APOLO Y LA BALADA DE GREGORIO Y PEPITA.

 

Era el ínclito Apolo, hijo de Júpiter y Latona, el encargado en el Párnaso de repartir los dones entre los probos hombres mortales. Hermano de Diana, habitaba con las musas y trabajaba –a tiempo completo–  como Dios de las Bellas Artes y de los oráculos.

Podríamos decir que si el Olimpo fuese comparable a un ayuntamiento, Apolo era «Er niño del Alcarde».

 

Eso del habitar con las musas, mire usted por dónde, le procuraba no pocos ratos buenos, amenos y agradables. Había que sacarle partido a su posición en la eternidad, pensaba él; así que lo mismo se marcaba unos cantes con Calíope y con Polimnia que se escribía unos chascarrillos con Clío y con Erato. Igual se marcaba un bailecito pegao con Terpsícore (que tenía nombre de refresco) que se iba a libar con el siempre atolondrado Dionisos y su colega mellizo Baco que era un colega romano nada recomendable.

 

Pues bien: Debiera de ser Apolo –como todo dios perita  que se precie– suficientemente  ecuánime y justo en el desempeño de su trabajo; es decir: en el reparto eficaz y ordenado de capacidades y competencias. Pero que quieren ustedes que les diga, aquel año de 1962, después de haber pasado la velada anterior de sarao con Dionisos (y el inefable Baco, no lo olviden) estaba como muy echaíllo a perder y, por consiguiente, decaído  y desanimado para eso del cumplimiento competente en el currele.

 

Así que, de esa manera, tras tomar un chupito de éxtasis para los dolores de San Juan,  decidió realizar su trabajo en modo «rapideo» y largarse a su casa a descansar porque no tenía, lo que se dice, el alma etérea para farolillos. Cogió los dones que debía de repartir ese día entre varios humanos, y lanzándolos a puñados –sin mirar a quién– los endiñó desordenadamente y se fue a su casa para tratar de apaciguar la indigna mona que le estaba dando más lata de la deseada y que no paraba de atormentarle la «chorla».

 

Los dones bajaron todos unidos (y confundidos) y aterrizaron en tropel sobre un proyecto de humano llamado Ángel Idígoras. Lo que yo os diga. Así fue cómo se gestó el sujeto.

Viene toda esta perífrasis, todo este rodeo jocoso y festivo, para decir que el querido amigo Idígoras, dispone – por mor del fiestero dios y su colega la Fortuna– de una inmensa variedad de capacidades intelectuales y artísticas que raras veces se da, tan profusamente , en una sola persona.

 

Ángel, lleva de serie en su existencia, la música, la pintura y el don del cante; domina  la composición escrita y plástica. Maneja con acierto el humor y el don de gentes.

La amabilidad y la benevolencia siempre le acompañan junto a la  generosidad, la sensibilidad y la tolerancia. Todos esos atributos juntos y apropiadamente mezclados en la debida proporción, conforman la persona que es Ángel Idígoras. Artista en todos los aspectos. Único como persona comprometida e involucrada en causas nobles.

No se vayan ustedes a creer que hablo de memoria. No. No se lo vayan ustedes a creer; porque todas esas características, las ha observado (y disfrutado) este que ahora escribe, personalmente.

Le he visto pintar y tocar la guitarra en directo. Dar amenas clases magistrales a un público entregado. Realizar la viñeta que el día siguiente ofrecería en la prensa escrita. Fíjense, para ya rizar el rizo, que hasta el ukelele le he visto tocar junto a otro maestro dotado de otras tantas habilidades: Jesús Durán.

Ahora, para darme la razón, Ángel reúne y presenta un compendio de esos dones en un solo trabajo: la composición, el dibujo, la música, la interpretación, la escritura… todo en un vídeo en el que homenajea a uno de los matrimonios más queridos de nuestra ciudad: Chiquito de la Calzada (aquí en Málaga «de la Calzá») y a su inseparable mujer Pepita. El gran amor de su vida.

Este trabajo que ahora podéis ver junto a mi admirado Jesús Durán, fue publicado ayer públicamente. Yo, que gracias a su generosidad, lo conocía de antemano, no pude acudir por los imponderables y las inesperadas contingencias de la vida. Nada me hubiese gustado más que abrazar a mis dos queridos amigos: el polifacético Idígoras y a mi respetado Ned Land de los teclados. Pero ahora –sacándome la espina– ya os digo, lo inserto para vuestra diversión y esparcimiento. Para gozo y regocijo. Para que veáis que no miento.

Aquí lo tenéis . Antes la letra; después el video.

 

Disfrutadlo. Es un gran trabajo.

 

LA LETRA:

 

Era un pecador de la pradera, un muchacho que cantaba,

natural de La Calzada, en el barrio La Trinidad.

 

Ella era una aspirante a estrella, bailarina itinerante,

 por la gloria de mi madre, que iba de ciudad en ciudad.

 

Un día el azar los unió, Cupido estaba de buen humor.

En un caballo llegó Desde Bonanza cargado de amor.

 

El cantante y la bailarina se inventaron la nueva vida

de la Condesa y el Conde Mor.

 

Gregorio fue creando un mundo propio, plagado de disparates

donde habitaba Grijander que era un fistro diodenal.

 

A Pepita le salía la sonrisita con sus pasos tan bailones,

 una mano en los riñones y la pierna levantá.

 

Tras muchas risas, el tiempo pasó y Cupido se unió a la emoción.

En un caballo llegó Desde Bonanza cargado de amor.

 

Tiempos complicados, años duros. Esposos siameses, siempre juntos.

Venciendo a la tristeza, dando jaque con su grito de guerra: Al ataquer!

 

No puedor el pueblo exclamó, Cupido se unió a la emoción.

 En un caballo llegó desde Bonanza cargado de amor.

 

El cantante y la bailarina se inventaron la nueva vida

de la Condesa y el Conde Mor.

 Se fue ella y él la siguió y cuando dijeron adiós

(hasta luego, Lucas) más chiquito el mundo quedó.

 

Y EL VÍDEO:

 

***

 

 

 

 

LOS CAFÉS DE IDÍGORAS.

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LOS CAFÉS DE IDÍGORAS.

Ya se sabe que eso del caminar asiduamente – al menos 30 minutos diarios– aporta muchos beneficios a nuestro cuerpo serrano. Dicen que se fortalece el corazón y que se reduce el riego de ciertas enfermedades; que se mantiene el peso corporal– más o menos bajo control– si tenemos bastante persistencia y buenas dosis de tenacidad. Dicen también que ayuda a prevenir la demencia, que ayuda a prevenir la osteoporosis y que tonifica las piernas y los glúteos. Pero sobretodo, y muy importante, está comprobado que aumenta los niveles de energía y de bienestar.

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La capacidad del ejercicio para mejorar el estado de ánimo es indiscutible. Los estudios han demostrado que el ejercicio regular, de intensidad moderada (como caminar a paso ligero) es tan eficaz como los antidepresivos en los casos de depresión leve a moderada, lo que reduce el estrés y la ansiedad.

Bien, todo esto que acabáis de leer, lo he leído yo antes en Internet. Y lo he transcrito más o menos, seguro como estoy, de la verdad de esas aseveraciones. Porque yo, que estoy andando diariamente, no sólo estoy comprobando estos benéficos efectos, sino qué además lo estoy notando, literalmente, en mis propias «cannes».

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Pero, yo lo sé, hay otro beneficio que no se incluye en esta nómina, y que no es otro, que la del incremento de la creatividad y de la inventiva. Andar a paso ligero, y debido al torrente de endorfinas que proporciona el ejercicio, estoy convencido, incrementa el ingenio y la chispa. La imaginación se vuelve más ágil. La perspicacia y la agudeza se afilan. Se afinan. Y uno –y me pongo como ejemplo– cuando el caudal de esas endorfinas es el adecuado, no pocas veces va riéndose descojonado por la calle, pasando ampliamente de lo que pensarán los viandantes desconocidos con los que me cruzo, sorprendidos y extrañados, al ver a un tío enorme tronchándose y/o hablando sólo.
Por esa circunstancia, no son pocas las entradas en este blog que han sido pergeñadas durante esos gratificantes y amenos paseos.

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Pues bien, tengo un buen amigo –Ángel Idígoras– que, aunque él está sobradamente dotado de esos neurotransmisores opioides que son las citadas endorfinas, me cuenta, que también se ha enganchado a esta práctica de las largas caminatas; aunque de estas, no sólo se beneficia él, sino también nosotros, que somos, los que conformamos su legión de admiradores. Porque Ángel –generosamente y como es habitual en él– nos regala la resultante de sus pausas en el paseo; mientras descansando, se toma un café doble, o un zumo, y dibuja.

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Y dibuja, tiene esa preciosa costumbre. Dibuja lo que le alcanza la vista en los Cafés de desayunos que la ciudad y el trayecto le ofrecen.
Porque cada mañana, armado de papel y de un bolígrafo Bic (que no poca veces se le agota) sale –desde donde el marengo gigante tira del copo– y se va a andar. Y llega el Camino de la Térmica, hace un receso en El Tostón, y dibuja. Se va a la Avenida del Pintor Sorolla (ese día está más resuelto que otros) y dibuja. Se va al centro de la ciudad y dibuja. Dibuja en cualquiera de los Cafés que tienen la suerte de ser elegidos e inmortalizados por el dibujante amigo.

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La técnica de los Urban Sketchers –la culpa la tiene mi otro querido amigo Luis Ruiz Padrón– me fascina absolutamente. Y esa, es la técnica empleada por Ángel Idígoras en este caso. Porque yo –que estoy convencido de que los artistas poseen una mirada distinta a la del resto de los mortales– una mirada, en cada caso, singular y única, admiro sobremanera la especial disposición y facilidad que tienen estos en representar las perspectivas, los planos y las vistas que le proporcionan sus ojos para trasladarlos, tales cuales son, a una hoja de papel.

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Pero sigue andando Ángel…
Y se va al Barrio de Carranque donde las calles tienen nombres de Vírgenes Gloriosas y dibuja. Y se va a Calle Padilla; y a la inigualable de San Agustín. A la Plaza de Mozart y a calle Betsaida que tira para Los Tilos y dibuja… Y dibuja… Dibuja en todos lados y de eso, yo le he dicho antes, nosotros nos beneficiamos. Así que por eso, debemos felicitarnos. Así que por eso, vamos y se lo agradecemos encarecidamente.

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Esta entrada ha sido, con el beneplácito del autor, ilustrada con los dibujos que antes he mencionado.

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***

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ESPEJISMOS EN SU TINTA.

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Uno, a pesar de esa apariencia de osadía y determinación que procuran lo no presencial, declara y jura ante juzgado competente y poniendo su mano sobre una primera edición de El Cetro de Ottokar, que es un tímido contumaz e impenitente. Un obligado e inexcusable retraído para determinados auditorios en los que no se goza ni se dispone de la tranquilizadora amistad del aforo completo. Por esa circunstancia, a uno que lo es, le aterra el ser el centro de atención en cualquier acto público y no estar protegido por el anonimato y lo desapercibido. Cierto es, que cuando en una representación artística sacan a algún incauto que sirva para la mejor ejecución del espectáculo, una vez que me quedo tranquilo por no haber sido el elegido, disfruto con un indisimulado placer sádico y cruel por de lo que me he librado y por lo que me estoy divirtiendo con la que le está cayendo al probo incauto ya referido.

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Ayer, por eso del cumplir con el axioma ese que dice que en teniendo amigos, qué falta hacen los enemigos, (o algo así) fui sometido al tormento de la mirada y la contemplación ajena al ser sacado inesperadamente al escenario por un Ángel Idígoras despiadado y felón. Un tipo sin alma. Lo que yo te diga.
Hagamos una aclaración: Anoche tuve el placer de asistir a un espectáculo de magia, monólogo y dibujo –en el Museo Interactivo de la Música de Málaga (MIMMA)– a cargo de los chispeantes Ángel Idígoras y el Mago Rubiales. Dos simpatiquísimos artistas que se metieron en el bolsillo a un público entregado (y engatusado) desde el principio hasta el final.

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La perfecta conjunción de la magia con el dibujo y con la palabra; la música y el trato directísimo con el público, te regala una hora larga de risas y de sorpresas. De admiración y de asombro. La complicidad entre los dos artistas es extraordinaria; y esa pelea ficticia encima del escenario por el protagonismo, da un enorme y cómico juego. Y de eso, el público se beneficia y se congratula.
Había bastante público infantil, y puedo asegurarles que tratar con esa audiencia tan rigurosa cómo exigente; tan natural como sincera, es tremendamente difícil y arriesgado. Nunca se sabe la chavalería por donde va a salir, y entonces, el arma más útil y efectiva es la inmediata improvisación. Y ahí, tanto el Rubiales, como el Idígoras –maestros en esa disciplina– supieron no sólo salir airosos sino ganarse a todo el auditorio con sus ocurrencias.

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Sigamos… Vayamos a «mi» meollo.

***
En un momento dado, el dibujante solicita luz en la sala para merodear con amplitud de miras. Empieza a olisquear presa idónea. En ese mismo momento, también, Santa me susurra: Te va a sacar a ti!!! No ves que tu sobresales entre todos!!! Yo la miro entre aterrado y acojonado, y pido al Gran Houdini, disminuya mi enorme figura que tan chivata y delatora es. El de Bucarest, pasa olímpicamente de mi y cuando voy saliendo de mis desalentadoras sospechas, Oigo reclamar desde el escenario la presencia de «A ver … Aquel tipo grande, con gafas, el de la fila final. Sí tú! Acércate al escenario»
El público aplaude a la víctima propiciatoria. Los que son de su misma condición suspiran aliviados. Y en unos diez minutos, el Idígoras me hace una caricatura; el Rubiales me hace su partenaire en un truco de magia; y los dos me vacilan –al menos cuarenta veces cuarenta– me vacilan; eso sí –todo hay que reconocerlo– con una gracia, una simpatía y un respeto imponentes. Desde ese mismo minuto, me declaro también ferviente admirador del Mago Juan Luis Rubiales.

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En resumidas cuentas: Un espectáculo fresco y relajante. Una representación francamente campechana y cordial. Un lujo visual sorpresivo e impresionante absolutamente recomendable.

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TARDE CON IDÍGORAS

TARDE CON IDÍGORAS.

 Entre mis defectos, que son todos, brilla –en el horizonte lejano de las virtudes– una cualidad perdida entre tanta tacha y tanta descompostura: la puntualidad. Tengo y presumo, de una impenitente puntualidad. Tanta, tanta, que a veces caigo en la infame e indeseada falta de exactitud horaria, pues llego –la mayoría de las veces– cinco o diez minutos antes a la cita acordada. Y llegar antes, cómo que tampoco es puntualidad en el sentido estricto de la palabra. No se si me explico.

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 Lo de anoche –el llegar tarde a la exposición de mi amigo Ángel Idígoras– fue un imponderable provocado por personas a las que tanto quiero, que por esa misma circunstancia, no puedo ni tan siquiera regañarles. Llegué pues a la sala de exposiciones, y me tuve que tragar ese sentimiento de desconsuelo por haberme perdido al mago Rubiales y a la Nölting cantando; a mis cada día más queridos y admirados Tiritos ( Los elegantísimos Javier Martín y Jesús Durán) me perdí –Oh desdicha!– al Idígoras rascando acompasadamente el Ukelele. Y, también, a más magos haciendo improvisadas Magic–Sessions. Me perdí todo eso y más; me perdí la Vernissage que dicen los pedantes y asiduos a los cócteles de apertura.

 Tarde con Idígoras.

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Y me pregunté, atribulado… ¿Que diantres escribo yo ahora cómo crónica del evento? Sería, si la escribiese –pensaba yo– una crónica  parcial e incompleta?; sin situaciones vividas en primera persona del mascular singulino?.

 Pero no! Después, recapacitando y dándole la vuelta a la tortilla de los disgustos, me dije que no!  Que había que escribirla sin complejos. Que ese retraso me había proporcionado no desconsuelo, sino el suficiente espacio físico y mental como –para no distrayendo mi atención con los actos de amistad de los mencionados– prestarle el pausado interés y la detenida observación a las obras de Ángel que allí estaban colgadas en su presidio de cristal. Todas ellas, aclaro, magníficas.

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Verán Uds.: Me considero un capacitado y tenaz seguidor de este artista y amigo. Tengo guardada a buen recaudo la casi totalidad de su producción –le he dedicado algunos artículos y presentaciones en Power Point en este lugar– y creía saberlo y visto todo. Pero me faltaba– ahora gracias al retraso lo sé– el poder contemplar sin prisas el verdadero alcance de su trabajo. Porque la perspectiva y el detalle que te da la obra en vivo, no es para nada comparable a lo visualizado a través de una pantalla de ordenador.

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 Pensaba uno –en su limitada capacidad– que la mayoría de los trabajos de Idígoras se manifestaba en un soporte “dinacuatrense”. Equivocado estaba. Poder ver algunos de mis cuadros favoritos en gran formato, supuso para mi una agradable e inesperada sorpresa. Yo, humildemente aconsejo que cuando vayáis a dicha exposición –porque insisto una vez más en que no os la podéis perder– os dirijáis a la esquina donde Harold Lloyd cuelga suspendido del reloj de la única torre de la Catedral de Málaga, que sigáis junto a  un Hitchcock rodeado de palomas en la esquina del Parque, o a Marilyn o a Oliver Hardy  y a Stan Laurel  “El Gordo y al Menuíllo” de nuestra infancia;  e incluso –ya casi al final– a los Beatles preparados para actuar en el Recinto Eduardo Ocón.

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 Pero seguid caminando entre retratos, observad cómo te miran Charles Bukowsky o Walt Whitman. Cómo Modigliani se asoma a la ventana entre tejados;  A Toro Sentado junto a Kafka; a Nube Roja con otro rojo: Van Gogh. Y sus músicos: Inconmensurables estampas de B.B. King, Scott Joplin y Howlin Wolf. Tom Waits, Muddy Waters o Johnny Winter. Nina Simone y muchos más. Muchos más.

 Una exposición interesantísima y amena. Cautivadora y atrayente. Distinguida por sus célebres personajes que si no son conocidos –en muy pocos casos–  después de haber pasado por el lápiz de Idígoras, tiene el derecho adquirido de gloria e inmortalidad, de perdurabilidad; y si me apuran… de pernada.

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Por último, un consejo gratuito que le doy al dibujante; ya se que los consejos no pedidos no suelen gustar, pero mi responsabilidad de amigo me obliga a ello: Te recomiendo que tengas cuidado, Ángel. Mucho. Porque anoche, cuando yo ponderaba tu arte y tu siempre disposición hacia los demás, salía a colación un tal Pablo Rodríguez que –amenazante cual lince de cinta adhesiva– te acecha y acorrala echándote la pata encima cual eximio concursante de Gran Hermano. Ten cuidadín. Que el que avisa no es traidor, y a ti, te encontré en la calle, maifrén.

 Los datos de la exposición:

 Autor. Ángel Idígoras.

Título. ‘Kakfa, Toro Sentado, Van Gogh y compañía’.

Lugar. Escuela de Arte San Telmo. C/ El Ejido, 3.

Fecha y horario. Hasta el 3 de marzo. La sala abre de lunes a viernes de 10.30 a 13.30 y de 17.00 a 20.30 horas.

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ÁNGEL IDÍGORAS. Segundas partes sí fueron buenas.

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ÁNGEL IDÍGORAS

“Segundas partes sí fueron buenas”

Suelo de vez en cuando, ir de cacería por la página de Facebook de mi amigo Ángel Idígoras. De caza furtiva, por supuesto; si no, no tendría gracia..

La finalidad de esas partidas de caza que realizo, no es otra que la pretensión de hacerme con las recompensas -en forma de nuevos trabajos del amigo artista- para que se incorporen a una carpeta creada, ad hoc, en mi escritorio, que se llama “Nuevo Idígoras” (que es donde guardo las victimas y el botín de dichas partidas de caza).

No era otra, la aviesa intención, de que cuando obtuviese un numero suficiente de trofeos, poder realizar una nueva entrega sobre Ángel en mi blog. Porque, en ese caso, segundas partes si que serían buenas. Muy buenas; ahora lo podréis comprobar.

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Una nueva entrega, quería yo, que complementase a la que ya en su día elaboré y que tantos buenos ratos procura a los visitante de mi casa. A los que, sin necesidad de  excusas, les pongo para su deleite y asombro, y para que jueguen a adivinar (sin trabajo ninguno) quienes son los personajes dibujados.

Ahora, Ángel Idígoras, me ha hecho un precioso y inolvidable multiregalo. Un multiregalo consistente en una caricatura -ya me hizo un retrato en su día- que no solo significa eso en sí, sino que -de ahí lo de multiregalo-  lleva aparejado la credencial y el salvoconducto, para el acceso al Elíseo que supone la galería de retratados por este fantástico artista.

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Y esa  inmerecida inclusión, representa para mi un enorme e inabarcable privilegio. Un placer y una complacencia insospechada.

Podría decir que estoy orgulloso de estar “junto a…”  pero, el tan sólo citar a algunos de los personajes escogidos por Ángel Idígoras, resultaría de una petulancia y una arrogancia terrible por mi parte;  y no estoy dispuesto a caer en la tentación . Por muy fuerte que esta sea.

¡¡¡Pero que me gusta cohoness!!! (esto último, lo he dicho con la boca chica)

En una de mis Reuniones en la Nubes, estábamos presentes nosotros dos y los escritores Juan Miguel González del Pino y Paco Navidad. Se había organizado dicha reunión para que Ángel mi hiciese entrega del original del retrato que en su día  -y para mi blog- me realizase éste. Aquel retrato, supuso para mí, otra inyección de satisfacción e intima complacencia.

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Recuerdo que le hice una pregunta acerca de la seguridad que yo tenía sobre esa visión exagerada, excesiva y desmesurada que debía de venírsele a la cabeza, cuando observase -sin que ellos se diesen cuenta- los rostros de las personas que se le pusiesen por delante. Y que eso debía de ser tan agotador, como alucinante. Muchas veces incómodo, seguía diciéndole, por eso de tener que aguantar la risa ante el cómico y previsible resultado.

El Idígoras, me contestó que a veces -yendo en autobús- veía rostros que serían, sin ninguna duda, perfectas caricaturas. Mucho mejores, más descriptivas y gráficas que las que realizara de personajes famosos. De personajes ilustres.

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Ahora comprendo -en toda sus extensión- lo que me quiso decir.

Yo, pobre de mí -sin ser ni famoso ni ilustre- he sido favorecido por la generosidad y la esplendidez de este artista. Ignorando él, lo que de fascinante, deseado  y “reconstituyente” puede llegar a ser su regalo para mi. Sobre todo en estos tiempos tan crueles en que nada se regala y todo se quita.

Nada más recibir dicha caricatura, rompí a reír a carcajadas. Mi mujer, extrañada, me miró preguntándome que qué me ocurría. Le pasé el móvil con la caricatura a toda pantalla y ella, inmediatamente, maravillada y sorprendida, también empezó a reír sin para de decir : Maravilloso! Maravilloso! Maravilloso!! Es absolutamente maravilloso!!!

Caricatura Álvaro de Angel Idigoras para blog

Puse al rojo vivo el Whatsapps. La envié primero  -como no podía ser de otra manera- a mis hijos; y después a mis amistades y familia. La inserté como imagen primera y principal en mi blog, y por fin, como foto de perfil, en mi página de Facebook.

Tengo que decir que ayer tarde, fue una tarde de perros (felices) para olvidar. Decenas de mensajes no paraban de llegar por Whatsapps; por correo electrónico. Decenas de “Me gusta”… Una avalancha de palabras y frases de admiración hacia el trabajo realizado por el amigo Idígoras. Repito…Un placer; un privilegio

Esto que ahora viene es una presentación con los últimos trabajos de Ángel. En esta, incluyo algunos que se quedaron en la faltriquera de la anterior. Tanbien hay algunos Urban Sketchers de Nueva York que el mismo realizó, claro, a pie de calle en la 42st. En Times Square…en Bryant Park.

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Siguen habiendo –como no!- payasos y magos. Algunos carteles donde – junto a su amigo Javier Batanero- anuncian sus actuaciones musicales.

Conviven en plena armonía, en esta presentación- mis adorados  Roald Dahl y el borrachín y libre Bukowsky. Retratos garabateados de forma (supuestamente) imposible, hasta el  más enorme parecido y semejanza, de George Brassens, o de Rosendo, o del Cabrero. Incluyo también, ¿porque no una pequeña y necesaria dosis de engreimiento? mi caricatura y mi retrato.

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Espero que os guste. A mi, me encantan. Todos. Absolutamente todos me fascinan.

Podéis bajaros esta presentación, si así lo queréis, desde aquí:

https://skydrive.live.com/redir?resid=9B5AD4B7DBD9E872!2480

Pinchad en Acciones e Carpetas> Descargar carpeta.

Que la disfrutéis. Es una verdadera gozada.

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…///…

ANGEL IDÍGORAS. ALGO MAS QUE CARICATURAS

Cuando se creó la página Ateneo’s Alas con Secuencias de este blog, tuvo esta dos propósitos primigenios y principales: El primero, era el incluir en ella todo lo relativo a cualquier disciplina artística: Música, Literatura (Prosa o Poesía), Fotografía, Dibujo, Pintura… en fin, todo lo relacionado con la creatividad.

El segundo, consistía en juntar en un mismo espacio -para reivindicar y sacar a la luz pública mediante  Internet, la obra de gran número de amigos artistas-  que, desconociendo el medio, observaba yo que se iba quedando -su obra- distraída entre los pliegues del pasado. Además, mi pretensión, era complementarlo con la inclusión de nuevas aportaciones.

Ese segundo propósito, se ha transformado con el transcurrir del tiempo, en el primer objetivo. Y así, de ese modo, antiguos amigos se encuentran con otros nuevos (ya estos duchos en las nuevas tecnologías) en este ágora virtual que es esta página ateneísta.

Así pues, están incluidos los artistas que son amigos y que  -generosamente- me ceden sus trabajos, para que a su vez ellos, dispongan de una parcela propia y reservada para “perpetuar” de alguna manera su producción… Y después, están los que -desconociéndolos personalmente- me seducen tanto con su talento que no tuve más remedio que insertar posts elaborados con sus creaciones.

Sirvan de ejemplo la series (de pintura) que elaboré en su día -y sólo cito un par de ellos de cada estilo-  de pintores realistas (Bert Monroy, Jason de Graaf),  famosos ilustradores (Norman Rockwell o Fernando Vicente) o fantásticos dibujantes (Glennray Tutor, M.C. Escher) y pintores (Donald Roller Wilson o Fred Calleri).

Dejo las demás disciplinas aparte.

Pero hay un grupo de artistas -los malagueños- que sin ser amigos personales, yo los siento como propios. Como si fuesen amigos “no presenciales” porque  son los que, por mor de su obra, los siento muy cerca de mí. Me imagino que será por chovinismo puro y duro.

Me sucede con Andrés Mérida y me sucede con Ángel Idígoras. Me pasa, ya te digo, porque su obra me resulta tan gratificante que, de alguna manera, forma parte esencial de mis gustos estéticos personales. De mis preferencias artísticas.

Con Andrés Mérida pagué la deuda que contraje -unilateralmente- conmigo mismo; ya elaboré un post con su obra y así figura aquí, en este blog.

Con Ángel Idígoras estoy a punto de hacerlo ahora. A continuación.

Porque Ángel Idígoras (tuve el gusto de conocer a su mujer el día del Concierto Homenaje a Tabletom) ha sido -desde hace mucho tiempo- compañía habitual de mi sempiterno café descafeinado y sacarina (Un “singrasia”, se debiera de llamar en el Café Central) y el desalentador, huérfano y “jartible” pitufo con aceite y sal de mi desayuno.

Las viñetas de Ángel, siempre me hacen o sonreír o reflexionar. Puede ser -si él así lo quiere- cáustico e irónico. Pesaroso o dramático. Divertido, ocurrente e hilarante; crítico y mordaz. Puede reflejar en sus viñetas un amplísimo abanico de sentimientos y sensaciones según sea la noticia o la situación que quiera transmitir. Y lo hace con una habilidad y destreza apabullante.

Pero sobre todo me despierta, como dibujante, la admiración y el asombro hacia ese trazo justo y oportuno, equilibrado y proporcionado (Y estoy hablando de caricaturas!) que los pintores buenos -pongo solo tres ejemplos: Mérida, mi querido Antonio Abril o el propio Idígoras- poseen Ad maiorem Dei gloriam. Un prodigio de habilidad tan singular como incomprensible para este “mano de escayola” que -por no tener- no tiene ni buena letra.

Por eso, no podía abstraerme a ese deseo compulsivo que me intervenía que no era otro que el que Idígoras, formase parte del plantel artístico de este grupo de amigos que se reúnen de tertulia, para tomar café con la vida, en su Ateneo’s Alas con Secuencias. Sean presenciales o no.

Una de las causas principales  por la que elaboro dicha presentación, es la coincidencia en los gustos de cada uno; en la afinidad que tengo con el dibujante por determinados personajes caricaturizados.

Parece ser que a los dos nos encantan: Tom Waits, y Leonard Cohen. Van Morrison y Ray Charles,  Rockberto y  Tabletom, John Lee Hooker y Django Reinjardt; todos ellos componen una intima  galería -de músicos en este caso- entrañablemente familiares.

Pero hay más trabajos extraordinarios: Saca la esencia a William Faulkner y a Neruda, A Sábato y a Puccini. A Beckett, Welles y Rubinstein. Al Lengua; A Robert Louis Stevenson, a Picasso, Modigliani o a Kafka…a muchos más.

En muchas de esas caricaturas, figura el nombre de los caricaturizados; en otras no. Así que podéis jugar a adivinar quien es quien. Es muy fácil, os lo advierto, pues los parecidos son enormes.

Hay también otra recurrencia que me encanta de Ángel Idígoras, que son sus magos y payasos. Sus cómicos; el circo.

Alguna perturbación insospechada tuve que tener yo de pequeño para que los payasos siempre me causaran miedo; el Carablanca autentico terror. Por el contrario, los retratados por Idígoras solo me producen ternura. Y eso -a nivel psicológico- ya es muy de agradecer.

Pero si en algo coincidimos verdaderamente Ángel Idígoras y yo, es – sin ninguna duda- en la importancia que le damos -como síntoma vital- al humor. Si no fuese por esta circunstancia que nos interviene a los dos, ni el estaría donde está, ni yo estaría escribiendo esto sobre él. Porque seguramente, no seríamos las mismas personas.

La risa como terapia. La risa como vehículo. El humor como algo inherente a nuestras personas. El ingenio al poder!

Finalmente, por todo lo antes expuesto, he buceado por los entresijos de la red y de aquí, de allá, y de acullá, he recopilado esta nómina de caricaturas encadenadas que ahora, componen esta presentación en Power Point.

Recomiendo mucho la visualización de este pps. Atentos a los rasgos, a los trazos que definen y componen cada uno de estos retratos que a nadie deja indiferente. Son de una maestría intolerable.

Además, le he puesto una música que al maestro -si viera este trabajo, que no lo creo- le encantaría.

Podéis bajároslo desde aquí:

https://skydrive.live.com/?sc=documents&cid=9b5ad4b7dbd9e872#!/?cid=9b5ad4b7dbd9e872&sc=documents&nl=1&uc=1&id=9B5AD4B7DBD9E872%212381

Disfrutadlo. Merece mucho la pena, mientras os lo bajáis, podéis distraeros con esto:

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