SÓLO UN MOMENTO. ON STAGE

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SÓLO UN MOMENTO. ON STAGE

Se suelen prodigar poco. Por eso, cuando deciden dar un concierto, este es recibido con albricias, regocijo y satisfacción por parte de sus seguidores que no somos pocos. Cada uno de los diez componentes del grupo «Sólo un Momento», cada uno digo, son artistas multidisciplinares y, además, con profesión propia; de modo y manera que no necesitan sus habilidades estéticas, teatrales y musicales para su «modus comendi». De ahí sus contadas apariciones encima de los escenarios y por ende el interés y la expectación que levantan entre el público aficionado a la música, al teatro, a la danza y a las letras (especialmente escogidas de entre los mejores poeta malagueños de hoy y de siempre) cuando, por fin, se deciden a regalarnos su show en directo.

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El sábado 20 de Junio a las 22:00 en la Sala La Cochera Cabaret -y organizado por la Sociedad del Blues de Málaga- tendremos una oportunidad especial y singular de poder disfrutar de un espectáculo único y diferente de lo que estamos acostumbrados a ver encima de un escenario. On Stage.
El excelso Poeta Juan Miguel González del Pino, escribió en su día, una semblanza del grupo después de su memorable actuación en el Teatro Echegaray de la ciudad de Málaga que ahora podéis leer a continuación. Para poneros en antecedentes de lo que se avecina el próximo sábado.
Totalmente recomendable.

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LA REBELIÓN DEL BUEN GUSTO

El hombre al que quebranta una tos muy antigua, lamenta no haber podido asistir al concierto de “SÓLO UN MOMENTO”, en el Teatro Echegaray. Aunque quién sabe si envió su ectoplasma dado la inusitada ocasión de semejante privilegio estético. Este hombre fue informado al día siguiente de la actuación de dicho grupo, por un sensible y culto espectador, José Antonio Quesada que, con ánimo sereno y penetrante, no escatimó, sorprendido, sinceros elogios a la excelente actuación y puesta en escena de tan singular y ecléctica banda.
Ya era hora de que alguien se levantara contra la larga tiranía de la mediocridad que tanto padecemos. ¡Enhorabuena y ánimo!. Frente a la cochambre hegemónica de coleguillas subvencionados, ¡la insurrección de la delicadeza¡; contra la plaga de advenedizos trileros, ¡la noble apuesta por la belleza!; frente a tanta voraz ramplonería monotemática, ¡la rebelión del buen gusto!

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Hace casi media eternidad que conozco a Auxi Toro y a Ami Cumpián. Ambas damas postulan no la utópica y sangrienta revolución permanente trotskista, si no la creación amorosa y diaria que aconsejaba Juan Ramón Jiménez. Auxi viene de los goliardos, de Jorge Manrique, de Quevedo, de Goya, de todos los romanticismos, de Valle-Inclán, de Artaud, del surrealismo, de Ionesco, de Gutiérrez Solana, de la copla española, de Gómez de la Serna, del fado lisboeta y de Emilio el moro. Posee un corazón tierno y vehemente, atemperado por esa dulce melancolía tan propia de los espíritus íntegros y delicados que nunca olvidan que “el niño es el padre del hombre”.

Ami, a quien conozco menos, es más evanescente, con ese laconismo un poco inglés del Grupo Bloomsbury. Esbelta y sensitiva, distante y serena, siempre me ha parecido un trasunto de los artistas prerrafaelistas, con algo de la exquisitez decadente de los hermanos Rossetti, Dante Gabriel y Cristina. Para esta distinguida dama, la filosofía del arte por el arte sigue siendo tan necesaria y cotidiana como el canto del petirrojo.

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Del resto de los componentes del grupo ya iré avanzando mis daguerrotipos líricos conforme vaya adquiriendo mejor conocimiento de ellos.

El hombre al que la lluvia lo devuelve a la infancia, da gracias a la caudalosa amistad de Álvaro Souvirón, que una vez más ha hecho acopio y labor de la mejor escuela de cronistas. Espléndido su blog; contagiosas sus palabras entusiastas; evocadoras las bellas imágenes de tan inolvidable efemérides.

Gracias a todos por creer en la libertad, la justicia y la belleza, ideal impulsor de toda verdadera aventura del espíritu. Gracias por haber entreabierto la puerta para poder vislumbrar al unicornio, aunque haya sido SÓLO UN MOMENTO.

Juan Miguel González del Pino

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LA NOCHE DE BODAS DE OLIVIA

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Este es un relato antiguo (Uno de mis favoritos) que me ha apetecido volver a colgar con otro formato.

Prólogo:

Olivia fue mi queridísima perra. Una Fox-Terrier atípica.

Atípica por dos razones esencialmente:

La primera, porque fue una perra que, aun siendo tal y como os digo, de la fuerte de carácter raza de los Fox Terrier, jamás dio un bocado a nadie, fue cariñosa con todo el mundo y fue también un poco perra de todos los vecinos por su bondad; a pesar de la lógica reticencia de algunos de ellos conocedores de la fama de irascibles que tiene la susodicha raza.

La segunda razón es que gran parte de su vida, desde cachorro, se crió con el otro componente de la familia: nuestro gato persa Gutiérrez. Está amistad atípica, forjó un carácter afable en los dos. De tal manera que cuando nuestros amigos llegaban de visita a casa, no solo Olivia corría a recibirlos a saltos, sino que Gutiérrez también, este sin saltos.

Es por eso que, dada la amabilidad de nuestra perra, no creo tuviera inconveniente alguno en que se haga público lo acaecido en:

LA NOCHE DE BODAS DE OLIVIA
(Y CHAPI)

Aquí la podéis leer:

La Noche de Bodas de Olivia[1]

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LOS POEMAS DE LOS LUNES

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LOS POEMAS DE LOS LUNES

«Amor, siempre he estado sucio de soledad.
Me hice pronto a hablarle tan solo a los espejos»

Tengo que reconocerme el ser un pelín muy mucho deuterófobo. Muy mucho, asaz y bastante. Se me perdone la reiteración. ¿Y que es eso de la deuterofobia? Pues si les digo que “deústera” en griego significa lunes y que lo de fobia no hay ni que explicarlo, supondrán Uds. –y me entenderán perfectamente– que la mañana siguiente a la noche del domingo, sufra este que sus escribe, de decaimiento pertinaz, postración persistente y aniquilamiento duradero y malandrín del ánimo. Al menos 24 horas.

Así que, para evitar tan indeseadas sensaciones, tengo que inventarme los más peregrinos pretextos y motivaciones para levantarme sin tener que renegar de Ergía diosa de la incuria y de la pereza. Pero buscar pretexto para casi tres mil lunes que acarreo sobre mis provectas espaldas han sido, y son, muchos pretextos que argumentar; créanme Uds.

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Escribir sobre un escritor es una tarea ardua y muy comprometida. Difícil y peligrosa. Pero, arriesgándome al fiasco, debo de contar esto que ahora viene sobre Juan Gaitán, periodista y poeta también, porque me lleva proporcionando desde hace algún tiempo, cada Lunes, un inesperado pellizco de ilusión mañanera y quiero agradecérselo. Sus poemas del lunes –siempre, o casi siempre, sin nombre– me procuran un bocado de reconciliación con el maldito y execrable día. Pero no se crean Uds. (otra vez) que es fácil. Porque a veces, las muchas, Juan no se anda por las ramas, y cómo le presupongo la misma fobia que yo, sus “Poemas de los Lunes” suelen salirle tristes, melancólicos y atribulados.

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Pensarán Uds. que entonces… ¿Cómo me ayudan a encarar mi aflicción? Pues miren, yo se lo voy a decir: Por la condición de belleza contenida en cada uno de ellos. Por la ineluctable belleza que detentan cada una de esas compungidas composiciones. Juan Gaitán es un verdadero poeta que – transmitiendo pesar, dolor y tristeza– te proporciona un deleitoso sabor amargo con un regusto final (ahí están los ingredientes adictivos) de preciosidad y delicadeza.

Leer a Juan Gaitán cada lunes – será por esa empatía indeseada que me interviene– me hace comenzar la semana de una forma más resignada, más paciente y sosegada. Más fácil si se me permite la exageración.

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Esta es una selección de sus “Poemas de los Lunes” disfrutadlos; son de una hermosura manifiesta e inapelable. Adictivos; lo que yo os diga.

***

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***
El poema del lunes. A veces me salen tristes.

***
El cansancio es un animalillo
oscuro que me muerde las manos,
magulla mis mañanas,
carga mis tardes,
abrevia mis noches,
y se alimenta
de la minuciosa
lentitud de mi rutina.
A veces calculo
cuánto queda
para el final,
los días que restan
de fatiga.
Vivo así,
pendiente de la meta.
He olvidado mi fe
y no sé dónde regresar.

***

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***

Las ciudades deben
creer en el horizonte,
disolverse en las orillas,
terminar en alguna parte.
Pero tierra adentro
las ciudades no se acaban.
Abruptamente llegan
a sus arrabales y entonces
el amor se desentiende
y luego ya no hay árboles,
sólo grava despeinada
y papeles ya leídos,
y después distancia
y otra ciudad
que es la misma,
seguramente.

***

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***
el mar violeta


Muy al sur, allí donde la línea
del horizonte no puede huir más,
el mar adquiere un delicado
color violeta. Los pocos marinos
que lo han visto cuentan que quien
contempla demasiado tiempo
sus tranquilas aguas enferma de una
incurable melancolía.
En las orillas de este mar anidan
las blancas golondrinas del olvido.

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***

Qué suerte que el tiempo se haga tu amigo,
te regale algún que otro duermevela
Y la calma templada de una tarde.
Que te deje derrochar la mañana
en esas cosas poco productivas
que le daban sentido a la niñez,
cuando vivir era la única urgencia
y los tesoros de este mundo cabían
en un caja de lápices Alpino.
Qué suerte que el tiempo te dé la mano
y camine contigo un rato largo,
sin premuras, sin prisas, sin agobios,
como quien, ya acabada la faena,
de regreso a su casa se entretiene
viendo llegar la noche y su descanso.

***

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A veces me pregunto si el dolor
de estar vivo viene de no saber
con certeza si vivir nos conviene.
Tenemos algunos datos precisos:
La alegría no dura, la pena sí.
El miedo es una piel fría tras la piel
y las nubes dan demasiada sombra.
No parece que sea un buen negocio.
Entonces, amor, como si cantara,
digo tu nombre y de repente es junio.

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Nunca he sabido qué queréis de mí.
Tampoco sé qué puedo daros.
Tengo un cuaderno
en el que trazo planes de fuga,
una larga lista de cancelaciones
y los tres primeros versos
de un poema que no acaba.
Tengo una memoria insomne,
una vida obligatoria
que no aprecio demasiado
y todas las luces estrenadas.
Tengo un tiempo indefinido,
dos o tres palabras condenadas
y la dimensión exacta de mis miedos.
También la tengo a ella,
pero eso no está en juego.

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A hurtadillas te miro. Lees, absorta, un poema
que he dejado olvidado. Sonríes levemente.
Siempre fue tu sonrisa ligeramente triste,
como quien tiene miedo a su propia alegría.
Amor, siempre he estado sucio de soledad.
Me hice pronto a hablarle tan solo a los espejos
y a convertir mis versos en humo de pavesas.
Así es para mí el mundo, desatento y frío,
como es frecuentemente la luz tibia de enero.
No sabes que te miro. Tienes sol en el pelo
y el color de la tarde licuándose en tus manos.
el perro duerme cerca y tu sonrisa triste
calma mi soledad como quien mece a un niño.

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Si me dejaran vivir cien años más
quizás volar no se me resistiera tanto
y resolvería el secreto de cómo hacer
que canten siempre las mañanas.
Si me dejaran vivir cien años más
pediría una prórroga de ti,
que los periódicos de papel
nunca desaparecieran
y que me dejaran escribir
en ellos a diario.
Si me dejaran vivir cien años más
tendría la esperanza de aprender
algo de lo imprescindible.
Sin embargo desde aquí,
desde esta mitad mal despachada,
obesa de silencios,
decepciones y ferocidades,
mi única evidencia es
que hay una razón exacta
para que la vida sea solo
una vez, y no muy larga.

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Si te vas a marchar, si es que vas a abandonarme,
déjame provisiones.
Alguna de tus sombras, no importa si está usada.
Cualquiera me servirá para que vague por la casa,
mire sobre mi hombro cuando escriba,
se deje notar sutil en nuestro cuarto
y me haga llamarte creyéndote de vuelta.
Si te vas a marchar, si es que vas a abandonarme,
no me dejes en la puerta de alguien piadoso.
Compréndelo, no podría resistirlo.
Me he amoldado a la talla de tu amor,
estoy hecho a tus medidas
y no podría ajustarme a una tibieza diferente,
al color de otra mirada, a un modo distinto
de comprender mis silencios.
Si te vas a marchar, si es que vas a abandonarme,
déjame lo suficiente para aguantar un tiempo.
Una luz prendida, un espejo con tu risa,
una carta con tu letra, un pañuelo en un cajón,
tu perfume -ese misterio-,
y el desorden descifrable de tus pasos
cuando caminas descalza.

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Hoy tengo un día de esos, tan frecuentes,
que amanecen del revés, averiados,
y floto con la balsa a sotavento
como quien padece a un dios airado.
Hoy no encuentro el camino de regreso,
malogro sin querer los adjetivos
y, vano como el hueco de mis manos,
se me va la mañana tras los versos.
Hoy hubiese querido bailar contigo,
compartir un baño de sol y calma
y disfrazarnos de algo divertido.
Contar los cristales que lima el mar,
(es más humano que contar la arena)
y adoptar aquella luz desamparada.
Pero, ya ves, amor, no hubo manera.
Me puse del revés la madrugada
Y confundí gorriones con sirenas.

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***
Jugaba bien a la pelota,
tenía una Motoretta roja
le derrapaban las erres en la boca
y el tiempo le cogió manía.
Juntos irrumpíamos en los portales
para romper a carcajadas
su seriedad de mausoleo,
y luego conquistábamos
las calles a esas horas en que
sólo los críos y los chuchos
mandan en los barrios.
Hoy me he acordado
de aquel niño que fue mi amigo
de su bici y de sus erres frenadas.
Habrán pasado cuarenta años
desde aquella tarde en que
la muerte lo buscó temprano,
la tarde triste en que jugué solo.

(Todas las imágenes que ilustran esta entrada son obra de Justina Kopania. Excepto -como es natural- las tres en las que aparece el autor de los poemas.)

***

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LICA VINTAGE. EL SONIDO

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LICA VINTAGE. EL SONIDO

Mezclen Uds. en un vaso enorme unas generosas partes de creatividad, inventiva e imaginación. Añádanle bastante de inspiración y de talento. Súmenle muchísimas horas de experiencia, maestría y destreza; y obtendrán, como feliz resultado, un producto que sin ser nuevo es innovador. Algo que sin dejar de ser eficiente se fortalece con lo enérgico, con lo perdurable y con lo vigoroso. Algo aislado de lo comercial y de lo habitual. Estoy hablando de los amplificadores de válvula y productos que fabrica mi amigo Juan Antonio López, propietario y máximo artífice de Lica Vintage.

Juan Antonio fabrica en su estudio–taller de Algarrobo Costa en Málaga unos aparatos únicos y especiales que son el complemento perfecto para el guitarrista de blues. Para el aficionado a la música en general. 10723072_10152506597582648_775375797_n No es, miren Uds. el recurrente “renovarse o morir” no es eso. Es darle la vuelta a algo ya inventado para engrandecerlo; para embellecerlo hasta transformarlo en una posesión enormemente apreciada. Algo que quedará sin duda, como un clásico renovado y mejorado (envidiados los afortunados poseedores) por mor de la técnica de este afanoso artista. Mi amigo Juan Antonio López es una especie de luthier dedicado a la fabricación de unos inimitables y fantásticos amplificadores a válvulas que conjugan no sólo el sonido típico de las pasadas décadas sino que los dota de una estética moderna, rejuvenecida y fresca que los hace inconfundibles al dejar las tripas al “aire” mediante su caja transparente de metacrilato. Además, si así se quiere, los personaliza debidamente; yo he podido ver el del maestro Raimundo Amador y el del más que maestro Lito Fernández; y puedo asegurarles que no dejan indiferente; ni en cuanto a aspecto; ni en cuanto a sonido. Algo singular, exclusivo e inimitable.

10994333_10206615554653970_5475939188692070236_n(Lito Fernández usando el amplificador)

Juan Antonio empezó en los años setenta, con las válvulas; siguió en los ochenta con la electrónica de consumo, y desde entonces hasta ahora, sin parar, con las válvulas. Tiene diseñado siete modelos de High End y cuatro para instrumentos. Y lo que sabemos que tiene que venir. Son amplificadores de Boutique, hechos a mano punto a punto, técnica de montaje de los años cincuenta y sesenta. Unas maravillas que son –y ahora me repito– únicas e irrepetibles. 11082621_848276035209600_4288334153444362674_n Sonido crudo, así lo definen todos los que lo han probado. Es decir, ese tono que buscan la gran mayoría de los músicos. Pero no se crean Uds. que es cosa baladí el trabajarlos, me cuenta; porque el bicho chivatea todo fallo que se comete. Aún así los que los han probado, los prefieren a otros amplificadores fabricados en serie. Le prometí a Juan Antonio hacer una referencia a sus artículos. En este blog –que huye de la publicidad y no permito referencia alguna a productos que se puedan comercializar– hago una excepción y muestro sus creaciones. Porque así se lo prometí –ya te digo– y porque así yo lo quiero. 10646692_10203952926486919_3204979986127172031_n(Raimundo Amador con su amplificador personalizado)

Lica Vintage Diseño y fabricación de Tube Amplifiers http://www.Lica.es / licavintage@gmail.com

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Raimundo Amador y Richard Ray Farrell)

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EL MORITO JUAN

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EL MORITO JUAN.

“Amigo Álvaro, te envío este trabajo sobre Juan Goytisolo con motivo de su premio y en recuerdo a El Piyayo. Espero que sea de tu gusto y lo coloques en tu estimado blog.”

Me solicita epistolarmente mi querido amigo y congregante en el Centro de Estudios del Talento (CET) Francisco Javier López Navidad el que –si así lo estimaba yo oportuno– incluyese en este blog un artículo de opinión escrito por él en el que hace referencia a la concesión del último Premio Cervantes a Juan Goytisolo.

Como quiera que este blog tiene a disposición del insigne profesor, poeta y escritor, barra libre literaria, en este momento –y sin pensármelo ni tan siquiera un segundo– inserto dicho texto, que me fue entregado en formato .pdf y que yo he pasado a .jpg para su más fácil lectura directa en este sitio.

La docta opinión del amigo se complementa adecuadamente con unos tangos de El Piyayo y unos remates que fueron hechos en homenaje a Manolillo “El Herraor” (sic) íntimo amigo que fue del citado Piyayo aún llevándose ambos más de cuarenta años.

Este es; disfrutadlo!

Que lo difrutéis!

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pacoEl autor: Fco. Javier L. Navidad.

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DE RAFAEL FLORES NIETO “EL PIYAYO”

EL PIYAYO EN LA ALCAZABA

DE RAFAEL FLORES NIETO
“EL PIYAYO”

«..Nací de un vaso de vino de amor,
de una madre hija de una madre de quince años,
al menos ezo creo».

Vaya por delante –y en un ejercicio tanto de franqueza cómo de vagancia– que poco voy a aportar yo a este artículo que ahora estáis leyendo; voy a aportar, lo que se dice un cero patatero en cuanto a cosecha propia. Prerrogativa que es –por otro lado– del que detenta cultos, generosos y dispuestos amigos más dotados que uno para esto del escribir.
Digo esto –curándome en salud– ante la categoría de lo escrito.
Porque lo que ahora primero viene, es obra de mis parientes cercanos (por poderes y querencia) los eruditos escritores Javier López Navidad (la conseguiduría) y de Juan Miguel González del Pino (el precioso texto poético). Y lo segundo, proviene de mi pariente lejano «in law» el experto flamencólogo Miguel Ángel del Pozo Tomé; un texto-entrevista que se publicó en el año 2004 en la revista virtual “Calle del Agua” propiciada y creada por mi querida amiga la poetisa y escritora Mariví Verdú.

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Verán ustedes; para ir contándoles de que va esto:

Hace unos días, cayó en mis manos un fantástico documento sacado de la página cultural «Historia de Málaga» que incluía una entrevista realizada a ese inolvidable personaje malagueño llamado: El Piyayo. «La entrevista» (1936) se llamaba. Por eso de la investigación, y por lo que me voy encontrando en mis pesquisas e interrogatorios, dejé de lado esta entrevista porque me parece mucho más interesante el texto de Miguel Ángel del Pozo; pues incluye fragmentos de dicha entrevista y los mezcla magistralmente con retazos verdaderos de la vida del afamado artista perchelero.

Comentándolo con amigos y familiares, salió a relucir también un texto que el Poeta (siempre lo pongo en mayúsculas cuando me refiero a él) Juan Miguel González del Pino incluyó en el libro El Compás y el Lápiz; un libro aquel publicado por la Diputación Provincial de Málaga, con motivo de la I Bienal de Flamenco- cuyos autores fueron: Ángel Idígoras, el mencionado Juan Miguel González y Javier López Navidad. A la sazón, los tres, queridos y admirados amigos de este probo Father Gorgonzola.

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Tomando todo eso que me llega, en su verdadera dimensión informativa, y sobre todo por lo entrañable que resulta para todo malagueño la personalidad cautivadora del Piyayo, por respeto, no tengo más remedio que hacerme a un lado y dejar que otras personas, más capacitadas que yo, conformen esta entrada que ahora comienza, con sus letras.
Esto son unos excelentes textos que abarcando la glosa biográfica, la prosa poética y la entrevista más certera, nos acercan al personaje de Rafael Flores Nieto, más conocido por el apodo de “El Piyayo” .

Empiezo con la reseña de Miguel Ángel del Pozo… Atentos a la corría!

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“Hace 151 años nacía en la calle Arrebolado -Barrio de la Trinidad- un tal Rafael Flores Nieto, más conocido por «El Piyayo». Al parecer era un pobre diablo que sin saber leer ideaba letras flamencas medidas en espinelas. Era un bohemio que tocaba la guitarra como «los propios ángeles» en frase de la madre de nuestro Pepito Vargas. Era un nadie que sin saber música creó un cante singular que hoy no hay artista del flamenco que no lo lleve más o menos fiel, en su repertorio y era un hombre de luces y sombras pero un HOMBRE y MALAGUEÑO.”

“El Piyayo y la Piyaya
Cuando tienen un piyayito
Lo visten de colorao
Parece un salmonetito.”
(Cante preferido de mi cuñao Jose Luis López Harras)

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DE CHARLA CON RAFAEL FLORES NIETO EL PIYAYO,
por Miguel Ángel del Pozo Tomé

  • ¿Qué quién soy?, yo soy “El Piyayo”, Rafael Flores Nieto y algunas veces Rafael Nieto a secas, y yo me sé el porqué. Soy malagueño, perchelero, gitano, flamenco, republicano y hombre de una sola palabra. ¿Quién da más?..
  • “…soy republicano y de los fetén, no de esos de ahora, más frescos que los boqueroncitos victorianos”.

  • Mi mare me parió en el Perchel, dicen, y lo creo, que en la calle Cañaveral o muy cerquita. Mire osté: yo aunque estaba allí no m´acuerdo pero lo tengo mú escuchao, tampoco er día ni el año y ni farta que me hace, así es mejó.

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“…nací de un vaso de vino de amor, de una madre hija de una madre de quince años, al menos ezo creo.

  • Mis primeros recuerdos son las gazuzas, la busca de tó pa llená la tripa vacía, el compartir las hambres y la comía, la alegría gitana de las noches de verano en la calle Zurradores donde me malcrié. Las correrías por mis percheles, calles Cañaveral, la Puente, Pulidero, Polvorista, Guimbarda… ¡yo qué sé!. Las escapadas con mi hermano José al otro lao del Guadalmedina, a onde los ricos.
  • ¿Trabajar?… de tó y de ná: esquilaor de borricos, cerrajero, vendedor de peines y otras baratijas, afanaor de cuanto pillaba, aunque mire osté: “yo, la verdá, nasí con pocos alientos pa eso del trabajo. Alguna vez andé en negocios. Ná, prepararle a algún compadre la venta de un borriquillo viejo. Cosa de tres o cuatro duros. Y me ganaba, cuando más, un corretaje de tres o cuatro gordas. Claro, así perdí yo la afisión al trabajo.¿Pá no comé? Con la guitarra, al menos, se bebe”.

  • El caudal de los gitanos:
    unas tijeras cortantes
    y un guitarrillo mu malo.

    ¿Y de amores?

    • ¿Amores?, a tó: a Málaga, a mi Perchel, del que no salí más que pá estropearme la vía. A los ondulares, a mi guitarro, a las jembras y al vino, al vino que espanta las duquelas de los gitanillos. “mi vazuco de vino blanco con zoda que emborracha menos”.

    El Piyayo y la Piyaya
    cuando salen al camino,
    lo primero que preparan
    es la botella de vino.

    • ¿Mi guitarra?, ¡ay! mi guitarra. Tan vieja y tan desarmá como su dueño, mi mejor y fiel amiga, siempre pegá a mi lao, como una novia.

    Qué gracia tenía el Piyayo,
    a la guitarra del Piyayo
    siempre le faltaban cuerdas.
    ¡Qué gracia tenía El Piyayo!

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    • ¿A los ondulares?, a los ondulares los respetaba y me respetaban. To los civiles de Málaga saben quién es El Piyayo. “Mire osté, un día iba yo camino de la plazuela de Santa María de visita a unos parientes que allí malviven y me para un civil y me dice: oye Rafaé, me han dicho que no sé qué te pasa con las gallinas que en cuanto ves una por la calle sales corriendo detrás de ella… y yo le digo: ”Parese mentira que, siendo osté señó de la Beremérita, le dé osté esa broma al gitano más honrao de la calle los Negros.” El se echó a reí y me dio pa un vasillo. Los civiles saben que yo soy respetuoso con ellos”.

    El Piyayo y la Piyaya,
    cuando van de romería,
    endiquelan a los ondulares
    y les dan los buenos días.

    • ¿Las mujeres?… mujeres muchas, tóas, más de las que podía y de tó hubo, malas y buenas…La Chunga, que escapó o se la llevaron lejos después de tres días de amor, estrenando nuestro primer jergón regalo de los “primos” y amigos del barrio, dicen que a La Línea o a Estepona, y de la que nunca supe y que me dejó marcáo por la tristeza.

    Naciste de mala ralea,
    no lo puedes remediar;
    la mujer y los caballos
    por casta se han de buscar.

    La mujer que a su marío
    le coge aborrecimiento,
    o está loca del sentío
    o es que busca otro instrumento
    que tenga mejor sonío.

    • La Hampona, que me acompañó media vía, aguantando tó, hasta la miseria, y con la que compartí al que yo tenía por hijo, mi hijastro: torpesillo él, pero no malo, aunque aficionao a las pocas monedas que con tanto trajín y esfuerzo ganaba. También María la Canastera, La Pena ¡qué se yo!.. pero mire osté: toas fuero güenas pá mí.

    El Piyayo y la Piyaya
    cuando estrenan un vestío,
    no se lo quitan del cuerpo
    hasta que no se ha rompío.

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    ¿Y amigos?

    • Pocos y escogíos. Mi amigo Don Fernando Carreras que me socorría, el Chirle y mis herederos artísticos: Manolillo el Herraor, el Trinitario, el señor Antonio “El Mosco” y pare osté de contar.

    Yo tengo el número uno,
    Trinitario tiene el dos
    y el número tres lo tiene
    Manolillo el Herraor.

    Se dice que viajó.

    • Sí, corrí mundo, pero menos del que refieren y casi tó pá mi mal; muerte, cárcel, guerra… ná güeno. Cuentan que estuve en Cuba, en África, en Sevilla… no sé, tal vez.

    Cuando mis ojitos abrí,
    entre la noche y la aurora,
    una bandera española
    fue lo primero que vi.
    También vi cerca de mí
    la linda flor de la yedra
    cuyo nombre me recuerda,
    si es verdad que no me engaña,
    que era Cuba sin España
    una sortija sin piedra.

    ¿Y la cárcel?

    • Si también pizé la cárcel, por mucho y por ná. Por está donde no tenía que está, por alguna ratería, por defendé lo mío y… por salí de mi Málaga, de mi Perchel y mi Triniá a buscá la vía y cruzarse una mala mujé en mi camino.

    El preso cuenta los días,
    el presidiario los años
    y el que está metío en capilla,
    horas, minutos y cuartos.

    • Allí entré por última vez cuando nos liamos a tiros unos con otros y de ella me echaron pá que muriera en la calle como un perro baldao. Esta vez yo, que era inocente, quería quedarme dentro, se comía mal o bien pero caliente, y la celda… un palacio pá mí, acostumbrao a un oscuro y sucio cuartucho.

    Adiós patio de la cárcel,
    rincón de la barbería,
    que al que no tiene dinero
    lo afeitan con agua fría.

    Por la mañana dan pan
    al mediodía el cocío
    y, según tengo entendío,
    por la tarde no dan ná.
    Se forma un algarabán
    de pucheros y cazuelas,
    y el cabo rancho que vuela
    por ver si se encuentra un hueso
    y aquel que no ha estado preso
    no sabe lo que es canela.

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    Piyayo: ¿has muerto?

    • ¡No!. Estoy aquí, con vosotros. Más alto, más espigao que un arenque, más renegrío que nunca. Vivo en mis cantes y en el corazón de aquellos que los recuerdan y aman, aunque mis huesos de pobre, allí en San Rafaé, en el fosal común del Batatá, estén regüertos con otros tan míseros como los míos y sin una humilde lápida que recuerde cuánto os di y cuánto os doy todavía.

    “Calla su vieja guitarra. Sarmentosas, flácidas ,cansadas de rasguear tristemente, las manos del viejo gitano han quedado inmóviles”.

    Artículo de Miguel Ángel del Pozo Tomé, publicado en la revista nº 3 de «Calle del Agua», Edición de Primavera Año 2004

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    Sigo con el texto del insigne Juan Miguel González del Pino; un texto recordando al célebre gitano y narrando su cautiverio durante la guerra de Cuba en aquel país. Este es:

    9484_808417215911326_1971021345037472730_n(El Piyayo; dibujo realizado por Ángel Idígoras)

    “En Cuba, derrumbado en el jergón de la celda de un fortín español, donde purgaba su oprobio, Rafael Flores Nieto, fue visitado por el ángel de Rilke. En tales condiciones sería como concibió la genial idea de crear los «Cantes del Piyayo», fundiendo la culta décima con los tonos patibularios y de germanía de las colonias de ultramar.

    Tienen un cierto sabor lila-dulzón de flores de jacaranda pisadas estas aguajiradas carceleras: ron de caña y vino moscatel en porrón de taberna portuaria.

    Quizás fuera aquel perdido barco del arroz quien lo trajo de vuelta a Málaga, donde se ganaba la vida cantando en tabernas y colmaos, siendo su repertorio tan variado como proverbial su memoria para la entonación de coplillas y romances, que acompañaba con su vetusta guitarra.

    Dormía de este lado del Guadalmedina, donde bebía, no sin cierta generosidad, el blanco y el pintao, dejando el revuelto de aguardiente y los tintos para el otro margen del río, que era el lugar para sus actuaciones y pitanzas, así como de sus encuentros furtivos con una misteriosa trigueña insular, inspiradora de algunas hermosas y más que notables creaciones, que él nunca reconoció como propias, atribuyéndolas antes al infortunio que al amor, tal vez empujado por un hondo sentimiento pesimista, mezcla de fatalismo y pudor, tan propio de los espíritus taciturnos y solitarios”.

    Juan Miguel González

    ***

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    LA FANTÁSTICA HISTORIA DEL FAMOSO VENTORRILLO DE LA PERRA

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    LA FANTÁSTICA HISTORIA DEL FAMOSO
    VENTORRILLO DE LA PERRA

    «Un calañés por penacho
    por cesión de una medusa
    y por lambrequines usa
    dos remos y dos cenachos.
    Estas son, por real bigote,
    las armas de El Jabegote.»

    No me cabe la menor duda de que los gustos y las apetencias culinarias –con el paso de los años– no solo van cambiando sino que además ¡Loor y gloria al buen sabor y al refinamiento del paladar! se van ajustando a lo razonable y a lo sensato; pues vamos adquiriendo, en cuanto a las recetas ancestrales de nuestras madres, la justa y necesaria cordura. Lo platos que antes nos producían aborrecimiento y repulsión, ahora, con una edad moderada y un carácter más o menos lógico y racional, nos parecen la mar de apetitosos. ¿No les suena?

    Pongamos ejemplos personales tan ilustrativos cómo absurdos y disparatados.

    A mí, en mis años mocitos, mozo y poyetón, me resultaba un quinario insufrible el ingerir determinados platos maternos tales cómo el gazpachuelo, las lentejas, la cazuela de fideos, las sopas de ajos y las de naranjas agrias cachorreñas; no hablemos del horrendo y martirizante puchero… una serie de platos de cuchara que hoy, con el pasar de los años resultan , ya lo he indicado, que son los que más me apetecen. Pero no se crean Uds. que la cosa quedaba ahí; también desaprobaba y reprobaba las comidas de ventas y paradas de los caminos; de restaurantes más o menos refinados. Un perfecto maharón estaba hecho, tiene que admitirlo, el que suscribe.

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    Recuerdo muy bien cuando, con mis padres, íbamos a comer a un pequeño restaurante en Los Boliches, llamado “Le Fiacre”, y allí, yo me negaba rotundamente a comer los deliciosos platos que servían y tomaba la actitud obstinada y tozuda del hijo del caudillo hispánico Sopalajo de Arriérez y Torrezno (René Goscinny dixit); es decir, cerraba la boca y amenazaba con morir asfixiado antes que doblegarme ante el terrible suplicio de comerme una (ahora me parece absolutamente apetitosa) sopa de cebolla con su huevo cuajado, su tostada de pan semiahogada en el caldo y un buen puñado de queso Gruyére sometido al martirio de San Lorenzo. Toda ella, servida –como es pertinente, necesario y oportuno– en cazuelita de barro ad hoc, que quemaba como los mismísimos demonios.

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    Y no! No transigía. El imbécil gastronómico que me poseía, no transigía y prefería comerse una hamburguesa y un crêpe en “El Goloso” (también delicioso)) sito en el pasaje del mismo nombre junto a la Plaza de La Gamba Alegre de Torremolinos. Justo donde mis tíos Jorge Huelin García de Toledo y Tía Yiyí –gracias a mi prima Margarita por refrescarme la memoria– tenían un pequeño y coqueto anticuario. Cómo anécdota diré que aún conservo en el salón de mi casa un sofá de caoba de estilo isabelino adquirido por mis padres en aquella preciosa tienda.

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    Bueno, sigo que se me va la olla. Ahora, a lo que vamos:

    A principios de los años 70, mi tío Sebastián Souvirón, también conocido en el ámbito periodístico con el alias de «El Jabegote», toma las riendas de un histórico restaurante (antigua venta) llamado “El Ventorrillo de la Perra” situado en el Arroyo de la Miel de Benalmádena. Allí se citaba lo mas granado de la familia Souvirón Huelin y adláteres; y distraídos por el verbo interesantísimo e inacabable de Tío Sebastián, degustábamos (yo poco, ya os digo) las afamadas sopas del Tío Cachorreñas; los ajoblancos, zoques y gazpachos. La Sopa Quitafollones o una carne al estragón y al hinojo según receta del propio Alfonso de Hohenlohe. Amén de otros platos y postres que ahora mismo vais a conocer. Después, la enriquecedora tertulia de la sobremesa que llegaba, en casos, hasta el oscurecer.

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    Esto que ahora podéis leer es la Verdadera Historia del Ventorrillo escrita por mi tío el periodista y abogado Sebastián Souvirón Utrera, y que gracias a la oportuna cesión temporal de mi querido amigo El Cónsul de Portugal Rafael Pérez Peña, vais a tener la oportunidad de poder leer.

    Que la disfrutéis!!!

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    elemento-decorativo-floral_23-2147486718 ex libris Álvaro(Ex-Libris creado para sí mismo, por Father Gorgonzola, para prevenir posibles casos de saqueos, ratería y pillaje por parte de amigos poco dados  al dispendio dinerario y a la obligatoria costumbre de devolver los libros prestados)

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    UN LUNES DETESTABLE

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    UN LUNES DETESTABLE

    “Con un corazón demolido de sábados,
    con una paciencia construida de anemias,
    con el gran error de no haber sido pájaro.”
    Juan Gaitán.

    “Con el gran error de no haber sido pájaro.” …

    Verán Uds.… Cuando las preocupaciones y el desasosiego ocupan en tu ánimo el lugar que debiera estar habitado por la alegría y por la esperanza; cuando las circunstancias constriñen y oprimen el necesario optimismo, y lo atenaza y le impide respirar libremente, uno añora y envidia–falta de madurez, supongo que es– la total ausencia de responsabilidades y el sentirse dichoso cómo un pájaro libre. Como un perro querido y bien alimentado. Como un pez que ignora la palabra pecera. Como un funcionario inoperante que no echa cuentas ni de días, ni de semanas, ni de meses, ni de años.

    Supongo y me temo, que esta pretensión a la despreocupación y a la calma, es la aspiración del medroso; de aquel que –como dice un querido amigo– no aprieta los puños en la oscuridad y sigue adelante. De aquel que se queja amargamente de lo que la vida (afortunadamente solo en momentos puntuales) indeseadamente, le proporciona.

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    Sin tener en cuenta, el que también nos perderíamos muchas cosas si fuésemos pájaro o perro. O pez (dejemos en paz al funcionario y no lo distraigamos). Nos perderíamos el verdadero y único amor; la más adorada e imprescindible familia. La compañía de los amigos sinceros; los buenos ratos y las mejores sobremesas. La ilusión por lo que se utiliza y se percibe. Por lo que ha de venir. Por lo que se tiene y se sostiene.

    Hoy estoy triste, tengo que reconocerlo. Debe de ser que hoy es lunes. Uno de esos malditos y detestables lunes que comprimen y afligen el alma. Sin conmiseración. Sin piedad.

    O debe de ser –puede que sí; seguro que sí– que he leído un precioso (y tristísimo) poema de Juan Gaitán que me ha producido – aunque por diferentes motivos– una corriente indeseada de empatía con su autor y que ahora mismo – sin tan siquiera pedirle permiso para reproducirlo, pues me supongo el disponer de la indulgencia del doliente– inserto aquí en este blog que no siempre habrá de ofrecerles entradas gozosas y dicharacheras y sí alguna que otra de desconsuelo y abatimiento como es el caso.

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    Léanlo. Si tienen un par de dedos de coraje, léanlo. Pero consideren que hoy es lunes; y no es buen día para según qué cosas.

    Este es ese Poema del Lunes:

    Esta mañana, amor, mientras caminaba
    cansado, como siempre, hacia la caldera,
    empezó a llover.
    Era una lluvia muy fina, apenas lluvia,
    pero me mojó su tristeza y de nuevo
    me sentí infeliz.
    Son estas cosas las que me hacen comprender
    que existo mal, que no es este mi lugar,
    tampoco mi tiempo,
    que son demasiados los yerros que cargo
    y ahora tengo que continuar, amor,
    –no hay posible arreglo–
    con un corazón demolido de sábados,
    con una paciencia construida de anemias,
    con el gran error de no haber sido pájaro.

                                                                       Juan Gaitán.

     ¿No es precioso?… Y de regalo, una canción:

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    UN AMIGO MÍO. (Sous les pavés, la plage.)

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    UN AMIGO MÍO.
    (Sous les pavés, la plage.)

    «Non, rien de rien, non, je ne regrette rien
    Ni le bien qu’on m’a fait, ni le mal
    Tout ca m’est bien egal»

    Tengo una deuda de honor contraída con mi amigo el pintor Antonio Ayuso. Una deuda –tengo que reconocerlo– de esas que no cuestan nada el pagarlas. Un compromiso, voluntariamente adquirido, que quiero dejar resuelto por el honroso método de «la devuelta» que diría el Óscar, camarero jefe e «hijoldueño» de mi bar de desayunos de cabecera que es.

    Tengo en mente, para el pago, el proporcionarle al Ayuso alojo mediopensionista de manera definitiva e inapelable en este blog. Sin carga arrendataria que le atosigue; sin obligación de que abone cantidad monetaria alguna por el consumo de esas bebidas sobrias y enófobas que acostumbra trasegar, puesto que van incluidas, como es natural y de recibo, en el mismo de la Comunidad de Propietarios que le pago yo, gustosamente como arrendador.

    A mi amigo el pintor (que me aseguró lo del proporcionarme fotos de sus obras) le prometí realizarle un post en esta su Comunidad, no tanto como para agradecerle el inconmensurable regalo que me hizo en forma de retrato, sino porque tener aquí a Antonio Ayuso como inquilino, representa un inapreciable regalo para este blog y, por ende, para su Comandante en Jefe.

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    Esto que ahora vais a leer, es una primera entrega de tres (espero) sobre la figura de Antonio Ayuso. Una primera entrega esta que incluye un precioso alegato de su íntimo y apreciado amigo el Poeta y escritor Javier López Navidad. Una prédica en prosa poética que habla de los tiempos del pintor en Francia, de sus trueques de pinturas y dibujos por latas de refrescos y cervezas ignominiosamente abstemias; de la tierra almeriense que compartimos ambos cuando eso del cumplir con los deberes patrios. De su patio plagado de vinagretas o del cuadro de su madre «retrato maravilloso de la mujer que más ha amado, donde la ternura y el alma limpia se manifiestan contundentemente» (sic). De estas cosas y de muchas otras más.

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    Después vendrá otra entrega con texto de mi muy querido amigo el Poeta Juan Miguel González; y después –la última, si así se cumplen las expectativas– con una selección retrospectiva de los trabajos del Maestro.

    Este artículo está ilustrado con imágenes de un París que ya se esfumó en esa playa ilusoria existente debajo de los adoquines (Sous les pavés, la plage.) que los jóvenes idealistas del 68 siempre aseguraron que estaba allí y en la que Antonio Ayuso, estoy completamente seguro, alguna vez se bañó después de zamparse un buen cacho de queso Camembert de Normandie y una copita de Ricard.

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    UN AMIGO MÍO.
    Javier López Navidad

    Mea la perrilla sobre la lata de cerveza que descansa en el suelo de porla o cemento muy aguado y desconchado del patio de las vinagretas; el pavimento se ha resquebrajado con el sol y el paso de los años. Mientras mi sonrisa expresa el estupor ante la licencia canina, el pintor asalta la cocina y trae para acompañar las cervezas y las colas un paquete de galletas María. Todo es alegría en este abierto y luminoso rinconcillo de la casa, donde pululan gatos y perros entre poetas y pintores de blandas primaveras. Sobre el cielo del laurel pasan dos gorriones y algunos chamarices despistados.

    Perros y gatos conviven en silenciosa armonía en la noble casa de los Hidalgo. Unas veces duermen sobre la cama del pintor, otras, juegan entre aceites y pinturas dejando un rastro de babas y pelos en mangos y virolas de los pinceles desperdigados por la sala estudio y que no provocan queja alguna en el maestro, más preocupado por el trabajo que le entretiene que por los humores y juegos de sus animalitos. La bonhomía del artista se refleja en el carácter acogedor de sus perros y gatos que reciben al visitante mansamente y lo acompañan por las diferentes estancias de la casa. Casa ligera de equipaje, de amplios espacios y livianos, pero acertados, ornamentos, que relajan al visitante cuando camina sobre una solería de mediados del siglo XX con aroma de esencia de pino o trementina. A la entrada, en la pared de nuestra izquierda, cuelga el cuadro de su madre; retrato maravilloso de la mujer que más ha amado, donde la ternura y el alma limpia se manifiestan contundentemente. Tendría el pintor dieciséis años cuando plasmó el rostro amable de esta Madonna sixtina malagueña.

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    Gusta Ayuso relatar su paso por Francia; sus mejores años, según él. Habla y habla del país vecino y de sus gentes, de su comida, de sus flores, de sus vinos y de sus quesos y cómo no, de los valses parisinos y las tristes baladas con los sonidos del acordeón y la voz quebrada y melodiosa de Edith Piaf, cantando «Non, je ne regrette rien» y de Ives Montand, con sus «Hojas muertas», que le saltan las lágrimas y que le llevan al sendero melancólico y fatalista sobre el destino; cuenta cómo ambos temas y un queso le acompañaron en su viaje sobre la dura madera del vagón del tren que le traía de vuelta a casa.

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    Muchas veces recuerda los años trascurridos en el Sur de Francia, ¿o estaba al Norte?, trabajando en una quesería. Ganó en peso y francos. Cada mañana iba al trabajo con una baguette bajo el brazo envuelta en un periódico, siempre el mismo, el Ideal de Granada, a modo de disimulo; cada mañana, cargaba con su herramienta favorita: una barra de pan de Viena y mucho y mal disimulado apetito. Manejaba hambre como soldado en maniobras. Autorizado por el patrón de la empresa de comerse los quesos rotos y despostillados, el día que no había ninguno provocaba un par de accidentes. Comer es necesario y sobre todo por la gloriosa libido de los veinte años; cada pulsión amorosa requería una ciega pasión por la leche cuajada y un obligado recuerdo al magno chorizo de Cantimpalos.

    Sobre el terreno grisáceo y amarillo de Viator, arrastra Antonio sus pies, cargando un caballete con lienzo y una lata oxidada de pinturas y pinceles. Lleva más de un mes con el sol en la sesera y el rostro de un capitán entre ceja y ceja, el cual le exonera de ciertas labores militares a cambio del cuadro que le inmortalice con correaje y sable sobre un caballo blanco con los justos lunares. Y Antonio sueña en el mar; y sueña en su infancia y en el sonido del agua al pasar por su puerta.

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    – Don Antonio, me debe en torno a cuatrocientas latas, entre cerveza 0’0 y coca-cola light.

    Se lo dice, no muy severo, el dueño de la tienda de congelados. Y el pintor se queda pasmado por el número y le pide nervioso un cigarrillo; juraría error en el cálculo. Sabe que le mete sin miramientos gato garduño y se queja para sus adentros de esa cantidad que niega haber consumido; según él, 282 latas. Como sabe el endeudado de la pasión por la cacería del demandante, cada mes o cada dos, le lleva un cuadro con motivos cinegéticos, bien de setters y podencos, bien de liebres y conejos, bien de cananas, chalecos o de terribles repetidoras; muy realistas ellos y más prácticos, con los que salda en sencillo trueque sus deudas. Al de los congelados le sabe a gloria cada uno de los cuadros de este maestro del color y la forma; muestra un orgullo desmedido y cierto pavoneo porque sabe lo que adquiere. Cuando hay muchedumbre en el negocio, hace público entre su clientela de que tiene un Ayuso colgado en la cocina que representa una bandada de patirrojas de la Meseta y otro en el salón con seis bravos fox terrier atacando un jabalí que quitan el sentío y le estimulan el apetito. Noble arte, donde los haya, el de la cacería.

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    EXTRAVAGANCIAS GASTRONÓMICAS.

    EXTRAVAGANCIAS GASTRONÓMICAS

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    Nunca hubiera creído, chiquillo, que fueras tan delicado de paladar! ¡Malo, malo, y muy malo! En este mundo hijo mío hay que acostumbrarse a comer de todo, porque no se sabe lo que puede suceder. ¡Da el mundo tantas vueltas!
    Carlo Collodi

    Sin saberlo, comía patatas fritas impregnadas de aceite y queso, con un setenta por ciento de grasa. Sin saberlo, era libre.
    Delphine De Vigan

    María de la O es amiga de María de la A. Bueno…seamos puntillosos, también lo es de la Oíaporculo; pero esta, extrañamente, se mantuvo al margen del delirio gastronómico que ahora os voy a contar.

    María de La O, es alta y “esterilizada” rubia de pelo y guapa de cara. Posee una conversación amena y es simpática a más no poder; también, sabe escuchar; es lo que se llama una perfecta compañía. Todo un dechado de virtudes que se van por la borda cuando observas –durante un almuerzo– cómo saborea con verdadero deleite e incontenible fruición un enorme ojo de un pez recién cocinado por el ancestral y denostado método de “a la espalda”. El pez citado es un bicho llamado por estos lares Voraz. Un bicho llamado por los expertos «Pagellus bogaraveo» y por el vulgo de toda la vida: Besugo. Y no me refiero al ex presidente Zapatero.

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    La situación que os estoy contando, transcurrió hace unos días en uno de los pocos chiringuitos de a pie de playa que quedan en la provincia de una Málaga, ya malacostumbrada al aluminio feísta, en detrimento de la arena y su pegotito de alquitrán. Veréis: A mi amigo Shati, se le ocurrió pedir un Voraz creyendo que era frito (lo confundió con el delicioso Pez Araña) y le /nos plantaron un pedazo de besugo –no me refiero al ex presidente Zapatero– sino al inefable «Pagellus bogaraveo» abierto por la mitad, completamente espatarrao y con su enorme cabeza (también abierta por la mitad) enseñándonos todo el viscerámen y las ideas como es preceptivo y repugnante.

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    El deleite y la fruición, ya os digo, con que María de lo O, chupaba todos los recovecos de la mirla del bicho; el brillo que ganaban sus propios ojos a medida que lamía los del Pagellus y, sobretodo, los comentarios ilustrativos acerca de la ingesta de humedades animales, me tenían ciertamente levantado el estómago.

    Menos mal que –en cierto modo (es falso)– la otra amiga: María de la A, que es bajita de cuerpo. Pelirroja de pelo y guapa de cara. Que posee una conversación amena y que es simpática a más no poder; también, sabe escuchar (y cantar en un coro) y es lo que se llama una perfecta compañía,  me explicaba –para asquear más aún el asco que ya tenía yo– lo riquísimo que era comerse los cartílagos (los roía como una ratoncita) de otro pez llamado Raya que tiene nombre de dosis unipersonal. La Oíaporculo, grá y Adiós, no participaba de tan repulsiva demostración antropófaga. Fue de agradecer.

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    Bueno… viene esta rememoración repulsiva que acabo de referir, porque dicho recuerdo, me lleva a considerar lo distintos que son los gustos culinarios y la enorme variedad de rarezas y extrañas mescolanzas que comemos los mortales omnívoros que somos todos los que andamos sobre dos patas y nos dejamos engañar en las urnas.

    Así que hice una pequeña encuesta entre mis amigos whatsapperos; un somero estudio de mercado (muy apropiado el término) para que me indicasen sus peculiaridades gastronómicas. No se trataba de platos exóticos; porque lo exótico para unos es normal para otros y viceversa. Se trataba de… esas mezclas de sabores, de ingredientes; esas combinaciones alimenticias que le entran por los ojos a Paco y le provocan la arcada a Juan. O vice–berzas.

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    Las respuestas fueron sorprendentes y ahora las vais a comprobar. Pero como hay que predicar con el ejemplo, seré yo el primero nombrando esas rarezas propias; esa “asquerosidades” que me chiflan y que a ojos extraños (no se me va la imagen del ojo besuguero) asombran.

    Vamos allá: A mi me encantan todos los tipos de cortezas de queso. Todas y cada una de ellas; y hablando de quesos, el Camembert contra mas pasado y mas huela a amoniaco, mas me gusta. Me encanta comerme los embutidos con su “pelleíllo”, y adoro la mezcla de plátano y patatas fritas. El jamón de York, me gusta pelín pútrido y la combinación de natillas de chocolate con Kikos es una delicia difícil de superar. Ya está. Ya he entonado el Mea Culpa. Ahora vamos al resto del mundo animal:

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    A mi amigo Girilín, le encantaba comer los bocadillos de chorizo, salchichón y chicharrones espolvoreados con mucho azúcar; y según mi querido MAF, adorador de las partes nobles de Betty Misiego, al ínclito jugador de fútbol Butragueño, le fascinaba el chorizo, pero embocatado con Nocilla; que merendilla!!! Mi bien amada María de la A muere por unas croquetas también bañadas con azúcar o un bocadillo de patatas fritas; y su íntima, ya lo sabéis María de la O, se desmaya ante una caída de ojos y una cabeza patas abiertas y chorreante de babas y jugos…

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    Labioss se pirra por los bocadillos de mejillones en escabeche con paté; adora los bocadillos de aceite, azúcar y unas gotas de Kina San Clemente y al igual que mi querido Tío, Manlio Antonio, no dice nunca jamás que no a los boquerones fritos migados en café con leche durante el desayuno. A mi querida amiga XXXX –no digo el nombre por razones obvias– le encantan las pollas en vinagre (sic) y ahí lo dejo.

    nouar-milk-fed-vealA Shati –no se porqué no me asombra– le encantaba el puré de patatas con patatas fritas y patatas chips de paquete. Y a mi amigo Txope –por eso de que es de Bilbao– le encantan los bocadillos (cómo le preparaba su amatxu) de ajos fritos. También los churros con Coca Cola. Si! He dicho Coca Cola; no Cola Cao.

    A mi adorada Santa –cuando pequeña– le gustaba comerse la cal de las paredes y las cabezas de las cerillas. De ahí su enorme inteligencia (debido a la enorme ingesta de calcio y fósforo) demostrada con su preclara y oportuna elección de pareja. Al artista plástico Zambrano, cuando era joven, le encantaban los lagartos y los pajaritos a la brasa que él mismo cazaba. De ahí supongo su volaera actual.

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    Sigo con la retahíla que no es poca…

    Mi amada Titi nos obsequia de vez en cuando con unas migas con torreznos con chocolate y sardinas asadas; y mi amigo Jesús el Rojo –cuando se va al Oriente– le encantan los pinchitos de escorpión (saben a cochifrito tío!) y también los pulpitos crudos que cuando te los metías en la boca movían las patas. Al Afilado amigo, le encantan las anchoas con leche condesada. Y a mi amigo Rebuscá le encantan los callos sin callos; a su suegra la leche con sal; y a su hijo Mario, le fascinan los bocadillos de arroz en paella. Una locura, lo que yo te diga.

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    Los hermanos Blind comen chumbos acompañados de pan y a las albardillas le hacen un “joyo” en medio y le añaden aceite vinagre y sal. Mi amigo El Largo no tolera el tocino si no es acompañado por un trozo de cebolla cruda. Desde su retiro en el Reino de los Colores, mi queridísimo Antonio Abril me dice que sigue comiendo tiza mojada en tinta; pegándole mordiscos a las gomas de borrar Milán y sacándose los padrastros de Pegamento Imedio de los dedos.

    Doy gracias al Altísimo por no haber sido invitado a comer a casa de los padres de mi amigo Darta. A su madre le pirraba el culo del pollo que había sido guisado. Si en vez de pollo era conejo, era todo un espectáculo horroroso contemplar a su padre devorar la cabeza al roedor: abriéndole la mandíbula y arrancarle la lengua al bicho de un bocado para comérsela. Con eso ya me explico muchas cosas del vástago.

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    En fin…un paseo por el boulevard de los horrores. Tengo que reconocer las pesadillas sufridas esta noche a costa del terrible post que acabáis de leer. Si después de esta lectura, podéis comer sin vomitar, es que estáis preparados para todo. Y si lo hacéis, será perfectamente comprensible.

    Buen provecho.

    ***

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