ANTONIO ABRIL. IN MEMORIAM.
“Como un pájaro en el alambre,
Como un borracho en un coro de medianoche
He intentado a mi manera ser libre.
Como una lombriz en un anzuelo,
Al igual que un caballero de un libro pasado de moda
He guardado todas mis cintas para ti”
(Leonard Cohen. Bird on the Wire)

Leí hace unos días -justo la noche anterior al comienzo de escribir este post- una frase que inmediatamente subrayé, porque meditándola, viene al pelo para describir la vida que llevó Antonio Abril: mi amigo del alma. Decía así: “Es libre aquel a quien le suceden cosas según lo que quiso… Al que nadie, sino el mismo, pone trabas”
No se puede negar, que Antonio, dispuso su vida según lo que él quiso y se ganó su libertad a pulso. Nunca se dejó arrastrar por las circunstancias o por los convencionalismos sociales. Hizo siempre, lo que le vino en gana; y eso le reportó, sin ninguna duda, esa libertad que siempre disfrutó.
Antonio, poseía unas cualidades artísticas –“fueraparte” las personales- de tan alto rango, que le hubiesen permitido llevar una vida más cómoda aunque indeseada por él y, sin embargo, anhelada por el resto de los mortales; una existencia de alto reconocimiento social, de más prestigio si cabe y de una meridiana comodidad económica.
Y pá qué! Pensaba él. Y pá qué!
Aunque -todo hay que decirlo- Antonio poseía ya, y con creces, estos condicionantes que acabo de indicar. Y además, esas cosas, le importaban tres pimientos. Por decirlo de una manera más o menos fina. Tres putos pimientos, dejemos las finuras aparte.
Así que cambió el prestigio y el reconocimiento a gran escala – que sin ninguna duda le hubiese reportado su arte- por una tranquilidad que le permitiese pasear entre el cariño, el respeto y la admiración de todo aquel que lo conocía.
Así que -por lo inteligente que era- pasó ampliamente de esa incomodidad económica que le hubiese reportado el nimio detalle de pintar un sólo cuadro en gran formato al año y haberlo vendido. De haberlo hecho, podría haberlos vendido en lo que hubiese querido y a quien él hubiese querido. Pero no! Volvía a pensar él. Y pá qué!
A cambio de eso, tuvo la despreocupación de saberse el mismo comprometido con nada y con nadie. Tuvo otro mundo en sus manos y no lo quiso; lo dejó a escapar adrede porque no le interesaba. Y cambió fama por familia. Cambió dinero por tranquilidad, por sosiego. Cambió adulaciones por palmadas en la espalda, por abrazos sinceros; fuertes y apretaos, como el sólo sabía darlos.
Quiso además, con una enorme generosidad, que sus amigos tuviésemos su obra en nuestro poder. Repartida no sabéis de que manera. Ahora me he dado cuenta.
Antonio jugó su partida de cartas en esta vida a contracorriente de los demás. A contracorriente -como no podía ser de otra manera- de lo establecido; como le vino en gana, ya sabéis. Aunque la última mano, nos la ganó a sus afectos, desdichada, rápida e inesperadamente, con la peor jugada máxima posible: Con Escalera de Dolor.
Este último post, es una amalgama de recuerdos, una miscelánea de afecto y reconocimiento de todos lo que, en vida, le rodeamos; de todos los que tuvimos el privilegio, la inmensa suerte de conocerlo. Es, este último post, una conjunción sentimental derivada de la amistad y del cariño hacia él. Un homenaje al amigo ya ausente. Antonio Abril.

Desafortunadamente no habrá más artículos sobre él firmados por este que suscribe. Pues aunque las anécdotas y vivencias se me acumulan en la memoria y fluyen, a poco que hagas un mínimo esfuerzo rememorador, creo que ya he dicho lo suficiente para dejar bien claro lo que la amistad de Antonio Abril, de este amigo – y no me canso del apelativo- significó para mí, para mi familia y para todos aquellos que lo conocimos: un HONOR.
Ahora les toca a otros manifestarse, pues me consta, hay alguno que tiene algún As en la manga.
Vamos a esta presentación:
Surgió la idea de realizar este trabajo tras el ofrecimiento de su cuñado y amigo Bernardo Roquero. Este, me propuso el enviarme trabajos de Antonio que el tenía en su casa y -ya vería yo como- en las de algunos familiares directos.

De esa manera, se me ocurrió el porqué no solicitar a los amigos, que me hiciesen llegar las cosas que tuviesen en su poder y regaladas por Antonio a ellos. Así se lo planteé a estos en un mensaje. Así lo harían.
Desde ese momento la maquinaria se puso a trabajar, y muchos empezaron a rebuscar en los cajones de sus cómodas y en los de su memoria. Descolgaron cuadros de las paredes, sacaron cassettes y compact discs con carátulas de Antonio, y poco a poco, me fueron llegando desde caricaturas- esas que dibujaba en un momento y siempre de memoria- a abanicos que pintaba para sus amigas Anacondas.

Me llegaron bocetos de dibujos que -aunque a medio terminar- tenían, precisamente por eso, una belleza indiscutible… Portadas de discos como el de Tabletom, carteles anunciadores de conciertos… Incluso garabatos de unos minutos (Lo sé, eso de garabatos no es la palabra mas apropiada) que dibujaba en las contraportadas de las revistas y que antes de que se tiraran, se guardaban con enorme ilusión. Ahora, gracias a esa visión y ese espíritu y afán recopilador del cuñado amigo, vuelven a ver la luz después de quien sabe cuando.
Y fotos; muchísimas fotos que me ofrecieron y que decidí no incluirlas en esta presentación, pues hubiese supuesto un trabajo imposible, y además yo no quería hacerlo así, pues no se ajustaba a la idea que yo tenía en la cabeza de como debiera de ser el resultado final. Aparte del quebranto de intimidad que no seré yo quien lo propicie. A el no le hubiese gustado.

Bueno… no seamos tan drásticos; tan sólo tres fotos. Sólo tres fotografías de una enorme calidad y que inserto -de modo excepcional, junto a las letras del amigo común Miguel Ángel Cumpian, en la presentación- y que realizó el maestro fotógrafo, otro común amigo, Miguel Lucena y que tuvo la deferencia de enviarme –junto a su Cyranesca caricatura- desde Bilbao.
Una de las circunstancias, terrible circunstancia, que acompaña la partida inesperada de Antonio Abril, es la de la inmediatez. Se fue así, de repente, sin decir nada. A la chita callando y de un día para otro. Y eso, incide en otra circunstancia: la de la cercanía del recuerdo en el tiempo.
Porque las fotos que hizo Miguel Lucena, fueron tomadas solo cinco días antes de su ída. El dibujo del Trono de los Gitanos, que me hizo a mí, tan solo hace un par de semanas. Se fue sin poder acudir a su cita- el mismo día de su funeral- para tocar la guitarra en el disco de Salvador. Se fue… Se fue tan rápidamente que -mejor para nosotros y para él- no hubo tiempo ni para despedirlo. Ni tampoco lo tuvimos para hacernos a la idea de que la partida llegaba con un indeseado y cruel anticipo. Se despidió a la francesa; una mala costumbre familiar.

Ya no volverá a tomar cafés en el Café Guerrero de turno, ni a dar sus paseos diarios por calle Granada y sus aledaños. Ya no lo saludarán, como de costumbre, ni la Plaza de la Merced, ni la calle Alcazabilla. Lo echarán de menos.
No habrá mas toques de guitarra y parchíses con los amigos.
Ya no volverá a dar los dos timbrazos acostumbrados en sus citas diarias con los sueltos en el templo Cumpian. Ni mil tertulias más de música, humo y fútbol en casa de Angelín. Ya no volverá tampoco, a plancharse sus camisas tal y como le enseñó a hacerlo Estela. (Ahora, es cuando Estela llora desconsoladamente y se tira otros tres días sin parar de hacerlo, y me llama)
Esto suena ya a despedida definitiva. A homenaje final a un queridísimo amigo. Antonio Abril In Memoriam.

En este trabajo que ahora os presento, a mi sólo se me puede atribuir el mérito de la recopilación, la selección del material y el de su ajuste a este medio. Porque los verdaderos protagonistas son los dueños de esos pedacitos del arte de nuestro AMIGO que cuelgan en las paredes de sus casa, en sus álbumes privados, en sus recuerdos mas personales … en el corazón de cada uno de ellos. De cada uno de nosotros.
“Era un hombre muy peculiar.
Él vivía solo en una casa,
Dentro de una habitación,
Dentro de sí mismo,
Un hombre muy peculiar”.
(A Most Peculiar Man. Paul Simon)
Te seguimos queriendo, querido amigo.

Agradecimientos:
Este trabajo, no habría sido posible sin la colaboración desinteresada de amigos comunes y familiares que ahora menciono y, que de una forma ilusionante, quisieron colaborar en este proyecto.
A Carlos Zambrana y a Bernardo Roquero. A Maxi, y a Julio “Aguililla”. Ángel Céspedes, Miguel Lucena y a los Hermanos Miguel Ángel y Dieguichi Cumpián. Andrés Tomé y Carlete G. Abril… Y como siempre a mi Santa: A Nini, que tanto lo quiso.
Si queréis bajaros esta presentación, podéis hacerlo desde aquí:
https://skydrive.live.com/?cid=9b5ad4b7dbd9e872&sc=documents#!/?cid=9b5ad4b7dbd9e872&sc=documents&nl=1&uc=1&id=9B5AD4B7DBD9E872%212150
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