TATO ZAMBRANO ¡SE ACABÓ LA FIESTA!

TATO ZAMBRANO

Mi querido y viejo amigo –lo conozco desde hace ya más de 35 años– Tato Zambrano, me pidió hace unos días que escribiera unas letras para reseñar su nueva exposición “Se acabó la Fiesta” (del 30 de Enero al 20 de Febrero) que exhibirá –con una muestra de su última producción de figuras modeladas– en el Soho de Málaga. Concretamente en la Galería de Arte El Estudio de Ignacio de Río” sita en calle San Lorenzo, 29 de esta ciudad. De lunes a viernes de 10:00 a 13:30 y de 17:00 a 20:00 h. Los sábados con cita previa.

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Uno que es esclavo de los deseos de las buenas amistades, no pudo negarse y esto que ahora viene es el texto que le escribí y que figurará, en dicha exposición, como información y testimonio. Las fotos que aparecen en esta entrada –y que sirven de aperitivo– de algunas de las obras de Tato, han sido realizadas por los eminentes fotógrafos Ignacio del Río (las “claras”) y por Carlos Canal (las “oscuras”)

No os la perdáis. Os puedo asegurar que no os dejará indiferentes.

 

¡SE ACABÓ LA FIESTA!

_MG_6007web(Foto de Ignacio del Río)

El artista José Luis «Tato» Zambrano (San Sebastián, 1958), me propone describir la idea de una parte de su última producción escultórica que expone en “El Estudio de Ignacio del Río” del 30 de Enero al 20 de Febrero de este año que corre.

Inmediatamente, acepto sin tener en cuenta lo que de responsabilidad, carga y compromiso supone; no sólo por lo que implica de examen y exposición pública de tus palabras, sino porque el mostrar la impresión subjetiva y el propio parecer a la opinión pública sobre lo que se presenta en esta muestra taumatúrgica –con la debida significación y transcendencia – es verdaderamente difícil de asumir.

_MG_5935(Foto de Ignacio del Río)
José Luis “Tato” Zambrano –aparte de amigo de los buenos– es un artista multidisciplinar, polifacético y heterogéneo, un artista que deja en una primera intención los pinceles para centrarse en otra de esas materias que domina magistralmente: El modelado; para después – agradecidos estamos– retomar los pinceles y el horno proporcionando un color excitante y vivificador a los personajes que dan forma a su obra, con su carga implícita de teatralidad –a la idea más o menos dramática–con la que los implica.

24(Foto de Carlos Canal)

Tato Zambrano, recrea –con una mirada grotesca y extravagante, muchas veces desilusionante y ácida y a lomos del desengaño y del más indisimulado cabreo– una sociedad egocéntrica y codiciosa que está abocada a contemplar la desaparición de sus valores; sus virtudes y sus réditos vitales, que como colectividad justa y equitativa, nos correspondería vivir y disfrutar a estas alturas de lo hemos dado en llamar vida. Una vida que ahora está despojando de nuestros anaqueles, las prebendas y las canonjías que, engañosa e ilusoriamente, nos habíamos colocado como acompañantes fijas. Putas finas intangibles de Escort Service que ahora con las penurias y las carencias actuales, no tienen el menor reparo en dejarnos solos y abandonados, en la estacada, con la sola compañía de la desatención y el desánimo.

_MG_5950(Foto de Ignacio del Río)

Porque lo que ha pasado en “Se acabó la Fiesta” es que la existencia, y sus adláteres las consecuencias, –que van de la mano con esa cruel e irreductible intolerancia que proporciona lo inevitable– nos apean de la ficción de un mundo que creíamos gozoso y satisfecho dejándonos completamente en pelotas delante de la realidad y de lo imponderable.

¡¡¡Se acabó la Fiesta!!! Tan de pronto; se acabó la Fiesta tan de repente; tan de sorpresa se acabó, que a muchos pilla desprevenidos y deja sentados en el sofá tocándose la entrepierna como único consuelo. Desnudos de amigos de barras y de jaranas, con la sola compañía de sus propios fantasmas en forma de ratas o mascotas que los contemplan, evitando decirles con la mirada esa infame y cruel sentencia del «Ya te lo dije».

Málaga, Enero de 2015
Álvaro Souvirón.

25(Foto de Carlos Canal)

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LO ÚLTIMO PARA TABLETOM

Juan leyendo

LO ÚLTIMO PARA TABLETOM

Otra vez mi querido amigo, el Poeta Juan Miguel Gónzalez –con su enorme derroche de dadivosidad y esplendidez hacia mí– me escribe para regalarme una nueva obra poética.

Una nueva obra poética que él , sabiendo lo que a mi me gustan las primicias; sabiendo él, lo que a mi me gustan las letras que él confecciona –desde la ilustrada parcela de su maestría – para el grupo Tabletom, tiene la gentileza y la atención de remitirme. Un último poema que tendrá cómo destino –junto a los otros– la inevitable reclusión a cadena perpetua en el próximo trabajo discográfico del grupo Tabletom. Un trabajo éste (el poema) también digo, que me toca muy cercano y familiar; pues reconozco en las letras al amigo guitarrista en su casa haciendo bailar en los trastes, la danza armoniosa y melódica de los dedos, el equilibrio y el orden medido de la escala y  lo imposible del arpegio.

Creo que mi amigo Perico Ramírez, alma mater del grupo Tabletom, también se verá retratado en este trabajo. Si no, juzguen Uds. Mismos.

Cómo siempre…Un placer.

 trio_ramirez_04(Variación sobre una foto original de José M. Cortés)

LEYENDA O FAMA

Mejor un poco de olvido
que mucha y tediosa fama;
leyenda mejor que gloria
rumores antes que palmas.

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Se sienta a tocar de noche
junto a la abierta ventana,
por si vuelve, con la lluvia,
el niño aquel de su infancia.

***
Velar es su viejo oficio,
esperar que en su guitarra
palpite el dolor del mundo,
susurre el dolor del alma.

***
Mejor que pocos lo sepan;
mejor que no lo distraigan
las falsas voces del día,
la triste luz de la fama.

***

Juan Miguel González
Diciembre 2014

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LA PROMESA.

LA PROMESA.

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Me la cruzo casi todas las mañanas cuando los dos nos encaminamos a nuestros respectivos trabajos. Y de esas “casi todas”, todas, me fijo en ella. A veces casualmente; a veces de sopetón en el último momento del cruce. También, a veces, después de haberla buscado con la vista. Es casi como un juego matinal de a dos pero donde sólo uno sabe que se juega, porque yo soy el único que se sabe las reglas y tira los dados.

No es difícil encontrarla; la vista, en este caso, está sometida por la memoria. Y la memoria, está a su vez domeñada por el uso; por la costumbre; por el hábito. El hábito. No saben Uds. que a propósito viene esta palabra.

Viste siempre igual. Invariablemente. Unos pantalones muy pegados –casi leggins– un jersey de manga corta y unas zapatillas deportivas, también negras, que le deben de procurar la única comodidad en su camino. En la espalda una mochila para sus efectos personales. Todo negro. La vestimenta, la mirada, y el reguero de melancolía y desconsuelo que va dejando, todo es negro.

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Siempre va andando. Siempre; los cuatro kilómetros que al menos le calculo yo cada día más otros tantos de vuelta. Siempre con el mismo ritmo de marcha, obligada supongo, por la costumbre. Balanceando acompasadamente los brazos cómo para ayudarla a avanzar más cadenciosamente. Desoyendo insensatamente la advertencia sin palabras que le lanza –como a todos– la temperatura cambiante de cada estación del año. Da igual si es una mañana primaveral agradable; da igual que sea otra calurosa de terral en verano. En otoño camina, imperturbable, arrastrando sin querer hojas a su paso; pero en los días de invierno –es en la temporada en que más me fijo en ella– en esas mañanas en que el mercurio casi no se levanta debido al frío, esas mañana, sin cambiar de vestimenta, (las más frías se permite la indulgencia de unos guantes) sigue andando y desandando su camino cómo si la cosa del tiritar no fuese con ella.

Yo –con esta mente tan calenturienta, cómo imaginativa que tengo– observándola cada día, ya le he puesto causa y razón a su forma de vestir y proceder; y si se me apura, hasta la he situado como funcionaria en un edificio oficial que nos pilla de camino. Ella andando aterida de frío; yo –acomodado en mi coche al amparo de una calefacción tan gratuita como injusta– le he buscado trabajo y motivo de actuación.

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Viste así, pienso yo, porque es esclava de una promesa. De una de esas promesas que se realizan en un momento de angustia a un Dios tan intangible cómo falsamente misericordioso. Un Dios que –tras el compromiso del pago de lo prometido– accede a la petición desesperada; más que nada, para para distraerse viendo como te las arreglas. Dios mío!!! Si se cura mi hija… Si mi marido sale de ésta… –cosas asi– iré de por vida al trabajo siempre andando, siempre con manga corta, siempre desafiando al tiempo. Siempre agradecida.

Y si por mor de la ciencia o del destino –Dios suele estar muy ocupado para ocuparse de nimiedades– su hija se cura o su marido sale de donde estaba metido, esta mujer, será esclava de por vida de su propia superstición. De su propia maldición. Así que sigue andando con una certidumbre y una fe inquebrantable en una providencia roñosa y cicatera que le exige el pago diario por la gracia concedida. Con una paciencia infinita, camina; con una perseverancia sólo comparable a la resignación más obligada.
Me da frío cuando la veo –cómo hoy– andando rítmica, decididamente. Con la mirada al frente fija en un punto imaginario; refugiada en sus pensamientos. Alimentada por una gratitud equivocada que la mantiene viva, y también, muertecita de frío.

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CON UN POCO DE AYUDA DE MIS AMIGOS

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CON UN POCO DE AYUDA DE MIS AMIGOS

«Presta atención y te cantaré una canción e intentaré no desafinar
oh, me las arreglo con un poco de ayuda de mis amigos»

Uno de los tributos mas indeseados, y que se ha de pagar por eso del cumplir edades, es el del contemplar como la vida –impune y cruelmente– te va quitando las referencias que en ese trasiego, te han formado como persona.
Más de cuarenta años han pasado desde aquellos días en los que –por el Reino de Conde Ureña– bailábamos feliz, frenéticamente y obligados por la voz ronca y áspera de un borrachín impenitente que se contoneaba en lo alto del escenario tal si fuese un espasmódico zombi: Joe Cocker. Ríanse ustedes de los Walking Dead y demás zarandajas. Danzábamos agitada y disparatadamente porque así nos lo requería y obligaba el ritmo de «Marjorine», o «The Letter»; o de «Delta Lady» o del “Something goin’ on”. Aunque también, para que mentir, nos movíamos lenta y pausadamente –abrazados y siempre pendientes al roce a la moza intransigente y confundida– con el Dylaniano «I Shall be released» y sobre todo con esa versión fastuosa e inimitable de The Beatles (y la guitarra de Jimmy Page) llamado “With a little help from my friends”.

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Con un poco de ayuda de mis amigos. Con la ayuda de la amistad, como la traducíamos por aquella época.
Joe Cocker, no me quiero extender demasiado, pues quiero que sea él quien hable en esta entrada, tuvo también el detalle – ya lo he indicado– de encandilarme haciendo magnificas versiones (era un versionador –ahora se llaman covers– único y excelso) de mis otros ídolos: Bob Dylan. John B. Sebastian, Beatles, Stones, Leonard Cohen, Animals, Nina Simone o Traffic. Inconmensurable la versión de Lovin’ Spoonful “Darling be home soon”.
Si alguien me preguntara que tema escogería como favorito de este inglés, no me iría para aquel en que la Basinger se dejaba puesto sólo el sombrero tras la persiana. Tampoco lanzaría la gorra de oficial al aire delante de la pava; ni siquiera, fíjense Uds. lo que me atrevo a decir, tomaría Berlín después de Manhattan; porque lo que yo, lo que yo verdaderamente escogería, sería toda su producción que va desde el 69 hasta el 72. Y, si ya me obligaran a mojarme, Mad Dogs & Englishmen (1970) y el Cocker Happy (1971) serían los álbumes elegidos.

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Dos veces tuve la oportunidad de verlo en directo: en la Marbella de 1985 y en las playas de Málaga en el 2007. El primero bastante más borracho que en el segundo.
Descansa en paz viejo amigo. Cuarenta años juntos, sí son muy pocos con la ayuda de la amistad.
Este es uno de los últimos conciertos de Joe Cocker; disfrutad al Maestro. Disfrutad al único, al grande, al irrepetible John Robert Cocker; de Sheffield, Reino Unido.

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EL RELOJ REGRESIVO

1082100405EL RELOJ REGRESIVO

Dos son –de forma muy diversa y generalizada– las etapas del ser humano en referencia al eso del cumplir años. Lo que etimológicamente se llama existencia, edad, longevidad, vida…todo eso. Estas dos etapas, aclaro e indico, tienen una circunstancia que las diferencian de forma notable; vamos allá:

Es la primera de ellas –la que suele darse en la juventud y la adolescencia– en la que nos interviene el deseo fervoroso e impaciente por el cumplir años. El hacernos mayores, es una necesidad imperante y necesaria que pensamos –incautamente– nos aportará una serie de derechos y prebendas horarias que nos harán más libres e independientes. Craso error; pues no caemos en la cuenta de que la vida –interesada y jodidilla como es– nos pone también –en el plato malo de la balanza– deberes, obligaciones y responsabilidades para apearnos del burro; no vayamos a creérnos la panacea de la edad adulta.

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En la segunda etapa –que es esa en la que nuestra cabeza en unos casos necesita tinte, y en otros pelo– ya desengañados de la primera y con la misma intensidad y entusiasmo, nos interviene el deseo –también fervoroso y suplicante– del no cumplirlos. No obstante, aclaro, también hay otra etapa intervalo y más dada entre el género femenino, en la cual se lleva el cumplir años irremediablemente pero no anotarlos en el debe vital; que eso, miren ustédes, es una ordinariez.

Lo más doloroso de todo esto que estoy avanzando, es que el paso intermedio entre las dos etapas –casi toda la vida– pasa en un plis plás. Y a esas alturas finales, ya nos hemos pagado –lo que pertenecemos a una mutua – al menos cuatro entierros.

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Bueno esta reflexión viene a que me he instalado en tooodos mis periféricos (Tablet, ordenadores, teléfonos móviles…) un reloj regresivo de eventos. Es decir le propongo al bicho un evento, pongamos de ejemplo: mi jubilación. Y el condenado recordador, inexorable, inflexible e inapelablemente, va –cómo si tal cosa– quitándome segundos de vida. El hijo de la grandísima puta.

Cada sesenta segundos (van rapidísimos) me quita –el jodido advertidor– un minuto. Los minutos, que todo lo copian, cada sesenta de ellos, se hacen con una hora. Las horas –menos agonías, pero también de su pueblo– cada veinticuatro se fabrican un día. Y los días cada treinta paren un mes; los meses, cada doce, un año. Y así –de esta cruel y despiadada manera– voy cumpliendo años de edad y descumpliendo años de vida.

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Toda esa innecesaria información, estaría bien, si yo no fuese un tipo impulsivo contumaz y reticente y que no estuviese continuamente consultando el tiempo de vida laboral que me queda; lo que me falta para la fiesta de fin de año; o la celebración del cumpleaños de mi prójima. Sin tener en cuenta que pasada esa frontera – a la jubilación me refiero– lo que me quede de duración y perdurabilidad, se contabilizará en tampoco tantos ratos. Y eso, amigos míos, produce un cierto desasosiego, un bastante de canguelo y un muy mucho de grima.

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Así que para combatir esa nueva preocupación que –por la misma cara– me he echado yo mismo encima, y acogiéndome a esa conformidad mentecata que dice que “Mal de muchos, consuelo de tontos”, voy a compartir con todo el que me lea y, además quiera sufrir este quinario de exacta y cruel información, un reloj regresivo que muy amablemente me ha elaborado Iván Chacón por lo cual le estoy enormemente agradecido

El ejemplo que viene en la hoja de cálculo tiene como evento una fecha de jubilación. No obstante, podéis elaborar en distintas páginas de la hoja principal, diversos eventos…Cumpleaños…Fiestas y celebraciones… Citas importantes… Comienzo de vacaciones… Finalizaciones de préstamos o de hipotecas… en fin cualquier cosa que os apetezca, y queráis saber lo poco o mucho de atadura que os queda; solo habréis de cambiar el evento deseado y su fecha de término.

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Espero que os sea útil.

Este es el Documento.

Reloj Regresivo de Eventos

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Disfrutadlo. O algo así!!!

vol300

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NIDOS PARA LOS ESTORNINOS

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Está un poco enclenque y bastante escuchimizado; moreno y arrugado de piel; maneja una desgreñada melena al viento cubierta, a veces, por una gorra de visera de publicidad incierta. También, y para arreglarlo ya del todo, posee una tristísima mirada que le proporcionan dos ojos profundos y oscuros. Apenas levanta –ese de quien hablo– un metro cincuenta del suelo y si pesara más de cuarenta kilos ya serían muchos y demasiados. Podría ser la definición perfecta del descorazonamiento y del desánimo, pero no se lo vayan Uds. a creer del todo.

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Todos los días paso junto a él y ni tan siquiera lo saludo. Maleducadamente. Por no hacer nada, tampoco lo miro a la cara cada día que me lo cruzo, que son todos. Y esa circunstancia, no tengo más remedio que admitirlo, me abochorna soberanamente.

Y saben Uds. porqué no lo saludo? Saben Uds. porqué no lo miro a la cara cada día que me lo cruzo que son todos? Pues porque no nos ha intervenido esa formalidad convencional, precisa y necesaria, que es la presentación. Nadie nos ha presentado. No lo conozco absolutamente de nada. Si no fuese porque todos los días lo veo allí sentado, en la acera o en un escalón, esperando no se sabe bien el qué. Ya sé que nadie nos ha presentado, nadie; pero cada día nos encontramos, él sentado en la diminuta atalaya de su escalón, y yo pasando junto a él como si fuese un inmenso y antipático fantasma.

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Para mi descargo y justificación, me digo que yo no puedo ir saludando a todas las personas con las que habitualmente me cruzo. Por ejemplo: Hay un par de tiendas vacías con sus aburridos dependientes apoyados en la puerta a los que veo siempre; hay también un carrillo de chuches que no es el oficial (el que regenta mi amiga María la gitana) a cuyo propietario también le evito la mirada porque nunca le compro nada; jamás entro en unos cuantos bares tristes –porque no llegan a despegar del todo– y, porque, además, tengo el mío de cabecera. No somos amigos entre nosotros, puesto que, a pesar de vernos cada día que son todos, nadie nos ha presentado y, por consiguiente, ninguno nos saludamos. Pero extrañamente, cada día que me cruzo con el de la mirada oscura –y lo ignoro– se me cae la cara de vergüenza.

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Ya os digo que es enjuto y canijo y además añado que se busca la vida a base de una enorme paciencia –adornada de frío y humedad o de un intenso calor– en una interminable e improductiva tarea. Me lo encuentro cada día en la puta calle que es su lugar de trabajo. Una calle en medio de un polígono industrial sin presente ni futuro y con un pasado seguramente nada glorioso.

Se sienta este hombre, ya lo he dicho, en el escalón de una puerta lateral de una nave de una enorme cristalería al por mayor, y se sienta –y se siente– el gobernador representante de su particular trozo de acera. Más que nada, porque lo es. También vigila –y hace suyo– un enorme contenedor de desechos por lo que pudiera caer. Allí, sentado casi en el suelo, con la ayuda de una pocas herramientas (un destornillador y un martillo, y poco más) va desguazando con infinita parsimonia los muebles y los electrodomésticos que el resto de los mortales tiran al contenedor cuando ya están absolutamente inservibles. El canijo, con una meticulosidad exasperante, va sacando los pocos despojos que le procuran los cadáveres metálicos para venderlos y sacarse muy pocas monedas que le servirán para el sustento diario. Tornillo a tornillo; lamento a lamento; día a día que son todos.

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Tiene tiempo de sobra mientras llega el botín. Incluso para tejer–con tiras de plástico que él mismo elabora y saca de garrafas de plástico– diminutos nidos que cuelga en los ficus que jalonan la calle para que los estorninos, que pululan por la zona, aniden más cómodamente.

Mañana, sin falta, voy a empezar a saludarlo; aunque nadie nos haya presentado. Porque ya no me hace falta. Y estoy seguro, que el agradecerá mi saludo, y yo, agradeceré aún más el suyo. Porque me encanta, sobretodo, que en sus muchos ratos libres –y sin que nadie le obligue a ello– fabrique nidos para los estorninos y los cuelgue de los árboles para que aniden.

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CUMPLEAAAÑOS FÉLIIISSS (II)

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CUMPLEAAAÑOS FÉLIIISSS (II)

CAPÍTULO II.

EL DESAYUNO, EL “PERITIVO”, LA COMIDA Y LA CELEBRACIÓN.

“Tres días hay en el año que se llenan bien la panza,
el santo, el cumpleaños y el día de la matanza.”
(Anónimo)

EL DESAYUNO PANTAGRUÉLICO.

La noche, apaciblemente, había pasado. Nada de lo que arrepentirse sino de haber encontrado los tres clavos de Cristo. Los mismos que tenía clavados en mi cabeza. En el salón de abajo, no se oía ningún Brno! por lo que se podía inferir que el Shati Sheco, aún estaba empiltrado. Rumores sí que se oían. Rumores de los que –cobarde y cagonamente–, se habían acostado antes de que el gallo cantase cuatro veces las en punto después de las doce..

Decidí bajar, más que nada porque no tenía el paracetamol a mano y eso era una circunstancia, que por causas que no vienen al caso, no me podía permitir. Así que me calcé las Crocs con borreguito, me lavé la cara como los gatos, y me bajé al salón cómo los perros, para ver si me comía –por la noche no había ingerido nada sólido– algo que me ayudase a pasar el quinario estomacal.

En la enorme mesa del salón, Girilín había dispuesto todo un plantel de manjares que aún todavía no había yo apreciado estando como estaba ocupado en la tarea de procurar meterme entre pecho y espalda un par de vasos de leche preparando mi estómago para lo que se acercaba. Girilín, subrepticio, furtivo y sigiloso como es, me atacó por detrás elogiando y encomiándome ¡date cuén! la utilidad de las bolsas de basura que había traído para las papeleras de los cuartos de baño… Las bolsas? Las bolsas están de pùuuta madreee… me decía.

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Yo quería morirme por culpa de esa mezcla torturadora e insoportable que produce la conversación matinal y que provoca la bajada de azúcar y la subida de tensión arterial. Ese oleaje en retroceso que el cuerpo, vengativamente, te procura cuando has tratado de envenenarlo a base de ron dominicano y de whisky de edad madura. Ante la insistencia del Agente de Bolsa, no tuve más remedio que acompañarlo hasta el cuarto de baño para contemplar ensimismado – por su utilidad, rendimiento y belleza plástica– cómo unas bolsas desproporcionadamente grandes cubrían unas papeleras inserviblemente pequeñas.

Comenzó la gente a bajar tal si fuese una cabalgata de Halloween. Me deshice como pude de Girilín, y me fui hacia la mesa con una copa de borgoña llena hasta arriba de leche fría.Un enorme repertorio de viandas me esperaba allí. Foie gras Bolado de ese que ya no se encuentra sino en el almacén de coloniales secreto de Girilín. Jamón de York y demás embutidos exclusivos de Ultramarinos Zoilo. Lomo en manteca traído directamente de la ex República Checa. Chorizos de Archidona (donados por Merca y Donna) diversas mantequillas, zurrapas y mermeladas en porciones individuales. Zumos de naranjas naturales recién exprimidos…. en fin. Después de una meditada selección de todo eso y tres cafés con leche, me sentí con ánimo y fuerza cómo para subir las escaleras pausadamente y, tras reflexionar un instante, volver a acostarme.

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A lo lejos, en lontananza, perdido por esas escaleras que varias veces nos subieron al cielo, se oyó un Brno! Shati baja; rompe la baraja!

EL “PERITIVO” Y LA COMIDA INTERMINABLES

El inefable Mohamed –que Alá confunda a él y a su tormento picante– había preparado (y deshuesado) la noche anterior tres patas de cordero para convertirlas en pinchitos. A estos, les habíamos mezclado (me meto yo porque ayudé, con ánimo de aprender el secreto de las especias) éstas más la pertinente cebolla y el perejil muy picado, la sal y el aceite de oliva. Así que cuando bajé –ingenuamente, y para ayudar– me ofrecí voluntario para pinchar la carne, y haciéndome de un Seven Up reparador, con la ayuda final de Placi “el de la Pepa” me puse manos a la pringue. A pesar de los reiterados lavados de mano; A pesar de las duchas abrasadoras; a pesar de los pesares, no hubo forma de quitarme el amarillo de las uñas que me había regalado la puta cúrcuma del demonio.

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Preparé el Bloody Mary y me tomé dos o tres no fuésemos a pollillas.

 

En la terraza de afuera. Las terrazaaas????? Las terrazas están de puuuta madreee, les decía Girilín a las Anacondas que estaban –como buenas ofidias– reposadas al sol. Libando Cervezas y solicitando carnada: Aceitunas rellenas, patatas, Mascarpone con nueces… todo se le ofrecía al mujerío imperante no fuesen a rebelarse y a darnos el día.

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El “Peritivo” no se sabe cómo, dio paso a la pinchitada. Los pinchitos (picantes cómo sus muertos) le hicieron el paseíllo a los costillares; estos precedieron a las morcillas de arroz y a los chorizos criollos; llegó la Familia Sheeeeé! Con la porra y los huevos duros. El caldito de pintarroja nos confortó y las alitas de pollo –por su innata cualidad– se fueron volando en un plís plás. Llegaron los Solo un Momento. Más de todo otra vez. Y al rato, oh! adobado apóstol de Santidad, nos fuimos hacia el salón para dar inicio a la dulce celebración del natalicio del financiador.

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Una infernal lluvia de glucosa, cayó sobre la mesa; Una Palmera gigante de chocolate blanco y Ferrero Rocher con la inscripción “Muchas Felicidades Angelín” abrió la muestra. Una Torta Loca, también gigante. Una torta de especias (una delicia) hecha por Kuky. Dos tartas de queso elaboradas por Pepa “La del Placi” y no se sacó el flan que había hecho mi Santa, porque se lo habían comido los golosos, la noche anterior.

La Grande Bouffe. Marco Ferreri 1973.

LA CELEBRACIÓN DEL CUMPLEAÑOS

Besos y abrazos. Himnos festivos alegóricos al evento (malditos payasos de la tele) Plácemes (el de la Pepa) y cumplidos. Mimos y lisonjas. Entrega del regalo al homenajeado y de la tarjeta de felicitación. Lagrimilla incipiente y discurso breve, conciso y lacónico (con grelos) del agasajado, que entre aplausos y ovaciones, saludaba al respetable que ya estaba loco por dejarse de chalaurítas y empezar la sesión de chupitos y guitarreos varios. Ámonosquenosvamos!

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En cualquiera de nuestros festejos, si se da la circunstancia de que haya una alta concentración de integrantes de la familia Cumpián y adláteres (todos lo somos en realidad) cualquier festejo, digo, se transforma en una muestra artística sin parangón. La música se hace polifónica y el baile se transforma en danza. Y así entre estas dos disciplinas, entre canciones y letras, se pasa la tarde festejando al amigo. Tíran ellos de temas propios, Placi (el de la Pepa) de un inacabable repertorio; tíra Father de Dylan y de temas acústicos y armónicas; Tíra Matarífé de Alhaurín de Cat Stevens y Simon y Garfunkel; tíran las chicas de la Agrupación de Coros y Danzas. Y todo eso junto, debidamente mezclado y aliñado, conforma una fiesta imborrable y divertidísima.

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La tarde se hace noche. La Partida de Continental se hace larguísima por mor de la Maripaz, que no sabe jugar y solicita la eficaz ayuda de Shati y Girilín; y gracias a eso, a la interminabilidad, las carcajadas son incontenibles. La tarde se hace noche. Y el jamón se torna en hueso. Los pinchos que sobran se hacen en la chimenea y todos ya listos para la apoteosis final. Los recitales de armónicas y de guitarras no paran; la guitarras eléctricas rompen el chillerío, y las Anacondas, reptan al son de la música. Un karaoke infernal de desafines varios hace huir a los posibles lobos que pudiesen acechar la hacienda. Y el Father, esta noche, también cobarde y cagonamente se retira a sus aposentos con boca culopollo; mientras, los demás, se quedan –ahogándose en un mar de risas– jugando a las películas.

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A eso de las dos de la mañana, un grupo de ofidias, a los pies de la ventana me cantan el himno tunero “Alvarito de mi corazón” estas, son recompensadas con una impetuosa lluvia de agua mineral que provoca la desbandada general. Muere el último chacal fiestero y el silencio reparador se apodera de la casa. Ha llegado el sueño.

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LA DESPEDIDA

La mañana siguiente, transcurre –en términos generales– de la misma manera que la anterior. Desayuno pantagruélico y recogida de cosas. Reparto de sobras y carga de coches. Cervezas de despedida y vuelta al domicilio habitual. Fin del evento.

Quiero agradecer a Ángel, no solo el tema pecuniario –que también– sino el habernos proporcionado una fiesta inolvidable. Una celebración donde la discusión, la controversia y el altercado no estuvieron invitados. Un festejo cuya principal característica fue el derroche y la largueza de buen rollo. Una especie de congregación generosa de buenos amigos que, con la excusa del cumpleaños de Angelín, nos hemos reunido de nuevo para divertirnos y regocijarnos con la compañía del uno y del otro. Volveremos a hacerlo. No se crean Uds. que vamos a tardar mucho. Eso, se los aseguro yo.

Cumpleaaañosss Féliiisss!!!! En Málaga Circa Noviembre 2014.

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CUMPLEAAAÑOS FÉLIIISSS!!

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CUMPLEAAAÑOS FÉLIIISSS!!

CAPÍTULO I.

EL PRÓLOGO, LA PREPARACIÓN Y LA LLEGADA

Tengo en la bandeja de mi servidor de correo electrónico, entre otros, elaborados tres grupos bien diferenciados de contactos; son los llamados “Amigos”, “Grupo Centro” y “Tuna de Económicas”. Cada uno de estos contactos está felizmente acomodado en su casa virtual y el administrador del sitio, es decir yo, en la de todos. Cómo Dios. Claro está que esa división, por afectos y circunstancias, no quita que los integrantes de algunos de estos espacios, sean comunes. Que algunos de ellos formen parte –en mi aprecio y en mi consideración– a los tres grupos a la vez. Aunque solo a uno de ellos en mi Hotmail; para no liarme yo, para no liarlos a ellos.

Tres grupos de amigos. Tres ambientes dispares. Tres atmósferas distintas. Algún que otro centenar de diversas maneras de entender la vida. De vivirla. De disfrutarla. De amarla.

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Los amigos son esos organismos vivos multicelulares que –a pesar de irritarte muy mucho, a veces, con su forma de ser– son entes indispensables, esenciales y necesarios para que tu vida tenga la cualidad de la imprescindible complacencia, de la alegría y, por fin, del contento. Lo que se llama una vida distraída y placentera. Esto, que os estoy diciendo ahora, (lo de que la amistad es un tesoro… y tal y cual) les sonará a algunos muy afectado y cercano a lo almibarado, y a lo empalagoso. Lo sé. Sé todo eso que estáis pensando ahora mismo… La exaltación de la amistad post celebración del maharón éste! Pero como todo lo que cuento es verdad, y me siento muy agradecido por ello, tengo que comunicaros que dicho pensamiento me transpira los testículos y me importa tres dosis de producto lácteo pasteurizado. Traduzco: Que me suda los cohoness y me importa tres leches. Porque a los cabales…los quiero.

LOS AMIGOS.

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Este fin de semana, nos hemos reunido –en perfecta comunión– entre quince y veinte amigos con la excusa de celebrar el cumpleaños de uno de los ilustres del “Grupo Centro” Nuestro bien amado Ángel Céspedes; Girilín en este sitio.

Girilín ha preparado muy concienzudamente un fin de semana, difícilmente olvidable, para una selección de entre todos sus notables. Nada ha faltado en la casa del Señor. De entrada el alojamiento. Tres casas, en el Parque de Los Montes de Málaga magníficamente montadas. Con gusto y absolutamente pertrechadas de todo lo necesario para que el que las habite, no sufra la más mínima molestia en cuanto a imprevistos. Aunque imprevistos, lo que se dice imprevistos, estos han brillado por su ausencia. Lo que yo te diga.

Ángel en un inesperado ataque de demencia generosa –provocado seguramente por la edad provecta que cumplía– propuso al grupo de íntimos el financiar una celebración en la cual él correría con los gastos de alojamiento y con los de toda la comida que se pudiese ingerir que habría de ser mucha. Tan sólo dejaría a nuestro cargo lo concerniente a la ingesta de cervezas y alcoholes de alta graduación. Un desembolso– el del alcohol– imposible de asumir por una sola persona que no estuviese dispuesta al suicidio económico.

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La posibilidad de reunirnos junto a una barbacoa y del fiestón que se preveía y avecinaba nos animó a complementar al día completo de la celebración con otro más, ya este apoquinado por cada cual. Así pues, se decidió que fueran dos noches las que permaneceríamos recluidos en el paraíso.

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VIERNES 14 DE NOVIEMBRE DE 2014.

Ángel se había puesto las pilas absolutamente; de una manera tal, que nos tenía implicados a casi todo quisqui; A Shati de Brno (llamado así por su uso continuado de la lengua checa y porque en el primer y último chupito, siempre emite su personal exclamación aludiendo a la famosa ciudad eslovaca de Brno!) con su afamado lomo en manteca. A Placi “el de la Pepa” que fue el encargado de la impedimenta cárnica y la elaboración tortillera; y al reconocido sicario alhaurino Matarifé de Triana que fue el encargado de comprar y de cortar el jamón. Las chicas se encargaron de la sección de pastelería-confitería y a nuestro querido Mohamed, se le nombró Maestro Carnicero, Guardián del Fuego y Jefe de especias insoportablemente picantes. Que Alá lo confunda!

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Lola nos regaló un inconmensurable Caldillo de Pintarroja y Candela una porra con los huevos duros inigualable (y no me refiero a Ernesto). Este Father Gorgonzola preparó –para apercibir y controlar resacas indeseadas– su afamado y reparador Bloody Mary. No sigo porque si no esto sería un no acabar; solo indicar que la enorme empatía y la generosidad en la realización de tareas comunes ha sido cuanto menos, singular y sobresaliente. Que todo el mundo se ha enrrollado, vamos.

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Una niebla tan espesa como peligrosa nos acompaña hasta la Venta Galwey –(pronúnciese Garvei) para –una vez reunidos– bajar por un intricado y larguísimo camino a las magnificas casas que teníamos reservadas. El jolgorio fue el denominador común de esa tarde–noche. Girilín, gozoso y alborozado (cómo los filetes empanados) nos mostraba puntillosa e ilusionadamente la casa y todos sus recovecos. La casa? La casa está de puuuta madre! nos decía: La cocina! Y nos mostraba una habitación llena de electrodomésticos con barra y fregadero que todos intuiamos podría ser la cocina. El Salón! Comentaba emocionado en suponiendo nuestra sorpresa: y nos señalaba una enorme habitación con una mesa de camilla gigante, y sillas alrededor; televisión de pantalla plana y tresillos frente a la chimenea, que todos intuíamos que podría ser el salón El Cuarto de Baño! Y admirábamos sobrecogidos las piezas de loza blanca e impoluta que en breve iban a ser mancilladas con restos de comida transformados en elaborados surullos de materia orgánica desechable. Los llamados mohones. O Marró Glasé debidos al frío imperante. Todos, naturalmente, intuíamos que podría ser el Cuarto de Baño. Sobre todo, ya te digo, por el detalle del inodoro y la ducha.

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Y ahora – continuaba Girilín tremendamente emocionado– Vamos para arriba!!! La casa? La casa está de puuuta madre! Nos volvía a decir. Nos informaba verazmente. Un dormitorio! Y nos guiñaba un ojo enseñándonos una habitación con camas y armarios. Y todos, ya con un cashondeo increíble, intuíamos que podría ser uno de los nueve dormitorios de los que disponíamos.! Así que volvíamos a mirar dentro exclamando todos un Oooohhhhh al unísono. Y otro!!!… este con cuna, para Ernesto!!! Y así con las tres casas. Oooohhhh…. volvíamos a repetir.

Vamos fuera!!!! La casa? La casa está de puuuta madre! Mirad que terraza!!!! Mirad que Barbacoas..Tres!!!! La casa? La casa está de puuuta madre! Volvía a repetir. Oooohhhh…. Repetíamos nosotros..

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Tengo que reconocer que la casa estaba de puuuuta madre. Y que una vez descargado todo el alijo de comida, de bebidas, de equipajes, una vez instalados en nuestras habitaciones y preparados para lo que había de venir, puedo asegurar que nos sentíamos verdaderamente felices. Sacamos amplificadores, micrófonos, guitarras… alguna docena de latas de cerveza y varios vasos de chupitos, para, ya elegantemente embutidos en nuestros chándales de Decatlhón, dimos la orden de salida al compás de un Cumpleaaañoss féeelisss que nos recordaba el para qué estábamos allí.

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La casa? La casa está de puuuta madre! volvía a decir Girilín a algún incauto que se le ponía a tiro. El primer Brno! sonó entre los madroños que rodeaban las terrazas de las casas. Y así, de esa manera, bajo la luz de la luna y al compás de la música que proporcionaba el aleteo de las hojas de los falsos algarrobos, empezó la celebración…

Continuará…

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LA BUENA MÚSICA DE FATHER GORGONZOLA: BON IVER

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La Buena Música de

Father Gorgonzola:

Bon Iver.

Ya he dicho alguna vez, que la deliciosa Niña Carolina -al igual que mi querida amiga Adela- tiene la virtud de vestir siempre -cómo el Gato de Cheshire- una franca y fresca sonrisa; ya sabéis, el Gato de Cheshire, el de Alicia que, desapareciendo en la invisibilidad, solo deja -cómo muestra visual- su enorme boca soplando en el viento. Blowin’ in the Wind que decía mi vecino el de Minnesota.

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Me pone la deliciosa (y risueña) Niña Carolina –para mi Rincón de la Buena Música de este blog- me pone digo, tras la pista de un americano de Wisconsin (vaya bosques que maneja ese estado) llamado Justin Vernon; un músico folk que, con una especialísima sensibilidad, compone temas que te invitan a sentarte en tu sillón y tomarte un té caliente (o un ron dominicano) frente al fuego, mientras oyes caer la lluvia tras los cristales. Canciones de invierno. Canciones de días tristes y melancólicos; añorantes de acogedores tiempos pasados y de gente querida ausente.

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Tiene la música del grupo de Justin Vernon -llamado Bon Iver- reminiscencias del sonido de los italianos Nova; de las voces psicodélicas -que te trasladan por las brumas de Escocia- de la Incredible String Band, o del eclecticismo de la británica Imogen Heap. Una música relajante y placentera. Hecha con un indiscutible e imperdonable buen gusto y sensibilidad.

Tiene a bien, la deliciosa Niña Carolina, el abrir mis oídos, el obligarme a prestarle atención, a este músico –y a su grupo- para volver a sucumbir al deleite, casi olvidado, de conducir bajo los efectos cautivadores de la belleza. Al compás del metrónomo desacompasado que te proporciona el persistente limpiaparabrisas.

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Dice la Wiki de Bon Iver:

«Es el nombre artístico de uno de los proyectos musicales del cantautor Justin Vernon, cuyos miembros son, además de él, Mike Noyce, Sean Carey, Colin Stetson y Matthew McCaughan, entre otros esporádicos. Vernon produjo de forma independiente su primer álbum, For Emma, Forever Ago en 2007, grabándolo en su mayor parte mientras pasaba tres meses en una cabaña remota en Wisconsin. En 2012, la banda ganó el Grammy al Mejor Nuevo Artista y al Mejor Álbum de Música Alternativa por su álbum Bon Iver, Bon Iver; además de estar nominados a Canción y Grabación del Año por «Holocene», incluida en ese mismo álbum. Su nombre, Bon Iver, es un juego de palabras entre una corrupción del francés «bon hiver» (buen invierno).»

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Esta es una selección de sus trabajos…

Disfrutadlos!

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LA INSUFRIBLE TORTURA DEL DESAPEGADO FUTBOLERO.

Este es un artículo (ya es el segundo) incluído hoy en la publicación
«La Bombonera»  del Málaga Club de Fútbol.
Un enorme privilegio que agradezco sinceramente.
(Todas lás imágenes que ilustran esta entrada, han sido realizados por Idígoras &Pachi)
 

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«LA INSUFRIBLE TORTURA DEL

DESAPEGADO FUTBOLERO.»

Cuando mis amigos Pachi e Idígoras me solicitan (esta es la segunda vez) que les escriba un artículo para «La Bombonera», tengo que reconocerles que le echan un par de balones de reglamento. Porque insisto una vez más –ya lo dije la otra vez– que el pedirle un escrito a un absoluto ignorante en cuestión de futbol (para una revista de estas características) es, cuando menos, un disparate; una osadía y una barbaridad.

Miren Uds. yo –por esa característica de ignorancia futbolística– padezco lo que se llama la insufrible tortura del desapegado futbolero. Aunque no se crean Uds. que no siempre fui así. Mi cultura futbolera se pierde en los tiempos de los campos calamitosos de tierra y poca hierba que nos daban cobijo, en esta ciudad, a los chavales de la época: Los tres campos del «Lejío» : El Manú, El Manó y el Maní. El Campo del Agua que estaba en Fuente Olletas, el de los Campos Elíseos por el Cementerio Inglés, el de La Fuente en Capuchinos o el de Barcenillas, donde mi amigo Santi me abrió la cabeza de un certero «ñosclazo». Ahí, con esa pedrá –acabé en la Casa de Socorro de Lagunillas chorreando sangre– se me fue yendo la afición al fútbol para siempre.

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Aunque después –ya de ocasional espectador y medio obligado– paso mis últimos estertores de aficionado acudiendo con los amigos a los campos del Puerto Malagueño (Segalerva) o al López Pinto (El Bulto) para ver el inefable espectáculo de los Intocables (cuyo botiquín del agua oxigenada y las vendas era un pequeño féretro) o a ver al Mortadelo C.F. jugando en el campo de La Olímpica Victoriana. En todos estos partidos solía haber un fluidísimo y gratuito reparto de leña para el árbitro, que a diferencia del mono, no era de goma.

Pero pasa el tiempo –los tiempos corren, ya lo saben Uds. que es una barbaridad– y yo, me olvido del futbol definitivamente. Aunque ahora, con eso de la Liga, La Copa del Rey, La Liga de Campeones de Clubes, la Champions League (que creo que es lo mismo). La UEFA League, las Supercopas, y muchas competiciones más, uno –desde el prisma de la envidia más insana, por lo que se pierde– no puede sino sentir un cierto muy mucho complejo de inferioridad y una bastante alta dosis de pelusa que suele ser mal entendida.

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Porqué? Pues porque, a causa de esta abultada agenda de competiciones, hay múltiples y variados motivos y ocasiones para que la gozosa multitud de amigos aficionados se reúna felizmente (para contemplar el partido de turno) en torno a una súper pantalla plana de al menos cuarentimuchas pulgadas y –a golpe de afición– pasar una tarde feliz y amena rodeado de compinches y secuaces. Y «secuazas», que también las hay y muchas, mucho cuidado.

Pero para el pobrecito desgraciado, para el infortunado, para el ingenuo (que todavía cree en la bondad humana) para el NO aficionado al futbol, esta circunstancia (la de que no le guste) se torna en una verdadera tragedia semanal y personal. Pues se le considera “persona non grata” para los visionados de encuentros deportivos y para las posteriores tertulias futbolísticas en los salones más selectos de su panda de amigos.

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Y yo, que quieren Uds. que les diga, me siento tan desafortunado como triste; tan desplazado como poco querido, tan ignorado como apartado; porque me pregunto… No le gustan a uno –al margen del fútbol– las almendritas, los chochitos y las patatas fritas de paquete? No le gusta a uno las rodajas de salchichón Prolongo finamente cortadas y debidamente despellejadas? y el jamón? No se tomaría uno alguna que otra cervecilla helada –mudo, resueltamente callado y sin hacer ruido, como es natural– si no estuviese amenazado y atenazado por la mirada desafiante del entendido? Sí! ese mismo que no te permite ni acercarte a la mesa no fueses a taparle la jugada principal del encuentro?

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Sigo con la retahíla de quejas: No tiene uno derecho a dar, si no su opinión y/o parecer deportivo (lo sé, es suicida), sí el intentar llevar la conversación por otros derroteros? (lo sé, también es suicida) Ponó! Sufro este desplante y apartheid deportivo apenadamente y en silencio. Avergonzado y contrito, tal si sufriese de implacables, severas y sanguinarias hemorroides cada domingo.

Triste es la vida del NO aficionado que sólo disfruta de sus amigos los días que no hay partidos. Pero partidos, haberlos, queridos amigos míos, haberlos haylos y muchos. Casi todos los días. En fin, siempre me quedarán las motos y esos genios intolerantemente buenos llamados «Marc Vázquez» y «Sipo Tons». Aunque este último, me parece a mí, que ya no pilota.

Álvaro Souvirón

  • Aquí podéis leer el articulo:

https://www.facebook.com/pages/La-Bombonera/450712491681393?fref=ts

 

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