se transformó en una fantástica trilogía y con esa trilogía compuse un libro – del cual hice una copia para él, y un original  con lomo de piel gofrado y tapas duras para mí-  que me firmó con esas palabras.

“Para mi gordi del alma y su maravillosa familia”

Fue una noche en casa de la Oíaporculo, cuando le llevé el libro de marras para que me lo dedicara. Ante la insistencia de Santa de que se lo dedicase a ella… No! A los niños! No! A mi! … No! Antonio, cortó por lo sano y nos lo dedicó a todos de una sola tacada. Como hacen los mejores. Con unas palabras que significaban una declaración de amor y amistad a mi, y hacia  Santa; hacia Cris y Cigalowsky. A toda la familia Gorgonzola. A toda la familia Souvirón-Tejero. En pleno.

No voy a volver a repetir otra vez, lo que ya dije en los prólogos que efectué para cada una de las entradas que compusieron esa- para mi- inolvidable trilogía llamada Antonio Abril: Dibujos y pinturas. Podéis verlas en este blog. Ahí lo digo todo sobre mi querido amigo. Ahí lo dice él todo con sus pinturas. Con sus dibujos.

Fue un placer realizar esa tarea. Y ahora me alegro mas que nunca por lo que conlleva de “eternidad”

Una vez que tuve el libro en mi poder, ya debidamente firmado, lo puse sobre un atril en un mueble principal de mi salón; sólo para él, más para presumir de la amistad que manteníamos la familia entera con el artista, que para que fuese admirado por todo el que fuese a mi casa. Cosa que hacen invariablemente todos los que van a ella.

Aquel trabajo fue recompensado –con la generosidad de siempre.- con dos dibujos debidamente firmados que hoy -y ya antes- son los cuadros más queridos y apreciados de mi casa.

No voy a insistir sobre eso de que Antonio era la persona mas culta e inteligente que conocía –que duro se me hace esto de los pretéritos- ni una de las personas mas fiel y cariñosa que haya pasado y pasará por nuestras vidas. Si diré que ahora, nuestra existencia- y hablo de todos los amigos comunes- estará mucho mas vacía. Será, mucho más pobre. No podéis imaginar cuanto de pobre será. Ni tampoco os imagináis la cantidad de huérfanos que deja. Amigos de verdad.

Antonio me ha dejado una herencia impagable. Una herencia de amor y de amistad que fue inquebrantable y que perdurará en mi memoria, en la memoria de toda mi familia. Pero también me dejó cosas tangibles: Me dejó enseñado el Peace Like a River de Paul Simon. También el Eleanor Rigby de los Beatles.  Me dejó la emoción de oírle cantar –y enseñarme- Song for the Asking; Ríete de los Talking Heads. Fíjate que aun puedo recordar su contacto físico, cuando – a petición mía- me interpretó otra vez “Algo así como un tango”  de los Tabletom y del poeta Juan Miguel González, sentados los dos juntos en el sofá Cumpianesco. Ese sofá manchado de Lunes Santos y de gitanos chillones empapados en bulerías.

Lo que es la vida. Lo que es la muerte. Que no hace un mes, le pedí un dibujo para ilustrar un relato jocoso mío, con el Cristo de los Gitanos -moviéndose a ritmo de Mambo- de protagonista. “Con muchos colorines Antonio… Y con movimiento!!  te doy el texto, te lo lees, y así te haces una idea!”. Ni una semana tardó en hacerme feliz proporcionándome este dibujo.

Antonio, como todas las personas extremadamente inteligentes, no presumía de los dones que poseía. Nunca se peleaba seriamente, aunque siempre discutía, y cuando lo hacía, el contrincante –de antemano- se sabía perdedor. Porque el cabrón, siempre, siempre, siempre llevaba razón.

Ahora no podré pedirle canción dedicada alguna, ni verle saltar con los goles de España. No podré ofrecer un inesperado chupito después de una vida abstemia y que se tomaba muy, muy, muy de vez en cuando. Pero sobre todo, no podré volver a sentirme orgulloso cuando me abrazaba fuertemente sintiéndome -de inmediato- querido. Tampoco podré consultarle otra vez cualquier duda de esas que no te aclara Google.

Los humanos no deberíamos de tener alma, Deberíamos de tener “Caja Negra” para poderla recuperar.

Lo que son las cosas: El final del prólogo que efectué para la tercera entrega de la trilogía, decía así:

“Espero que esta no sea la última presentación que hago de Antonio Abril. Pero si lo fuese, quedará en este blog como una preciosa y magnifica trilogía… Antonio Abril. Dibujos y Pinturas.

 Nosotros, afortunadamente, seguiremos disfrutando de su amistad. Y del mutuo cariño.

Por qué  poco tiempo ha sido al final, querido amigo. Por qué poco tiempo.

Ahora me encuentro terriblemente triste. Desoladoramente triste. No os podéis imaginar como.

Nota:  Todos los dibujos insertados en este trabajo, son regalos de Antonio Abril que cuelgan, orgullosamente, en las paredes de mi casa.

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