UNA TAZA MÁS DE CAFÉ CON EL PELÚO

En su día, tomé la firme decisión de no insertar en mi blog ningún artículo acerca de alguien que se hubiese ido definitivamente de esta vida. No sólo por la tristeza que me produce escribir sobre ese amigo o familiar, sino porque, a causa de la edad que ya cargo sobre mis espaldas, este tipo de textos necrológicos, tiene todos los visos de volverse habituales y muy frecuentes.

Es lo que se llama en literatura un “Bartleby”. Un “preferiría no hacerlo”. Ya lo describió magistralmente Herman Melville en su obra “El Escribiente” y posteriormente Gay Talese en su otra llamada “Bartleby y yo”. Aparta de mí este cáliz que dijo el hastiado y abrumado Jesús.

Pero, después de haber mantenido firmemente esta decisión (y no crean que sin esfuerzo) va, y se me marcha para siempre mi querido amigo Miguel Ángel Cumpian, en adelante, Pelúo. Y no puedo, me cago en tó lo que se menea, no puedo evitar volver a escribir en esos términos tan dolorosos como indeseados.

No puedo dejar de exponer públicamente mi dolor por la ausencia. Mi pesar ante la evidencia de que ya no volveré a oír su voz nunca más. No podré tocar con él ninguna canción de la Incredible String Band o de Paul Simon. Nunca volveré a tomar una taza más de café abajo en el valle como nos gustaba a él, a Dylan y a mí.

Es muy complicado contar una anécdota, de entre las cientos que yo viví con mi querido Pelúo. Porque entre la multitud de ocasiones que el vino a mi casa para pasar una enriquecedora velada (todas las veladas con él eran enriquecedoras) y la otra multitud de ocasiones que yo fui a su casa en Calle Frailes para otras tantas, suman esas cientos de anécdotas a las que antes me refería.

(Dibujo de Miguel Ángel Cumpian)

Hoy en día, en que Málaga se ha transformado en un parque temático para turistas, para esos viajeros esporádicos sin alma, voluntad e inteligencia, los extraños que ocupen ocasionalmente ese edificio de Calle Frailes, se asustarán cuando por la noche y en el poco rato que la ciudad regala silencio, oigan a Van Morrison -desde no se sabe qué lugar de la casa- quejumbroso y lastimero. Cuando se den cuenta de que alguien desconocido declama un poema original, acompañado de unas bulerías salidas atropelladamente de una guitarra fabricada por Ramón Marín en  la Cruz Verde. Se aterrarán cuando perciban el ruido de la imprenta tipográfica del árbol de Poe y huelan el aroma del papel y la tinta que –siempre en folios de color azul– atiborraban la mesita de noche con los escritos y versos que a Miguel Ángel Cumpián les salían del alma y también, por qué no decirlo, de sus mismísimos cojones. Y ya, no querrán volver a ese edificio, con la plena convicción de que allí viven multitud de espíritus. Creativos y artísticos, pero espíritus al fin y al cabo.

Yo, como su escriba y amanuense, jamás olvidaré la confianza, la amistad y el cariño que depositó en mi persona; y siempre, siempre, lo llevaré dentro en mi corazón. En mi imperecedero y entrañable recuerdo.

Hasta la vista, Pelúo! Deja alguna botella de whisky, allá donde estés, para que la estrujemos juntos. Para volver a mirarnos a la cara y tomarnos One More Cup of Coffee to the  Valley Bellow.

NOCHE DE SAN JUAN.

“Tenemos mi querido amigo Diego Cumpián y yo, de vez en cuando, la sana costumbre  de intercambiarnos regalos en forma de libros de tinta impresa en papel. Es una sana costumbre que mantenemos a pesar de haber caído los dos en esa trampa cruel y sin alma que es el libro electrónico que sólo entiende de formatos y porcentajes de lectura.

 Su último regalo, el de mi querido Diego, consistió en el nuevo libro de Juan Miguel González del Pino: «La Lluvia Prometida«: Un fantástico recopilatorio de la poesía de Juan Miguel que puede usarse (yo lo hago a menudo) cómo libro de cabecera y descanso del leedor.”

Así empezaba un artículo que escribí hace ya más de siete años y que ahora, amplío y complemento porque viene al caso:

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El caso:

Sigo conservando desde aquellos tiempos –y releyendo a pequeñas dosis, es sana costumbre– este libro del Poeta y querido amigo Juan Miguel González del Pino junto al último Diario de mi tío el también poeta José María Souvirón; ocupan el uno y el otro, junto a la inefable Kindle, la pequeña biblioteca del dormitorio que es mi mesita de noche.

Ambos dos volúmenes (se me perdone el pleonasmo) son ejemplares que leo recurrentemente vezencuando (esto es un  oxímoron y un barbarismo respectivamente) y a los que acudo para que la mirada y su gemela la vista, puedan descansar de la tiranía acomodaticia de la pantalla de mi libro electrónico (E-reader para los de la pérfida Albión y otros usuarios de dicha lengua).

Ambos dos –ahora recurro a la similar redundancia, que junto al pleonasmo me dan la oportunidad de insertar figuras literarias que molan mucho y dan un toque de cierto conocimiento gramatical que, en mi caso, es totalmente impostado– forman parte, vuelvo a indicar, del conjunto de bártulos que configuran el atestado paisaje de dicha mesita de noche.

Sigo…

Hoy es, día 23 de Junio, la víspera de San Juan Bautista. Fiesta que celebraba el pagano solsticio de verano y que, otrora, cuando aún estábamos con las facultades físicas en vigor, aprovechábamos para danzar alrededor del fuego, saltar (los más arriesgados) la hoguera y, los más pragmáticos, en atiborrarnos de sardinas, dar rienda suelta a los instintos carnales y zambullirnos en el agua para volvernos más guapos (el que le hiciera falta) según sugiere  la conmemoración de dicha fiesta hereje.

Y es que uno –que el Dios de los hebreos me perdone– ha tirado siempre por la senda salvaje de la irreligiosidad y la gentilidad; circunstancias que suelen ser muchísimo más divertidas y proclives al desmadre y al exceso. Todo lo contrario que los dos poetas antes citados que son más respetuosos, sensatos y, en cierto modo, circunspectos que este que os escribe, más admirador de Lou Reed que de Santo Tomás de Aquino. Más de Pink Floyd que de San Agustín de Hipona. Más de King Crimson y de King Kong si se me aprieta, que de Santa Teresita de Jesús.

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Pues bien, aprovechando la circunstancia, y para celebrar esta festividad oportunamente, se me ha ocurrido insertar en este blog un poema del citado Poeta Juan Miguel González que, con su maestría lírica habitual y su especialísima sensibilidad, dedica a esta noche y que para vuestro deleite, transcribo aquí. Una deliciosa composición que deberíais leer saboreando cada línea, para vuestro gozo y disfrute. Con la atención debida para vuestro agrado y satisfacción que diría un ínclito Rey emérito de esta nuestra querida nación. ¡VERDE!

Este es:

NOCHE DE SAN JUAN

Para Antonio Arjona

Aún aguardo, Señora, sentado en el pupitre,

a que salte la liebre y regrese Mambrú,

contando con los dedos manchados de cerezas

las sílabas que tiene la noche de San Juan.

 

Reloj de remolacha, espíritus del río,

con su oculto cri-cri y su oscuro croac-croac,

larga noche nacida de un hueso de ciruela

cuyo tiempo no mide la aguja del ciprés.

 

¿Cuidará la cigarra del templo del verano?

¿Separará a los niños la sombra del halcón?

Devuélvenos, Señora, nuestra mitad entera,

con su trébol, saltando la hoguera de San Juan.

 

Autor: Juan Miguel González del Pino

 

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ESTA FLOR DE DICIEMBRE

No hay época más rememorativa para este que os escribe, que la Navidad.

En estas fechas, la mente –que a veces es cruel y carente de sentimientos– nos trae a colación los recuerdos que parecían que estaban olvidados y no estaban sino acomodados en uno de los muchos pliegues de nuestro cerebro. El pliegue del afecto, del cariño, del apego. El pliegue de la ternura y del amor. El pliegue más fraternal que tiene nuestra memoria.

De pronto –sin venir a cuento más que la fecha y los anuncios publicitarios que nos acucian, porque ya ni el clima acompaña– me llegan señales tan íntimas y apreciadas que vuelvo a oler los rosquitos que mi madre hacía por estas fechas. Reaparece el aroma de los pinos del monte que bajaba hacia nuestra casa sin la falaz oposición de las barreras arquitectónicas que también nos impidieron en su día, las vistas del Castillo de Gibralfaro. Llega también el calor del cisco y el picón que mi tata Manola encendía en el brasero fuera en la calle que aún estaba sin asfaltar. Y la alhucema, aquella dulce alhucema prendida en las ascuas que paseábamos por toda la casa para perfumarla y librarla de malos augurios. Aún ahora, incluso sin el humo, me vuelve a provocar lágrimas y picazón en los ojos por eso de la añoranza por los tiempos que se fueron.

El sabor del Anisette Marie Brizard parece volver por el día de la lotería como antaño, aunque yo ya no lo tenga invitado; y también, suena la sempiterna cantinela (aún en pesetas) que parecía otorgar mucho más dinero que ahora con la impersonal moneda europea.  El pequeño tamborilero canta otra vez por Raphael en el picú del Reader’s Digest y le echa un pulso a los Christmas Carols de Sinatra, Bing Crosby, Nat King Cole o a cualquiera de esos crooners que aún hoy en día me siguen acompañando por estas fechas navideñas.

Los cánticos de siempre musicados con la guitarra de mi hermana, vuelven a sonar y la mesa… la mesa, sigue llena con esos familiares tan queridos y añorados que ya no están. Todos esos recuerdos, todos, afloran en mi mente en estos días cuando llega la Navidad.

Mi queridísimo y respetado amigo y Poeta (ya saben, y no me canso de repetirlo, con mayúscula primera) Juan Miguel González del Pino, empeñado en hacerse fuerte en el rincón más entrañable de mi memoria me regala –como cada Nochebuena– este poema que hoy, como no podía ser de otra manera, publico en este blog que es tanto mío como suyo.

NOCHEBUENA LLUVIOSA

NOCHEBUENA LLUVIOSA.

(Evocación)

(Felicitación Navideña 2022)

“La tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas”  Gustav Mahler

Aunque erróneamente atribuida esta frase a Chesterton –en realidad es del compositor Gustav Mahler–  y viene esta a confirmar mi particular inclinación que consiste en que –dentro de mis posibilidades– trato de conservar las prácticas y costumbres que me acomodaron  en mi vida anterior y que aún me acompañan en la actualidad.

No se trata de nostalgia ni de melancolía; se trata de una reivindicación justa de los tiempos pasados, aquellos cuando la familia estaba al completo y fui tan feliz. No quiero ni puedo renunciar a seguir siéndolo y esto de las tradiciones, me ayudan a mantener la memoria lozana, equitativa (supongo) y, más o menos, la mente en su sitio.

Hablando de tradiciones. Mi queridísimo amigo el Poeta (siempre en Mayúsculas) sabedor de que las tradiciones que nos acontecieron en nuestros años pasados están o bastardeadas o directamente desaparecidas; incluso, mucho peor aún, sustituidas por otras nueva que llegan desde otras tierras y que aquí, infortunadamente, se adoptan con una largueza tan injusta como innoble.

La tradición manda. Y cumpliendo esta premisa, Juan Miguel Gónzalez, me envía la habitual felicitación navideña, en forma de soneto, que este año, tiene como aguinaldo la enorme delicadeza de dedicarla a mi propia familia.

Esta es. Disfrutadla y que tengáis todos unas felicísimas fiestas que verdaderamente es lo que os deseamos. Si nos dejan, claro!

Para Álvaro Souvirón y su familia

NOCHEBUENA LLUVIOSA

(Evocación)

No hace más que llover este diciembre.

–¡Qué fría está la mar! ¡Qué sola y triste!–

Llueve desde las dalias de noviembre

y a los pies del pesebre en que naciste.

Llueva, Señor, si así lo decidiste.

Llueva y que se desmimbre y se desmembre

el establo de luz que nos abriste,

y que nos cale hondo, y que nos siembre.

Lava estos huesos, cúranos la boca,

empápanos de ti, Dios del desierto,

hoy que has nacido, pero llueve y llueve.

Sin ti la eternidad es corta y poca,

poca la tumba y demasiado el muerto

que te busca, Jesús, bajo la nieve.

Juan Miguel González

Málaga, Navidad 2022

LAS MANIFESTACIONES NECIAS.

Siempre me pasa lo mismo en cada puente de la Constitución y la Inmaculada. En esas fechas, los cuatro componentes de la familia más directa, nos reunimos en mi casa y procedemos a vestirla de Navidad. Viene mi hija y después de un trajín intenso, hacemos siempre para comer, una fondue de queso precedida por unos mejillones al vapor y algún que otro entrante.

“Tradition is Tradition”

Siempre me pasa lo mismo, decía, porque invariablemente acompañamos la velada con canciones navideñas americanas, incidiendo mucho en Bing Crosby y Frank Sinatra. Reminiscencias son estas canciones de las veladas por esas fechas en casa de mi tía Pilar y que estos días –desde hace cuatro años– se acrecienta, esta nostalgia, con la lectura de los diarios de otro de mis tíos: El escritor José María Souvirón.

Tengo la costumbre– ya voy por la cuarta entrega– de empezar dichos diarios por el índice onomástico. En éste, busco primero las páginas correspondientes a los familiares más cercanos: mi padre, mis tíos carnales, primos hermanos ,sobrinos y por fin, las amistades de todos ellos y que, asiduamente, salen reflejados en dichos diarios.

Como quiera que mi tío José María solía venir a Málaga, sobretodo por Navidad –alguna cena de Nochebuena recuerdo en casa de mis padres– los recuerdos navideños de otrora se juntan con los actuales y me producen esa inevitable morriña que producen las ausencias y una cierta desazón por los cambios de vida y costumbres. Porque observo cómo en estos tiempos de pseudo recogimiento la Navidad (y la Semana Santa) se han transformado en esta ciudad, en una especie de parque temático de luces y jolgorio en el que la «parrilla humana» olvida la principal finalidad que en su día tuvo: las reuniones y los cánticos en torno a una mesa bien dispuesta.

Yo, señoras y señores (no me crean en absoluto pacato y meapilas) paso olímpicamente de cualquier connotación religiosa que debiera de estar vinculada, en este comentario, a estas dos fiestas; pero sí que tengo que reconocerme una especial “devoción” en cuanto a las tradiciones de las que soy un absoluto defensor. Y cómo desde luego, no volvería de ninguna de las maneras a acudir a alguna Misa del Gallo ni a procesionar en alguna cofradía (de portar un trono ni os hablo) indico que sí me asombro y asusto –en comparación con tiempos no demasiado lejanos–  ante esas manifestaciones bárbaras en las calles del centro que son invadidas por una inmensa caterva de ciudadanos descontrolados que, sin ningún miramiento ni precaución, llenan mi ciudad de mierda, de inmundicias y últimamente, de virus mortales que tantas víctimas y tantas privaciones de libertad nos están acarreando y que, por ahora, no tiene visos de terminar.

Los decibelios – y me refiero a las fiestas de Pascuas, que no Floridas– resultan atronadores, las broncas, impredecibles y los atascos de personas y vehículos insoportables cuando no peligrosos. El día que ocurra una avalancha, nos vamos a acordar durante mucho tiempo.

Juan Miguel González, muy querido amigo y Poeta que es, resulta para mí, un adalid de la cordura, la racionalidad y el discernimiento; y coincide conmigo en el improcedente cambio de rumbo de estas dos festividades. También huye horrorizado, de tanta manifestación necia, bruta e ignorante, asombrándose, cuando contempla la peligrosa manera en cómo se desarrollan estos actos, y entristeciéndose, cuando recapacita y piensa que lo que pasa hoy en día, debiera de ser todo lo contrario.

Juan Miguel González del Pino, con su habitual generosidad para con este humilde bloguero, me hizo llegar el otro día un precioso poema que habla sobre todo esto que acabo de reflejar.

DESCRISTIANIZACIÓN DE LA NAVIDAD

ESPECTÁCULO, JOLGORIO Y FIESTA

Diversión permanente

para las masas,

Navidad, ya eres sólo

fiesta pagana.

Falsa luz tenebrosa

para el halago

de las crecientes turbas

y nuevos bárbaros.

El fanal de Occidente

y su humanismo,

en jolgorio y barullo

se ha convertido.

Donde una cruz se alce

llamando al rezo,

perdón hallará el hombre

y amor eterno.

Por eso en el misterio

que es Dios e infancia,

tenemos puesta toda

nuestra esperanza.

En la calle, nihilismo,

tumulto y fiesta;

dentro, el silencio santo

de Nochebuena.

Juan Miguel González

Málaga, Navidad 2021

APARICIÓN DEL ÁNGEL A LOS PASTORES

CADA MES DE DICIEMBRE / DESPIERTOS, TRAS EL CRISTAL MIRANDO

CADA MES DE DICIEMBRE

Después de cada  mes de Noviembre y de su pertinente ramito de violetas, llega Diciembre. Con su anhelado puente vacacional y sus excesivos alumbrados callejeros. Con la hermosa Navidad que (al menos de boquilla) hermana a todos los ciudadanos cristianos que celebran el dosmilésimo decimonoveno aniversario del nacimiento del Niño Jesús.  Un niño que, en menos de tres meses, oh paradoja! será paseado ya hombre, crucificado, muerto y resucitado por las mismas calles del jolgorio luminoso. Cosa milagrosa sin duda y ejemplo de rapidez en eso del pasar los años.

Llegan, ya lo saben ustedes, las bacanales gastronómicas y sus kilos de más. Los excesos etílicos acarreando las pérdidas del pundonor y la dignidad. Llegan los cuñados sabelotodo y las concuñadas marisabidillas. Llega, en fin, el mes de Diciembre con sus típico tópicos mezclando  la repulsa y la ilusión. La fe y lo pagano en una balanza con el fiel perdido que ha olvidado sus principios en aras de un consumismo desaforado y enloquecido.

Yo, lo reconozco, soy más de estar ilusionado que agobiado por estas fiestas.  Feliz que contrito. Aunque, por eso de las edades, he de reconocer también que mis sentimientos navideños sufren el desgaste propiciado por lo repetitivo y por tener –al margen de las ausencias– la sensación de haberlo visto y vivido ya todo.

Sin embargo, no me pasa eso cada mes de Diciembre con el mensaje de amor y esperanza que mi muy querido amigo el Poeta Juan Miguel González me felicita las Pascuas y que yo –ufano, feliz y orgulloso– comparto en este blog para que, con la impenitente belleza poética acostumbrada  por el vate, disfrutéis estas Navidades en unión de vuestros familiares y seres queridos.

Esta es la felicitación para estas Navidades del 2019:

DESPIERTOS, TRAS EL CRISTAL MIRANDO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

INOCENCIA Y GRACIA

LA MIRADA DEL ÁNGEL

PASTOR QUE BAJAS CANTANDO

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No llega verdaderamente la Navidad a mi blog, cuando éste se viste adecuadamente con brillos e imágenes apropiadas para estos tiempos. Cuando, al entrar en esta página, empiezan a caer falsos copos de nieve sobre el escritorio. Tampoco, cuando las luces de mi ciudad adornan sus calles con un derroche paradójico e incoherente tratando de atraer al ciudadano hacia un espíritu que ya, hace mucho, abandonó sus tradiciones en aras de otras nuevas prácticas importadas, que nada tienen que ver con nuestro carácter y nuestra particularidad.

No. La Navidad, empieza a notarse en este blog de, manera inequívoca y palpable, cuando mi querido amigo el poeta me llama por teléfono y me proporciona —con su acostumbrada generosidad— el ya tradicional villancico que sirve para felicitar estas fechas a todos los que sois habituales de este sitio.

Un honor al que me tiene mal acostumbrado.

Pero ya no digo más. Ya me callo. Pues no quiero desviar vuestra atención de las bellísimas palabras de mi apreciado Juan Miguel González del Pino. Un admirable escritor y poeta. Mucho mejor persona. Muchísimo mejor amigo.

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