MAMALUISA

MAMALUISA

Casa Centeno fue para mí –todo el que me conoce lo sabe– mi segunda casa. Mi hogar de adopción y acogida. Un lugar del que apenas salía pues allí me sentía verdaderamente cómodo y cariñosamente aceptado. Un sitio donde pasé infinidad de horas de mi vida disfrutando de un ambiente tremendamente familiar que sólo lo igualaba el mío propio.

Casa Centeno fue refugio, asilo y cobijo. Abrigo, albergue, guarida… Centro de mi vida en el centro de la ciudad durante aquellos años en los que se forjó una amistad imperecedera e inagotable con todos los miembros de ese maravilloso clan. Mi familia añadida. Mi otra familia querida.

La responsable de todo ese cúmulo de circunstancias afectivas –no lo duden ni un momento– fue la Mater Familias: Mamaluisa. Todo junto, como a mí me gusta.

Fue ella, el germen de esa naturaleza afable, cordial y sencilla que caracteriza a toda la familia Centeno. Una persona afectuosa y acogedora que tuvo suficientes alas para proteger –y encauzar con su ejemplo– no sólo a sus hijos biológicos sino también a los numerosos amigos de cada uno de ellos. Amigos todos, que nos sentíamos –orgullosos y satisfechos– parte activa y participativa de ese grupo familiar.

Ahora, Mamaluisa –sin tener el detalle de preguntarnos a todos los que la queríamos acerca de lo conveniente de su partida– se ha ido de esta parte tangible de la vida que es el mundo terrenal. Pero nosotros, los adoptados incondicionales, que somos inconformistas y cabezones por naturaleza, hemos decidido rebelarnos contra el sentimiento de despedida y separación y vamos a conservar – en la parte más personal e íntima de nuestra memoria– el recuerdo sencillo, bondadoso y condescendiente de esa maravillosa y dulce mujer. De esa persona atenta y obsequiosa que supo querer desaforada y desinteresadamente a todos los que la rodeamos y tuvimos el honor y la inmensa suerte de conocerla. Descansa en paz querida Mamaluisa. Dejas mucho amor en este mundo y un imborrable recuerdo en mi corazón.

 

Supiste hacer crecer la hierba fresca,

Los árboles, las flores y los trigos

Y ahora se ha secado todo el campo;

El viento te lo has llevado contigo.

Has dejado tu mundo seco y frío

Sombría tu habitación y tu ventana

Y ha parado de crecer aquella rama

Que supo hacer contigo, todo mío.

Ya las rosas solo saben dar espinas

Y un olor amargo, frío y severo,

Será que tú paraste de regarlas

Al llevarte la lluvia con Enero

(Poema de Luis Centeno)

LUIS CENTENO. AMIGO DEL ALMA

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LUIS CENTENO. AMIGO DEL ALMA

 Te veré, amigo mío, en este día;
y te daré mi mirada y mi sonrisa.

 (Luis Centeno)

Ayer, mi amigo más querido, Luis Centeno, cumplió la provecta de sesenta años. Puedo afirmar, lleno de alegría y de contento, que llevamos lado a lado un setenta y pico por ciento de nuestras existencias. Acompañándole fiel y lealmente. Él a mí.

Por la mañana recibí una llamada de otro propio, el Afilado hermano, indicándome la intención de celebrar una cena sorpresa para festejar tan redonda cifra y para proponerme –como asistente especial no consanguíneo junto al Marmolejo Cristóbal– el unirme a dicho evento.

Inmediatamente, cómo es de suponer, acepté la invitación del puntiagudo amigo. Un privilegio que supuso para mí y para mi santa esposa. El honor de pertenecer como miembro de número y reconocido en la familia Centeno, no es el producto baladí de un momento o de una situación puntual. Es el resultado de más de cuarenta años de cariño, respeto, deferencia y consideración mutua. Eso del setenta y pico por ciento que indicaba al principio de este escrito.

Y fuimos, y nos reunimos. Toda la familia más cercana. Los hijos del que cumplía, los hermanos, sus respectivos caimanes y caimanas y, además, Nini, Cristóbal y yo, ya os digo, como invitados de excepción.

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Hoy, antes de escribir estas letras, he hablado por teléfono con Maribel (una de las oficiales) y me han llegado al corazón estas palabras «Sí, Alvarito. Anoche lo pasamos genial. No podía ser menos si estábamos con Luis, sus hijos, sus hermanos y sus dos amigos del alma. A Luis, tú ya lo sabes, lo quiere mucha gente; tiene multitud de amigos incondicionales, pero Cristóbal y tú, sois sus amigos del alma».

Amigos del alma. Suena bien, sí señor. Amigos del alma.

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Yo creo que no es sólo la fidelidad demostrada por ambos durante estas décadas. No es sólo el cariño exacerbado que nos profesamos ni la multitud de momentos que hemos disfrutado juntos. Las mil y una situaciones inolvidables que llevamos en nuestra faltriquera de las experiencias. Es toda una vida juntos. Luis para mí simboliza la perfecta descripción de la amistad. Esa cualidad –a la amistad me refiero– que se ejerce y se hace fuerte cada año que pasa a base de instantes almacenados en el corazón y la memoria y que nunca se ve afectada por la lejanía ni por la ausencia. Tampoco –es sano que las haya– por el conjunto de nuestras discrepancias. Luis y yo siempre hemos compartido nuestro favor a eso de «El aval de la confianza». Ese que te anima a ser amigo de quien lo es nuestro por separado, y eso, nos ha llevado a componer una caterva común de amigos difícilmente igualable.  Una queridísima banda muy difícilmente repetible.

Luis alcanzó ayer la provecta de los sesenta. Y yo, seguiré perpetuamente a su lado. Fiel y lealmente. Al menos –si es que la vida nos lo permite– otros treinta y tantos que ya será una buena fecha para transformarse en humo. Hasta entonces, quiero seguir frecuentando con él esos cutres bares de aluminio, que tanto nos gustan, para seguir envolviendo (siempre) con risas y recuerdos, nuestras palabras sin sentido.

Te quiero, amigo mío, te quiero. Tú lo sabes.

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DESPACHADOS

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He disfrutado mucho, con cada uno de los distintos Luis Centeno que conozco.
Con el Luis compositor, he pisado escenarios y respirado atmósferas artísticas y escénicas. Con el Luis Centeno poeta, he compartido copas en esos bares cutres de putas y aluminios que tanto nos gustan a los dos. Con el Luis Centeno triste y melancólico he recorrido playas y paseos a la luz de una Luna compungida y suplicante. Con el Luis músico he hermanado su guitarra con la mía y he situado mi voz una octava por encima de la suya. Con el Luis Centeno colega, he derribado no pocos muros de humo a golpe de risas y lágrimas nacidas de la carcajada contenida. Con mi querido amigo Luis Centeno –Señor del Negro Anaranjado– he visitado multitud de países acompañándole como fiel escudero; dejándome aconsejar por su experiencia y, a veces, por su subidilla impertinencia. Como amigo franco y verdadero, con mi querido hermano Luis Centeno, he compartido, robándole un poco para hacerla mía, a su propia madre. A su propia familia.

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Después de toda esa vida, que ya dura unos pocos cuarenta y tres años ininterrumpidos, sigo con Luis respirando atmósferas; compartiendo copas, recorriendo playas y paseos, hermanando guitarras y voces, derribando muros, visitando lugares, y por fin, sigo teniéndole retenida, porque yo así lo quiero y no la suelto, esa parte de familia que en su día le robé e hice mía.
Ahora, cuando todas esas cosas por duraderas y constantes, ya se han transformado en parte acostumbrada y habitual de mi vida, sigo pisando escenarios con él aunque de distinta forma; a distintas alturas. Yo, desde el acomodo y la complacencia que proporcionan la oscuridad del asiento espectador. Él desde la luz acusica y fiscal de los focos; desde el centro fastidioso de atención que proporcionan las tablas. Él, destinatario obligado de miradas inquisitivas e interesadas (menos mal para mí) de demasiados pares de ojos.

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Anoche tuve el privilegio de acudir a ver una representación teatral del Luis Centeno actor. «Despachados» se llama. Una obra escrita por el dramaturgo Samuel Pinazo; dirigida por Pedro Lanzas e interpretada por unos magníficos Paco Inestrosa, Miguel Zurita y el propio Luis.
A Paco Inestrosa, la primera vez que lo vi actuando fue en la era de Acuario metido en el alma de madera del Pinocho de Collodi. La última, había sido (antes de anoche) en la fantástica película «La Isla Mínima» de Alberto Rodríguez. A Luis, desde siempre lo sigo. Y Miguel Zurita –con su voz imponente y su capacidad para hacerse con el público– ha resultado para mí un hallazgo como actor y, posteriormente, como persona afable y cercana.

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El trabajo desarrollado por estos tres actores en Despachados, puede considerarse de extraordinario. Durante el tiempo que dura la obra, mantienen –a base de una enorme exhibición actoral– la atención y el interés del público de manera ininterrumpida y expectante. La trama de Pinazo toca varios palos como el de la amistad y la traición; la generosidad y la infamia. Un mundo, el empresarial, tan competitivo como desleal. La inopinada, y mal ponderada, simpleza y la necedad. Los roles de Alvarito, Diego y Babas, voy a repetirlo porque así lo siento, están absolutamente bordados por Inestrosa, Zurita y Centeno; así que no voy a decir nada más no se me vaya a colar algún spoiler indeseado y reviente alguna sorpresa –que haberlas haylas y muchas– de esta muy recomendable obra de teatro. Una obra llena también de guiños de ingenio y de humor.

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La tenéis hasta el 18 de Marzo; todos los jueves y viernes a las 20:00 horas en la sala B del Teatro Cánovas en la Plaza de El Ejido. Precisamente en el edificio colindante a donde Luis Centeno y yo estudiamos COU y que conformó uno de los años mas dichosos de nuestra vida.
Os lo recomiendo muy encarecidamente: Id a ver esta obra de teatro. No os la perdáis; merece muy mucho la pena.

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(Entre Luis Centeno y Miguel Zurita)

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DAME TRES PALABRAS (o seis) Y TE DEVUELVO UN POEMA!

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(Luis Centeno y Anita Iglesias Cumpián )

DAME TRES PALABRAS (o seis)
Y TE DEVUELVO UN POEMA!

Decir que mi queridísimo amigo Luis Centeno es hermano, es volver a decir –que pesadez– una vez más lo mismo. Mi amigo el actor; el mismo que escribe preciosos poemas. Mi compañero el poeta, ese que actúa magistralmente. O mi amigo el incondicional cantante de boleros, el más descarado embaucador –para las que se dejan atrapar en las redes de su voz y su mirada acechante– de mujeres poco precavidas, insensatas e incautas. Pues bien: Mi muy querido, antiguo y leal amigo el actor, el poeta y el cantante, tiene otra vez el gesto y la finura (qué remedio le queda, si yo se lo exijo con la inexcusabilidad por bandera) de volver a pisar las tablas de este blog regalándome cuatro poemas.

Cuatro poemas que tienen su propia historia. Y sus propias víctimas.

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Les cuento:
Verán ustedes, alguna que otra vez, a los artistas –ya sea por la insistencia (y el acoso) de sus admiradores– ya sea por eso del pronto del «motu proprio», les entra la vena generosa. Y contrariamente a sus intereses pecuniarios, van y regalan arte. Véase el extraño caso del pintor Andrés Mérida y su Hiding–Art que ahora pulula por Madrid.

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(Luis Centeno)

A Luis se le ocurrió una genialidad. Propuso –por eso del no regalar arte porque él piensa, que si se regala no toca, cómo la lotería– solicitar a las amistades que se encontrase en el deambular por sus posesiones del Centro de la ciudad, que son todas, solicitar a sus amistades más afortunadas y elegidas decía, que le propusiesen tres palabras, y que, además, le tributasen cómo pago simbólico tres euros. Y él les compondría «quid pro quo» un poema. Un euro por palabra. Tres euros por poema casi regalado.

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Y así comenzó esta historia –a pesar de algún equivocado que imaginó un impensable e injusto interés crematístico– y cuyo resultado (una selección) viene aquí y ahora.

Nota aclaratoria:
(1)
El embrión de esta entrada, tuvo lugar el sábado 2 de Enero de este que corre. Al año me refiero. Y fue durante un picoteo nocturno que se realizó alevosamente en mi casa entre los anfitriones (Santa y yo) con Luis y su Ex-ex Conchoncha: Una de las mujeres que mejor me conoce y que es una enciclopedista reptante (es caimana de número) de las que no se le escapa ni una sola de mis demenciales salidas.

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(2)
Sugerí a Luis que debieran de ilustrar esta entrada, fotografías del magnífico artista Ignacio del Rio; así que ya lo saben: excepto las dos en las que aparece mi «hemmano» Luis Centeno, las demás son de, repito, Ignacio del Río; y desde aquí les doy las gracias. A los dos. A los tres. A los cuatro.

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(Ignacio del Río)

Estos son; ya saben… Dame tres palabras (o seis) y te devuelvo un poema!

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«DAME TRES PALABRAS
Y TE DEVUELVO UN POEMA»

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( ALCOHÓLICO, CONSENSUADO Y VERSO )
17 de Diciembre de 2015. Anónimo.

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Sería mejor, que no me buscaras donde estoy.
Que no me miraras a los ojos,
Cuando los tengo perdidos.
Que no vuelvas tu cara,
Para decirme que estás ahí,
Donde , en realidad, la vida me pertenece.
Sería mejor que olvidaras,
Donde habita mi alegría,
Donde mi abrazo enorme,
Se enreda en la musa decidida.
Que me da la palabra,
El verso roto.
El que me hace ser,
Como si nada,
Un hijo de puta extraordinario,
La mejor persona ante sus ojos.
El más perfecto asesino de mi propia vida.
El alcohólico insufrible.
El despreciado por la gente insostenible.
El amado por los ojos vírgenes,
Que me regala una lágrima inesperada.
En realidad,
Ya no espero mas besos.
Es mas. No los quiero.
Si acaso,
Un tirón de orejas consensuado,
Un ven aquí,
Un beso improvisado.
Un no salgas
Y hagamos el amor como hace tiempo.
Un quédate a mi lado.
Una caricia olvidada que retorna.
Un abrazo.
Sí.
Tal vez sea eso.
Un abrazo.
Y Para que mas?
Tu piel contra la mía,
Tu piel contra la mía,
Y tus poros y los míos,
Erizados Como el primer momento clandestino.
….Acaso quieres más?…
…. Yo no.

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(SORPRESA, INCONDICIONAL Y NEGRA).
8 de Agosto de 2015. Belén.

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No me abruman los silencios
Que me has dejado.
No me hace débil,
tu mirada evaporada.
No es una sorpresa,
quedarme sin tu boca,
la boca que bebería eternamente.
Hasta quedarnos secos,
de saliva y de besos.
No.
No es incondicional tu amor.
Es tu mirada, tus caricias, tus palabras.
Y no.
No se me vuelve la vida negra,
Porque pienses,
que ya no puedo abrazarte.
Es rosa, azul, esmeralda, coral.
Porque imagino tu cuerpo,
en esa playa,
que nos dibujó este amor indisoluble.
Nunca me iré.
Nunca me he ido
Digamos hasta luego….
…. ya nos vemos.

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(MANO, PUERTO, LABIOS, RUMOR, LLUVIA, Y APRESURADAMENTE.)
11 de Agosto de 2015. Carmen. (Especial seis palabras)

Me destrozaron el balcón interminable.
Lloré, mientras veía,
los bocados de hierro en nuestro silo.
Veía caer, poco a poco,
nuestro lecho secreto de aquel puerto,
tuyo y mío.
De nadie más.
Y las lágrimas que corrían por mis mejillas,
me llevaron a ti.
Como un rumor inexplicable,
Y no sé porqué,
de repente llegó a mi cara tu mano.
Y fue, como un sutil consuelo,
para mi corazón adolescente.
Y recordé los labios inocentes,
y mis dedos dibujando nuestros besos.
No puedo olvidar esos instantes,
que precedían a los abrazos primerizos.
Y de pronto, la lluvia….
….mojando nuestro pelo,
Haciéndonos cómplices de la risa,
que sólo es capaz de despertarnos el agua.
Yo te dije, apresuradamente,
«Vámonos, que llueve».
Tu me dijiste….
…..»Espera, vamos a bebernos el cielo»

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(MIEDO, NECESIDAD, MAR, LUNA, ABRAZO, E INELUDIBLE.)
19 de Agosto de 2015. Rosa. (Especial seis palabras)

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Ni una palabra de amor permitiré.
Ni un solo brillo en tu beso emocionado.
Un beso, que sin abrazo, no es nada.
Arrojaré al mar, el miedo de nuestros secretos.
El sexo a distancia,
El placer ineludible,
El deseo inquebrantable de imaginar,
Que mi mano es la tuya
Y mis labios son tus dedos.
No volveré hacia atrás
Para enmendar el principio.
Si acaso,
Te invitaré a la última luna llena de Agosto,
Para que las olas,
En vez de yo,
Te acaricie la piel exagerada,
Que un día tuve en las yemas de mis dedos.
Que quiero recuperar tus besos?
Ya lo sabes.
Que un beso, sin abrazo,
Es como el lenguaje sordomudo Para un ciego?
Ya lo sabes.
Que no quiero tus preciosos ojos, sino tu mirada?
Ya lo sabes.
Y así me ando en la vida.
Buscando en los rincones ocultos de mi alma,
Sin más necesidad que sentirme amado.
Y ni siquiera eso.
Sólo saber,
Que en un instante de tu vida,
Has perdido un minuto,
Pensando en mí……
……. y yastá.

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TRES

TRES

¡Qué extrañas criaturas son los hermanos!
Jane Austen.

-Dulce es la voz de una hermana en la temporada de la tristeza.
Benjamin Disraeli.

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Muchos son –a mi modo de ver– los arrestos que necesitan los actores para exponerse a las miradas de un público atento e interesado, aunque embutido también en el sentido crítico y escrupuloso (a veces cicatero en el juicio y poco generoso en el dictamen) que le proporciona el imprescindible detalle de haber pagado una entrada para asistir a una representación teatral.

Muchos son los arrestos que necesitan, los profesionales de la escena, para dedicarse hoy día a una profesión en la que sus honorarios representan un porcentaje de taquilla y al que, en muchos casos, sólo le conforman el reconocimiento y el calor de la concurrencia.

Cómo se da la circunstancia de que comparto sangre imaginaria con un actor de la talla de Luis Centeno – compadre, amigo fiel y perdurable– resulta que sé de lo que hablo; de una profesión dura y muchas veces desencantada por los resultados de público y por los escasos apoyos institucionales; por la inseguridad y la discontinuidad laboral. Una profesión que siempre lleva como impedimenta un enorme esfuerzo mental y físico para salir airoso de cada una de las aventuras emprendidas. Mil horas de preparación y ensayo. Tres y tres veces más de estudio y memorización. El jugárselo todo a una sola carta cada noche.

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Tres por dos seis son los ovarios –como pude comprobar el viernes– los que se necesitan para salir a escena y exponerse –con esa desnudez a la que obliga el personaje– delante de un público entregado y al que puedes tocar con la mano, para transmitirle un pasaje de disputas y desavenencias familiares, de reconciliación y solidaridad. De ternuras escondidas entre los pliegues del rencor y del resentimiento; de la aflicción y el desconsuelo.

Seis son los ovarios que le echan (a razón de dos, caben a dos) Elena de Cara, Anita Iglesias Cumpián, y Olga Salut para llevarnos a los asistentes a la reflexión sobre tu propia condición familiar; sobre tu propia situación como hermano y cómo hijo. Acerca de las familias que corren el enorme peligro de desmembrarse cuando falta el efecto (y el afecto) «adhesivo» y conciliador de los padres.

Seis son los ovarios que le echan (a razón de dos, caben a dos) Elena de Cara, Anita Iglesias Cumpián, y Olga Salut para llevarnos a los asistentes a la risa y a la alegría reparadora y reconfortante. Esa es la magia de esta obra: La capacidad de llevarte en un instante desde el dolor a la alegría; desde la desolación al júbilo y al contento.

TRES es un espectáculo escénico carente de aparatosidad, en el que una simple olla de conejo con tomate y una botella de coñac de color incierto suplen cualquier aparato ostentoso e innecesario . TRES. Muy recomendable; no se lo pierdan. Todos los jueves y viernes de febrero a las 20:00 en la Sala B del Teatro Cánovas en El Ejido.

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Sobre Apollonia Saintclair y Luis Centeno.

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Sobre Apollonia Saintclair

y Luis Centeno.

El sexo en mi trabajo tiende a atraer a los admiradores
que a menudo me confunden con mis diseños”.

(Apollonia Saintclair)

Fue una muy querida amiga –la marida Anita Iglesias Cumpián– la que me puso sobre la pista de Apollonia Saintclair. Este chica –a Anita me refiero– tiene el don de la ocasión y de la oportunidad para hacerme descubrir a impagables ilustradoras que dominan no solo el dibujo en sí mismo, sino que también poseen la habilidad del trasmitir sensaciones al publico que contempla sus obras. Otra magnifica artista de la ilustración que me subyugó en su día –gracias a su oportuno chivateo– fue Sara Herranz. Otra maga de la perfecta línea dibujada y de la aparente simplicidad en el trazo. Vayamos a Apollonia.

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Apollonia Saintclair va –en cuanto a eso del erotismo y la sensualidad dibujada– algunos pasos por delante de Sara Herranz. Muy por delante; pues sus trabajos –casi en su totalidad dedicados a la figura femenina, aunque salpicada (no es aposta esta palabra) muy de vez en cuando con alguna presencia masculina– rozan lo obsceno y lo sicalíptico. La carnalidad más palpable y evidente. El porno, dicho mal y pronto para entendernos. Apollonia es mucho más directa, evidente y manifiesta. Insolente y procaz. Y eso, me encanta.

Apollonia Saintclair posee un halo de misterio en cuanto a su persona; pues nadie, conoce su verdadera identidad. Nadie. Y al estilo del popular grafitero Bansky, ese halo de misterio, esa fijación por la privacidad, provoca una enorme curiosidad en su público. Esta expectativa, se acrecienta cada vez que publica un dibujo y que ella tiene a bien el colgar en las redes sociales. Trae loco a los censuradores de Facebook con sus trabajos, pues ya os digo, tienen tan alto contenido erótico y tales dosis de lascivia, que violan casi todas esas reglas pacatas, pusilánimes y timoratas que imperan en dicha red social. No sé, la verdad, cuando van a espabilar.

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“Ink is my Blood” La Tinta es mi Sangre, ese es su lema. Dibuja Apollonia con sangre negra. Adora el trazo simple y sencillo. Aunque con esa sencillez, transmite un enorme caudal de efectos y de afectos: Pasión…Lujuria…Deseo…Auto placer y –para quien así lo quiera entender– pecado, prohibición, transgresión y algunas dosis de perversidad.

Empecé a ver los dibujos de esta chica y –como es habitual en mí– las fui descargando en mi disco duro en una carpeta con su nombre para guardarla con mis otras cientos de carpetas de distintos artistas de la pintura. Pero lo que yo esperaba –unas docenas de dibujos– se transformaron en un par de cientos; y eso, porque paré de bajarme más, pues con lo que ya me había descargado, ya tenía muy mucho bastante para realizar la selección que ahora vais a ver en este artículo.

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El estilo de Apollonia Saintclair, está muy influenciado por el cómic. En los trabajos de Moebius, de Guido Crepax o de Liberatore. Pero sobre todo, sobretodo en Milo Manara; uno de mis ídolos del cómic de cuyo trabajo (bueno, de Moebius también) doy buena fe en este blog.

Pero, como uno no para de darle vueltas al magín, se me ocurrió el porqué no acompañarlo con un poema. Un poema que –como podéis apreciar– iría (y va) insertado entre estas palabras de entrada a este artículo y la  selección que he realizado con la obra de Apollonia. Pero claro, teniendo en cuenta la temática de la obra de la artista, no podría ser un poema cualquiera. Debería de ser un poema inédito.

Debería de ser un poema con una carga erótica muy importante. Debería estar escrito –yo, desde el primer momento, sabía quién era la persona idónea– por alguien con la capacidad creativa pertinente. Una persona capaz de hacer textos hermosísimos de amor y de deseo, pero también con la suficiente idoneidad y talento cómo para adecuarse a los requerimientos de mi encargo, aunque ahora, no le corren buenos tiempos de tranquilidad y sosiego.

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Y llamé a mi hermano Luis Centeno. Y le propuse mi plan. Le propuse, y exigí –como sólo los amigos tienen permitido hacerlo– que debería de ser un texto original y nuevo; y tan erótico, que rayase lo pornográfico. Así. Tal cual. Luis, tardó lo que tarda una mirada en decir «!Ponme otra caña!». Y aceptó el reto. Así que en ese mismo momento –eran pasadas las diez de la noche– se dirigió a ese bar literario “de las putas, aluminios y silencios” que tanto le inspira, para escribir mi encargo no sin antes hacerme una aclaración; “Compadre, aclara que es un encargo especifico y dirigido por ti; no se vaya a pensar la gente que soy un salido, un obsceno reprimido y un pajillero”

Yo todavía no entiendo demasiado bien la diferencia entre un salido y un poeta. Éste último, el poeta, con un marcado estilo voluptuoso y sensual; también obsceno y lujurioso a veces; a pesar de su enorme carga de carnalidad y concupiscencia, si él lo quiere así, a pesar de todo ese arsenal verbal que el poeta despliega, el desenlace –sólo separado por la belleza de las palabras– es el mismo: El gozo, la complacencia y el deleite. En definitiva: El catre y el baile más antiguo del mundo que diría mi amiga la Ayuso Sarmale. Pero yo, cómo soy un señor que se viste por los pies y un caballero de los de antes, lo aclaro y aclarado queda. Luis Centeno, no es «un salido, ni un obsceno reprimido, ni, por supuesto, ningún pajillero” (en el sentido estricto de la palabra, claro está). No nos confundamos.

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Este es el poema que le he obligado a crear a mi amigo; no se que dirán Uds. pero a mi me parece el aperitivo perfecto para retahíla que al final de estas letras viene.

***

Y DE ESO ME LAMENTO.

Cada segundo que me pasa por encima, amor, se me hace interminable.
Tan interminable, que ese segundo se me torna en minuto.
Un minuto que hace, mi amor, que no lleno mi boca de tus besos derramados.
Y de eso me lamento.

Cada minuto que me pasa por encima, amor, se me hace interminable.
Tan interminable, que ese minuto se me torna en hora.
Una hora que hace, mi amor, que no lleno mis manos con tus pechos arrebolados.
Y de eso me lamento.

Cada hora que me pasa por encima, amor, se me hace interminable.
Tan interminable, que esa hora se me torna en día.
Un día que hace, mi amor, que no lleno tu sexo con mi miembro entusiasmado.
Y de eso me lamento.

Cada día que me pasa por encima, amor, se me hace interminable.
Tan interminable, que ese día se me torna en año.
Un año que hace, mi amor, que no lleno mi vida de tu aliento.
Y de eso me lamento.

Hace tanto, tanto tiempo amor, tanto tiempo amor… Que no lleno mi boca de tus besos, ni mis manos de tus pechos, ni tu sexo con mi miembro, ni mi vida con tu aliento… ¿Que sabes qué, mi amor? Que de eso me lamento.

(Y me siento absolutamente desolado.)

(Luis Centeno)

***

Disfrútenlo todo. De arriba abajo y de abajo  arriba; por todos lados y rincones; sudando, sobando y ensalivados convenientemente. Que es como tiene que ser, naturalmente.

Que es como tiene que ser.

Apollonia Saintclair:

“La Tinta es mi Sangre”

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ALGO PASA

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ALGO PASA

«Parece amigo que hoy
estás un poco más viejo»

***

(Lo muy último de mi querido amigo Luis Centeno.)

Me lo remite con un lacónico mensaje que dice: «Hermano mío. Haz con ello lo que quieras.» Y sabéis lo que yo hago? Callarme y publicarlo aquí; en el alma de mi blog. Para decirle -ya sabéis, muy calladamente- que los verdaderos amigos (si así ellos lo quieren) no necesitan para comunicarse, ni tan siquiera eso: la palabra. Todo se puede decir con el más absoluto e interminable silencio. Aunque a veces sea -el silencio- incómodo, doloroso e irritante.

Te quiero, amigo mío.

«Sí, que quieres que te diga… Tengo el perpetuo estado de que mi sonrisa no se acabe… El estigma perfecto de la persona adecuada, para suplir los silencios de quien no sabe llorar… Pero, resulta, que yo también lloro… Pero no puedo hacerlo, porque, entonces, se rompería el ciclo hermoso de quien nos hace sentirnos como si nunca pasara nada. … Pero algo pasa, sí, algo pasa… Y en eso me encuentro…entre la soledad y mi eterna sonrisa… Pero algo pasa, te lo digo yo…Algo pasa… Si no, en este momento,… Estaría durmiendo.»

Luis Centeno Messias.

***

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DE LUIS CENTENO Y EL MICROTEATRO.

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DE LUIS CENTENO Y EL MICROTEATRO.

Iba a empezar este post hablando de lo gratificante y estimulante que es bajar al centro de Málaga y pasear despacio, deleitándose, por él. Del disfrutar de los preciosos recorridos cómo ese que va desde esa calle Alcazabilla -que se ocupa de albergar, entre otros monumentos, el Teatro romano y la Alcazaba musulmana- hasta la Plaza de la Merced que es el lugar donde tuvo la ocurrencia de nacer y vivir Pablo Ruiz antes de ser Picasso. Ya sabéis, ese pintor.

También iba a deciros lo bien que sienta, en esa misma plaza, tomarse -en un vaso de sidra- un par de pares de Ron Barceló (con dos hielos solamente) en La Fábrica de los Sentidos; y si se me apura, como se puede, al final de la velada, disfrutar de un reconstituyente (por eso del azúquiqui) cucurucho de helado de turrón de Casa Mira sentado en un banco en plena calle Larios. Todo eso, lo hice anoche. Aunque, y ya para terminar la relación de excelencias, lo mejor y más gratificante fueron, sin dudarlo ni un momento, el deleitarme con la compañía y la conversación impagablemente amena de mis más queridos amigos de siempre. Del trabajo artístico de mi querido hermano Luis Centeno.

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Todo eso está muy bien. Muy, muy, muy bien.

Pero debo de aclarar que, todas esas gratas experiencias, quedaron anoche diluidas -cómo lágrimas en la lluvia- por la contemplación de una obra de Microteatro a la que asistí en un local del mismo nombre en la calle San Juan de Letrán,12. Esa bocacalle (me encanta esta palabra) que va desde el Teatro Cervantes a la antes mencionada Plaza de la Merced. Ya sabéis, esa; la del pintor.

Un paréntesis:
Hablando de teatro y haciendo acto de contrición pública; hablando de teatro, indico, que debo de reconocer que me horripila sobremanera el ser objetivo de miradas ajenas y/o burlonas. Sin buscarlo ni merecerlo; no las soporto. Lo digo porque me da un cierto «yuyu» eso de asistir a determinados actos y ser invitado -sin quererlo- a convertirme en indeseado protagonista.

Por ejemplo, y para entendernos, cada vez que he ido a un espectáculo del Circo del Sol (seis o siete veces; en Sevilla, en Málaga, Barcelona o Nueva York) siempre he temido que me tocara en «suerte» el ser sacado a la pista para risa y divertimento del respetable. Para ser humillado públicamente por el maldito, inoportuno y extemporáneo artista. Verbigratia: A uno que yo me sé, una vez le empezó a dar vueltas con las piernas un funambulista y no acabó hasta dejarlo en el suelo, colorado cómo un tomate y con los pantalones rajados por el culo (desde la rabadilla hasta la bragueta) delante de todos. Una monería.

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Tampoco me molan esas piezas teatrales en las que los actores se bajan al patio de butacas para arrastrar al escenario al incauto -y dejándole en evidencia- sacarle a todo el teatro (menos a él) las risa y el aplauso. A otra que yo me sé, segunda Verbigratia, la enfocaron con una potente luz y empezaron a interrogarla por megafonía en plan cachondeo. Ésta, que había perdido a su marido unos días antes y estaba destrozada, la familia la había llevado al teatro para animarla. Muy oportuno y acertado.

Quiero decir con esto, que -aunque disfruto y me rio muchísimo (con una mezcla de alivio e intolerable crueldad) cuando el elegido para la gloria es otro- no me gusta que los actores descansen su responsabilidad en la representación sobre los espectadores. Son ellos los actores; y son ellos y nadie más, los que deben de carecer de los atributos de la vergüenza ajena y del inevitable pudor que nos interviene a la mayoría de los probos mortales asistentes.

Fin del paréntesis.

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Anoche, sin embargo fue muy distinto. Acudí a ver una nueva forma de teatro que se está imponiendo en Málaga y en otras ciudades de España; el llamado Microteatro. Unas representaciones de alrededor de quince minutos – y que con un aforo máximo de otras tantas quince personas- se realizan en un habitáculo que no excede (así por encimilla) de los seis metros cuadrados. Esa proporción de tiempo, espacio y asistencia, te procura una íntima comunión entre actores y espectadores que hace, esa conexión, que te sientas cómodo, arropado y protegido de la chanza y la burla (nunca de los actores) del público asistente cuando te nombran. Cómo fue el caso anoche un par de veces. Más que nada porque los quince, la mayoría de las veces, suelen ser colegas.

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Mi querido e inevitable Luis Centeno – ese amigo que supera ampliamente la definición de hermandad- me comunicó la obra en la que intervenía: «Terapia de Sueño». Yo, tuve la fortuna de aceptar y me quedé sorprendido; primero por el peculiar local y su amabilísimo servicio; después por ese fantástico sistema -cómodo, práctico y efectivo- de llevar el teatro a un público que -en muchos casos- abominan y huyen de largas funciones, o de sesudos e interminables textos. Pero, sobretodo, me quedé gratísimamente sorprendido por una actuación -la de Luis (y Noelia Galdeano) que supieron llevarnos de la mano, de las risas a la reflexión; de -a través de Faulkner y de un esperpéntico caso de infidelidad- a un inestimable rato de diversión. Luis Centeno ( y Noelia Galdeano) bordan su papel; tanto tanto, tanto, que nos hacen – a su público- sentirnos tremendamente cómodos y atentos. Tanto, tanto, tanto (otra vez) que ni siquiera me importó que me nombrara repetidas veces y me hiciera partícipe de su obra. «Terapia de Sueño» de Paco Baena. Una gozada.

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Si queréis disfrutar de este sistema de Teatro y si, además, queréis regocijaros con un enorme, con un pedazo de actor, como es mi amigo, el 5 de Julio en el Hotel AC Málaga Palacio, repiten el exitoso trabajo del pasado mes de Mayo en dos sesiones de 20:30 y 21:45. «Descubriendo a Mateo» se llama. Lo bueno si breve dos veces bueno. Ya lo sabéis; allí nos veremos. Sin falta ni duda.

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LUIS CENTENO, MI HERMANO.

LUIS CENTENO, MI HERMANO

» No te preocupes, no me he ido.
Porque sigo cogido de la mano,
de quien me dio un enorme abrazo adolescente,
y prometió, eternamente, ser mi hermano.»

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Compañero, ¿Te acuerdas?
Aun tengo el sabor del vino en mis labios
Y aún, cerrando los ojos,
Puedo casi alcanzar la copa que dejamos viva
Temblando ya en la boca embriagada
Compañero, ¿Te acuerdas?
Era tanta arena, tanta playa
Era tanta mar en mis manos
Era tanto y tanto perdí
Era tanta soledad
Y tanta compañía me diste
Compañero, ¿Te acuerdas?

(*) Todo el texto está escrito por el  poeta, actor y músico Luis Centeno. Te quiero, amigo!! Te quiero, Hermano!!

 

UN PASEO CON LUIS CENTENO

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UN PASEO CON LUIS CENTENO

 

… No te preocupes, no me he ido.
Porque sigo cogido de la mano,
de quien me dio un enorme abrazo adolescente,
y prometió, eternamente, ser mi hermano.

A mi amigo Alvarito, a las 02.00 A.M.

         – 11 de Marzo de 2010-

 

Decir amigo es decir, Luis Centeno. Y decir Luis Centeno, es también nombrar a la persona que me usurpó -juiciosa y dichosamente en su día- el calificativo de «Mejor» para ya no abandonarlo nunca jamás de los jamases.

Decir Luis Centeno, es elaborar un coctel de sentimientos y sentires encontrados. Un combinado (inapropiado a veces) que a los verdaderos poetas -esos equivocados que se regodean en lo inexplicable- se creen que para crear belleza hay que estar aderezado con unas cuanta gotas de tormento, angostura y Martini seco.

Decir Luis Centeno es decir distracción y jaraneo; fiesta interminable  y divertimento.

 Decir Luis Centeno, es decir también, conversación pausada y reflexiva. Confidencia que se queda  -arropada y resguardada- en el cobertizo del cariño y la amistad inveterada. Desahogo, bálsamo y alivio.  Declaración no anhelada, muchas veces, de desamor y desconsuelo. Cómo son estos poetas de sufridos!

Luis Centeno, es alegría y distracción.  Alborozo y entusiasmo. Luis Centeno es gloria bendita para el ánimo. De los demás. De los demás. Muchas veces, pienso que debiera de ponerse frente a un espejo, para que -aplicándose su propio parche y medicina-  esa alegría que despliega con los otros, le rebotase a él mismo en un buen guantazo de puro e inevitable reflejo.

Decir Luis Centeno es decir poesía y sentimiento descarnado; y pesarosa; abatida y consternada, porque cagondiós y en tóloquesemenea, que qué poco humor y que pocas risas  (Ay! Mamaluisa!) se aplica -otra vez a veces-  a él mismo. Parece amigo que hoy, estás un poco más viejo y que ya no te miras al espejo, por no notar tus arrugas. Supongo.

Este Viernes 22 del mes de Noviembre del Trece, Volvimos a disfrutar de la mutua compañía; y con Santa y con dos amigas que se presentaron de improviso, volvimos a pisar sus dominios del distrito -para con la excusa de hacerme entrega de un regalo- volver a pasear por ese centro de la ciudad en el que hace demasiado tiempo ya, capeábamos los amores adolescentes, entre Campanas y Quitapenas; Casas Guardias y Floresteles.  Entre recitales de música en los institutos y duetos de guitarra irrepetibles en la playa. ¿Irrepetibles he dicho?

Decir Luis Centeno, es decir amigo. Inevitable amigo, cómo a él le gusta decir. Cómo a mí me gusta escuchar. La otra noche -esa que venía de otra no muy lejana en su casa, esa en la que andábamos  asesinando a un excelso Ron Diplomático de bastantes años- accedió  a proporcionarme un poema que reflejara lo que ahora le atenaza el cuello. Y el corazón. Y ese alma que soporta y sobrelleva de poeta atormentado por el destierro.

Y Luis, que es -aunque no lo parezca-persona puntual y de palabra, me regaló esto que ahora viene, y que cómo siempre, destila sentimiento y emotividad. Delicadeza y ternura. Y como no! una tristeza infinita que sería insoportable si no estuviese impregnada de un cariño y de un amor de los más confesables. Una tristeza infinita, preñada de esperanza hacia aquella que él y yo sabemos, y que nos está esperando allí en la distancia, sabiendo que aquí estamos los dos. Que aquí estamos los dos.

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0-Bis Día 5.

Martes, 19/11/13

Aunque el día tuviera cien horas

y un año durara cien años,

no me apaño.

Me falta tiempo para estar contigo.

En principio, te lo digo como amigo,

pero no te extrañe,

que en mi mente indecorosa,

esté pensando en ti por otra cosa

que no haga falta luces ni testigos.

Perdóname preciosa si te digo,

que mis noches se me han vuelto más eternas

cuando duermo dulcemente entre tus piernas

olvidándome del frío con tu abrigo.

Ya no puedo querer otros abrazos

¡Cómo olvidar tu beso tierno y claro!

que quieres que te diga, veo muy raro,

querer adormecerme en otros brazos.

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