LA FAMILIA GORGONZOLA EN MARRAKECH. LA CRÓNICA (II)

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LA FAMILIA GORGONZOLA EN MARRAKECH.

LA CRÓNICA (II)

(EL SEGUNDO DÍA. 20 de Noviembre de 2016)

“Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios,
la intolerancia y la estrechez de mente”.

( Mark Twain)

«De piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera.»

                                                                                (Cuco Sánchez)

 

 A MODO DE OBSERVACIÓN PRELIMINAR:

Ríanse ustedes del exoesqueleto de Adamantium del alobado Lobezno. Descojónense también, si así lo desean, del durísimo Vibranium del escudo del Capitán América, tan remono y rubito él. Ni, por favor, lo comparen con una hipotética mezcla de Dibororrenio, Nanotubos de Carbón, Carburo de Silicio y Carbino que no tengo ni la más puñetera idea de lo que son pero que, al parecer, son materiales duros de cojones.

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Poniéndome drástico, y ya exagerando muchísimo, se me permita poner de ejemplo inexcusable la canción de la insufrible Rebeca, que es dura de pelar, para indicar que la superficie más consistente, pétrea y sólida que han podido experimentar  mis demasiadas carnes en esta ya larga vida, ha sido, y no exagero, el maldito colchón que nos tocó en suerte a Santa y a mí en nuestra cama durante nuestra estancia en Marrakech.

No doubt! Duro de pelar!

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Valgan como ejemplos ilustrativos –y ya termino con mi apreciación sobre el cruel jergón–  el indicar que cuando cambiábamos de postura por la noche, sonaban «crocs» y no me refiero a nuestras pantuflas de agujeros; y que, al levantarme, y ya termino de verdad, mi parecido con una alcayata era de lo más elocuente. Menos mal que una hábil mezcla de Paracetamol y Nolotil con el fastuoso desayuno del Riad Mimoune, me recomponía someramente el cuerpo y me animaba a tirarme otra vez a la calle a seguir viviendo la fascinación y la sorpresa que nos esperaba (ahora lo sé) en nuestro segundo día de estancia en Marrakech.

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¡LOS DESAYUNOS!

Nada prepara mejor el cuerpo humano, para la jornada que se viene encima, como un reparador y delicioso desayuno. Los desayunos marroquíes, son especialmente agradables y pantagruélicos. Gansos de verdad.

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Nos damos –una vez enderezada mas o menos la espalda de Father– ducha reanimadora y reconfortante. Así que bajamos hacia el patio interior para deleitarnos con las viandas que Wallid nos servía amabilísimamente cada mañana.

Una mesa  auxiliar dispuesta con tetera, cafetera, y lechera nos esperaba. Azucarillos (que tiempo sin verlos) y chocolate e infusiones. Ocupábamos –nosotros cinco solos en el precioso patio– una mesa en la nos esperan la mantequilla, la miel con limón y la mermelada. Ese pan delicioso  que sabe a gloria y quesitos de marca ilegible. Tortitas calientes y una especie de crêpes que nosotros rellenábamos con lo que nos apetecía. Zumos de naranja, yogurt casero,bizcocho y macedonias de frutas. Otros días también nos servían unos deliciosos huevos revueltos con verduritas. Ñam!

Quiero indicar, que al menos tres cafés con leche y un par de tés con hierbabuena me predisponían buenamente para la marcha que se avecinaba; aparte del abundante condumio que también nos proporcionaba unas tremendas dosis de energía y que nos reconciliaba con el universo y con el Dios verdadero que por aquellas tierra no sabíamos bien quién era el titular.  Un placer indescriptible, ese desayuno, que hacía  que yo llegara a olvidar, momentáneamente, la infame cama de tortura que, pacientemente, me esperaba arriba por la noche.

Bien, una vez saciados nos dispusimos para el plannig previsto para…

EL SEGUNDO DÍA.

Se trataba de realizar una ruta preparada que incluía dos de los sitios más distantes de nuestro centro de operaciones que no era sino la imprescindible Plaza Jamaa el Fna.

 

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Estos dos sitios de visita inexcusable eran El Jardín Majorelle  (Rue Yves Saint Laurent) propiedad del modisto francés que daba nombre a la calle y los Jardines de La Menara que proporcionan, estos últimos, la imagen más conocida de la ciudad. También teníamos previsto visitar ese día los Zocos, la Madrasa Alí Ben Youssef (Kaat Benahid) la Mezquita de la Koutoubia (sólo está permitida por fuera para los no musulmanes) el Barrio Judío de La Mellah,  y lo que se terciase pues, ya se sabe que los plannings están hechos para romperlos. Al final, pasamos de la Madrasa pues estaba en obras y el Barrio Judío lo dejamos para el día siguiente.

Salimos del Riad. Iniciamos curiosos un paseo agradable por la zona observando cómo la vida transcurre en una zona de Marrakech todavía alejada del invasor. Somos pocos los extranjeros que se manejan por ese barrio y caminamos entre gentes del lugar y negocios destinados al consumo de los propios vecinos. Llegamos a la ya familiar plaza central.  Vuelve la magia del sonido de los tambores de los músicos. Es curioso, pero ese tam-tam es el que nos guía y nos dirige cuando estamos perdidos por los imposibles recovecos del zoco.

LA BICHA

Yo le tenía dicho y advertido al ínclito Cigalowsky que no hiciera nada que el Father no quisiera que hiciese.  ¡Sé prudente! Le aconsejé.

La primera, en la frente. En cuanto me doy la vuelta, me veo al vástago de los Gorgonzola con una serpiente en el cuello y más feliz que una perdiz (a mi hijo me refiero). Una bicha que el oportunista maltratador de animales le había colocado al chavalote a modo de foulard viscoso y frío. Se va Father –en plan Indiana Jones– raudo y ligero para arreglar el asunto con el individuo y, no se sabe cómo, acaba él mismo con el reptil aprisionándole el cuello.

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El árabe, que Alá confunda, me puso la bicha encima; yo sin reaccionar. Me indica que le apriete la cabeza para evitar el mordisco. Yo, entre el acojono y el acojono –y con la mente en blanco– le trinco la cabeza al ofidio y le aprieto tanto, tanto que en la foto se aprecian mis dedos blancos (debido al apriete) y a la bicha mirándome con cara de estar cagándose en mi tó puta madre.

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Le doy 20 Dhs. al sujeto por el magnífico rato que me ha hecho pasar y nos largamos cantando bajito.

Horas más tarde, volvimos a pasar por el mismo lugar y pude ver a la pobre culebra descansando, en un rincón a la sombra, con una bolsa de hielo en la cabeza. Al reconocerme me miró con sus ojos afilados y me lanzó débilmente un escupitajo de veneno que, afortunadamente, se le quedó colgando a modo de babazo, de su hinchado labio inferior y no llegó a alcanzarme.

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Pero… sigamos con el paseo.

Aún con el tembleque en el cuerpo, nos dirigimos paseando hasta la Plaza de la Especias con ánimo de establecer una  estrategia apropiada para los desplazamiento más alejados; estos son, ya lo he indicado antes, los Jardines Majorelle y La Menara. Estudiábamos el tomar un Grand Taxi para desplazarnos cuando de pronto, parada en la plaza, nos damos cuenta de que había una calesa tirada por dos caballos.  Nos miramos. Nos guiñamos, y allá que se fue Cris para ejercer el noble arte del regateo.

Después de arduos parloteos; muchos acuerdos y bastante más desacuerdos, convenimos con el conductor pagarle en vez de 600 Dhs. 250 Dhs. (25€) que incluía el que nos trasladara primero al alejado Majorelle, nos esperara – mucho más de una hora a que saliéramos– para trasladarnos después a La Menara, volviera a esperar, y su posterior vuelta al lugar de inicio del paseo. En total más de tres horas de servicio público. «La prisa mata» le decíamos cuando se quejaba.

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Los caballos, me miran con la una mirada preñada de «inquina equina» intuyendo lo que se les venía encima. Nunca mejor dicho. Nos subimos cuatro detrás y Cigalowsky en el pescante. Me temo lo peor. No soportaría verlo con un caballo al cuello.

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LOS JARDINES MAJORELLE

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Estos jardines, diseñados por el francés Majorelle y adquiridos por Yves Saint Laurent en 1980, son una verdadera preciosidad. La entrada cuesta 7 Euros por cabeza y merecen –por su belleza– absolutamente la pena el visitarlos.

Multitud de cactus; bosques de bambúes; estanques llenos de enormes peces de colores; rincones llenos de encanto y el azul «Chefchaouen» predominando allá donde reposase la mirada. La casa  Art–Decó que habitó en su día el modisto, una estupenda cafetería al aire libre, tienda (carísima) y una exposición de fotografías en la que se enseñaban los principios de ese lugar.

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Hicimos mil fotos y después de un buen rato de preciosos paseos, salimos en busca de nuestra calesa que, diligentemente nos esperaba fuera. Los caballos vuelven a mirarme con cara de odio. Definitivamente, no es para mí, el día del amor animal.

LOS JARDINES DE LA MENARA

Esta vez es Juanma el que se sube, diligentemente, al pescante. Precioso paseo y llegamos a los exteriores del enorme estanque. Camellos y ponies descansan por los alrededores. También me miran de soslayo; debe de haberse corrido la voz. Entramos en la explanada que da paso al estanque y allí, en un kiosquillo, nos tomamos –una vez más– un delicioso zumo de naranja y unas patatillas en una mesa debajo de un olivo centenario que el morillo que lleva el negocio nos apaña en cuestión de segundos. ¡¡¡Siéntate aquí, Alibába!!!

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No tuvimos suerte ese día. Una neblina inoportuna nos privó de la vista más magnífica de los Jardines de la Menara; aquella donde se divisa la construcción (donde, parece ser, iban los sultanes a darse el revolcón con sus odaliscas ) siempre escoltada por la impresionante cordillera del Atlas, que por cierto, ya estaba nevada según pudimos apreciar desde el avión a la llegada, y desde la misma ciudad al día siguiente. La entrada a estos jardines es gratuita. Cuando salimos, compramos en un puestecillo rodante palomitas de máiz. Nada que ver con lo que hay por estos lares, lo juro.

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Vuelta a la calesa. El teniente de caballería Juanma N’Chego toma las riendas del transporte y nos lleva magistralmente durante un trayecto mientras los animales, no sé si debido al esfuerzo o en tributo a nuestra gloriosa presencia, van soltando por el culo una larga andanada de ñoquis (Cigalowsky dixit) llenando una especie de Dodotis gigantes que llevan adosados bajo el sieso.

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Por fin, llegamos a la Plaza de las Especias. Los animales me despiden con una mezcla de displicencia  y alivio y decidimos, con muy buen tino, perdernos otra vez por el zoco dirigiéndonos hacia la Jamaa el Fna con idea de comer en un sitio que yo había elegido con un mirador impresionante sobre la plaza: El restaurante Chez Chegrouni; un lugar con una comida típica marroquí muy rica y con un precio muy ajustado. Pero antes, deberes conyugales, deberíamos de plegarnos al deseo de nuestra Santa y pasarnos por el Café Árabe (184 Rue Mouassine) para bebernos unas cervezas…

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Cris, sigue cumpliendo eficazmente con su cometido. Vuelvo a decir que gracias a su impagable dedicación, nos hace el viaje mucho más cómodo y agradable. Muy tranquilo.  Estoy pensando seriamente el llevarla a todos mis futuros viajes (o que ellos, nos lleven a nosotros).

Bien…estábamos con el Café Árabe…

El sitio, de lujo para aquellos lares, es un precioso restaurante que –¡¡cómo no!!– dispone de una terraza con preciosas vistas a la ciudad, en la que el amable camarero nos busca un sitio cómodo y confortable. Los precios, acordes con el local, sólo se lo pueden permitir los lugareños de un cierto poder adquisitivo y los turistas, que acostumbrados a los precios de sus respectivos países, no notan tanto la diferencia. 40 Dhs. la cerveza más económica que está bien rica. Father se toma un par de batidos reservándose para la noche.

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No vamos a comer hacia Chez Chegrouni; subimos a la terraza y una vez sentados cómodamente en primera fila, nos comimos un cous–cous de pollo y otro de ternera. Un buen número de pinchitos con arroz, un tajin de keftas y sopa harira. Todo eso acompañado con abundante pan (¡¡Que me gusta!!) aceitunas, patatas fritas, y tomate triturado con aceite y sal. Agua, té y dulces. 38 €. Mucho más copiosa que la noche anterior en los puestos y más barata.

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Las vistas, ya os digo, extraordinarias. Allí sentados –oyendo al Almuecín orar justo enfrente nuestra y otros tres, en la lejanía, contestándole– nos sentimos invadidos de una paz y un bienestar impensable en cualquier ciudad europea. Es un verdadero gozo. Esperamos a que la noche cayese sobre la Koutoubia y la plaza se iluminase con miles de puntos de luz que le conferían su aspecto mágico e intemporal característico. Vuelvo a indicar que es una imagen imborrable que siempre nos acompañará y que me gustaría compartir algún día  con algunos de los que estáis leyendo esto ahora.

«¡¡MUCHO CÚSCUS, ALIBÁBA!!»

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Volvemos al zoco, pues Father le había echado el ojo a unos magníficos cinturones de buen cuero que respondían a sus deseos en cuanto a calidad y tamaño. Es allí donde se fragua la mítica frase que definiría nuestro viaje. Entramos como quien  no quiere comprar nada. Pregunto; el viejo moro malandrín, sólo hacía probarme cinturones que yo sabía de antemano que me estaban estrechos. No sé con qué aviesas intenciones, me levantaba la chamarreta, me abrazaba, una y otra vez. Pasaba el cinto por mi cintura, me estrechaba entre sus brazos, y al comprobar que era chico, me decía tocándome la barriga… «¡¡Mucho cúscus, Alibába!!» y se iba a por otro sin hacerle el menor caso a mis indicaciones. Así, unas cuantas veces, hasta que yo le dije: «¡¡Antonio!!  ¡¡Éstos!!Dos cinturones magníficos me llevé por fin. De un magnífico y recio cuero fabricados por él mismo en aquel taller y probados con fuego delante mía para demostrar su autenticidad. Al final, los dos cinturones, unos cuantos magreos al progenitor de los Gorgonzola, y una frase para la historia, 15 €. Una ganga. «¡¡Mucho Cúscus Alibába!!» Ainsss…Creo que me he enamorado…

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Compramos especias  y nos vamos. Al pasar por el sitio del tipo de las serpientes, le arrojé –en un acto de compasión y justicia– un par de Nolotiles a la bicha que aún se encontraba habitando el país de la migraña. Me hizo un burla despectiva con la lengua y con los ojos enrojecidos me mandó a toma «¡Mucho Cúscus!». Decidimos volvernos ya para el hogar (donde me esperaba el maldito colchón) tras tomarnos otros riquísimos zumos de aguacate y granada con naranja en la plaza.

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Paseábamos mirándolo todo con atención en dirección al Riad; nos comimos en el camino, en una confitería con un aspecto tirando a cutre, unas maravillosas milhojas de crema con un hojaldre exquisito y  unos crujientes dulces de  pasta brick rellenos de plátano con almendras que nos inundaba el paladar de perfume (se me perdone la mariconada). Eso del comer dulces imprablemente, es lo que tiene el viajar con el sahib N’Chego.

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Por fin, subimos para acabar el día –con un mar de risas y unas chicas cántabras que también estaban alojadas allí– a la preciosa azotea del Riad dando buena cuenta del ron y de los productos típicos de la tierra, para después, irnos a descansar y prepararnos para la siguiente jornada.

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No se lo creerán ustedes, pero el terrible cansancio pudo más que mi reticencia hacia el puto colchón y me quedé absolutamente frito en cuanto me acosté. El cansancio, o lo que fuese, es lo que tiene. Soñé con las películas Anaconda y Cabriola…

***

To be continued…

REGAL-ARTE

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REGAL-ARTE

Estoy viendo estos días -que se adivinan de consumo renacido- muchas recomendaciones encaminadas hacia un gasto racional en la compra y la coherencia en la elección del comercio apropiado. Esto es, el de realizar las compras fuera de los enormes espacios de las grandes superficies (con condiciones laborales injustas y abusivas para sus trabajadores) y apoyar con tus compras al pequeño comercio familiar y autónomo, que en mucho casos, puede ser pequeño en tamaño, pero muy útil y aconsejable en cuanto a originalidad, en atención y en precio. Por la cuenta que les trae.

Muchos son los mensajes -muchas las recomendaciones, insisto- que van dirigidas en ese sentido. Y yo, desde aquí, quiero defender esa opción para estas navidades que están  entrando. Nada hay, para mí, más agobiante que entrar en una de esas enormes cárceles -cuyas puertas de salida no se asoman apenas al exterior- con una atmosfera pesada y claustrofóbica  y mostrando un género que adolece de la más mínima originalidad, cuando no, de la dosis necesaria del buen gusto que se le supone. Al margen, de que los grandes centros comerciales y las franquicias de moda, solo ofrecen cosas que carecen de cualquier atisbo de particularidad y personalidad. Por supuesto de creatividad e imaginación. Cosas que son, en la mayoría de los casos, de la producción en cadena.

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Así que ahora mismo os voy a hacer una recomendación que en realidad es un regalo; una recomendación muy original y a la vez interesante: Regálate arte. Regal-Arte

Ahí va:

Mi querido amigo Jose Luis «Tato» Zambrano, posee -ya lo he dicho alguna vez por aquí- un talento artístico innato. Es además -también lo he dicho- enormemente polifacético. Este año, está creando una serie de figuras en barro y piezas de cerámica -todo ello barnizado y cocido en horno- para solucionar a los amigos (con unos precios absolutamente asequibles) ese regalo navideño cuya elección y acierto imposible nos atormenta.

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Piezas firmadas- a mi me encantan- que detentan unos precios muy económicos que son un descanso para unos bolsillos, tan sufridos y escasos, como los que vestimos desde hace algunos años por culpa de esta cruel y miserable crisis. Desde cuadros de temática Marroquí -él tiene casa en propiedad en la Medina de Tetuán- hasta vajillas de cerámica barnizadas y cocidas al horno, (yo le regalé una a mi hija) desde 10 euros la pieza (me atrevo y le pongo el precio) y que conformarán unas mesas tan preciosas como originales. Figuras… Las figuras de barro de Tato Zambrano (las adoro, le he dicho?) tan preciosas cómo exclusivas.

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Andamos Tato y yo metidos en un proyecto común; en una próxima exposición, donde la plástica inimitable y originalísima correrá de su parte -como es natural- y mis textos le darán el abrigo y el soporte que él me pide, y que yo le proporciono con arrobo y con sonrojo; con orgullo y con un poco de insolente atrevimiento.

Mirad las fotos que vienen a continuación. Es una muestra de su trabajo. No creáis que le estoy haciendo publicidad para la venta -no la necesita- os estoy haciendo un favor a vosotros. Escribidle, decidle -si así lo queréis para romper el hielo- que vais de mi parte, y cuando os reciba en su casa -estudio con un té moruno inimitable, ahogado en hierbabuena de su propia cosecha, dejad que os enseñe las piezas que tiene reservadas. los cuadros… A él, no hay cosa que le guste más que enseñar su trabajo y que éste forme parte de vuestros hogares.

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Estos son los datos: Atreveros, os va a encantar esa visita. Ya me lo diréis!

CERÁMICAS DE LA CASA ABSTRACTA

lacasaabstracta@gmail.com

 Regalos para soñar. Regala estas navidades piezas originales. Regal-Arte.

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BAJARSE AL MORO. BULERÍAS DE ZAGORA

BAJARSE AL MORO.

BULERÍAS DE ZAGORA

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“Somo´s Moro´s, Somo´s Ma´s Bien Moro´s

Bajando de un monte, desde el horizonte

Bu´scando la Lu´z

Somo´s Moro´s, Somo´s Ma´s Bien Moro´s

Bajando de un monte, de´sde un horizonte

Llamado Andaluz.”

 

Tabletom -Mezclalina-

 

 

Hay una querencia muy especial de toda Andalucía  hacia eso de bajarse al moro. De visitar irresistiblemente Marruecos, que es cómo le llaman al moro los que no lo tienen a tiro de un par de miles de brazadas entre la corriente.

 Los gaditanos y los malagueños detentamos, si cabe, con más entusiasmo y vehemencia, esa simpatía por los vecinos aluitas; esa atracción hacia su tierra. Allí, nos sentímos en nuestra casa. Será, claro, por la proximidad. Por lo fácil que nos resulta llegar hasta Tarifa y coger un rápido Ferry que nos lleva hasta Tánger y de ahí -por poner ejemplo fácil y cercano- a Asilah que está a un golpe de carretera. Sí desde Algeciras -vía Ceuta- a Tetuán.

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Un brazo de mar -ese par de miles de brazadas que representa el Estrecho- que nos acerca en dos horas a un mundo mágico. Mágico, no ya  por las alfombras voladoras, que haberlas haylas (juro por Abdeslam que he subido en ellas a lomos de té con hierba buena) sino porque es un mundo -cada día menos por descubrir- que aún guarda la esencia y la sustancia que el nuestro ha perdido ya hace muchos años, por un anhelo de modernidad mal entendida.

 Marruecos vive con otro ritmo vital. Con una cadencia armoniosa donde la palabra impaciencia, carece de valor. Y eso, aunque nos produzca  al principio, una cierta ansiedad y nerviosismo, acaba atrapándonos; de modo y manera que cuando volvemos a las “comodidades” de esta desaforada y frenética sociedad de consumo, transpiramos  -por muy poco tiempo, es verdad- una falta de inquietud  y de  preocupación, que para nosotros quisiéramos durante  todo el año.“La presa mata”

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Bajarse al moro es una terapia íntima, indispensable y necesaria. Repara  y vigoriza la mente, como si de una puesta a punto espiritual se tratase.

 Mi querido amigo el polifacético artista Jose Luis “Tato Zambrano” es un vehemente defensor de Marruecos y particulariza mucho en Tetuán. Tanto, tanto, tanto, que se ha comprado casa en la Medina de esta ciudad (Dar Abstract) y la alquila los tiempos en que no la usa él mismo con su familia. Entrad en su página. Preciosa y baratita.

https://www.facebook.com/lacasaabstracta?fref=ts

 Tato, sin él pretenderlo, es conocido en toda la Medina. Por muy lejos que vaya, todo el mundo lo saluda cordial y amablemente: Hola Siluí! Le dicen. Y él, agradece el gesto correspondiendo aunque no tenga ni idea de quien le dispensa el saludo de cortesía. Conoce Tato, las tiendas y comercios, al dedillo. Toda la Medina de Tetuán es su feudo; su territorio. Y es amigo de todo aquel que habita en treinta casas a la redonda de la suya. Yo, por poner un ejemplo, conozco en mis aledaños a un puñado corto de vecinos y pare Ud. de contar. Y me sobran la mitad. “No conozco a la mitad de vosotros ni la mitad de lo que querría, y lo que yo querría es menos de la mitad de lo que la mitad de vosotros merece.” Que diría el mediano Baggins.

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Por eso adoro bajarme al moro. Por eso. Por la amabilidad, por la proximidad que te regalan, por la hospitalidad que te dispensan. Por el reencuentro con los sabores, con los olores. El placer de la vista.

 Hay mucha gente a la que le da un cierto repelús y, en ningún momento, se plantean bajarse al moro para trasladarse a otro tiempo y a otra cultura para enriquecerse de y con ella. Aaayyyns… los moooromieerdaaasss. Dicen los joputas.

 Escribía yo hace algún tiempo -defendiendo a este pueblo- cuando alguien tildó a los marroquíes de “moro mierdas” en estos términos…

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«… Hemos olvidado, querido, que durante 800 años estuvimos invadidos por ellos, con lo que eso acarreó de ocupación bárbara. No hay más que ver las bestialidades de la Alhambra con su reino Nazarí, La Mezquita de Córdoba, La Giralda de Sevilla. Por nombrar los tres ejemplos más indiscutibles. Los Reyes Católicos nos metieron, fíjate tú, en una época oscura. Culturalmente hablando.

También ten en cuenta que el Califato de Córdoba ocupó no solo nuestro Al Andalus, sino toda la meseta central y parte de Cataluña.

La Conquista del Reino de Granada y la expulsión de los moro mierdas conllevó la perdida de una enorme herencia (solo en parte, afortunadamente) filosófica, científica y cultural en cuanto al desarrollo de la medicina y la astronomía. Que decir de la arquitectura. La jardinería. El tratamiento del agua en el entorno.

Los andaluces del foro: Pepis y yo, somos amantes y admiradores del pueblo moro

La Pepis y yo, morimos por un patio fresco y un botijo. Por una acequia y un arrayán. Verdad Pepis?

Porque cuando se tiene a un tiro de piedra Fez y Tetuán. Chefchaouen y Asilah. Tánger. No puede uno permanecer impasible. Y si además, te interviene el espíritu aventurero, y te metes hacia el sur del país en Marrakech, o Assauira. Meknes (como mi hija ha hecho en un coche y con grandes amigos marroquíes) te das cuenta de que tienes a tu alcance un paisaje precioso donde, insisto, aun no se han perdido tradiciones como la hospitalidad, y la conversación pausada.

Y cuando comes mantequilla vendida en la calle sobre hojas de morera y pan inolvidable, el tiempo se detiene.”La presa mata” dicen. “La gente con presa va al simenterio”

El estar sentado en la terraza azul y blanca, con el valle brumoso a tus pies, en Chaouen, tomándote un te dulcísimo con hierbabuena, es un lujo que solo se puede pagar con lagrimas de emoción incontrolada. Y si encimas te fumas una pipita de kifi, meón que meón. Que lo Cortés, no quita lo Pizarro (sic).

Yo desde luego sueño con volver a hablar con Mustafa y con Souad. Y que me sigan enseñando a tener tiempo para mí. Aunque sean unos moro mierdas…»

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Mis queridos hermanos Cumpián, son tan admiradores de Marruecos como asiduos visitantes. Francisco (el Poeta) y Diego (el músico y traductor) compusieron unas Bulerías al alimón. Cada uno escribía una línea, y de ahí surgieron las…

 

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Estas son:

 

#01

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Tú vienes harto de kifi

por los ojos te lo veo

los niños me pidan pan

yo quiero darle y no pueo

Fatima busco trabajo

no hay de donde sacá na

yo me enciendo una pipitas

y me pongo a cavilá

#02

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Zagora cábila mora

rodeá de palmerales

cada vez que voy a verte

se me van todos los males

 

#03

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En Zagora las palmeras

enseñan sus dulces frutos

tu los escondes Fatima

pero yo los disfruto

 

#04

 beuville003

Zagora tiene un río

de agua fresquita

que antes de ir al desierto

va a la mezquita

ni  la mezquita niña

ni el agua clara

juntas son tan bonitas

como tu cara

#05

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El desierto se traga

mis pensamientos

tu cariño mi mora

 lo lleva el viento

 

#06

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Mi morita bonita

vete padentro

que una mora en la calle

fuego por dentro

#07

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Soy morito chiquitito

quiero ser guía

pa enseñá a los turistas

la tierra mía

la mezquita y el zoco

 los palmerales

no es pamí lo que pío

ques pa mi mare

#08

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De Tanger a Marrakech

de Marrakech a Zagora

el desierto, los camellos

y las palmeritas solas

Morita mora trabaja

Trabaja morita mora

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…///…

RECETARIO DE COCINA MARROQUÍ (II)

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RECETARIO DE COCINA

 MARROQUÍ (II)

LAS SOPAS, LOS PESCADOS

Y LAS CARNES.

Sé que mantengo una deuda pendiente con Marruecos. Con el Sur de Marruecos concretamente. Porque todavía, y muy a mi pesar, ese Sur lejano se escapa de mi control en cuanto a visitas pasadas y planes futuros.

Pero con el Norte, Señores míos… Con el Norte de este país vecino, Señores míos… eso, ya es otra cosa.

La primera vez que visité Marruecos, fue en los mediados 70. Y lo visité como debía de hacerse en aquella época, subido a un  Citroen 2 Caballos, y pertrechados -los tres amigos que nos fuimos- con muchísima más ilusión y ganas de aventura que con dinero contante y sonante. Flotando -como mandaban los cánones- en una inmensa e interminable neblina de risas incontrolables y atosigados por humaredas de sabor dulzón.

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Como suele suceder con todas las primeras veces, aquella, fue la más inolvidable; a pesar (o gracias a eso) del desconocimiento del terreno que aún teníamos, y de lo novatos y bisoños que éramos en cuanto a viajar a ese país. De aquel viaje, insisto, es del que más gratos recuerdos guardo en el almacén de mi memoria.

Pasamos el destartalado coche desde Algeciras a Ceuta, para dirigirnos a Tetuán y encaminarnos (después de hacer noche) a nuestro destino final: Chefchaouen. Allí, en la misma Medina, dormimos en una humildísima pensión llamada “La Castellana”. Creo que ahora está muy bien, pero en aquellos tiempos era un verdadero muestrario de humedades -eso si, refulgiendo éstas en impolutas paredes azules-  y una ducha imposible de agua jabonosa estancada difícil de soportar. Nada por otro lado, que tres sanos chavalotes no pudiésemos aguantar.

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Téngase en cuenta, que estamos hablando de un pueblito de Marruecos en plenas montañas del Rif hace algo así como 40 años ya. Anteayer.

La experiencia fue fantástica, ya os digo…Imperecedera en la memoria. Comíamos a base de unos deliciosos y finos panes en los que untábamos una fresquísima mantequilla (que vendían en la calle sobre hojas de moreras) que ríase Ud. de las mantequillas Lorenzanas, Flandes y demás. Pinchitos y keftas a docenas acompañados con té azucarado en la Plaza de la Medina y algún infrecuente cús-cús que nos sabía de maravilla. Una preciosa experiencia aquella que fue el germen de las muy muchas visitas posteriores.

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En los 80, volvimos a ir muchas más veces, pero ya en mejores condiciones económicas en cuanto a condumio y alojamiento. Con un guía de lujo, mi queridísimo amigo Salvi Laporte. De una de aquellas visitas, distingo entre muchas, una anécdota:

Decidimos alojarnos en el mejor hotel de Chaouen: el Hotel Asmaa (hoy llamado Atlas) llegamos los tres coches de la expedición a sus puertas después de un viaje entre bosques verdes y frondosos. El Hotel, está situado en lo más alto de la montaña que observa al pueblo, y allí, nos encontramos con que estaba semicerrado; estaba éste solo atendido por una “cédula de mantenimiento” que creo que nos dejaron alojarnos allí para ganarse ellos un subrepticio sobresueldo. ¡Que entren los pardillos! pensaron los moros en un más que aceptable árabe.

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Entramos y nos recibieron un conserje altísimo y con una cara extrañísima. Tirando muy mucho para feo. Otro que andaba por allí como alma en pena y que no se enteraba de ná y un botones-ordenanza-camarero-chico para todo, que era un pequeñísimo enano con uniforme de color burdeos. El enano más enano que uno pudiera imaginarse: Bajo, gordito y calvo. Una suerte de Danny De Vito a la musulmana manera que Alá confunda.

Pues bien: Yo, llevaba una enorme bolsa amarilla (regalo de bodas) que el ínclito enano se empeñó -para ganarse la propina- en llevar a cuestas pese a mi reiterada negativa. De modo y manera que todos íbamos detrás de él, conteniendo la risa, pues la enorme bolsa, parecía desplazarse ella sola por los pasillos de aquella copia del solitario hotel de la película El Resplandor, porque tapaba completamente al enano y dispuesto mozo. Levitaba la bolsa en el aire mientras se desplazaba ella sol para adelante. Ya te digo!

Alborozo! Que hacemos?  Todos a la piscina, (estábamos solos, como es natural) disfrutando de unas maravillosas vistas… y a la habitación! Las duchas, de agua helada; pues no iban a encender las enormes calderas para ocho clientes. La cafetería (para un té que nos calentara después de la ducha) cerrada por el mismo motivo. En fin…

Al día siguiente, contentos de haber sobrevivido al del hacha en tan solitario establecimiento, dijimos adiós al larguipiri de la cara extraña, al mahara que no se enteraba de ná, y al enano De Vito; les endiñamos propina y pabajo!! Nos mudamos al Parador de Turismo en la Plaza principal de Chaouen.

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Más tarde, ya en los 90, entre otras veces, Santa y yo volvimos solos a pasar algunos días. A la vuelta y dispuestos a pasar la frontera, un policía se empeñó -con la connivencia de un chucho tontopollas y presuntamente amaestrado para esas lides- en que éramos traficantes de drogas al por mayor (no sé yo llevando un Ford Fiesta, que coño de por mayor, pero bueno!) y nos tuvo dos horas registrándonos el coche con el inteligente argumento de que el puto perro olía (en un dechado de capacidad olfativa) a porro dentro el coche. ¡¡¡Aquí se ha fumado haschís dentro del coche!!! Alegó como quien había descubierto la vacuna contra la estupidez. Y nos miraron los dos, poli y perro, acusadoramente.

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Lo miramos con cara de decir:  Ejque venimos de Marruecos, sabusté? Si viniéramos, de la Isla de la Toja, el coche olería a Jabón Magno. Nos dejan pasar a pesar de la reticencia del idiota policía de aduanas y del cánido pariente lejano y tonto de Rex.

Llega el siglo XXI y nos aburguesamos. De aquellos barros estos lodos. O como se diga. Y desde entonces, nos hemos limitado a alquilar una preciosa casa en Asilah en plena Medina con cocinera y limpiadora aparte que nos procuran unas estancias felices y cómodas más acordes con las edades que ya manejamos. Una delicia, que algún día, deberemos de repetir.

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Bueno…y ahora al meollo de la cuestión, que vaya como me he ido por los Cerros de Essaouira. Aquí os inserto un archivo referente a la gastronomía marroquí en general. Sopas, carnes, pescados, dulces…todo un universo de sabores que pongo a vuestra disposición.

Podéis bajároslo desde aquí:

Anne Wilson – Cocina marroqui

¡¡¡Que os aproveche!!! Y no sufráis que tengo más!!!

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…///…

RECETARIO DE COCINA MARROQUÍ: LOS DULCES

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RECETARIO DE COCINA

MARROQUÍ:

LOS DULCES.

Mi querido amigo Carlos de León y Paz (que nombre tan bonito!) me envía un archivo fantástico e interesantísimo. Se trata de un recetario de repostería marroquí.

Mi amigo, que sabe de mi querencia por esas tierras -que el profeta Mahoma guarde en su seno- también sabe de antemano, que no voy a poder resistirme a insertar dicho archivo. Porque no sólo son fotos e indicaciones. No son tan sólo ingredientes y alimentos. Son un muestrario inacabable de sabores que vuelven tanto a mi paladar como al recuerdo. Son olores y miradas también que evoco -como si de ayer mismo se tratase- de los disfrutados en la puerta de salida de la Medina de Asilah. Aquella, que resguardada por dos cañones que escoltan casi el umbral, te da paso a un mercado lleno de viveza y celeridad, de bullicio y frenética actividad en la parte nueva de la ciudad.

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Y digo de colores, porque los puestos de especias, te ofrecen un mar policromático inabarcable. Puestos que compiten en tonalidades, y en igualdad de condiciones, con los otros puestos de frutas y verduras que  recuerdan a los que en tu niñez te acompañaron antes del advenimiento de los plásticos y los “esaboríos y singrasias” envases de poliespán.

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Los puestos de carne con sus cohortes de moscas zumbonas; Las espeluznantes carnicerías, terroríficas para la vista. Aunque que dicho tormento -el de la contemplación- se mitiga y desaparece cuando al comer los productos que cuelgan en los ganchos –a saber que delito habrán cometido, para tan terrible suplicio-  te trasladan a un mundo carente de potenciadores de sabor (la insania gastronómica del glutamato monosódico  y de los insulsos colorantes), a un nirvana de sabores perdidos.

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En Marruecos, puedes acudir a comer (si quieres captar la esencia) a “un restaurante de carretera” donde en una carnicería adosada a este, puedes adquirir un kilo de carne de cordero, para que una vez aliñado con un muestrario secreto de especias morunas, y posteriormente asados, te lo sirvan ensartados como deliciosos pinchitos junto a unas  aceitunas de mil tonos morados -también aliñadas y sabrosísimas- y un dulcísimo vaso de té recién hecho desbordado hasta arriba de hierbabuena (y visitado insistentemente por avispas) que conforman un sabor dulce-salado que es puro Chefchaouen en vena.

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Después de este festín carnívoro, otro té verde se acompaña de unos cuernos de gacela o de unas chuparquías que te procuran un paraíso de dulzor de miel y almendras aromatizadas con agua de azahar próximo al más indeseado coma diabético.

Suele pasar que, en esos lugares -que suelen ser los más auténticos y los más humildes- los manteles de plástico, tengan una cierta pringue. Y que el servicio se demore hasta la espera más interminable. Que las sillas, hace años deberían de haber sido reemplazadas por otras mas nuevas.

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Pero también es verdad, que ese servicio -amabilísimo, casi siempre- adolece de la pesadez del camarero atosigante de la remilgada Europa. Porque comerte una merluza, fresca hasta lo imposible -que hacía pocos minutos reposaba en el suelo de la calle del mercado sobre un papel de periódico y casi moviendo la cola de viva que estaba- conlleva una recuperación y un reencuentro con los sabores y olores perdidos en este nuevo mundo de modernidad que hacen que todos esos “inconvenientes” se obvien y se pasen por alto.

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Ahora, y de la mano de la cocinera marroquí, Rachida Amhaouche,  Carlos de León y Paz (que nombre tan bonito) me hace llegar un libro de recetas de dulce marroquíes que harán las delicias (doblemente) de los que gusten el sabor de la almendra, de la vainilla, de la canela más pura y libre que jamás se hayan probado en este lado del Estrecho de Gibraltar.

Más adelante, también colgaré algún que otro libro de recetas árabes para que aprendáis a hacer Tajines, y Pastelas. Tabulés y Hummus, Cus-cus y Hariras…cocina egipcia y libanesa…en fin…eso será en otra próxima entrada. Muy pronto.

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Este es el documento:

RECETARIO DE PASTELERÍA MARROQUÍ

Que os aproveche!!!

Nota: Fotos sacadas de la página de Rutas de Marruecos.

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